Crónica
sobre el día más trágico de Puerto Madryn.
por
Sofía Zampaglione Mujica
El
21 de enero de 1994, Puerto Madryn vivió el día más triste de su
historia. 25 bomberos cadetes, de entre 11 y 23 años, marcharon
precariamente equipados y motivados por su espíritu voluntario a
sofocar un incendio de campo. Un repentino cambio en la dirección
del viento los sorprendió de la peor manera.
Es
sábado por la tarde. Ricardo Saavedra se dispone a comenzar su
instructivo sobre incendios de campo a los bomberos voluntarios de la
ciudad de Puerto Madryn. La capacitación es parte de las 30 horas
voluntarias que deben cumplir, más una guardia mensual por la noche.
Pero estas obligaciones no siempre estuvieron presentes en el sistema
bomberil.
Sobre
una de las paredes de la Sala de Capacitación cuelga un gran cuadro,
compuesto por 23 fotoretratos. Quienes reconocen a las personas
presentes en las fotos, saben que faltan dos más.
Se
acercan las 18 horas y con ello el final de la clase. Saavedra coloca
en la pantalla un video elaborado por una de las escuelas de la
ciudad. El audiovisual introduce brevemente la historia de las
personas que ahora pueden verse, solamente, en las fotos del cuadro.
“Estoy tratando de que no vuelva a suceder lo que sucedió”,
sentencia el instructor.
***
El
21 de enero de 1994 marcó la vida de la comunidad madrynense de la
peor manera. Un trágico suceso que, aún hoy, continúa recordándose
con mucho dolor. Aquella calurosa tarde de viernes comenzó a
divisarse una columna de humo en los campos situados al noroeste de
la ciudad. El Cuartel de Bomberos había sido notificado por el
conductor de un auto que pasaba por el lugar, y envió una primera
dotación. Esos 25 bomberos, cadetes, de entre 11 y 23 años,
marcharon precariamente equipados y motivados por su espíritu
voluntario, a lo que aparentaba ser sólo una aventura juvenil.
Federico
Salgado tenía 13 años cuando sus amigos partieron. Al día de hoy,
continúa siendo bombero voluntario, uno de los más antiguos del
cuartel. “Casualidades de la vida”, le llama él a la razón que
lo detuvo de ir con sus compañeros. El haberse olvidado el mameluco
que utilizaban como uniforme en aquel entonces, lo retrasó de su
llegada al cuartel. Pero allí se quedó, esperando hacer el relevo
de la primera dotación. Cuando se disponía a subir al móvil, les
notificaron que no iban a realizar dicho relevo. Debían quedarse en
la central.
Ocurría
que no podían comunicarse con la primera dotación; ni se los podía
divisar. A la última comunicación por radio la había realizado
José Luis Manchula, de 23 años, quien se encontraba a cargo del
grupo. En ese contacto, Manchula informó que la situación era muy
difícil y que intentaban salir “siguiendo la línea de fuego”.
Habían
comenzado a levantarse fuertes ráfagas desde el sudeste, cambiando
la dirección del fuego que se extendió sobre un campo que no había
sido arado en años. Pastizales secos, yuyos, arbustos típicos de la
zona, como jarilla y molle, le sirvieron de combustible. La columna
recta de humo que se había divisado previamente, se convirtió en un
fuego paralelo al piso y en dirección a las columnas de cableado de
alta tensión que llegaban desde la cordillera hacia la planta de
Aluminio Argentino (Aluar).
En
ese momento, el instructor y bombero voluntario Saavedra también se
encontraba en el cuartel. Había tenido que quedarse en la central
por si ocurría algo en la ciudad, ya que todos sus compañeros
estaban cubriendo el incendio de campo. “Yo también habría sido
uno de los 25”, rememora. “A veces nos preguntamos por qué no
quedó uno, aunque sea uno, para que cuente la verdad de lo que
sucedió”.
La
incertidumbre había comenzado a llegar a la comunidad de Madryn. El
sentimiento se agravó cuando las dotaciones que llegaron luego al
lugar del incendio encontraron la camioneta y la autobomba arrasadas
por el fuego, y ningún lugar desde el cual acceder por tierra. En el
cuartel, Salgado atendía a una mujer embarazada que preguntaba
cuándo iba a volver su marido. “Yo le decía: ‘Ya va a volver’
-recuerda el bombero-. Quién se iba a imaginar que no, que no iba a
volver”.
Desde
el aeropuerto de la ciudad, habían comenzado a comunicarse con la
delegación de la Armada Argentina de Trelew y luego de Bahía
Blanca, para intentar conseguir un helicóptero que pudiera hacer un
sobrevuelo por la zona. Desde la tierra, era imposible acceder, dado
el tamaño del incendio. Poco tiempo después llegaría a la ciudad
el helicóptero del Ejército de Comodoro Rivadavia.
La
ciudad costera, para esas horas, ya se había sumergido en un inmenso
silencio. En una eterna espera por recibir respuestas, del otro lado
de la radio. Todos desconocían la situación de la primera dotación
arribada al incendio, y continuarían con el mismo vacío en el pecho
hasta el amanecer del día 22, cuando el helicóptero se disponía a
realizar el primer sobrevuelo.
A
pocos minutos de despegar, desde el helicóptero confirmarían las
peores noticias a la ciudad, y así se apagaría toda luz de
esperanza de que los bomberos hubieran podido encontrar refugio.
Habían comenzado a encontrar palas, picos y, por último, los
cuerpos de los chicos. Se sabría luego que al cambiar el viento, el
humo del incendio se volvió espeso, asfixiando así a los 25 jóvenes
y adolescentes que intentaron huir corriendo. A todas las víctimas
las sorprendió el peor final, dejando historias sin terminar.
Algunos pensaban finalizar el colegio, otros comenzar la universidad.
A Alicia Giudice, de 22 años, y Cristian Llambrún, de 21, se los
encontró agarrados de la mano. Luego, se los reconocería por sus
anillos de compromiso. Pensaban casarse el mes próximo.
El
sábado por la noche, el viento cambió nuevamente la dirección del
incendio y terminó apagándose solo, al encontrarse con lo que ya
había quemado. Sin embargo, el dolor de la ciudad no terminaría
ahí. La sala velatoria de Puerto Madryn contaba con capacidad para
dos velorios a la vez, por lo que los restos de los 24 jóvenes
fueron despedidos en un salón del Centro Nacional Patagónico
(CENPAT), para luego ser trasladados en el chasis de un camión
cuarenta cuadras hasta el cementerio. Una de las víctimas fue velada
en la Iglesia, de forma particular.
***
“Esos
dos días tengo que recordarlos, porque no tengo memoria”, explica
Saavedra, quien sólo posee imágenes breves de los momentos, pero
ningún recuerdo. “Lo más doloroso de todo es haber ido al
velatorio, ver semejante cantidad de cajones y pensar que eran tus
amigos”, añade Salgado. Los días posteriores a la tragedia, los
padres de las victimas asistirían al cuartel. Todos los días, todo
el día. Buscando explicaciones que en ese lugar no se tenían.
A
la semana siguiente, se desató un incendio en un barco. Luego de
extinguirlo, los pocos bomberos que habían asistido se abrazaron. El
abrazo, para recordar a quienes se habían ido. La voz de Saavedra se
entrecorta al recordarlo: “Yo tenía 20 años, tenía la
experiencia de ser bombero, pero no la experiencia de cómo tratar
esa situación”.
Gente
nueva comenzó a llegar al cuartel, creando un conflicto con los
padres de las víctimas. El sentimiento de llegar al cuartel y ya no
ser reconocidos era desgarrador. Todos en la ciudad comprendían a
los padres. El foco de atención estaba en ellos, no en quienes
habían quedado vivos. “Nadie se preguntó por nosotros”, alega
Saavedra, quien encontró refugio solamente en el apoyo de su madre.
Ricardo
Saavedra, hoy Director Provincial de Capacitaciones de la Federación
Chubutense de Bomberos, considera que tiene la gracia de estar donde
siempre quiso estar. Habiendo nacido en uno de los barrios más
“complicados” de la ciudad, agradece a Bomberos por abrirle la
puerta y mostrarle que había otra cosa, que el camino no era
simplemente la delincuencia. Hoy, se dedica a todo lo relacionado con
incendios de campo e instruye a los nuevos integrantes de la familia
bomberil sobre lo sucedido. Se les cuenta la historia, para que
entiendan que esas cosas no pueden volver a pasar. Son lecciones
aprendidas. Son “heridas que no cerraron, ni se van a cerrar
nunca”, explica el Director Provincial.
***
Puerto
Madryn experimentó un antes y un después del día más triste que
vivió su comunidad. Luego del primer aniversario de la ahora
conocida como “Tragedia de los Bomberitos”, se inauguró en la
plaza céntrica de la ciudad un monumento en honor a las víctimas.
El mismo se compone de un bombero con alas, rescatando un niño, y a
su alrededor 25 columnas blancas con un molino arriba que gira con el
viento, evocando a cada uno de los cadetes.
A
nivel nacional, el sistema prohibió que los menores puedan salir a
emergencias. Primero, deben realizar un trayecto de capacitación que
dura un año. Una vez aprobado el curso, se procede a un tiempo de
adaptación. La tragedia también llevó a la decisión de que los
bomberos no actúen sofocando incendios de campo; que solamente se
aseguren que no llegue a la ciudad, trabajando con máquinas viales
para realizar corta fuegos.
El
21 de enero de 1994, la comunidad madrynense perdió novias,
hermanos, compañeros y amigos. Una pareja pronta a casarse. Una
madre, a sus dos hijos. Saavedra desea que los recuerden siempre,
entendiendo que ellos no fueron culpables de lo que pasó. Cada
aniversario de la tragedia se le “revienta el pecho”, a causa de
la impotencia y el dolor, así como a tantos otros familiares de las
víctimas.
Cada
21 de enero, en la ciudad se conmemora el Día Nacional del Mártir
Bombero Voluntario, recordando, con el honor que se merecen, a José
Manchula (23 años), Marcelo Mirando (11), Carlos Hegui (12),
Mauricio Arcajo (12), Cristian Zárate (14), Lorena Jones (15),
Néstor Dancor (15), Juan Moccio (15), Andrea López (15), Ramiro
Cabrera (16), Juan Passerini (16), Paola Romero (17), Andrea Borreda
(18), Leandro Mangini (18), Enrique Rochón (19), Jesús Moya (20),
Cristian Meriño (21), Daniel Araya (21), Gabriel Luna (21), Cristián
Llambrún (21), Alexis González (22), Juan Zárate (22), Alicia
Giúdice (22), Marcelo Cuello (23) y Raúl Godoy (23).
Foto
principal: el último registro fotográfico de las víctimas del
incendio.
Las
fotos del incendio y la caravana de despedida de las víctimas
pertenecen a José Luis Lazarte, quien al momento de la tragedia
trabajaba como reportero gráfico de la agencia Madryn del diario La
Jornada. El registro completo puede verse en la página La tragedia
de Puerto Madryn, 25 bomberos caídos en acción.
Sofía
Zampaglione Mujica estudiante de cuarto año de la Licenciatura en
Comunicación Social, orientación en Comunicación Gráfica, de la
FCC-UNC.
Fuente:
Sofía Zampaglione Mujica, No a todas las heridas las cierra el tiempo, 31 octubre 2019, Qué - Portal de Contenidos en el marco de la cátedra de Redacción Periodística II - Periodismo de Opinión y Crónica de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional de Córdoba.
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