Quien
recorra los 200 kilómetros desde Tartagal a Santa Victoria Este en
el este de Salta, o desde Pampa del Infierno a Fuerte Esperanza en el
oeste de Chaco, encontrará los mismos dolorosos contrastes. Por
decenas de kilómetros se abre a un lado y otro del camino un mar de
monocultivos que se pierde en el horizonte.
por
Matías Mastrángelo
Al
estremecedor silencio del paisaje vacío de habitantes sólo lo
interrumpe el ruido de gigantes máquinas. Las sembradoras colocan
las semillas transgénicas, las fumigadoras vierten los pesticidas,
las cosechadoras juntan los granos y los camiones se llevan los
frutos de estas tierras hasta los barcos que las transportan a Europa
o Asia. Mientras, desde tierra adentro vienen más camiones con
ganado, y desde más adentro más camiones, esta vez cargados con
troncos de quebracho colorado, algarrobo y palo santo.
Más
allá de las tierras desmontadas de las grandes fincas, aparecen las
casas y pueblos como Santa Victoria Este, donde en estos días han
muerto niños wichí por desnutrición. Nada de la riqueza de estas
tierras queda en esas casas ni en esos pueblos, y a sus habitantes se
les hace cada vez más difícil conseguir suficiente alimento y agua.
Así es como allí donde se producen enormes cantidades de granos y
carne se registran los mayores niveles de pobreza y desnutrición del
país.
Estos
recorridos de dolorosos contrastes son la entrada al Impenetrable
Chaqueño, una región de gran diversidad cultural y biológica
amenazada por la expansión de la agricultura y ganadería
empresarial. El Impenetrable albergaba 6 millones de hectáreas de
bosque nativo en el noroeste de Chaco, este de Salta, norte de
Santiago del Estero y oeste de Formosa, una superficie equivalente a
3 veces la provincia de Tucumán y 30 veces la Capital Federal.
Su
nombre se origina en la gran dificultad que tuvieron los europeos
para atravesarla, debido a su densa vegetación y la escasez de agua.
Hasta el día de hoy, comunidades wichí y qom habitan esta región
en cercanía de los errantes ríos Bermejo, Teuco y Bermejito, y si
bien su forma de vida ha cambiado mucho, siguen usando el bosque
nativo como fuente de recursos.
Desde
hace más de un siglo, conviven con familias criollas dedicadas a la
cría de ganado vacuno y caprino. Hasta hace unos pocos años,
mientras tierras vecinas más húmedas y accesibles seguían siendo
desmontadas y “pampeanizadas”, las tierras del Impenetrable no
resultaban tan atractivas para empresarios e inversores por su
torridez y aislamiento. Así, se convirtieron en una de las últimas
esperanzas para la conservación de la biodiversidad Chaqueña. Pero
esta situación viene cambiando rápidamente.
La
deforestación impulsada por el cultivo de soja, maíz y pasturas
para el ganado vacuno produjo la pérdida del 30% de los bosques
nativos del Gran Chaco Argentino, y lo hizo a una velocidad récord a
nivel mundial en los últimos 30 años. Esta expansión fue agotando
las tierras más aptas para la agricultura y empujando la frontera
agropecuaria hacia zonas cada vez más remotas y áridas, como el
Impenetrable Chaqueño.
Paradójicamente,
estas tierras con más gente y más bosques son más baratas porque
para el negocio agropecuario no son un recurso valioso, sino un
obstáculo que es necesario eliminar. Las comunidades indígenas y
criollas sufren una gran inseguridad en la tenencia de sus tierras,
por la falta de reconocimiento formal de sus posesiones ancestrales o
veinteañales.
El
bajo valor de estas tierras, la vulnerabilidad de sus poseedores y
sus suelos forestales vírgenes atraen a especuladores inmobiliarios
y empresas agropecuarias provenientes de Córdoba, Santa Fé, Buenos
Aires o del extranjero, quienes están acaparando grandes extensiones
de tierras en el Impenetrable con la complicidad de los organismos
provinciales encargados de administrar tierras fiscales, como los
Institutos de Colonización de Chaco y Santiago del Estero. Esto está
generando un incremento de los conflictos por la tierra, en forma de
desalojos violentos, y cercamiento de familias y comunidades entre
los alambrados y tranqueras de las nuevas fincas.
El
acaparamiento de tierras da inicio al negocio agropecuario, que es la
segunda etapa del proceso de destrucción del bosque nativo y
desposesión de comunidades indígenas y criollas. La primer etapa se
inició hace ya más de un siglo con el negocio forestal.
Desde
principios del siglo XX, la empresa británica La Forestal inicia un
modelo de extracción maderera análogo a la extracción minera. Con
el mismo modelo, La Forestal extrajo 240 millones de durmientes de
quebracho (con los que se podría cubrir la distancia de la Tierra a
la Luna ida y vuelta) y hoy las empresas madereras extraen rollizos
para exportar 50.000 toneladas de tanino por año.
Al
igual que el negocio agropecuario, el negocio maderero en el
Impenetrable no genera desarrollo local, ya que en gran parte es
ilegal, no agrega valor en origen y emplea poca mano de obra, la cual
es mal paga y trabaja en malas condiciones. Genera beneficios para
unos pocos, y trae consecuencias negativas para muchos: de continuar
la velocidad de extracción maderera actual, en 40 a 50 años se van
a agotar los bosques ricos en quebrachos colorados y algarrobos.
Además,
la degradación del bosque nativo producto de la tala indiscriminada
es utilizada como justificación para su destrucción total por parte
de las empresas agropecuarias, quienes argumentan que para producir
hay que desmontar, ya que el bosque nativo se encuentra degradado y
sin valor.
Hoy
sabemos que la recuperación productiva de los bosques toma entre 20
y 30 años, mucho más rápido de lo que se creía, por lo que un
manejo forestal que respete la regeneración de los recursos
maderables y aproveche los recursos no maderables (miel de monte,
algarroba) permitiría que se produzca valor y se conserve el bosque
al mismo tiempo.
(http://sobrelatierra.agro.uba.ar/la-lenta-pero-factible-recuperacion-de-los-bosques-del-chaco-semiarido/)
Con
el argumento de llevar desarrollo y la protección del Estado,
grandes empresas agropecuarias del centro del país vienen en la
última década acaparando tierras y desmontado ilegalmente en el
Impenetrable Chaqueño.
Entre
2011 y 2019, las topadoras de estas empresas destruyeron casi 1
millón de hectáreas de bosques nativos protegidos por la Ley de
Bosques 26.331 en las provincias de Chaco, Salta, Formosa y Santiago
del Estero. Más de un cuarto de la superficie desmontada ilegalmente
en estos 9 años ocurrió en el Impenetrable de la provincia de
Chaco, donde la superficie desmontada ilegalmente duplicó a la
legal.
El
análisis caso por caso de estos desmontes ilegales revela una serie
de mecanismos por los que las autoridades de aplicación de la Ley de
Bosques son cómplices de las violaciones a la ley. Uno de ellos ha
sido la “recategorización” de fincas cuyas tierras cubiertas por
bosques estaban categorizadas por la ley provincial como de mediano
valor de conservación, y por lo tanto no estaba permitido
desmontarlas.
A
pedido de las grandes empresas agropecuarias, el gobierno de Salta
redujo en 2011 la categoría de conservación a 32 fincas y un poco
después el gobierno de Chaco hizo lo mismo con 67 fincas. Si bien
estas recategorizaciones fueron posteriormente suspendidas debido a
la presión de la sociedad y ONGs, más de 100.000 hectáreas de
bosque fueron destruidas bajo esta forma de ilegalidad.
Otro
mecanismo ha sido el “desmonte encubierto” por el que las
autoridades provinciales responsables de aplicar la Ley de Bosques
autorizan como forma de uso sustentable del bosque en zonas
protegidas lo que ellos llaman sistemas silvopastoriles. El
seguimiento de estos sistemas mostró que no conservan la estructura
del bosque necesaria para su renovación y en pocos años se
convierten en desmontes totales. En todas sus formas, los desmontes
ilegales tienen a profesionales sin ética como participantes
necesarios e irrisorias multas como consecuencia eventual.
El
horizonte en el Impenetrable Chaqueño depara un continuado avance
del negocio maderero y agropecuario en detrimento de los últimos
bosques nativos, su diversidad biológica y cultural. Por ejemplo, el
gobierno de Chaco lanzó muy recientemente el Plan Ganadero
Provincial que impulsa la expansión de 500.000 hectáreas de
pasturas para la producción de carne vacuna.
La
experiencia de lo ocurrido durante los últimos 30 años en la región
indica que este tipo de planes sólo traerá más costos sociales,
ambientales y económicos para la población y el Estado, mientras se
benefician un puñado de empresarios privados. La fertilidad de estas
tierras se pierde a los pocos años de perder su cobertura boscosa,
ya que es altamente susceptible a la erosión y las inundaciones,
dejando tras de sí un desierto y tormentas de polvo donde había un
bosque y aire puro.
La
mortandad de ganado y la pérdida de cultivos es frecuente debido a
la alta variabilidad climática, con temperaturas cada vez más altas
y precipitaciones más concentradas en verano.
La
calidad de vida de los pobladores originarios y campesinos se degrada
aún más tras la pérdida del forraje, los alimentos y las medicinas
que obtienen del bosque nativo, forzandolos a migrar al periurbano de
las ciudades y condenándolos a mayor miseria y olvido. Todos estos
costos finalmente los paga una vez más el Estado, como lo hace
habitualmente con cada emergencia (agropecuaria, alimentaria)
derivada de los planes de sus propios gobiernos.
Podemos
evitar estos costos y reducir la vulnerabilidad social y ambiental
del Impenetrable Chaqueño si todos los actores sociales involucrados
realizamos acciones coordinadas e inmediatas. Los organismos de
ciencia y técnica debemos profundizar la producción de conocimiento
relevante, legítimo y útil para resolver estos problemas urgentes.
Los
gobiernos provinciales deben priorizar el mejoramiento de la calidad
de vida de las poblaciones más vulnerables, mediante la
titularización de sus tierras y el acceso a créditos que promuevan
el desarrollo de usos sustentables del bosque nativo.
Deben
sanear y capacitar a sus organismos encargados de regular la tenencia
de la tierra y el uso de los bosques, para que cumplan con la
legislación vigente. El Poder Judicial debe investigar las tramas de
corrupción que subyacen a los desmontes y la tala ilegal, y
tipificarlos como delito ambiental.
Los
empresarios madereros y agropecuarios deben mover su horizonte de
planificación del corto hacia el mediano y largo plazo, dado que el
ritmo de tala y desmonte actual está erosionando el capital natural
del que dependen su propia producción y ganancia.
Las
organizaciones de la sociedad civil y las ONGs deben continuar y
fortalecer las acciones de vigilancia, denuncia y concientización.
Los medios de comunicación deben dar voz y visibilizar a los
habitantes del Impenetrable para evitar su colapso silencioso. Para
todo esto, es indispensable una ciudadanía más activa y mejor
informada sobre la realidad social y ambiental de nuestro país.
Matías Mastrángelo es investigador Adjunto CONICET
Grupo de Estudio de Agroecosistemas y Paisajes Rurales
Unidad Integrada Balcarce INTA - UNMdP
Fuente:
Matías Mastrángelo, El silencioso colapso del Impenetrable Chaqueño, 5 marzo 2020, Chaco Día por Día. Consultado 5 marzo 2020.
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