Es
inconcebible que a más de tres meses del comienzo de la época de
lluvias en la provincia todavía se estén ideando iniciativas para
quedar a resguardo de las inundaciones.
Es
común que para esta época del año la ciudad de Córdoba, como gran
parte del territorio provincial, se encuentre bajo alerta por
posibles lluvias intensas, como lo certifican los servicios
meteorológicos locales y nacionales. Pronósticos que, además, muy
pocas veces fallan.
Frente
a este panorama, cabe la pregunta: ¿la Capital de la provincia está
preparada y en condiciones operativas para soportar un temporal de
características extraordinarias?
Para
fastidio de los vecinos, hay que admitir que la respuesta es
negativa. No se trata de una observación apresurada, sino del
diagnóstico que trazan los propios funcionarios de la Municipalidad.
“Tenemos
una ciudad que no está preparada para que llueva. No tenemos un solo
camión en condiciones para limpiar los desagües”, admite Miguel
Siciliano, secretario de Gobierno de la nueva gestión en el Palacio
6 de Julio.
Entre
las miles de bocas de tormenta obstruidas por escombros a los que
muchos vecinos irresponsables no les encuentran mejor lugar para
tirar y las viejas deficiencias en materia de infraestructura, habrá
que rogar (en atención a los dichos del funcionario) para que en lo
que resta del verano no caiga un aguacero que derive en catástrofe.
No
es tampoco exagerado el término: el municipio ya puso en agenda un
plan de contingencia y de catástrofe. En este caso, habilitó un
fondo de 10 millones de pesos para “catástrofe y riesgo civil” y
abrió una mesa de trabajo de consuno con la Provincia, con Bomberos
y con el Ejército.
Las
medidas de prevención son siempre valoradas, pero es inconcebible
que a más de tres meses del comienzo de la época de lluvias en la
provincia todavía se estén ideando iniciativas para quedar a
resguardo de las inundaciones.
Sobre
todo en los estragados barrios del sur de la ciudad, entre ellos
Villa El Libertador, que sufren los permanentes colapsos de las redes
cloacales, los efectos de las lluvias y los hundimientos por causa de
las napas freáticas.
Y
es en el marco de las desidias de viejo arrastre donde irrumpen
algunas mezquindades de la política.
No
es difícil inferir que los dichos de Siciliano tienen un
destinatario: la anterior gestión en el municipio.
Rápido
de reacción, un vocero del exintendente Ramón Mestre salió a
cruzarlo con el argumento de que se trata de “otro intento por
instalar un relato falaz”.
En
medio de la controversia y de las maquinarias pesadas averiadas y
casi con destino de chatarra (como constató este diario en una
repartición ubicada en barrio Observatorio) están los vecinos que
pagan altos tributos y que imploran que una lluvia opulenta no los
tape de agua.
Fuente:
Las lluvias y las obras ausentes, 24 enero 2020, La Voz del Interior. Consultado 27 enero 2020.
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