El
avance del agronegocio y la pérdida de millones de hectáreas de
bosque. La crisis climática, el aumento de la temperatura global y
los territorios de sacrificio en el Sur global.
por
Darío Aranda
En
paralelo al avance del modelo sojero en el Cono Sur se arrasaron 35
millones de hectáreas de bosque nativo. El equivalente a la
superficie de Alemania, donde se ubica la sede central de
Bayer-Monsanto, u ocho veces la superficie de Suiza, donde nació la
multinacional Syngenta-ChemChina. A pesar de leyes que protegen las
áreas boscosas, el desmonte avanza en Argentina, Bolivia, Brasil y
Paraguay. Un modelo, el agronegocio, publicitado como “exitoso”,
pero con enormes consecuencias en los territorios.
Millones
de hectáreas
La
aprobación de la soja transgénica sucedió en forma escalonada en
los países de Cono Sur. En Argentina fue en marzo de 1996. En
Uruguay se dio luz verde en octubre del mismo año. En el resto de
los países se cultivó de forma ilegal desde fines de los ‘90 y la
autorización formal llegó años después: en 2003 en Brasil, un año
después en Paraguay y en 2005 en Bolivia.
El
avance transgénico tuvo su correlato de devastación ambiental. En
Argentina se destruyeron 5,6 millones de hectáreas de monte nativo
entre 1998 y 2017. Las provincias más desmontadas fueron Santiago
del Estero (1,8 millones de hectáreas), Salta (1,4 millones), Chaco
(650 mil) y Formosa (418 mil). Todas zonas ajenas al agro industrial,
todas zonas de campesinos, indígenas y agricultores familiares.
La
Fundación Tierra de Bolivia precisó que en ese país se arrasaron
5,1 millones de hectáreas entre 1990 y 2016. El departamento con
mayor deforestación es Santa Cruz de la Sierra, corazón de las
empresas agroindustriales. Otros departamentos, con cifras menores,
son Tarija, Beni, La Paz y Chuquisaca.
En
Paraguay, entre 2001 al 2017, se destruyeron 5,4 millones de
hectáreas. La organización Base-Is explicó que el desmonte
mayormente se produjo en losdepartamentos de Alto Paraguay,
Presidente Hayes, Concepción, Amambay, Canindeyú, Alto Paraná. Son
los mismos departamentos donde se produjo el mayor avance del modelo
agroexportador.
En
Brasil se desmontaron 19,1 millones de hectáreas entre 1990 y 2019.
Se dio principalmente en la región llamada Amazonia Legal, un área
que engloba en su totalidad los estados de Acre, Amapá, Amazonas,
Pará, Rondônia, Roraima, Tocantins y Mato Grosso, y parcialmente el
estado de Maranhao, todos pertenecientes a la cuenca amazónica.
Un
elemento fundamental, muchas veces silenciado por organizaciones
conservacionistas, en los territorios con bosque vivían (y viven)
pueblos indígenas, campesinos, agricultores familias. Actores
imprescindibles para la soberanía alimentaria y la defensa del monte
nativo.
Los
millones de hectáreas devastadas fueron transformadas en
monocultivos. Argentina contaba con 6,6 millones de hectáreas con
soja (convencional) en 1996. Y llegó al pico máximo de 20,5
millones hectáreas de soja transgénica en 2015. El maíz pasó de
4,1 millones de hectáreas en 1996 a 6,9 millones en 2015. En
Paraguay se pasó de 1,1 millones de hectáreas con soja en 1997 a
3,4 en 2018. El maíz también se multiplicó: de 356.600 hectáreas
en 1997 se llegó a un millón en 2016. En Bolivia se pasó de
200.000 hectáreas con soja en 1990 a 1,2 millones en 2017. A fines
de la década del ‘90 Brasil contaba con tres millones de hectáreas
declaradas. En la cosecha 2019 llegó a 36 millones de hectáreas.
Otro
monocultivo, mismo modelo
Uruguay
es un caso muy particular referido al avance del agro y sus bosques.
La Ley 15.939 (de 1987) prohíbe la tala de monte nativo (con
excepciones para el uso doméstico, y con autorización de la
Dirección General Forestal) y obliga a reforestar con especies
nativas. De esta forma, la superficie de monte nativo pasó de 664
mil hectáreas en 1990 a 850 mil en 2019. Pero la misma ley estimula
el desarrollo de la industria forestal, que genera el avance del
monocultivo de árboles, parte del modelo de agronegocio. En 1987 la
superficie de plantaciones forestales (pino y eucaliptus) era de
46.000 hectáreas. En 2017 llegó a las 2,2 millones de hectáreas.
Lo que implicó acaparamiento de tierras, uso masivo de agrotóxicos
y la instalación de plantas de celulosa, con denuncias de
contaminación del agua y el aire. El caso más famoso: Botnia-UPM,
de capitales fidlandeses.
Región
chaqueña
La
ONG paraguaya Guyra analiza la situación del Gran Chaco
Sudamericano, que incluye a la Argentina, Paraguay y Bolivia. Analizó
el avance de los deforestación entre 2010 y 2018. En 2010 y 2011
contabilizó picos de desmonte de hasta 1400 hectáreas por día en
promedio. Y en 2012 y 2013 aumentó incluso hasta un promedio de 2000
hectáreas diarias. A modo global, entre 2010 y 2013 se destruyeron
más de 1,6 millones de hectáreas. Paraguay encabezó el ranking con
un millón de hectáreas destruídas.
En
junio de 2018, último informe mensual disponible, detectaron 34.000
hectáreas arrasadas, un promedio de 1096 hectáreas por día.
Argentina representó el 80 por ciento y Paraguay el 18 por ciento.
“Monitoreo
desmonte”, es un sitio web colaborativo que analiza la situación
de bosques de la región chaqueña de Argentina, doce provincias del
norte del país donde avanzó el modelo agropecuario. Mediante
imágenes satelitales precisa los desmontes desde la década del ‘70
hasta la actualidad. Entre el año 2000 y el 2018 se perdieron 5,7
millones de hectáreas, un promedio anual de 300 mil hectáreas. “Las
tasas de deforestación en esta región se encuentran entre las más
altas del mundo y están promovidas principalmente por el avance de
la frontera agropecuaria. Este proceso ha generado importantes
conflictos territoriales que incrementaron la preocupación y el
interés por conservar los bienes naturales y culturales asociados a
estos bosques”, explican los autores del relevamiento, la Red
Agroforestal Chaco Argentina (Redaf), el Laboratorio de Análisis
Regional y Teledetección (LART) de la Facultad de Agronomía de la
Universidad de Buenos Aires (Fauba) y el Instituto Nacional de
Tecnología Agropecuaria (INTA).
En
Argentina se aprobó en 2007 la llamada “Ley de bosques”
(26.331), que buscaba frenar la deforestación. Desde la sanción de
la ley hasta fines de 2016 se destruyeron en Argentina 2,4 millones
de hectáreas: equivalente a 120 veces la superficie de la ciudad de
Buenos Aires. El 80 por ciento de los desmontes se concentró en las
provincias de Santiago del Estero, Salta, Formosa y Chaco.
Crisis
climática
Además
de las emisiones de gases de efecto invernadero, un factor clave en
el rol de los bosques es que absorven el dióxido de carbono, proveen
oxígeno y son fundamentales para bajar la temperatura del planeta.
Sin embargo, entre 1990 y 2019 se destruyeron en el mundo más de 129
millones de hectáreas de bosques, superficie equivalente a la de
Sudáfrica1. El agronegocio, que incluye la ganadería industrial, es
un factor clave en la destrucción de esos bosques.
«Perspectivas
del Medio Ambiente Mundial», es el nombre del informe de Naciones
Unidas (ONU), presentado en marzo de 2019. Brinda un alerta
contundente: el planeta se dirige hacia el colapso climático,
sanitario y social.
Desde
1880 la temperatura mundial aumentó entre 0,8 y 1,2 grados
centígrados. Y en la última década se produjeron ocho de los diez
años más cálidos de la historia. El Acuerdo de París (2015)
establece que los países firmantes deben adaptar acciones para que
la temperatura del planeta no aumente por encima del 1,5 grados
centígrados. Fue (y es) muy criticado por organizaciones sociales
por no cuestionar el modelo de consumo que lleva al desastre
climático, no ser vinculante, no frenar la extracción de
hidrocarburos (como se había propuesto en la cumbre mundial de Kioto -Japón- en 1997) y proponer «falsas soluciones» (monocultivo
de árboles, bonos de «compensación» para contaminar,
geoingeniería para modificar el clima, entre otros).
Las
grandes potencias económicas del mundo comandan el Grupo de los 20
(G20). Y esos mismos países también son los máximos responsables
del cambio climático, el aumento de la temperatura global y los
consiguientes desastres ambientales: el 76 por ciento de las
emisiones del dióxido de carbono (principal factor del ascenso de la
temperatura) proviene de los países del G20. Encabezan el ranking de
contaminación China, Estados Unidos, la Unión Europea, India,
Rusia, Japón y Alemania.
El
informe de la ONU es concluyente: «Las actividades antropógenas
(humanas) han degradado los ecosistemas de la Tierra y socavado los
cimientos ecológicos de la sociedad». Aclara que es necesario
«adoptar medidas urgentes a una escala sin precedentes para detener
y revertir esa situación y proteger así la salud humana y
ambiental». Algunas de las medidas esenciales son reducir la
degradación de la tierra, frenar la pérdida de biodiversidad y la
contaminación del aire, la tierra y las aguas; mitigar el cambio
climático y reducir la quema de combustibles fósiles”. Joyce
Msuya, directora ejecutiva de ONU Medio Ambiente, fue tajante:
«Estamos causando el cambio climático y la pérdida de
biodiversidad. No habrá mañana para muchas personas, a menos que
nos detengamos».
Nota:
Este
artículo es parte del proyecto Atlas del agronegocio transgénico en
el Cono Sur realizado con el apoyo de Misereor.
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artículos del proyecto:
Fuente:
Darío Aranda, Arrasar con la vida, 8 abril 2020, Biodiversidadla.
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