por
Martintxo Mantxo
Un
año (y 12 días) después de uno de los desastres ecológicos y
sociales mayores en la historia de Brasil y seguramente del planeta,
el de Brumadinho, nada más volver de allá a Euskal Herria, ocurría
el colapso del vertedero de Zaldibar. Ambos parecen hechos no
relacionados, sin embargo hay muchos elementos en común. Para
empezar, ambos son dos avalanchas, una del terreno y las basuras que
albergaba, el otro de los de minería, relaves, ambos productos de
sobrepasar límites y malos estados.
El
desastre de Brumadinho se presenta como el desastre de un embalse,
pero en sí no es tal, o sobre todo no el convencional de agua, sino
más bien un depósito de residuos de minería. Tampoco es lo mismo
que un vertedero como el de Zaldíbar, pero en su caso también esos
desechos, los lodos de roca, están altamente contaminados con
metales pesados procedentes de esas rocas y también de los químicos
usados para separar el hierro. Esos elementos contaminaron el río
Paraopeba de más de 300 km de longitud del que se abastecían miles
de personas, dejándolo, un año después, todavía muerto. En total,
la población afectada se eleva a 1 millón.
Ambas
funcionaban con irregularidaes, evitando inspecciones, etc. Pero
sobre todo, el hecho común es el colapso de ambos incluyendo vidas.
Obviamente el caso de Brumadinho, con 272 muertos es exagerado
comparado con los 2 de Zaldibar, pero no por ello menos dramático.
Además en ambos casos se trata de trabajadores. En el caso de
Brumadinho no todos, pero si la mayoría, pues la avalancha de lodo
cayó sobre las propias dependencias y cantina de la minera Vale.
Otro
aspecto en común es que en ambos casos se había alertado de la
situación crítica, y en ambos casos por los propios trabajadores.
También en cada caso, aquellos que habían alertado de las
condiciones llegaron a perecer en el propio accidente. En los últimos
días ha trascendido en los medios de comunicación que uno de los
dos trabajadores sepultados en Zaldibar había compartido con su
familia su preocupación por la estabilidad del terreno y la
posibilidad de un derrumbe como el que ocurrió, y también que en el
vertedero se desechaban más sustancias peligrosas que las
permitidas.
No
lo podemos decir a ciercia cierta, pero intuimos que sus advertencias
no fueron tenidas en cuenta, y en cambio ellos pagaron por la
inoperancia o pasividad de aquellos que tenían capacidad para
actuar.
En
el caso Brumadinho, siete meses antes del crimen, la compañía,
Vale, envió a una ingeniera geotécnica y un trabajador a valorar el
estado del muro de contención del depósito al tener constancia de
su corrosión. El trabajador, Olavo Coelho, alertó de que la
solución propuesta era insuficiente y que la presa estaba
definitivamente condenada. Coelho luego perecería en el desastre.
Una de esas 272 víctimas. El hecho de que ambos detectaran y
alertaran de las fallas añade más tragedia a sus muertes. Igual de
que terminaran pagando por las negligencias de otros cuando ellos
hacen el trabajo sucio, mal remunerado, etc.
En
Brumadinho también la mayoría de los que perecieron eran
trabajadores terciarizados, contratados a través de segundos y
terceros para negarles derechos como el de seguridad, asociación,o
pagarles menos. Por eso también la BBC se refirió al crimen de
Brumadinho como “el mayor accidente laboral jamás registrado en
Brasil”. En 2007, de los 14 accidentes mortales ocurridos a
trabajadores de esa empresa, 11 correspondieron con subcontratados.
En 2009 el 60% de los trabajadores de Vale eran tercerizados.
Otro
aspecto que se ha afianzado en la opinión pública es que la razón
del derrumbe de Zaldibar corresponde a codicia, al deseo de más
beneficios obviando la situación, las reglas, las consecuencias, los
riesgos. En el caso de Brumadinho está claro. Porque esta fórmula
de acumular desechos de minería (relaves) está prohibida e muchos
países de gran actividad minera, como Chile y Perú, y se va a
prohibir en Sudáfrica. A ellas añadir todos los trámites que
debían cumplimentar y que incumplieron o falsificaron, y ahora tras
un año del crimen todas las ayudas e indemnizaciones que niegan a
las víctimas.
Hace
cuatro años (5 de noviembre de 2015) la misma compañía, Vale (en
un consorcio, como Samarco) incurrió en el mismo crimen en Mariana
(por eso se dice también que la Vale es una “criminal
reincidente”). Aquel crimen provocó la muerte de 19 personas, y
362 familias perdieron su hogar. De esas familas ni una sola, más de
cuatro años depués, ha visto su casa restituida. Pese a todos estos
accidentes, la Vale ha seguido sumando beneficios, superando este año
su record del año pasado en un 13,7 %: 1.370 millones de euros.
Igualmente, su presidente era el mejor pagado de todas las
transnacionales brasileñas.
Estos
días se ha incidido también que no estamos ante un accidente:
cuando algo ocurre con conocimiento, no respetando la legalidad, las
normas, superando las capacidades, etc, estamos ante un crimen. Un
crimen en el que las instituciones que velan por la seguridad de la
población, de los trabajadores, del medio ambiente son también
co-rresponsables. En Brumadinho, las compas del MAB (Movimientos de
Afectados por Embalses) siempre insisten en ese aspecto, que fue un
crimen, y que la Vale es una empresa criminal.
En
ambos casos nos encontramos sin lugar a duda en resultados de un
sistema depredador de recursos, del medio ambiente y que no repara en
los impactos. Un sistema que no piensa en las consecuencias y para
que siempre lo existente es poco. La fiebre crecentista: los
macrobeneficios del año pasado no son suficientes y hace falta más,
pese a que tengamos que pagar compensaciones y multas. Hace falta
sacar y pulverizar más roca, extraer más y más hierro, traer más
basura, superar los objetivos de exportación, de consumo, de PIB…
pero mientras producir más y más residuos. De un kilo de roca se
produce un kilo de residuos -en el caso del hierro. En el caso del
oro, o la plata, o el cobre es mucho mayor, puede llegar a ser hasta
30 toneladas. En Brumadinho se extrajeron sólo en 2017, 26,3
millones de toneladas de hierro. Eso conlleva 26,3 millones de
toneladas de desecho (lodos suspertóxicos) en un año, que es además
lodo, con lo que su almacenaje es más difícil. Por eso se hace
imposible almacenar tanto.
En
ambos casos los símiles de barrer debajo de la alfombra, o del
avestruz que esconde la cabeza, son más que adecuados. Nuestro
Planeta sufre, los síntomas del cambio climático son cada vez más
perceptibles, como lo es el saber que por parte de los poderosos y de
las instituciones no hay voluntad para enfrentarse a él, como
tampoco a todo lo demás que le acompaña (deforestoción,
desertificación, pérdida de oxígeno en el agua, extinción de
especies, pérdida de biomasa, etc etc), que pese a la alarma, el
ritmo del capitalismo, la codicia del rico, no aminoran. El colapso
está aquí. Y ambos casos, Zaldibar y Brumadinho son claros ejemplos
de ello. Nos parecía tan lejano y lo tenemos aquí. El hecho de que
toda esa mierda cayera encima de una autopista lo hace todavía más
metafórico: el colapso del sistema, encontrándose, obstaculizándose
dos de sus referencias principales, la velocidad y el cemento y
asfalto, las grandes infraestucturas, y el producto no deseado,
invisibilizado, escondido de nuestras prácticas consumistas, toda
esa basura.
En
ese sentido también, como modelo, como infraestucturas, como
glorificación de la ingeniería, de la tecnología, ambos casos nos
recuerdan que estos proyectos no son infalibles, que pese a tanto
avance hay cosas que fallan, y cosas que no se pueden permitir, que
no podemos asumir. Nos confirman que no solo podemos tener razón,
sino que tenemos derecho a oponernos a muchas de estas presuntas
macrosoluciones, porque muchas veces, como nos demuestran también,
solo corresponden a intereses económicos elitistas. Porque además
no sólo son Brumadinho y Mariana. En lo que respecta a embalses
también fue el de Patel en Kenia con 47 muertos, o el de Panjshir en
Afganistán con 10, o Xe-Pian Xe-Namnoy en Laos con 36, o la de Swar
Chaung en Birmania con 4 muertos, TODAS EN 2018; o la de Tiware en
India con 23 muertos en 2019. O ahora con Zaldibar. Nos confirman que
puede ocurrir, y que oposición y miedo como el de los habitantes de
Agoitz con Itoitz o de Zangoza y demás pueblos de la cuenca del
Aragoi con Esa, no son infundados.
Nos
ningunearán, ridiculizarán, criminalizarán pero estos crímenes
sólo nos dan más razones para seguir oponiéndonos a infraestucuras
inútiles y no deseadas; a su modelo incompetente de generar y tratar
residuos; a su modelos depredador, esquilmador y ecocida; a su
codicia por encima de las personas, los pueblos y el Planeta.
Seguiremos oponiéndonos y creando alternativas.
Martintxo
Mantxo. TRADENER, (Transición energética y democracia)
Fuente:
Martintxo Mantxo, Zaldibar, un año después de Brumadinho, 26 febrero 2020, Rebelión. Consultado 26 febrero 2020.
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