Los
accidentes e incidentes produjeron que las comunidades no otorguen la
licencia social a estos emprendimientos.
por
Silvana Buján
La
energía nuclear es la hermana bastarda del armamento nuclear,
necesario para la misilística que sigue hasta hoy la línea de
Alamogordo, Hiroshima y Nagasaki, bautizada irónicamente como
“Átomos para la paz”. En cada etapa del ciclo nuclear son
posibles las derivaciones a la producción o tecnología de armas
nucleares.
En
todos sus años de existencia no se ha conseguido dar solución al
problema de los riesgos que comportan los materiales radiactivos en
los accidentes, mala manipulación, atentados directos o robos,
vertidos y fugas a lo largo de todo el ciclo nuclear y de la
descomunal cantidad de residuos que genera.
Las
justificaciones han caído en el descrédito, vistas como intentos
desesperados de defender esta tecnología no renovable, de alto
riesgo y la más cara de la historia para producir electricidad. Se
señala el tema de las emisiones de CO2, omitiendo que la mineración
del uranio, el transporte y estructuras asociadas, tienen enormes
emisiones que, engañosamente, no son incluidas en los cálculos.
Las
últimas décadas muestran una la disminución de construcción de
centrales en todo el mundo. Los inocultables accidentes e incidentes
produjeron que las comunidades no otorguen la licencia social a estos
emprendimientos. Italia cerró sus centrales en 1987; Austria
reconvirtió su central nuclear a gas. Dinamarca prohibió por ley el
uso de energía nuclear. Suecia decidió también el cierre de sus
centrales. Alemania hizo lo propio poco después de Fukushima Daichi.
El
relato de la seguridad es ya indefendible. El argumento económico es
falaz ya que el cálculo para su evaluación deja afuera adrede, los
costos de remediación, transporte, seguros, puesta en marcha,
prospección y mineración, cierre de minas, la multimillonaria
desactivación de las usinas al fin de sus ciclos, y
fundamentalmente, los costos inimaginables de vigilancia, protección
y control por miles de años de los desechos. Los cálculos honestos
hacen de la energía nuclear la más cara que jamás haya existido.
Reabrir
el Plan Nuclear Argentino iniciado por la Junta Militar es apostar a
pérdida, con un riesgo altísimo y avasallando además los derechos
de la ciudadanía que no acepta este tipo de energía. La CNEA no es
fiable en este terreno. Dejó sin remediar pasivos ambientales
durante décadas, es autárquica, no tiene transparencia habiéndose
descubierto ocultamientos como la víctima fatal del accidente
nuclear en el Centro Atómico Constituyentes en 1983.
Se
trata ya no de un tema de seguridad, pues no hay buenas prácticas ni
buenas técnicas que puedan evitar los atentados, garantizar la
prevención de accidentes, ni gestionar con seguridad los residuos y
las plantas radiactivas al final de su vida útil, en todas las
centrales existentes, las obsoletas y las que se proponen construir.
En cada etapa del ciclo nuclear se producen desechos que serán
letales por miles y miles de años, dejando un legado radioactivo a
las generaciones futuras. ¿Cómo podemos, como especie, dejar ese
legado a los que vendrán después de nosotros? ¿Qué derecho nos
arrogamos para semejante cosa? Se trata claramente de un tema ético.
Silvana Buján - Licenciada en Ciencias de la Comunicación Social. Periodista científico-ambiental.
Fuente:
Silvana Buján, Plan nuclear argentino: el rechazo es social, económico y principalmente ético, 11 noviembre 2019, Los Andes.
ridicula, informate mejor , no tenes idea de las medidas de seguridad nuclear. Hay que estudiar. Lo nuclear no son solo centrales
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