Revelaciones
de una red de investigadores. La Red de Acción en Plaguicidas
(Rapal) denunció 108 presentaciones de herbicidas e insecticidas de
muy alta toxicidad.
por
Darío Aranda
Agrotóxicos
prohibidos en Europa y de uso libre en Argentina. Herbicidas e
insecticidas a los que solo se les mide su toxicidad aguda (en el
corto plazo) y no crónica (sostenida en el tiempo). Y 108
formulaciones “altamente peligrosas” que empresas multinacionales
promocionan y comercializan en el país. Son algunos de los aspectos
destacados en una investigación de la Red de Acción en Plaguicidas
y sus Alternativas de América Latina (Rapal). Además del famoso
glifosato, denuncia el uso de los agrotóxicos atrazina, clorpirifos,
paraquat, fipronil e imidacloprid, entre otros. Las empresas
responsables: Syngenta, Bayer-Monsanto, Dow Agrosciences y Atanor.
“Informe sobre los plaguicidas altamente peligrosos en la Argentina”, es el
título de la investigación de Rapal y de la Red Internacional de
Eliminación de los Contaminantes (IPEN, por sus siglas en inglés).
Son 170 páginas donde detallan Plaguicidas Altamente Peligrosos
(PAP) utilizados en la Argentina. Se define como PAP a los
plaguicidas que presentan niveles elevados de peligrosidad aguda o
crónica para la salud o el ambiente. Según la Red Internacional de
Acción en Plaguicidas (PAN) se precisa como PAP a los químicos que
son perturbadores endócrinos, bioacumulables, muy persistentes en el
agua, en el suelo o en los sedimentos, y tóxicos para los organismos
acuáticos y para las abejas.
El
trabajo alerta que, además de cultivos extensivos como la soja y el
maíz, muchos plaguicidas se utilizan en actividades como la
fruticultura y horticultura, lo que implica una gran exposición no
solo de los productores y trabajadores sino también de los
consumidores de frutas y verduras.
El
informe toma como referencia a la Red Internacional de Acción en
Plaguicidas (PAN), que tiene registro de al menos 299 químicos
peligrosos. El 42 por ciento de ellos (126 de esos productos) se
utilizan en Argentina. Casi la totalidad (123) se utilizan en
actividades agrarias y en “línea jardín” (uso domiciliario).
Estos productos se expenden bajo diferentes nombres comerciales, que
varían la forma de presentación y la empresa fabricante.
Si
se contrapone el listado de agroquímicos con alguna prohibición y
los que se utilizan en Argentina queda en evidencia la permisiva
política nacional: en las provincias argentinas se usan 108
productos que cuenta con restricciones en el exterior. En la página
43 del informe de Rapal se detallan los herbicidas atrazina y
paraquat, prohibidos en más de treinta países, entre ellos todos
los de la Unión Europea. Syngenta (empresa de origen Suiza,
adquirida por ChemChina en 2017) no comercializa atrazina en Suiza,
pero sí en Argentina, Brasil, Paraguay, Bolivia y Uruguay.
“Hay
una ‘doble vara’ de las empresas. Están prohibidos en los países
de origen y aquí se utilizan dado la baja información, la poca
presión de los consumidores y la escasa acción de los organismos
estatales que deben evaluar, registrar y categorizar a los
plaguicidas en la Argentina”, afirmó Javier Souza Casadinho,
coordinador de Rapal y autor de la investigación.
Los
agrotóxicos más utilizados y peligrosos son los herbicidas
glifosato, atrazina y paraquat (utilizados en cultivos de soja, maíz,
tabaco, entre otros). Los insecticidas cipermetrina, clorpirifos,
fipronil e imidacloprid (utilizados en hortalizas, frutales, maíz).
Y los fungicidas benomil y carbenzazin (fundamentalmente en
hortalizas).
“Benomil
y carbenzazin son alteradores de la reproducción y se utilizan mucho
en horticultura, y es muy posible que lleguen a los consumidores”,
explicó Souza Casadinho, que también es docente de la Facultad de
Agronomía de la UBA. Destacó que el fipronil y el imidacloprid,
utilizados en hortalizas, frutales , soja y aún en mascotas, están
prohibidos en Europa y son muy cuestionados por afectar a las abejas
(polinizadores esenciales para la humanidad).
En
la página 34 del informe se destacan las empresas productoras de
plaguicidas altamente peligrosos en Argentina: Bayer/Monsanto
(productoras de glifosato, inidacloprid, cipermetria, fipronil),
Syngenta (atrazina, paraquat), Nufarm (imidacloprid), Atanor
(glifosato, atrazina), Dow Agrosciences (clorpirifos) y Basf
(Carbendazin), entre otras.
El
trabajo denuncia la forma de autorización de los plaguicidas en
Argentina. El Estado, a través del Senasa (Servicio Nacional de
Sanidad y Calidad Agroalimentaria), categoriza la peligrosidad de los
agrotóxicos según la clasificación denominada “Dosis Letal (DL)
50”, que solo mide la toxicidad aguda de un producto en base a la
dosis con la que muere el 50 por ciento de una población de animales
de laboratorio. Nada establece sobre las intoxicaciones crónicas,
por ejemplo cuando las personas de una comunidad están expuestas a
dosis pequeñas por largos periodos de tiempo o sometidas a distintos
tipos de plaguicidas que se aplican durante meses o años.
El
Senasa no tiene en cuenta, por ejemplo, los efectos endócrinos de
los agroquímicos (alteración del equilibrio hormonal) ni las
enfermedades epigenéticas (expresiones incorrectas del ADN). El
Senasa, que basa sus aprobaciones en informes de las propias
empresas, tampoco tiene en cuenta la afectación y acumulación de
los agroquímicos en agua y suelos.
Es
un histórico reclamo de los pueblos afectados por las fumigaciones
con agrotóxicos: que se incluyan estudios de toxicidad crónica y
afectaciones en el ambiente.
Fuente:
Darío Aranda, Un modelo agropecuario tóxico, 24 febrero 2020, Página/12. Consultado 25 febrero 2020.
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