Las
cianobacterias vuelven a hacerse notar en el embalse, con particular
impacto en las costas sobre la turística Villa Carlos Paz. Prueban
al menos para mitigar su presencia con plantas acuáticas y bombas
aireadoras.
por
Fernando Agüero
Las
algas nunca se fueron del dique San Roque y son su principal problema
desde hace varias décadas. Un enemigo que a veces se hace notar más
y otras menos, pero que está.
Las
algas verdeazuladas (los especialistas las llaman cianobacterias),
volvieron a aparecer en los últimos días con intensidad en varios
sectores del embalse, provocando una imagen que pega a la vista. Nada
extraño ya para cada fin de verano.
Un
verde intenso cubrió buena parte de la desembocadura del río San
Antonio y se ve desde el nuevo Puente del Centenario, justo en el
centro de Villa Carlos Paz, la principal ciudad ubicada sobre el
embalse.
Desde
el municipio, en coordinación con Ambiente de la Provincia, hace
semanas trabajan en la difícil tarea de oxigenar el agua en algunos
puntos críticos. Las algas consumen nitrógeno y fósforo y le
quitan el oxígeno al embalse. Este verano se colocaron dos bombas
que extraen el agua, la oxigenan y luego la vuelven a verter en el
lecho del lago. Es un aporte menor, pero que suma, según se admite.
Y sólo se aplica en la zona urbana de Villa Carlos Paz, donde el
lago puesto en verde no es la mejor postal para los muchos turistas
presentes en plena temporada.
Nitrógeno
y fósforo, los elementos que alimentan las algas y facilitan su
proliferación, pueden tener varios orígenes pero el principal
–según coinciden todas las investigaciones– es el impacto de los
líquidos cloacales sin tratamiento que aporta la propia ciudad de
Carlos Paz y gran parte de la cuenca hídrica regional.
Otra
manera de mitigar el avance de las algas que se ensaya desde hace un
par de años -aunque no ligado a sus causas- es un criterio de
“biorremediación”, mediante la siembra de una planta acuática,
denominada “azolla”, que también suma verde al agua pero no
compromete su calidad ni contamina.
Mónica
Martínez, directora de Ambiente del municipio, apuntó que esas
plantas “compiten” con las cianobacterias por los mismos
nutrientes y les reduce las chances de expandirse. Lo que no sucedió
este año, al menos hasta el momento, es lo que se denomina el
“bloom” de algas, que se produce cuando en gran cantidad mueren,
se tornan de color violáceo y despiden un olor nauseabundo.
En
2017 se dio un fenómeno de ese tipo, de complicado abordaje.
Planteos
El
biólogo Eduardo Benavídez fue funcionario municipal hasta el año
pasado en el área ambiental. Según sostiene, los procesos de
eutrofización (deterioro ambiental) se da en todos los embalses pero
se acentúa con la contaminación por materia orgánica donde no hay
servicios de cloacas.
“Las
algas se multiplican en época estival y, en nuestro caso, son
cianobacterias que generan de toxinas que son peligrosas para la
salud y para el uso recreativo de las aguas”, señaló.
De
hecho, hace unos años se colocaron carteles en algunas costas que
indican la recomendación de no bañarse en el lago si se observa
presencia de algas. Mucho menos, beber su agua.
Emilio
Iosa, también exfuncionario de un área creada en la anterior
gestión municipal para el saneamiento del lago, cuestionó que las
políticas en ese rubro son “meramente discursivas” y no se
avanza en acciones efectivas.
Fuente:
Fernando Agüero, Las algas del San Roque no se van: como cada fin de verano, saltan a la vista, 19 febrero 2020, La Voz del Interior. Consultado 19 febrero 2020.
No hay comentarios:
Publicar un comentario