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Hoy
voy a compartirles este artículo excelente de Carlos de Prada
publicado el 1 de octubre en Vivo Sano Nº 24
Estamos
en buenas manos? El cóctel químico de cada día
Da
igual que se trate del humo del incendio de una planta química, del
vertido de una industria, de la presencia de un contaminante en el
agua potable o de un tóxico que pueda estar presente en los
alimentos, con demasiada frecuencia, cuando se plantea el posible
riesgo que suponen determinados contaminantes químicos para la
salud, es frecuente escuchar la misma respuesta en el ámbito
oficial: “No hay riesgo para la salud, porque no se superan los
niveles legales de concentración de tal o cual sustancia”. Si no
se supera una concentración determinada de una serie de
contaminantes, oficialmente se considera que el riesgo es bajo. O
simplemente se descarta, tajantemente, la existencia de riesgo
alguno.
Se
han establecido niveles legales de concentración, supuestamente
seguros, para una larga lista de sustancias contaminantes. Esos
niveles, nos dicen, marcan la frontera entre lo que representa un
riesgo y lo que no. Los contaminantes están en nuestro entorno, sí.
También en nuestro organismo, probablemente por centenares. Pero se
nos dice que no debemos preocuparnos, que debemos estar tranquilos,
porque todas estas sustancias tóxicas están presentes a unos
niveles que no superan los límites legales que se han establecido.
Sin
embargo, ¿qué sucedería si lo legal y lo seguro no tuviesen por
qué coincidir necesariamente? Es una pregunta que puede parecer a
algunas personas, acaso dadas a confiar sin más en las autoridades,
un tanto osada. Pero es una pregunta que acaso sea legítimo hacerse,
ante una larga lista de hechos objetivos. Por ejemplo, por solo citar
uno, la circunstancia de que muchas de las sustancias que hoy están
prohibidas y a las que se consideraría inseguro exponerse,
estuvieron no hace mucho permitidas. Las autoridades, con gran
aplomo, nos decían entonces que era “seguro” exponerse a ellas,
que no había riesgo alguno. ¿Es que esas sustancias no eran antes
tan tóxicas como ahora? ¿Por qué aquello que no hace tanto se
consideraba seguro se considera ahora inseguro? De la misma forma,
con muchas sustancias se ha venido rebajando el nivel de exposición
que se consideraba “seguro”, de modo que la concentración que
hace unos años se tenía por “segura” ahora se tiene por
insegura.
La
toxicología oficial depende de seres humanos y las decisiones que se
sustentan en ella están lejos de ser infalibles. Lo citado es solo
un ejemplo que puede mostrarlo, pero son muchos más los que podrían
darse.
Acaso
una de las más claras e incuestionables evidencias es la que ahora
se comenta: que los test de seguridad química oficiales evalúan el
riesgo sustancia a sustancia. Se basan en ver qué nivel de
concentración de una determinada sustancia aislada causa o no un
determinado efecto. No entraremos aquí en los métodos empleados
para determinar el posible riesgo de las concentraciones de cada
sustancia aislada, aunque también se podría decir mucho sobre si
realmente sirven para garantizar completamente la ausencia de toda
clase de riesgo de cada contaminante aislado. Solo nos centraremos en
el hecho de que la toxicología oficial se base en evaluar el riesgo
de que una persona se exponga a una sola sustancia aislada. Porque es
algo con hondas implicaciones.
Para
verlo, pensemos por ejemplo en un pesticida, el clorpirifos, por
citar uno solo de entre los cerca de 500 principios activos
pesticidas autorizados en la Unión Europea. Un insecticida
ampliamente utilizado en la agricultura convencional, no ecológica,
y cuyos residuos se detectan con mucha frecuencia en frutas y
verduras.
Las
agencias reguladoras evalúan qué concentración de ese pesticida
podrá consumir una persona sin que se genere un riesgo relevante de
posibles efectos sobre la salud, aunque se ingiera esa cantidad
regularmente a lo largo del tiempo.
Pero
hay un problema. Un problema muy serio: que esa situación, ésa en
la que una persona se exponga solo al clorpirifos y a ninguna otra
sustancia al mismo tiempo no se da en la vida real. En una misma
manzana, una pera, unas uvas, unas fresas… puede haber, y de hecho
con frecuencia los hay, otros pesticidas además del clorpirifos.
Nunca nos exponemos a sustancias aisladas. Nos exponemos a mezclas
muy complejas de sustancias.
La
ciencia sabe que exponerse a varias sustancias tóxicas
simultáneamente puede tener un efecto mayor que exponerse a cada una
de esas sustancias separadamente. Sin embargo, la toxicología
oficial empleada para establecer los niveles legales, supuestamente
seguros, de las sustancias a las que nos exponemos, no ha evaluado el
riesgo real de esas mezclas de sustancias a las que realmente nos
exponemos de forma cotidiana.
Se
afirma, con gran aplomo, que es “seguro”, por ejemplo, exponernos
separadamente a cierta concentración del clorpirifos. También, que
es “seguro” que nos expongamos separadamente a cierta
concentración de otros pesticidas, como el dimetoato, el glifosato,
el bifentrin, la cipermetrina, el epoxiconazole, el procloraz… y,
en fin, de cualquiera de los cientos de compuestos pesticidas cuyos
residuos pueden estar en las frutas y verduras convencionales, no
ecológicas. Pero la verdad es que no se ha establecido un nivel
legal, supuestamente seguro, para las mezclas de sustancias a las que
realmente nos exponemos. No hay nivel legal para la combinación del
glifosato con el clorpirifos, con la cipermetrina, con el
epoxiconazole o con el procloraz o para las muchísimas posibles
combinaciones que pudieran darse entre estos u otros muchos
pesticidas.
Por
ello parece razonable preguntarse cómo se puede estar afirmando con
tanto aplomo que es “seguro” ingerir alimentos con mezclas de
residuos de pesticidas como si existiese una certeza total acerca de
ello cuando, en realidad, no se ha evaluado si es seguro o no
exponerse a tales mezclas ni se han establecido niveles legales
supuestamente “seguros” para tales mezclas, sino tan solo para
los pesticidas de forma aislada.
No
hay certezas. Por otro lado, las certezas congenian muy mal con el
lenguaje de la ciencia más seria que siempre huye de afirmaciones
categóricas. Sin embargo, el lenguaje oficial en estos asuntos
(buscando probablemente tranquilizar a la población, dar la
sensación de que una serie de asuntos están perfectamente
controlados, etc.) incurre demasiadas veces en afirmaciones
categóricas acerca la existencia de una seguridad plena en temas en
los que, en realidad, hay muchas incertidumbres.
En
una sola comida podemos vernos expuestos simultáneamente a una larga
lista de pesticidas diferentes. Unas mezclas de sustancias
difícilmente predecibles. Tal y como muestran los informes regulares
de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA): un
porcentaje notable de las muestras de frutas y verduras que se
analizan tienen residuos múltiples de pesticidas (1). Algo que
también constató, por ejemplo, la Organización de Consumidores y
Usuarios (OCU) cuando encargó unos análisis de laboratorio sobre
seis tipos de frutas y verduras consumidas en España (2). Los
resultados del estudio fueron llamativos: un 64 % de las muestras
tenían dos o más pesticidas diferentes (encontrándose un total de
52 tipos). Los productos analizados fueron peras conferencia,
manzanas golden, fresas, lechuga romana, tomates de ensalada y
calabacines, todos comprados en diferentes comercios de Madrid.
Frutas y verduras seleccionadas por ser alimentos que suelen
consumirse sin pelar y, por lo tanto, en los que cabía esperar un
mayor grado de exposición humana a tales residuos (sin olvidar que
hay residuos de pesticidas que, como sucede con algunos insecticidas
y fungicidas sistémicos, son incorporados dentro de los vegetales).
Un 21 % de las muestras tenían más de cinco pesticidas a la vez, un
11 % tenían cuatro o cinco y un 32 % tenía dos o tres. “Una
situación peligrosa” -en opinión de la OCU- “por cuanto podría
entrar en juego el efecto cóctel, que consiste en la interacción
combinada de varios pesticidas (sobre todo si tienen el mismo modo de
acción) pudiendo potenciar sus efectos no deseados sobre nuestro
organismo. Se trata de efectos que la EFSA está investigando, pero
sobre los que aún no ha tomado ninguna medida”.
Lo
dicho se refiere a la presencia de múltiples pesticidas en una sola
pieza de fruta o de verdura. Pero debemos tener presente que en una
sola comida no nos alimentamos de una sola fruta o verdura, sino de
diferentes frutas y verduras cuyos distintos residuos de pesticidas
respectivos se mezclan también en nuestro interior. Por otro lado,
evidentemente, no solo se trata de pesticidas. Los alimentos que
ingerimos, como la carne, el pescado, el pan, etc., pueden portar
también otros contaminantes (bisfenol A, ftalatos, metales pesados,
retardantes de llama, compuestos perfluorados, dioxinas, PCBs…).
Además, otros muchos contaminantes pueden ingresar en nuestro
organismo ese mismo día por otras vías: con la respiración, por
aplicar ciertos productos sobre nuestra piel, etc. Todos esos
contaminantes complican el cóctel químico que podemos tener,
simultáneamente, en un mismo momento, en el organismo. Un cóctel
cuyos efectos combinados no se han tenido en cuenta a la hora de
establecer los niveles legales, supuestamente seguros para los
contaminantes aislados.
La
ciencia académica ha realizado los más diversos estudios que
muestran que establecer niveles de seguridad para contaminantes
aislados puede ser un craso error. Así, por solo citar un ejemplo de
los muchos que existen, el Instituto Nacional de Salud e
Investigación Médica de Francia (INSERM), llevó a cabo una
investigación que mostraba como la exposición humana a mezclas de
sustancias que pueden alterar el equilibrio hormonal puede
incrementar muy notablemente los efectos, respecto de los que se dan
cuando la exposición se da solo a sustancias aisladas (3). Se
trataba de medir los posibles efectos sobre los fetos en gestación
dentro de mujeres embarazadas. Las sustancias estudiadas, algunas muy
comunes en la vida cotidiana, fueron sustancias que podían afectar a
los niveles de testosterona. Eran sustancias como el bisfenol A, un
contaminante que ha venido siendo prácticamente omnipresente en el
cuerpo humano en muchos países a causa sobre todo de su uso en
materiales en contacto con alimentos, pero también algunos
pesticidas, fármacos y otros compuestos. Calcularon de qué modo las
diferentes mezclas de sustancias podrían multiplicar los efectos, en
concreto sobre el desarrollo de los testículos de los fetos varones,
y la conclusión, para diferentes mezclas analizadas, fue que la
combinación de sustancias podría multiplicar los efectos incluso
cientos de veces dependiendo de la mezcla concreta de contaminantes.
El impacto de los efectos de la mezcla de sustancias sobre la
diferenciación sexual masculina durante el primer trimestre del
embarazo, consideraron estos investigadores, podía ser muy negativo.
Incluso en el caso de sustancias que aisladamente solo parecían
tener un efecto muy débil.
Investigaciones
de laboratorio de la Universidad Técnica de Dinamarca mostraron, por
su parte, como una mezcla de fungicidas a bajas dosis causaba efectos
severos -como malformaciones genitales masculinas- que no causaba en
igual medida cada fungicida aisladamente (4). De modo semejante, la
exposición conjunta a cinco fungicidas causaba alteraciones
profundas, como peor calidad del semen, peor aprendizaje, etc.,
cuando, sin embargo, cada uno por separado no mostraba efectos
singulares (5). También se ha visto que las mezclas de pesticidas
presentes en los alimentos pueden tener efectos tóxicos para las
células (6) o podrían acentuar efectos genotóxicos que tendrían
esos mismos pesticidas aislados (7) o que, entre otros muchos
posibles tipos de efectos, podría incrementar el daño en células
del sistema nervioso (8). Multitud de investigaciones de diferente
naturaleza, reiteran este tipo de resultados.
Las
mismas sustancias que no producen efectos observables cuando la
exposición es a cada una de ellas aisladamente pueden, sin embargo,
producirlos ostensiblemente cuando, en esas mismas concentraciones,
están juntas.
Es,
por otro lado, algo de sentido común. Imaginemos, por ejemplo, un
boxeador. Puede salir victorioso en combates en los que lucha contra
sus adversarios uno a uno. Pero es evidente que no sería lo mismo si
en un combate tuviese que enfrentarse no con un solo adversario sino
con 5, 10, 15, 20 o más al mismo tiempo. Lo más probable es que le
diesen una buena paliza. Salvando las evidentes distancias, ya que lo
citado es solo un ejemplo un tanto literario, algo parecido puede
suceder cuando nuestro organismo se enfrenta a una serie de
contaminantes.
Los
métodos actuales de evaluación del riesgo toxicológico pueden
estar trasladando una falsa sensación de seguridad, que propicia que
la población se exponga a complejos cócteles de sustancias
presentes en infinidad de productos cotidianos sin que se haya
evaluado el riesgo real que ello puede entrañar.
La
propia OMS ha advertido en sus informes (9) acerca de este problema,
en particular en relación a los centenares de sustancias que pueden
tener efectos de alteración hormonal (disruptores endocrinos)
comentando que “se necesitan nuevos enfoques para examinar los
efectos de las mezclas de sustancias disruptoras endocrinas sobre la
etiología y susceptibilidad a la enfermedad, porque el examen de un
disruptor endocrino aislado es probable que subestime el riesgo
combinado de la exposición simultánea a múltiples disruptores
endocrinos. La evaluación de los efectos sobre la salud humana
debidos a los disruptores endocrinos necesita incluir los efectos de
la exposición a mezclas de sustancias sobre una enfermedad concreta,
así como los efectos de la exposición de una sola sustancia sobre
múltiples enfermedades”.
Diferentes
expertos como los del EU Joint Research Centre de la Comisión
Europea (10) consideran que “como los humanos y la fauna salvaje
pueden exponerse a múltiples sustancias al mismo tiempo y hay
evidencia de que diferentes disruptores endocrinos pueden actuar
conjuntamente, esto puede resultar en un incremento de riesgo de
efectos adversos para los humanos y la fauna silvestre”.
Tales
efectos combinados no solo se dan en las sustancias disruptoras
endocrinas, pero en el caso de éstas, son particularmente
preocupantes. Además, no solo pueden tener efectos sumatorios de
sustancias con similares modos de acción, sino que estos pueden ser
más complejos e ir desde efectos antagónicos de algunas sustancias
a efectos sinérgicos que pueden multiplicar muchas veces la
intensidad de los efectos.
Pero
ni las advertencias de la OMS, ni las de miles de investigadores del
máximo prestigio en todo el mundo han servido para que, hoy en día,
se tenga en cuenta debidamente el riesgo químico en los sistemas
oficiales de evaluación. Por otro lado, conviene también tener en
cuenta la dificultad real de la empresa. Para que podamos hacernos
una idea de la complejidad del asunto, si se quisiera evaluar el
efecto cóctel de las posibles combinaciones de tres en tres de las
1000 sustancias sintéticas que tienen un más alto nivel de uso,
sería precisa la realización de nada menos que 166 millones de
experimentos (11). Y no nos exponemos solo a grupos de sustancias de
tres en tres ni solo a 1000 sustancias posibles.
Hasta
ahora, en la Unión Europea (12), ha existido alguna iniciativa que
ha buscado ver la forma de evaluar los efectos combinados de las
sustancias químicas en general, no solo los disruptores endocrinos.
Pero mientras llega o no a existir una forma de evaluar estos riesgos
adecuadamente, y, sobre todo, hasta que realmente se acometan tales
evaluaciones (si es que tal cosa es posible dadas las múltiples
combinaciones de infinidad de sustancias a las que podemos
exponernos) el hecho claro es que, hoy por hoy, nos estamos
exponiendo a unos cócteles químicos cuyos efectos no han sido
debidamente evaluados.
Si
nos referimos en concreto a los pesticidas, el Reglamento 396/2005 de
la UE sobre Límites Máximos de Residuos (13) establece que debe
considerarse el efecto combinado a la hora de evaluar el riesgo de la
exposición a los residuos de pesticidas en alimentos. Pero, a pesar
de ello, no se hace. Entidades como la Agencia Europea de Seguridad
alimentaria (EFSA) llevan años retrasando que se aplique.
Así
pues, entre tanto no se sepa realmente el riesgo real de las
exposiciones químicas que tenemos en la vida cotidiana, sería
aconsejable que las autoridades abandonasen el aplomo con que afirman
que no hay riesgos y, siendo no solo humildes sino sobre todo
objetivos y respetuosos con la ciencia, reconociesen que simplemente
existe una gran incertidumbre acerca de los riesgos reales.
Por
otro lado, los hombres y mujeres de a pie deben ser conscientes de
esta realidad y actuar en consecuencia ante esa incertidumbre. Una
incertidumbre que acaso aconseje que apliquen en su vida diaria un
principio que al parecer tantas veces no aplican las autoridades: el
principio de precaución. Algo que no ha de llevar a desconfiar de
todo, pero tampoco a una confianza ciega. Algo que, sin alarmismos
extremos, lleve a plantearse la necesidad de, con la cabeza fría,
hacer lo posible por reducir la exposición a determinadas sustancias
acerca de las cuales está alertando la comunidad científica,
mediante la adopción de unos hábitos ecológicos de consumo. Con
ello reduciremos la complejidad de ese cóctel al que nos exponemos,
reduciendo probablemente una serie de posibles riesgos.
Carlos de PradaComunicador especializado en el tema de los tóxicos.Autor del libro Hogar sin TóxicosArtículo publicado en la Revista Vivo Sano nº24
Referencias:
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- Pernille Rosenskjold Jacobsen, Marta Axelstad, Julie Boberg, Louise Krag Isling, Sofie Christiansen, Karen Riiber Mandrup, Line Olrik Berthelsen, Anne Marie Vinggaard, Ulla Hass. Persistent developmental toxicity in rat offspring after low dose exposure to a mixture of endocrine disrupting pesticides. Reproductive Toxicology. Volume 34, Issue 2, September 2012, Pages 237–250. 40th Annual Conference of the European Teratology Society
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Contenido
-
Ilegalidades que permitirían la incineración en CABA. Jonathan
Baldivieso
Un fallo judicial reciente declara nulo e inconstitucional una ley que aprobó la incineración de residuos en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El Observatorio del Derecho a la Ciudad estuvo trabajando en esta problemática y hablamos con su presidente sobre esta peligrosa forma de tratar los residuos.
-
Malaria y deforestación en el Brasil. Andrew Mac Donald
En
el Baúl
-
Niños de Chernobyl en Cuba. Yoemi Carbajal
Ecología,
desarrollo Sustentable y Culturas
ECOS
se halla al aire en la región desde 1998. Vino a llenar el espacio
creíble de información y debate en el que se trabajan cuestiones
globales (convenios internacionales, problemáticas generales)
nacionales (cuestiones de las diferentes provincias o sobre recursos
interjurisdiccionales) provinciales (problemáticas de cuenca,
radicación de industrias, costas, pesca, educación ambiental) y
locales (los temas de sustentabilidad en el municipio).
Objetivo
general Promoción del pensamiento crítico a partir de la difusión
de las temáticas ambientales y culturales en aras de la
concientización y la educación para un desarrollo sustentable.
Objetivos
específicos
-
Aumentar el bagaje de información disponible para el público en
general.
-
Difundir las cuestiones ambientales y culturales que se problematizan
en la región.
-
Acompañar los emprendimientos productivos que tiendan al desarrollo
sustentable.
-
Facilitar el acceso a las informaciones generadas en el seno de las
instituciones formales dedicadas al medio ambiente y a la
recuperación de las culturas tradicionales.
-
Poner en conocimiento del público en general disposiciones vigentes
que protejan el ambiente, los derechos de las comunidades nativas y
regulen el marco ambiental de la provincia.
Conductora
Silvana
Buján es Argentina, licenciada en Ciencias de la Comunicación
Social y periodista científico y ambiental, ejerciendo desde hace
más de dos décadas de manera ininterrumpida a través de radios y
medios gráficos del país y del exterior.
Es
activista ecologista y participa, dirige o coordina organizaciones no
gubernamentales y redes temáticas. Es conferencista y consultora en
temas de ambiente y desarrollo. Ha obtenido tres veces el 1º Premio
a la Divulgación Científica de la Universidad de Buenos Aires
(2009, 2012, 2014) y el 2º Premio en 2010; el 1º Premio
Latinoamericano y del Caribe del Agua CATHALAC-UNESCO 2009; Ocho
Premios Martin Fierro por sus trabajos en radio y 21 nominaciones. Ha
sido Premio Nacional de Periodismo en el año 2007, 1º Premio del
Congreso Tabaco o Salud 2010, 1º Premio de Periodismo en Salud de la
Asociación Médica Argentina 2010 Distinción honorífica Colegio de
Ingenieros DII por su labor en difusión ambiental, 2013.
Lleva
adelante desde 1998 ECOS ciclo de periodismo científico abocado al
ambiente y las culturas. Y CALIDAD EN VIDA, de periodismo médico,
cultura y salud. Dirige BIOS, ONG miembro de la Red Nacional de
Acción Ecologista y la Coalición Ciudadana Antiincineración. Es
miembro del Comité Consultivo de GAIA internacional. Es miembro de
la Red Argentina de Periodismo Científico y la Red Latinoamericana
de Periodismo Ambiental. Vive en Mar del Plata.
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