Entre
ellos se encuentran 160 científicos argentinos. “La crisis
climática amenaza los ecosistemas naturales y el destino de la
humanidad”, señalan.
por
Roberto Andrés
Once
mil científicos de 153 países, dirigidos por William J. Ripple,
Christopher Wolf, Thomas M. Newsome, Phoebe Barnard y William R.
Moomaw, presentaron una carta pública en la que señalan que “las
emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando
rápidamente, con efectos cada vez más perjudiciales para el clima
de la Tierra. Se necesita un aumento a gran escala en los esfuerzos
para conservar nuestra biosfera y evitar sufrimientos sin precedentes
debido a la crisis climática”.
La
carta, titulada Científicos del mundo advierten sobre una emergencia climática, fue publicada el pasado 5 de noviembre en la prestigiosa
revista Bioscience de la Asociación Americana de Ciencias Biológicas
de Estados Unidos. Entre los firmantes se encuentran el exdirector
del Instituto Godard de la NASA James Hansen y el exvicedirector del
Programa Internacional Geosfera-Biosfera Will Steffen. También
participaron unos 160 científicos argentinos.
“La
crisis climática ha llegado y se está acelerando más rápido de lo
que la mayoría de los científicos esperaban. Es más severo de lo
previsto, amenaza los ecosistemas naturales y el destino de la
humanidad”, señalan. “Especialmente preocupantes son los
posibles puntos de inflexión climáticos irreversibles y los bujes
naturales de realimentación (atmosféricos, marinos y terrestres)
que podrían conducir a una catastrófica ‘Tierra-Invernadero’,
más allá del control de los humanos”.
Los
científicos, quienes apuntan contra “los países más ricos”
como “los principales responsables de las emisiones históricas de
gases de efecto invernadero”, indican que “estas reacciones en
cadena climática podrían causar alteraciones significativas en los
ecosistemas, la sociedad y las economías, lo que podría hacer que
grandes áreas de la Tierra sean inhabitables”.
Los
especialistas apelan a “transformaciones audaces y drásticas con
respecto a las políticas económicas y demográficas”, sugiriendo
“seis pasos críticos e interrelacionados” para disminuir los
peores efectos del cambio climático. Además de una transición a un
modelo energético basado en energías renovables, la reforestación
y la promoción de un sistema alimentario basado en vegetales, entre
las medidas sugeridas se encuentran “la plena equidad de género”,
“priorizar las necesidades básicas” y “reducir la
desigualdad”.
Una
obligación moral
“Los
científicos tienen la obligación moral de advertir claramente a la
humanidad de cualquier amenaza catastrófica y decir las cosas ‘tal
como son’”, señalan los profesionales en su carta. “Sobre la
base de esta obligación y los indicadores gráficos que se presentan
a continuación, declaramos, con más de 11,000 signatarios
científicos de todo el mundo, clara e inequívocamente que el
planeta Tierra se enfrenta a una emergencia climática”.
Ocurre
que hace exactamente 40 años, en 1979, científicos de 50 naciones
se reunieron por primera vez en la Conferencia Mundial sobre el
Clima, acordando que las tendencias observadas eran alarmantes por lo
que era urgentemente necesario actuar. Continuaron sesiones
emblemáticas como la Cumbre de Río de 1992, el Protocolo de Kyoto
de 1997 y el Acuerdo de París de 2015, con advertencias explícitas
de los científicos sobre lo poco que se ha hecho.
“Sin
embargo, -señalan los autores- las emisiones de gases de efecto
invernadero siguen aumentando rápidamente, con efectos cada vez más
perjudiciales para el clima de la Tierra. Se necesita un aumento a
gran escala en los esfuerzos para conservar nuestra biosfera y evitar
sufrimientos sin precedentes debido a la crisis climática”.
Los
especialistas advierten que la mayoría de las discusiones públicas
sobre el cambio climático se basan únicamente en la temperatura de
la superficie global, “una medida inadecuada para capturar la
amplitud de las actividades humanas y los peligros reales derivados
de un planeta en calentamiento”. Para Ripple y los firmantes, “los
formuladores de políticas y el público ahora necesitan acceso
urgente a un conjunto de indicadores que transmitan los efectos de
las actividades humanas sobre las emisiones de gases de efecto
invernadero y los consiguientes impactos sobre el clima, nuestro
ambiente y la sociedad”.
Sobre
la base de trabajos previos, los 11.258 científicos presentaron “un
conjunto de signos vitales gráficos del cambio climático en los
últimos 40 años para actividades humanas que pueden afectar las
emisiones de gases de efecto invernadero y cambiar el clima, así
como los impactos climáticos reales”, utilizando “solo conjuntos
de datos relevantes que son claros, comprensibles, recopilados
sistemáticamente durante al menos los últimos cinco años y
actualizados al menos anualmente”.
El
planeta Tierra se enfrenta a una emergencia climática
Por
un lado, los signos profundamente preocupantes de las actividades
humanas incluyen aumentos sostenidos tanto en la población humana
como en la del ganado de rumiantes, la producción de carne per
cápita, el producto interno bruto mundial, la pérdida global de la
cubierta arbórea, el consumo de combustible fósil, la cantidad de
pasajeros aéreos transportados, las emisiones de dióxido de carbono
(CO2), y las emisiones de CO2 per cápita desde el año 2000.
Por
otro lado, los signos alentadores incluyen disminuciones en las tasas
globales de natalidad, la desaceleración de la pérdida de bosques
en la Amazonía brasileña, los aumentos en el consumo de energía
solar y eólica, la desinversión institucional de combustibles
fósiles de más de 7 billones de dólares, y la proporción de
emisiones de gases de efecto invernadero cubiertas por el precio del
carbono.
De
todas formas, la disminución en las tasas de fertilidad humana se ha
desacelerado sustancialmente durante los últimos 20 años, y el
ritmo en la pérdida de bosques en la Amazonía de Brasil ahora ha
comenzado a aumentar nuevamente. El consumo de energía solar y
eólica ha aumentado un 373 % por década, pero en 2018 todavía era
28 veces menor que el consumo de combustibles fósiles.
A
partir de 2018, aproximadamente el 14.0 % de las emisiones globales
de gases estaban cubiertas por los precios del carbono, pero el
precio promedio ponderado global por tonelada de dióxido de carbono
fue de alrededor de 15.25 dólares. “Se necesita una tarifa de
carbono mucho más alta”, señala Ripple y compañía. “Los
subsidios anuales a los combustibles fósiles para las compañías de
energía han fluctuado, y debido a un aumento reciente, fueron
mayores a los 400 mil millones de dólares en 2018”.
Especialmente
inquietantes son las tendencias concurrentes en los signos vitales de
los impactos climáticos. Tres abundantes gases de efecto invernadero
atmosféricos (CO2, metano y óxido nitroso) continúan aumentando,
incluyendo un pico abominable de CO2 en 2019, al igual que la
temperatura global de la superficie.
A
nivel mundial, el hielo ha desaparecido rápidamente, lo que se
evidencia por la disminución de las tendencias en el hielo marino
ártico mínimo en el verano, las capas de hielo de Groenlandia y la
Antártida, y el grosor de los glaciares en todo el mundo. El
contenido de calor del océano, la acidez del océano, el nivel del
mar, el área quemada en los Estados Unidos y el clima extremo y los
costos de daños asociados han tenido una tendencia al alza. “Se
predice que el cambio climático afectará en gran medida la vida
marina, de agua dulce y terrestre, desde el plancton y los corales
hasta los peces y los bosques. Estas cuestiones destacan la necesidad
urgente de actuar”, declaran.
Audacia
y severidad
Según
los científicos, a pesar de 40 años de negociaciones climáticas
mundiales, con pocas excepciones, por lo general el asunto sigue como
si nada, y en gran medida “hemos fallado” en abordar esta
situación. “La crisis climática ha llegado y se está acelerando
más rápido de lo que la mayoría de los científicos esperaban. Es
más severo de lo previsto, amenaza los ecosistemas naturales y el
destino de la humanidad”, declaran en su carta.
“Especialmente
preocupantes son los posibles puntos de inflexión climáticos
irreversibles y los bujes naturales de realimentación (atmosféricos,
marinos y terrestres) que podrían conducir a una catastrófica
‘Tierra-Invernadero’, más allá del control de los humanos”,
señalan. “Estas reacciones en cadena climática podrían causar
alteraciones significativas en los ecosistemas, la sociedad y las
economías, lo que podría hacer que grandes áreas de la Tierra sean
inhabitables”.
“Para
asegurar un futuro sostenible debemos cambiar la forma en que
vivimos” dicen. Según Rippel y los demás científicos, el
crecimiento económico y de la población se encuentran entre los
impulsores más importantes del aumento de las emisiones de CO2 de la
combustión de combustibles, “por lo tanto, necesitamos
transformaciones audaces y drásticas con respecto a las políticas
económicas y de población. Sugerimos seis pasos críticos e
interrelacionados (sin un orden particular) que los gobiernos, las
empresas y el resto de la humanidad pueden tomar para disminuir los
peores efectos del cambio climático. Estos son pasos importantes,
pero no son las únicas acciones necesarias o posibles”.
Energías
renovables y una mayor eficiencia
El
mundo debe implementar rápidamente prácticas masivas de eficiencia
y conservación de energía y debe reemplazar los combustibles
fósiles con energías renovables bajas en carbono y otras fuentes de
energía más limpias si es seguro para las personas y el ambiente.
“Deberíamos dejar las reservas restantes de combustibles fósiles
en el suelo y debemos buscar cuidadosamente emisiones negativas
efectivas utilizando tecnología como la extracción de carbono de la
fuente y la captura del aire y especialmente mediante la mejora de
los sistemas naturales”, señalan. “Los países más ricos
necesitan apoyar a las naciones más pobres en la transición lejos
de los combustibles fósiles. Debemos eliminar rápidamente los
subsidios a los combustibles fósiles y usar políticas efectivas y
justas para aumentar constantemente los precios del carbono para
restringir su uso”.
Reducir
los contaminantes de vida corta
“Necesitamos
reducir rápidamente las emisiones de contaminantes climáticos de
vida corta, incluido el metano, el carbono negro (hollín) y los
hidrofluorocarbonos (HFC). Hacer esto podría ralentizar los ciclos
de retroalimentación climática y potencialmente reducir la
tendencia al calentamiento a corto plazo en más del 50 % en las
próximas décadas”, señalan, “mientras salva millones de vidas
y aumenta el rendimiento de los cultivos debido a la reducción de la
contaminación del aire. La enmienda Kigali de 2016 para reducir los
HFC es bienvenida”.
Restaurar
los ecosistemas
“Debemos
proteger y restaurar los ecosistemas de la Tierra”, indican. “El
fitoplancton, los arrecifes de coral, los bosques, las sabanas, los
pastizales, los humedales, las turberas, los suelos, los manglares y
los pastos marinos contribuyen en gran medida al secuestro de CO2
atmosférico. Las plantas marinas y terrestres, los animales y los
microorganismos juegan un papel importante en el ciclo y
almacenamiento de carbono y nutrientes”.
También
señalan que necesitamos reducir rápidamente la pérdida de hábitat
y biodiversidad, protegiendo los bosques primarios e intactos
restantes, especialmente aquellos con grandes reservas de carbono y
otros bosques con la capacidad de secuestrar rápidamente carbono
(forestación), mientras reforestamos a gran escala en donde sea más
apropiado. Aunque la tierra disponible puede ser limitada en algunos
lugares, hasta un tercio de las reducciones de emisiones necesarias
para 2030 para el acuerdo de París podrían obtenerse con estas
soluciones climáticas naturales.
Reducir
el desperdicio de alimentos y promover el consumo de vegetales
“Comer
principalmente alimentos de origen vegetal al tiempo que reduce el
consumo global de productos animales, especialmente el ganado
rumiante, puede mejorar la salud humana y reducir significativamente
las emisiones de gases de efecto invernadero”, señala Rippel.
Además, “esto liberará tierras de cultivo para cultivar alimentos
vegetales muy necesarios en lugar de alimento para el ganado, al
tiempo que liberará algunas tierras de pastoreo para apoyar las
soluciones climáticas naturales. Las prácticas de cultivo, como la
labranza mínima que aumentan el carbono del suelo, son de vital
importancia. Necesitamos reducir drásticamente la enorme cantidad de
desperdicio de alimentos en todo el mundo”.
Una
economía que priorice las necesidades básicas
“La
extracción excesiva de materiales y la sobreexplotación de los
ecosistemas, impulsada por el crecimiento económico, deben reducirse
rápidamente para mantener la sostenibilidad a largo plazo de la
biosfera”, indican los especialistas. “Necesitamos una economía
libre de carbono que aborde explícitamente la dependencia humana de
la biosfera y políticas que guíen las decisiones económicas en
consecuencia. Nuestros objetivos deben pasar del crecimiento del PIB
y la búsqueda de la riqueza a mantener los ecosistemas y mejorar el
bienestar humano al priorizar las necesidades básicas y reducir la
desigualdad”.
Planificación
familiar
Según
Rippel, aun aumentando en aproximadamente 80 millones de personas por
año, o más de 200.000 por día, la población mundial debe
estabilizarse e idealmente reducirse gradualmente, dentro de un marco
que garantice la integridad social. Existen políticas comprobadas y
efectivas que fortalecen los derechos humanos al tiempo que reducen
las tasas de natalidad y disminuyen los impactos del crecimiento de
la población en las emisiones de gases de efecto invernadero y la
pérdida de biodiversidad.
“Estas
políticas hacen que los servicios de planificación familiar estén
disponibles para todas las personas, eliminan las barreras a su
acceso y logran la plena equidad de género, incluida la educación
primaria y secundaria como una norma global para todos, especialmente
las niñas y las mujeres jóvenes”, señalan los científicos.
Conclusiones
Para
Rippel y los demás 11.257 científicos del mundo, mitigar y
adaptarse al cambio climático al tiempo que se honra la diversidad
de los seres humanos conlleva transformaciones importantes en la
forma en que nuestra sociedad global funciona e interactúa con los
ecosistemas naturales. “Nos alienta un reciente aumento de
preocupación. Los organismos gubernamentales están haciendo
declaraciones de emergencia climática. Los estudiantes secundarios
están haciendo huelga. Las demandas por ecocidio se están llevando
a cabo en los tribunales. Los movimientos de ciudadanos de base
exigen cambios, y muchos países, Estados y provincias, ciudades y
empresas están respondiendo”.
“Como
Alianza de Científicos del Mundo, estamos listos para ayudar a los
tomadores de decisiones en una transición justa hacia un futuro
sostenible y equitativo. Instamos al uso generalizado de signos
vitales, lo que permitirá a los encargados de formular políticas,
al sector privado y al público comprender mejor la magnitud de esta
crisis, seguir el progreso y realinear las prioridades para aliviar
el cambio climático”, señalan.
La
buena noticia, según Rippel y compañía, es que ese cambio
transformador, “con justicia social y económica para todos”,
promete un bienestar humano mucho mayor al que tuviésemos si
siguiéramos como si nada pasara: “Creemos que las perspectivas
serán mayores si los tomadores de decisiones y toda la humanidad
responden de inmediato a esta advertencia y declaración de
emergencia climática y actúan para mantener la vida en el planeta
Tierra, nuestro único hogar”.
Roberto Andrés es periodista, editor y redactor de la sección Ecología y medioambiente | @RoberAndres1982
Fuente:
Roberto Andrés, Once mil científicos del mundo: “El planeta Tierra se enfrenta a una emergencia climática”, 12 noviembre 2019, La Izquierda Diario. Consultado 14 noviembre 2019.
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