por
Hannah Beech y Adam Dean
El
agua es tan clara en el río Mekong en el noreste de Tailandia que la
luz del sol la atraviesa hasta llegar al lecho, transformando el
cauce en un acuario reluciente y vacío. Es hermoso, pero significa
la muerte.
En
esta época del año en Tailandia, este tramo del río más
productivo del mundo debe ser marrón y estar lleno de sedimento. En
cambio, una sequía prolongada y una enorme represa nueva al otro
lado de la frontera en Laos, la primera que se ha establecido en el
bajo Mekong, se han robado los nutrientes necesarios para conservar
la vida.
En
otro recodo, el río Mekong casi desaparece por completo, pues se
convierte en un chorro de agua estancada rodeado por un paisaje lunar
de lomas secas y raíces disecadas. Esta es la temporada en que los
peces normalmente desovan aquí, pero no hay agua.
“Nuestras
redes están casi vacías”, dijo Buorot Chaokhao, que ha pescado
durante casi cinco décadas en las aguas del Mekong en Nong Khai,
Tailandia, justo al otro lado de la frontera fluvial de Laos. “Quizá
nuestro estilo de vida en el río se acabó”.
El
bajo Mekong, que se abre paso a lo largo de cinco países, era uno de
los pocos ríos libres que quedaban en el mundo. Sin embargo, un auge
en el sector de la energía hidroeléctrica, combinado con los
patrones del clima extremo adjudicados al cambio climático, está
transformando de manera radical el cauce.
En
octubre, las turbinas de la primera represa del bajo Mekong, la
Xayaburi, comenzaron a funcionar río arriba desde Nong Khai en Laos
tras una serie de activaciones de prueba el verano pasado. El efecto
de la represa financiada por el gobierno tailandés fue casi
inmediato, dijeron los residentes.
El
Mekong tenía aguas claras y consumidas, y adoptaba un azul
luminiscente e inquietante en días soleados. Las algas brotaban,
bloqueando las redes. Ahora una sequía de un mes ha reducido aún
más el nivel del agua, por lo que partes del río ya no son un
cauce, sino un desierto de plantas muertas y crustáceos
deshidratados.
Con
cerca de diez represas adicionales planeadas para los tramos bajos de
la corriente principal del Mekong y cientos más de sus afluentes, un
medio de sustento para 60 millones de personas se está asfixiando.
Decenas de millones más se verán afectadas conforme las granjas y
pesquerías sufran el impacto, aunque los ricos y poderosos de la
región obtengan ganancias con el negocio de la energía
hidroeléctrica.
“Nuestra
pregunta es: ¿Acaso este es el punto de quiebre del Mekong?”, dijo
Brian Eyler, director del programa del sureste de Asia del Centro
Stimson y autor de “Last Days of the Mighty Mekong”. “El
ecosistema del Mekong es adaptable y resistente, pero lo preocupante
es que la fuente masiva de recursos del río no pueda mantenerse
frente a la construcción de todas esas represas y el clima extremo”.
El
Mekong se ha agotado a tal grado que el gobierno tailandés, que
siempre se ha mostrado displicente respecto de la protección
medioambiental, anunció el 5 de febrero que había rechazado las
ambiciones que desde hace mucho había tenido China de demoler rocas
en el río para permitir el paso de botes más grandes y aumentar el
comercio. Los grupos ambientales advirtieron que manipular más el
río podría ser catastrófico.
Desde
que China, donde el derretimiento glacial alimenta las cabeceras de
cuenca del Mekong, comenzó a construir represas en el río a
principios de este siglo, se han avistado menos peces. Para una
población río abajo que alguna vez tuvo acceso a una de las
pesquerías continentales más abundantes del mundo que satisfacía
gran parte de su ingesta de proteína, este cambio ha sido
devastador.
Amkha
Janlong, de 69 años, recuerda que, no hace mucho, iba a un muelle en
Nong Khai y veía que los hombres arrastraban redes de peces más
altos y más pesados que ellos. El más grande de todos, el bagre
gigante del Mekong, pesa más que un tigre y solía alimentar a
aldeas completas.
Pero
eso ya es parte del pasado.
En
algunos lugares, los pescadores están recurriendo a la pesca con
dinamita para conseguir capturas cada vez más escasas.
“Los
peces se están volviendo más y más pequeños”, comentó Amkha.
Cuando era joven eran así de grandes, dijo abriendo sus brazos a
todo lo ancho. Ahora eran pequeños, del tamaño de su dedo meñique.
Los
pescadores de Nong Khai solían dedicarse a la agricultura para
complementar sus ingresos, pero las fluctuaciones del Mekong también
han afectado este sector. Conforme baja el nivel del agua de la
ribera, Buorot se ha visto obligado a usar bombas para regar sus
campos a la orilla del río.
Después,
en diciembre, una descarga repentina de la represa Xayaburi ahogó
sus lechugas, dijo. “Hay muy poca agua o demasiada agua”, dijo,
sacudiendo la cabeza. “No sabemos qué está ocurriendo”.
Casi
cuatro meses después de que comenzaron a funcionar las turbinas de
la represa, la gente que vive río abajo no sabe nada sobre sus
operaciones, aunque la apertura y el cierre de sus puertas afecta a
millones de personas. El gobierno laosiano ha dicho que publicar el
calendario de la presa no es su deber y ha insinuado que la Comisión
del río Mekong quizá es la más apta para proporcionar esa
información.
No
obstante, la comisión -cuyos miembros son los gobiernos de Laos,
Tailandia, Vietnam y Camboya- solo puede divulgar noticias si alguien
le proporciona esa información. A un grupo de defensa de derechos en
Nong Khai le dijeron que el departamento de irrigación tailandés es
el organismo responsable de notificar a los aldeanos sobre el flujo
de la represa, pero los funcionarios de gobierno lo negaron.
La
autoridad tailandesa en materia de electricidad, que está comprando
la energía de Xayaburi, y el operador de la represa, que cuenta con
el respaldo de la inversión tailandesa, se han señalado el uno al
otro. Ninguna entidad respondió preguntas sobre las operaciones de
la represa.
“El
Mekong se ha secado y hasta el día de hoy no se ha proporcionado
información alguna”, dijo Chainarong Setthachua, conferencista de
la Universidad de Maha Sarakham en el noreste de Tailandia, quien ha
estado estudiando el río Mekong durante 25 años.
Eyler,
el autor, dijo que el silencio quizá es intencional. “Es probable
que esa falta de comunicación se haya procurado a propósito”,
comentó.
Puesto
que han disminuido los nutrientes del Mekong y sus flujos de agua son
impredecibles, los granjeros han aumentado su uso de fertilizantes
químicos y pesticidas, que son costosos y nocivos cuando se usan en
exceso, señalaron grupos agrícolas.
Buorot
dijo que solía reservar los químicos para el tabaco que vende, pero
ahora debe usarlos incluso para los vegetales que come su familia.
“Me
preocupa nuestra salud, pero es la única manera en que se puede
cultivar”, comentó.
El
año pasado, una compañía minera tailandesa se acercó a
funcionarios en Ban Nam Phrai, la aldea de Buorot, para pedir permiso
de cavar en el lecho del río. La arena del Mekong, que se usa para
reclamar tierras y como ingrediente para la elaboración de concreto
y asfalto, ha ayudado a construir metrópolis asiáticas desde
Singapur hasta la Ciudad Ho Chi Minh, lo cual ha erosionado aún más
el ecosistema del río.
Los
aldeanos de Ban Nam Phrai se negaron, al menos por ahora, pero la
arena es el único producto abundante que le queda al río.
La
electricidad que produce Xayaburi no se necesita en esa zona. La red
eléctrica de Tailandia ya cuenta con mucha alimentación, pues tiene
un excedente del 30 por ciento en ciertas épocas del año, de
acuerdo con investigadores tailandeses. Sin embargo, las represas, ya
sean construidas por compañías tailandesas, vietnamitas o, sobre
todo, empresas chinas, en su mayor parte benefician a las élites y a
los residentes urbanos. Los pescadores y los agricultores son quienes
sufren.
Debido
a los efectos agravados de las represas, el cambio climático y la
extracción de arena, 300.000 personas se han ido al año de la
región delta del río Mekong en el suroeste de Vietnam a lo largo de
los últimos años, comentó Eyler, debido a que ya no pueden contar
con el río como medio de sustento. Partes del delta, donde vive el
veinte por ciento de la población vietnamita, están colapsando
hacia el mar.
Un
bote maniobra a través de una sección poco profunda del río Mekong
donde hay partes que se ven verdes y azules por las algas, en vez del
color marrón turbio habitual en esta época del año, cerca de
Sangkhom, Tailandia, el 24 de enero de 2020.
Copyright:
2019 New York Times News Service
Fuente:
Hannah Beech, Adam Dean, El paraíso natural que esconde la muerte a causa de la construcción de represas, 17 febrero 2020, Infobae. Consultado 19 febrero 2020.
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