por
David Ritter
Es
difícil no ser consumidos por la angustia y la bronca mientras que
el país que amamos se está quemando a nuestro alrededor, y nuestros
cielos, que alguna vez fueron azules, se han vuelto rojos, marrones y
negros.
Estos
son desastres antinaturales y es un grave daño climático. Este es
el precio de años de fracaso por parte de los líderes políticos y
empresarios. Allí está su negligencia, en 10 millones de hectáreas
quemadas y 500 millones de animales muertos. Está allí en la niña
de siete años que le pregunta al padre si en el futuro tendrá que
usar una máscara anticontaminación todos los días.
Creo
que el impacto del fuego fue tan profundo que es como si, durante
Navidad, hubiésemos viajado en tiempo y espacio y despertado en otro
país.
No
podemos permitirnos estar paralizados por la escala de la catástrofe
y quisiera compartir mi propio análisis de la situación.
El
año pasado dije que este es posiblemente el “momento Chernobyl”
de Australia. Los
incendios demostraron que el sistema australiano también es
insostenible; que las cosas no pueden seguir como antes, en la
profunda negación de la emergencia climática.
Los
incendios revelaron que nuestros líderes políticos ignoraron advertencias tanto
sobre el peligro del cambio climático como del riesgo cercano de
incendios catastróficos, y al hacerlo fallaron a la principal
obligación de cualquier gobierno: proteger la vida de los
ciudadanos.
Las
posiciones y declaraciones que hubiesen parecido radicales solo unas
semanas atrás ahora están surgiendo de las fuentes más extrañas.
Los incendios presentan un momento de agitación sin precedentes con
el potencial de generar un cambio de paradigma.
El
rol de Greenpeace en esto es claro: utilizar todas nuestras
capacidades para garantizar que la crisis de incendios forestales se
tome como un síntoma de la emergencia climática, y maximizar la
presión para obtener rápidamente la medida de reducción de
emisiones. Nuestra ambición debe ser enorme y es esencial tener
nuevos recursos para cumplir con el potencial transformador que hay
en el aire.
Ahora
no es momento para tener precaución. Tenemos el desafío de tener
imaginación apta para esta crisis y responder a la velocidad y
altura necesarias. En Greenpeace estamos apostando todo lo que
tenemos a esto, y trabajando en profunda colaboración con amigos y
aliados para asegurar nuestro mayor impacto compartido. Con más
recursos, habría más posibilidades de aprovechar el momento.
Actualmente,
hay un grupo enorme de australianos con amplia experiencia material
compartida de daños climáticos severos, ya sea por vivencias
personales o de familiares, amigos y conocidos, reforzados por las
redes sociales. Muchos australianos ahora enfrentan dificultades
económicas como consecuencia del daño climático, aunque, por
supuesto, es posible que muchos aún no lo piensen en esos términos.
Las
cuestiones ambientales y sociales se fusionaron. En nuestra sociedad
segmentada y atomista (cuando lo primario es el individuo) del siglo
XXI, los incendios fueron una experiencia universalizadora, una
especie de fenómeno de masas que recuerda las formas de vida
sociales del siglo pasado, las cuales generaron una actividad
política masiva. El desastre de los incendios trascendió
abrumadoramente el espacio tradicional de defensa del clima.
Nuestro
país se volvió extraño, la temporada navideña no fue festiva.
Australia se siente, se huele, se ve y tiene gusto raro. Hay imágenes de refugiados en nuestro propio país. Nuestra
“tierra de abundancia” se convirtió en un caso de caridad para
el mundo.
Ya
hubo una serie de consecuencias. El tabú en torno a hablar sobre el
cambio climático en medio de los desastres fue aplastado para
siempre. La autoridad personal del primer ministro, Scott Morrison,
fue seriamente dañada. La autoridad pública de las instituciones en
las que se confía, la ABC (Australian Broadcasting Corporation
-Corporación de Radiodifusión Australiana), los bomberos y los
trabajadores de emergencia y de la ADF (Australian Defence Force-
Fuerza de Defensa Australiana), mejoró.
Para
algunos, este es un momento para recordar cuán sorprendente y útil
puede ser el gobierno. La gente encontró consuelo en la amabilidad y
reciprocidad dentro de la comunidad y, por lo tanto, se acordó de
aquellas cosas que el dinero no puede comprar. Y en el espectáculo
obsceno de animales y bosques prendiéndose fuego, recordamos nuestro
profundo amor por la naturaleza.
Entonces,
¿qué debe hacer nuestro país? Quizás hay tres cosas que, juntas,
podrían cubrir el campo de lo que se necesita:
1.
Que Australia tenga una situación de emergencia climática completa
para realizar cambios rápidos, de largo alcance y sin precedentes en
todos los aspectos necesarios de la sociedad que permitan limitar el
calentamiento global por debajo de 1,5 grados.
2.
Que Australia establezca una garantía de cuidado universal, una red
de seguridad climática, de que ningún residente de nuestro país se
quedará atrás por daños climáticos severos, como parte de un
marco nacional integral de resiliencia.
3.
Una intervención de emergencia para la flora y fauna de Australia a
raíz de este desastre sin precedentes para la naturaleza (esto
podría incluir nuevos fondos no otorgados anteriormente, leyes de
protección de la naturaleza mucho más fuertes e incluso leyes de
protección especial más sólidas en bioregiones afectadas por
incendios).
Estas
son ideas aproximadas. Tal vez se necesite un cuarto pilar sobre la
democracia, aunque eso también podría ser una consecuencia del
punto 1. Sin duda, muchos de nosotros estamos pensando en lo que
viene y estoy ansioso por saber qué piensan los australianos sobre
qué se necesita.
Gran
parte de la ira, hasta ahora, fue dirigida hacia Scott Morrison, lo
cual está justificado, aunque también es peligroso porque desvía
la atención del sistema que él representa. Sí, Morrison es un
primer ministro crónicamente pobre en la emergencia climática, pero
es el sistema el que necesita cambiar.
Si
el cambio de Tony Abbott (primer ministro de Australia desde 2013 a
2015) a Malcolm Turnbull (ocupó el cargo desde 2015 a 2018) enseñó
una cosa, es que simplemente cambiar al líder puede significar poco.
Existe un riesgo real de que la crisis de legitimidad se concentre en
Morrison, quien se convierte en un conveniente chivo expiatorio,
permitiendo que el show continúe como antes, al menos durante un
tiempo.
También
tenemos que pensar cómo se está desarrollando aquí el marco
caritativo. Por un lado, la caridad es necesaria y maravillosa,
muestra nuestra mejor versión dando amor, solidaridad, empatía y
altruismo el uno hacia el otro. Pero además de la caridad inmediata,
necesitamos un cambio de sistemas.
En
particular, algunas de las organizaciones benéficas corporativas
fueron impresionantemente cínicas. Chevron, por ejemplo, que
financió activamente la negación climática y es uno de los mayores
contribuyentes del mundo para impulsar el calentamiento global, ahora
está donando dinero para ayudar en el desastre de los incendios
forestales. Tal vez lo hace como un acto de resarcimiento.
Las
fuerzas del status quo están tratando de enmarcar implícitamente lo
que sucedió como un desastre natural único, pero hacerlo es una
forma de negación profunda. Las
consecuencias de los incendios actuales están teniendo un sinfín de
efectos secundarios en los suministros de agua, en la biodiversidad, en la salud, en la cultura, en la vivienda, etc. Y sabemos que se
avecinan daños climáticos más severos a través de sequías,
inundaciones, incendios, tormentas y catástrofes ecológicas, debido
a los niveles actuales de calentamiento.
Estos
se agravarán y se multiplicarán efectos horribles. Necesitamos un
marco nacional permanente de resiliencia. Morrison se comprometió a
destinar 2 mil millones de dólares australianos para el fondo
nacional de recuperación de incendios forestales, pero es muy poco y
su alcance es demasiado limitado.
Las
prioridades del gobierno quedan claras cuando otorgan 500 millones de
dólares australianos para la recuperación de incendios forestales
en 2020, en comparación con los 29 mil millones de dólares australianos anuales en subsidios que se destinan a la industria de
combustibles fósiles en Australia.
La
situación seguirá evolucionando. Morrison y compañía intentarán
tenerla bajo control, con una narrativa habitual de ayuda en caso de
desastres naturales. Los mismos líderes políticos y los intereses
creados de los combustibles fósiles que nos llevaron a esta
catástrofe intentarán restablecer los negocios como de costumbre,
haciendo suficientes concesiones a la ira pública para restablecer
la legitimidad. Pero como sabemos, la confrontación con la realidad
continuará.
Quedan
al menos siete semanas en la temporada natural de incendios, y es
posible que sea mucho más larga en nuestro mundo tomado por el
cambio climático. Y como bien sabemos, podemos esperar otros
desastres climáticos también este verano. Temo por la cuenca del
Murray-Darling (gran área geográfica en el interior del sureste de
Australia) y la Gran Barrera de Coral (el mayor arrecife de coral del
mundo) en los próximos meses, y por muchos otros lugares menos
conocidos también.
No
hace falta decir que hay cosas peores que las de siempre. La crisis
de incendios normalizó a los militares en las calles y que las
declaraciones de emergencia sean un fundamento para las evacuaciones
forzadas de personas. Como defensores del medio ambiente, ya estamos
sujetos a ataques antidemocráticos de rutina y, a fines del año
pasado, Morrison amenazaba con una mayor represión y con prohibir
los boicots ambientales.
Se
están difundiendo teorías de conspiración despiadadas. Con
cualquier tipo de imaginación histórica es fácil ver cómo podría
funcionar. Pero no tiene por qué ser así: los incendios también
podrían anunciar un momento de regeneración nacional. Esa es mi
esperanza y es lo que creo que nosotros, todos los que queremos una
Australia justa y sustentable, somos capaces de lograr.
Este
texto lo escribí inspirado en la frase de Antonio Gramsci sobre “el
pesimismo del intelecto y el optimismo de la voluntad”.
Actualmente, enfrentamos enormes desafíos, pero la verdad es que
cuando las personas trabajan en conjunto, pueden conseguir
prácticamente lo que sea.
Debido
a la crisis de incendios, ahora hay suficiente energía política y
social para vencer a los bloqueadores del progreso: los intereses de
los combustibles fósiles y sus servidores políticos. Eso es lo que
se necesita para alcanzar el progreso a nivel de sistemas que nuestro
hermoso país necesita tan desesperadamente.
Tengo
fe y compromiso en nuestra capacidad compartida para construir un
puente a través del humo y el fuego, a una nueva Australia, al ideal
representado en la película 2040 de Damon Gameau, a la visión de
Greenpeace de un mundo capaz de cuidar la vida en toda su magnífica
diversidad, en nombre de todo lo que amamos y nos preocupa.
Guste
o no, estos son tiempos de cambio radical. Pero para parafrasear a
Raymond Williams, lo que es verdaderamente radical en estos días de
llamas es hacer posible la esperanza, en lugar de que la
desesperación sea convincente.
David Ritter, director de la oficina de Greenpeace en Australia
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Fuente:
David Ritter, En Australia todo cambió, 17 enero 2020, Greenpeace Argentina. Consultado 22 enero 2020.
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