Un
debate urgente. Dos investigadores plantean aquí que no se puede
seguir por este camino sin degradar la calidad de vida a limites
insostenibles.
por
Enrique J. Derlindati y Mariana M. Chanampa
Desde
hace tiempo se percibe la contradicción entre la importancia del
ambiente en el contexto global actual y la subvaloración que se le
da en la agenda política nacional, provincial y hasta municipal.
Tenemos cumbres en donde se discute la crisis actual de pérdida de
la biodiversidad, de la acumulación de plásticos y residuos, el
problema de la distribución de los llamados recursos naturales y su
explotación y la crisis climática, pero esta discusión clave no se
ve reflejada en las agendas políticas, especialmente a la hora de
nombrar ministros y ministerios. Espacios de científicos,
académicos, incluso la iglesia a través de la encíclica Laudato si
del Papa Francisco alertan sobre la gravedad y la importancia del
daño ambiental en nuestro planeta, pero los grandes decisores
siguen, no solo sin escuchar, sino también menospreciando y
subvalorando el problema.
Ambiente
siempre es relegado a un lugar secundario, reflejado a través del
frecuente nombramiento en secretarías y ministerios de personas que
no son profesionales en el área. Esto es muy llamativo si
consideramos el hecho de que Argentina fue y es pionera en el área
ambiental, allá lejos a fines del siglo XIX, Francisco Pascasio
Moreno, el Perito Moreno, marcaba un fuerte antecedente como
científico, naturalista, conservacionista, político, botánico,
explorador y geógrafo. Esta vocación temprana del país en las
ciencias naturales se tradujo en que las más importantes
universidades nacionales tengan a la carrera de biología en su
oferta, y que sea una de las ciencias más fuertes en el sistema
científico actual, pero (siempre hay un pero) esto no se ve
representado en los ámbitos de toma de decisiones en las distintas
escalas del gobierno.
Entonces
¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué ambiente siempre queda en manos de
abogados, contadores y últimamente hasta un rabino?
Es
necesario hacer un análisis en algunos puntos clave: primero, existe
un desconocimiento general de la ciencia y de la biología en
particular, un problema en la educación de base, la ciencia es
tomada como “una creencia” una “forma de pensar” y no como el
proceso mediante el cual una sociedad crece y adquiere conocimientos
y herramientas. Se la concibe (y enseña) como algo abstracto ajeno a
los problemas cotidianos y una pérdida de fondos si se invierte en
ella. Pero invertir en ciencia es invertir en fines esenciales que
dan sentido al ambiente, producción, medicina, tecnología,
política, y en definitiva en el desarrollo del vivir humano en la
búsqueda del progreso de la sociedad, en el bienestar colectivo.
Otro
punto, tiene que ver con la autocrítica que debemos hacer los
científicos y técnicos en ciencias naturales. Muchas veces
preferimos dedicarnos a “nuestros asuntos” y no “meternos en
política”, preferimos estar en el campo, el laboratorio o las
aulas. Muchas veces nos quejamos y criticamos, especialmente en las
redes sociales, o lloramos ante las malas decisiones, pero acá es
donde debemos involucrarnos, si somos los que sabemos del tema
hagamos algo, participemos de los espacios de discusión política
reales y convenzamos a los actores políticos y sociales que somos
necesarios. Difícilmente otras profesiones den una visión tan
integrada y global de los procesos y funcionamiento del ambiente, ahí
radica el principal valor de las profesiones como la biología o la
ingeniería ambiental. Además, es menester involucrarse en política,
ya que los lineamientos en investigación y la aplicación de
políticas que puedan incluir estas investigaciones como insumos son
determinados por quienes están en los cargos ejecutivos en el país,
provincias o municipios.
Finalmente,
los gobiernos no deben dejar las acciones y decisiones ambientales en
manos de ONGs, deslindando responsabilidades en cuanto a lo ambiental
sino que deben realizar un trabajo en paralelo y conjunto con dichas
organizaciones. Incluso fomentando y facilitando el desarrollo de
trabajos en líneas críticas con profesionales especializados en el
uso, manejo, conservación, ordenamiento y funcionamiento de la
biodiversidad.
El
tan nombrado Apocalipsis ahora tiene identidad y es la crisis
ambiental que sufrimos. Sobran ejemplos de catástrofes “naturales”,
pero todas estas catástrofes son en muchos casos evitables,
deberíamos hablar de negligencia ambiental. Un ejemplo local, en
solo 13 años perdimos en Salta algo más del 40 % del monte nativo,
esto disminuyó gravemente los servicios y bienes que brinda la
naturaleza, que van desde miel, forraje para ganado o suelo fértil
hasta la regulación de los fenómenos meteorológicos, dando como
consecuencia sequías e inundaciones cada vez más graves y extremas,
especialmente en el Chaco salteño que es el ambiente que se está
perdiendo con mayor velocidad ante el avance de un modelo
agropecuario no sustentable. En un contexto productivo y de
desarrollo también es importante entender que no es necesario
destruir el ambiente para progresar, no son contrarios ambiente y
producción, existe la percepción de la división del mundo en
ambientes urbano, rural o silvestre, pero todo es un mismo sistema un
solo ambiente. En lugares donde esta integración se reconoció y se
aplicaron herramientas con equipos transdiciplinarios con ecólogos
incluidos, se desarrollaron actividades productivas totalmente
compatibles con la conservación de la naturaleza, un ejemplo es
Costa Rica.
Queda
claro que no podemos seguir por este camino sin degradar nuestra
calidad de vida a límites insostenibles. Aquí las ciencias
naturales deben asociarse a los gobiernos y estos incluir a
profesionales en el tema, entonces un verdadero desarrollo económico
y social sustentable será posible. Es lo que nos corresponde como la
especie que “piensa” y que modela, usa y ordena nuestro planeta.
No podemos reducir la vida a una mercancía o rédito económico.
Todos debemos darnos cuenta.
Enrique J. Derlindati, Doctor en Biología. Investigador y docente de la Universidad Nacional de Salta.
Mariana M. Chanampa, Doctora en Ciencias biológicas. CONICET Salta y Jujuy. Instituto de Investigaciones de Energía No Convencional (INENCO) de la Universidad Nacional de Salta.
Fuente:
Enrique J. Derlindati, Mariana M. Chanampa, El ambiente en la política y la falsa dicotomía producción vs conservación, 16 diciembre 2019, Página/12. Consultado 17 diciembre 2019.
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