Rodolfo
Franco se instaló hace ocho años en Misión Chaqueña, la comunidad
aborígen más grande de la jurisdicción de Embarcación, donde
murió el último de los seis chicos que fallecieron en enero. Casado
con una mujer wichi, sostiene que “hay una voluntad
política de no darle agua a los wichis. Es un genocidio para que la
gente se vaya y ganar tierras para la soja”.
por
Hugo Martin
El
desmonte y la falta de agua. Esas son las causas principales de la
desnutrición que en enero cobró la vida de seis niños, dice
Rodolfo Franco, el médico de Misión Chaqueña, la comunidad wichi
más grande la jurisdicción de Embarcación, en Salta. Llegó hace
ocho años desde Buenos Aires, y hoy asegura que “mi vida está
acá, quiero que me entierren en el mismo cementerio que ellos”.
“Ellos” son los aproximadamente 1500 aborígenes que viven allí,
en casas con paredes de nylon y viento, y piso de tierra, con ojos
como piedras y caras cinceladas a puro machetazo.
Como
un intruso bienvenido, Franco se cuenta entre los “ocho o nueve
criollos” que habitan la Misión. Y el “acá” de su vida, ahora
mismo, es la chacra que muestra con orgullo. Hay maíz, plátanos,
mangos, papayas, uvas, albahaca, zapallo, limones, naranjas… y
agua, el tesoro de la región. Un bien escaso que, de acuerdo a su
experiencia, duerme en varias napas bajo esa tierra polvorienta,
cuarteada, que espera el beso húmedo que la haga producir.
La
tragedia y el amor se complotaron para que Franco viva aquí. “A
los ocho años vi cómo el doctor Albert Schweitzer había ganado el
premio Nobel por su trabajo en el África y le dije a mi abuela que
quería ser así. Ella me respondió que no tenía que irme al
África, que en el norte argentino podía hacer lo mismo. A los 30
años me ofrecieron trabajo en Ingeniero Juárez, Formosa. Pero mi
primera mujer no quiso que fuera”.
Por
entonces, Franco ya atendía en las villas a muchos aborígenes que
llegaban al conurbano. Y eso le despertó la curiosidad por el lugar.
“Mucho tiempo después, con mi segunda esposa, vine tres veces
aquí, al este de Salta… En el último viaje volcamos, y ella se
mató. Quedé viudo y empecé a recordar a Anastasia, mi actual
mujer, que es wichi y conocí acá. Mi mujer siempre me decía ‘que
buena, dulce y amorosa mujer que es…’, y volví para comprobar si
era cierto. Y sí, es dulce y amorosa”, dice con su mujer
abrazándolo por la espalda. Ella tiene seis hijos, él cinco. Una
vive en los Estados Unidos, y le envía el dinero con el que se está
construyendo una casa de material.
De
ahí a conseguir el puesto de médico de Misión Chaqueña hubo un
paso. “Dije bingo y acá estoy. Cumplí mi vocación de los ocho
años”, dice quien conoce como pocos los entresijos de la vida de
los wichis, y por la mañana atiende una salita con tres camas para
internación, lo que la lleva, para la burocracia local, a tener
status de hospital. Franco se ríe: “Somos un médico, dos
enfermeros, dos agentes sanitarios y una mucama. ¿La ambulancia?
Tiene tecnología avs… a veces viene y a veces no”.
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¿Por que no hay más huertas como la suya?
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Esa sería la idea. Pero hay una voluntad política de no darle agua
a los wichis. Creo que es premeditado, dejarlos que sufran sed y
hambre. Esto que pasa, que se mueren los chicos como moscas, es un
genocidio para que la gente se vaya y ganar más tierras para la
soja. El tema es que los wichis no se quieren ir, porque ya saben que
terminarían en las villas de las grandes ciudades. Y lo otro, en
consecuencia, es el desmonte.
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¿Cuál es la relación entre el desmonte y el hambre?
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Esto viene de la dictadura militar, que tuvo el plan de hacer de la
zona un enorme peladero y dejar sólo un par de parques nacionales
con el monte nativo. El wichi vivía de la caza de corzuela, ñandú
y tapir, la pesca y la recolección de frutos. Había muchos más
algarrobos, que dan la algarroba, fundamental en su dieta. Además
había medicinas naturales que ellos consumían. Hoy, muy poco queda
de todo eso, y a esas frutas y verduras llegan las cabras y las
vacas, que fueron introducidas después.
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¿Hoy de qué sobreviven?
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Todos tienen una Asignación Universal por Hijo. Siguen viviendo de
pescar y cazar, pero donaciones y subsidios. Ven qué pueden sacarle
a la gente blanca. Un poco se transformaron en mangueros, pero en su
representación interna están cazando. A algunos les va bien y
consiguen el subsidio de algún político. Ojo, a veces es la única
manera de llevar algo a la casa. Pero esos dejan de trabajar, de
hacer artesanías, muebles de algarrobo por ejemplo... Eso después
llama a que digan que los indios son vagos, que no hacen nada. Pero
no lo son: si quieren tomar un mate a la mañana tienen que cortar
leña, ir a buscarla, traerla en un carrito; o ir a buscar agua, que
es el otro drama…
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¿Cómo está el tema acá?
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Por suerte tenemos una canilla y una manguera. Acá hay dos tanques.
Un bombero va y enciende la bomba todos los días. Si se levanta a
horario, tenemos agua de diez de la mañana a siete de la tarde. Ahí
va, la apaga y hasta el otro día no hay. Debemos guardar la que
vamos a usar. Acá mismo hay barrios a los que llega con poca
presión, o directamente nada. Entonces tienen que acarrearla, y lo
hacen en bidones de glisfosato viejos. Esa es la que toman.
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¿Nadie les dice que esos bidones tenían un veneno?
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Los lavan bien. Y es lo que se usa. Yo también. Si un día acá no
hay, junto en la bomba que tengo allá. Suponemos que después de un
cinco años ya se debe haber requetelavado.
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Quizás en los primeros meses no. ¿Se hacen estudios del agua?
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No. Se debería. Tampoco sabemos si tiene arsénico. La vemos limpia,
pero exámenes microbiológicos no se le hacen. Lo peor son los
lugares donde va el camión aguatero, porque seguramente va con agua
contaminada, y con el calor se agrava. Es un caldo de cultivo.
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¿Cuál sería la solución?
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Hay que multiplicar los pozos de agua. El subsuelo es muy rico. Los
anglicanos que controlaron estas tierras hasta que se fueron cuando
sonó el primer tiro de la Guerra de Malvinas tenían unas bombas que
llegaban a 100 metros de profundidad. La mía llega a 30 metros, y ya
hay agua. Pero a ningún político se le ocurre. Mi pozo de agua,
hoy, sale 350 mil pesos. Acá con cuatro o cinco estaríamos bien.
Pero esta, comparada con otras comunidades, es Hollywood.
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¿Por qué?
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Los anglicanos les dejaron a los wichis 900 hectáreas de tierra, y
al lado hay otras tres mil que están registradas como pertenecientes
a ellos. Allí hay monte gracias a que un cacique que ya falleció,
Domingo Vaca, se paró frente a las topadoras y frenó el desmonte en
ese lugar. Ahí tenemos el proyecto de una Universidad del Monte para
albergar un centro de estudios de cultura wichi.
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El río Bermejo está a cinco kilómetros, ¿porque no se puede
canalizar?
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Claro que se podría, pero depende de la voluntad política del
gobierno. Si hicieron el canal de Panamá, ¿cómo no van a poder con
cinco kilómetros?
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¿Atiende muchos casos de chicos enfermos por problemas relacionados
con el agua?
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Acá los casos de diarrea y problemas respiratorios son cosa de todos
los dias. Verano e invierno. Y algunos, las dos cosas juntas. El
problema de la diarrea es el agua y su manipulación. Y los
respiratorios por la precariedad de las viviendas. Muchas tienen
paredes de nylon, y toman todo el frío en el invierno y el calor en
verano, entonces duermen afuera y la madrugada los enferma. Y además
porque tienen las defensas bajas debido a una dieta muy pobre.
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¿Cómo es?
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Se basa en hidratos de carbono: arroz, papas, fideos, a veces un poco
de zanahoria, tomate. Alimentariamente no sirve. Y eso es todos los
días. Excepcionalmente, carne…
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¿Y enfermedades como el dengue?
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Acá las atendemos como una gripe, con aspirinas, ibuprofeno y
reposo. Análisis sólo hacen en el hospital de Orán. El saneamiento
ambiental es nulo, basura tirada por todos lados.
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Lo que sucedió este enero, con siete chicos muertos (uno en el
parto), ¿pasa siempre o recién ahora nos enteramos?
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Los gobiernos anteriores se preocuparon mucho que esto no saliera a
la luz. Pasó siempre. Te voy a contar un ejemplo. Hace dos años
recibí a un chico que venía de Hickman, una comunidad a una hora de
acá. Cuando llegó a la puerta, lo alcé y vi que estaba muerto.
Tendría un año y medio. Lo publique en Facebook. Me llamo el
director que tenía en ese momento el hospital que y me dijo como
para que me calle: “¿Cómo sabes que estaba desnutrido?, le tenés
que hacer un seguimiento para eso”. Pero lo alcé y me di cuenta lo
que pesaba. Soy médico.
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relacionadas:
El lento genocidio wichí: catástrofe humanitaria
Fuente:
Hugo Martin, El médico porteño que vive entre los wichis: “El desmonte y la falta de agua son la principal causa de la desnutrición y la muerte de niños”, 1 febrero 2020, Infobae. Consultado 1 febrero 2020.
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