por
Daniel Gutman
OLAROZ,
Argentina, 27 nov 2019 (IPS) - Con su blanco intenso que interrumpe
la monotonía árida de la Puna, los salares semejan postales lunares
en el noroeste de Argentina. Bajo su superficie se esconden las
mayores reservas mundiales de litio, el mineral clave en la
transición hacia energías limpias, pero cuya explotación ya
comenzó a generar controversias.
La
discusión no es solo sobre el impacto ambiental sino sobre los
verdaderos beneficios para las comunidades locales de este entorno de
más de 4 000 metros de altura donde se dificulta la respiración
para los no habituados a estas altiplanicies andinas.
“Yo
no tengo dudas de que nuestra provincia está destinada a jugar un
rol clave en los próximos años, que serán los del abandono de los
combustibles fósiles”, dice a IPS Carlos Oehler, presidente de
Jujuy Energía y Minería Sociedad del Estado (Jemse).
“Es
una oportunidad para el desarrollo. Y quienes ponen el acento en el
impacto ambiental lo hacen desde el desconocimiento”, agrega en la
sede la empresa en Salvador, capital de la provincia de Jujuy.
Jemse,
propiedad de esta provincia -limítrofe con Bolivia y Chile-
produce litio desde 2014 en el salar de Olaroz, mediante una sociedad
público-privada con la australiana Orocobre y la japonesa Toyota Tsusho, bautizada como Sales de Jujuy.
La
presencia de Toyota Tshusho -parte del conglomerado automotriz
Toyota- es una muestra del interés internacional que despierta el
litio para la producción de baterías de vehículos eléctricos,
mercado que apunta a un gran crecimiento durante los próximos años
en los países industrializados.
El
impacto de esta realidad en la Puna jujeña es por ahora limitado y
distinto según las zonas, según pudo constatar IPS en un recorrido
de varios días por las dispersas localidades de esta agreste
ecorregión de mesetas altoandinas.
Varias
de estas comunidades, mayoritariamente pobladas por indígenas del
pueblo kolla, se convirtieron este año en Pueblos Solares, un
proyecto provincial que aprovecha la privilegiada radiación de la
Puna para llevarles la electricidad.
A
pocos kilómetros del Salar de Olaroz está el pueblo del mismo
nombre, compuesto por unas cuantas decenas de casas de adobe y al que
se llega por un desolado camino de tierra.
Algunos
pros…
Aquí,
el año pasado se inauguró la primera escuela secundaria, que es una
institución técnica con orientación en química y que apunta
justamente a formar jóvenes en el conocimiento de la estructura del
litio.
Además,
el litio trajo trabajo estable para algunos, en una región pobre,
con una mayoría de población que sobrevive con la cría de llamas y
ovejas. “Acá todo mundo quiere entrar a la minera, aunque sea
para lavar los platos”, resume a IPS Mirta Irades, directora de la
escuela primaria de Olaroz.
El
beneficio real, de todos modos, es modesto. Un informe presentado en
noviembre por los gobiernos de la Nación y de la provincia indica
que solo 42 por ciento de quienes trabajan en la operación de Sales
de Jujuy pertenece a comunidades locales, lo que equivale a162
personas.
En
total, según el documento, el empleo directo de la minería en Jujuy
pasó de 1 287 puestos de trabajo en 2006 a 2 244 en 2018, con tres
cuartas partes del crecimiento gracias a las operaciones de litio. Es
apenas 3,5 por ciento del empleo registrado en la provincia, aunque
los sueldos más que duplican el promedio general.
También
los tiempos de la producción de litio parecen ser un obstáculo.
Sales
de Jujuy es la única empresa en la provincia que ya explota
comercialmente su yacimiento. Hay otras decenas de compañías
trabajando, pero la exploración, las pruebas piloto, la instalación
de plantas de procesamiento y otras tareas previas pueden llevar
hasta 10 años.
Dos
hombres de las comunidades indígenas que viven en los alrededores de
Salinas Grandes acopian la sal extraída por los integrantes de la
cooperativa local. En Salinas Grandes los asentamientos de su entorno
se oponen a que se explote el litio de su subsuelo e impiden que se
abra una mina con ese fin. Crédito: Daniel Gutman/IPS
Hay
solo otra empresa minera que ya explota el metal en todo el noroeste
argentino, que integran también las provincias de Salta y Catamarca.
Se
trata de la zona que, junto al norte de Chile y el sur de Bolivia,
forma parte del llamado Triángulo del Litio, que concentra 67 por
ciento de las reservas mundiales probadas del mineral, con Argentina
a la cabeza, según datos del Servicio Geológico de Estados Unidos.
…Y
varios contras
Por
lo demás, quienes son escépticos con el potencial del litio para la
ecorregión señalan que los países sudamericanos vuelven a ocupar
el rol de productores primarios, como sucede con sus exportaciones
agrícolas y pecuarias.
Eso
está crudamente reflejado en Olaroz, uno de los pueblos solares que
se abastece de electricidad por un pequeño parque solar fotovoltaico
local, que como los demás del programa funciona las 24 horas porque
tiene baterías de litio.
Pero
esas baterías se importan de China, ya que ni en Argentina ni en el
resto de América del Sur existe la tecnología para fabricarlas.
Cuando
se recorre la Puna jujeña, hay lugares donde no se quiere ni oír
hablar del litio.
En
Salinas Grandes, otro gigantesco mar de color blanco, situado a unos
100 kilómetros de Olaroz, no ha logrado introducirse ninguna firma
minera por la oposición de las 33 comunidades indígenas del área.
“Este
es nuestro territorio, nosotros decidimos que acá no se va a extraer
litio y nos van a tener que respetar”, explica a IPS Verónica
Chávez, mientras participaba en una asamblea de unos 100 integrantes
de comunidades indígenas en pleno salar.
Chávez
es habitante de Santuario Tres Pozos, con unas 30 familias, y miembro
de la cooperativa local que reúne las familias indígenas que
trabajan en la extracción de sal, de la misma manera que por siglos
lo hicieron sus antepasados.
“Todas
las promesas que nos hacen con la llegada de las empresas de litio
son mentira. El litio es comida para hoy y hambre para mañana”,
agrega Chávez.
Alternativas
propias
En
Salinas Grandes, a la extracción de sal, las comunidades agregaron
hace cuatro años otra actividad: los paseos guiados y la venta de
artesanías para los turistas argentinos y extranjeros que se acercan
atraídos por el paisaje blanco que brilla bajo el sol y parece no
terminar nunca.
Alicia
Chalabe, abogada de las poblaciones indígenas de Salinas Grandes,
asegura que no habrá oferta económica capaz de modificar la
situación. “Las comunidades viven muy cerca de las salinas y usan
el territorio, que para ellas tiene un valor histórico, cultural y
patrimonial para sus pobladores muy importante”, explica a IPS.
“En
la zona de Olaroz la situación es distinta porque las comunidades
nunca usaron las salinas”, agrega.
En
febrero, las comunidades de Salinas Grandes realizaron durante más
de 10 días un corte de la ruta nacional 52, que conecta con Chile,
hasta que lograron que se detuvieran los trabajos de exploración que
una firma minera de litio había iniciado en la zona, sin la
aprobación de las poblaciones indígenas.
La
resistencia en Salinas Grandes se basa en parte en los estudios del
hidrogeólogo de la Universidad de Buenos Aires (UBA) Marcelo Sticco,
que señalan que la extracción de litio pone en riesgo las fuentes
de agua de las comunidades, en una zona desértica, donde la lluvia
es un lujo muy esporádico.
“Los
estudios que hicimos son contundentes. El litio se separa mediante la
evaporación de enormes cantidades de agua y favorece la salinización
de las aguas subterráneas que se utiliza para el consumo en la
región”, dice Sticco a IPS desde la capital argentina.
El
gobierno de Jujuy tiene un proyecto para darle valor agregado al
litio en la provincia: se asoció con el italiano grupo de
electrónica SERI, que podría instalar en la provincia una planta de
ensamblado de baterías, destinadas a la conversión a la movilidad
eléctrica del transporte público urbano.
Esa
iniciativa, de concretarse, podría modificar un panorama que por
ahora no ofrece grandes beneficios concretos, por más que muchos en
Argentina cuenten ya la riqueza que traerá el llamado “oro
blanco”.
De
hecho, y aunque vienen creciendo, las exportaciones argentinas de
litio alcanzaron en 2018 los 251 millones de dólares, apenas 6,5 por
ciento de las exportaciones mineras del país.
Sin
embargo, Oheler, el presidente de Jemse, considera que el pico de la
demanda internacional de litio todavía no llegó: “Lo vamos a
tener entre 2025 y 2030 y tenemos que aprovecharlo para crecer y para
mejorar la vida de nuestras comunidades”.
Pero
algunos especialistas temen las consecuencias de apostar demasiado
por este elemento químico, que podría quedar desfasado muy pronto
por una nueva tecnología que reduzca o elimine su atractivo actual.
El
litio tiene variados usos pero es su calidad de conductor de calor lo
que le hace tan codiciado como componente de las baterías eléctricas
recargables.
Estas
se usan en los teléfonos celulares, en el almacenamiento de
diferentes energías renovables, especialmente la solar, y en la
automoción eléctrica, que se proyecta que adquiriría gran peso en
la movilidad del futuro, en especial en el transporte público, a
medida que se reduzcan los motores por combustión fósil, para
contener el recalentamiento planetario.
Edición:
Estrella Gutiérrez
Fuente:
Daniel Gutman, Litio y energías limpias en Argentina: ¿desarrollo o espejismo?, 27 noviembre 2019, Inter Press Service. Consultado 29 noviembre 2019.
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