por
Daniel Gutman
EL
CÓNDOR, Argentina, 8 nov 2019 (IPS) - En la Puna argentina, a 4 000
metros de altura, es difícil ver el color verde. El ambiente seco
lleva a casi toda la naturaleza a distintos tonos del marrón y el
amarillo. En ese inhóspito entorno, la vida cotidiana, ha mejorado
gracias a un sistema de captación de agua de los cerros, con
tuberías que la bajan hacia las comunidades.
“Cuando
yo era chica caminábamos una o dos horas para buscar agua en el
cerro. Como no teníamos bidones ni tachos, la traíamos en panzas de
oveja”, cuenta Viviana Gerónimo, una mujer del pueblo kolla, en
referencia a los tradicionales odres de piel que les servían de
recipientes para trasladar y almacenar el recurso.
“También
hacíamos represas, para retener el agua de las lluvias. La usábamos
para tomar nosotros y para los animales”, agrega la mujer a IPS la
mujer de 50 años, que vive en la comunidad indígena de Hornaditas
de la Cordillera, con apenas 15 familias, en la provincia de Jujuy,
al noroeste de la Argentina y a pocos kilómetros de la frontera con
Bolivia.
La
ecorregión de la Puna tiene un paisaje desértico, donde apenas
crecen arbustos que difícilmente superan el medio metro de altura.
Las lluvias son un acontecimiento inusual (el promedio ronda los 200
milímetros anuales), que se concentra casi totalmente entre
diciembre y marzo, en el verano austral.
Estas
mesetas de altura en la cordillera de Los Andes, por encima de los 3
000 metros, abarcan no solamente el noroeste de Argentina sino
también el norte de Chile y el sur de Bolivia y Perú.
La
principal actividad de los pobladores de la Puna es la cría de
animales, aunque la deficiente calidad de los pastos no les permite
tener vacas.
Así,
la familia de Gerónimo, casada y con cinco hijos, tiene 80 llamas y
120 ovejas. Son las especies domésticas que mejor se adaptan al
clima de la Puna, aunque su rentabilidad es pobre. De hecho, los
indígenas ya casi no las esquilan porque les pagan muy poco por la
lana. Las crían para el autoconsumo y para comerciar su carne.
El
kolla es el más numeroso de los más de 10 pueblos originarios que
habitan en Jujuy, donde 7,8 por ciento de la población se reconoció
indígena en el último censo nacional, en 2010. Esta proporción más
que triplica la nacional, de solo 2,4 por ciento. Oficialmente, los
kollas son 27 631, aunque serían mucho más los integrantes de un
pueblo que tiene más de 100 comunidades en la Puna.
Agua,
fuente de cambios
El
sistema de captación de agua beneficia a las comunidades indígenas
de Hornaditas de la Cordillera, Escobar Tres Cerritos y Cholacor y al
pueblo de El Cóndor, cabecera del municipio, que tiene escuela
primaria y secundaria y sala de primeros auxilios.
El
Cóndor está ubicado a una hora de viaje por carretera desde La
Quiaca, la principal ciudad argentina fronteriza con Bolivia. Tiene
unos 400 habitantes, mientras que las comunidades del resto del
municipio no superan las 100 personas.
El
cambio climático también parece estar jugando su papel en la
agudización de la escasez de agua. “Aunque acá la principal
necesidad siempre fue el agua, nuestros abuelos decían que antes
llovía más”, dice Ricardo Tolaba, otro poblador de Hornaditas, de
53 años.
“Antes
los ojos del agua, que son lugares donde el agua de las napas sale a
la superficie, se secaban en junio o julio, después de las lluvias
del verano. Ahora se secan en marzo o abril”, detalla a IPS.
En
este contexto, el recurso más importante son los llamados glaciares
de escombro o rocosos: cuerpos de hielo en las montañas, escondidos
bajo la piedra, que no se ven pero son reservas estratégicas de
agua.
La
provincia de Jujuy tiene 255 de este tipo de glaciares, según el
Inventario Nacional de Glaciares que el gobierno argentino publicó
en 2018.
Desde
allí las comunidades, con el apoyo material del Estado, hicieron la
captación, disponiendo un sistema de tuberías subterráneas que
baja por las laderas durante 33 kilómetros, usando la fuerza de la
gravedad, para abastecer a los diferentes asentamientos poblados.
“Fue
en 2007 cuando empezamos a conversar con las comunidades acerca de
cómo podíamos construir una solución para la falta de agua”,
cuenta el ingeniero agrónomo Julio Sardina, técnico de la
Secretaría de Agricultura Familiar (SAF) de la Nación, con más de
20 años de trabajo junto a los asentamientos indígenas de Jujuy.
“El
problema de la gente de la zona es que no tenía agua en la zona baja
para darle de tomar a los animales. Y algunos querían hacer
agricultura, pero tampoco podían por el agua”, agrega durante el
recorrido con IPS por las separadas comunidades participantes en el
proyecto, mal conectadas por precarios caminos.
Sardina
cuenta que la SAF aportó los materiales para la construcción del
sistema, gracias a financiamiento del Proyecto de Inclusión Socio
Económica en Áreas Rurales (Pisear), un programa del gobierno
nacional.
Desde
un primer momento se planteó, de todas maneras, que el trabajo
tenían que hacerlo los integrantes de las comunidades beneficiarias.
“La
obra, además de traer el agua hasta la poblaciones, ayudó a la
organización y a la unión de las comunidades, ya que las familias
estaban aisladas entre sí”, cuenta Sardina.
El
sistema beneficia a unas de 600 personas en una zona, donde muchas
veces las familias no tienen residencia permanente, porque se mueven
según la calidad que encuentran en los pastos para alimentar a sus
animales, lo que facilita el que los kollas cuenten con títulos
comunitarios de propiedad de las tierras, algo no habitual enntre los
pueblos originarios en Argentina.
Cuando
llega a las comunidades, el agua se almacena en un tanque, aunque
también hay tomas que van a las casas y se hicieron bebederos para
abrevar a los animales.
Pero
el uso de mayor impacto del agua es el agrícola, ya que los cultivos
en la Puna han estado siempre muy restringidos justamente por la
cuestión hídrica.
David
Quiquinte, también de Hornaditas, relata con orgullo por lo
realizado que “se cavó una zanja de 40 centímetros de profundidad
en donde se enterró la tubería, para evitar la congelación”, ya
que en los inviernos de la Puna la temperatura puede llegar a 25
grados centígrados bajo cero.
“Fueron
casi seis meses en que toda la comunidad puso su esfuerzo para hacer
este trabajo… excepto uno o dos”, se pone serio a IPS este
lugareño de 40 años, sin disimular su malestar con los que no
colaboraron.
Fue
en las reuniones de las comunidades indígenas de la Puna jujeña con
técnicos de la SAF cuando aquellas plantearon su preocupación por
el crecimiento de las poblaciones de vicuñas, un camélido silvestre
sudamericano, nativo del altiplano andino, que comparten los cuatro
países de la Puna.
La
vicuña estuvo cerca de la extinción en los años 60, pero se
recuperó gracias a medidas de protección acordada por los países
de la ecorregión.
“Necesitábamos
agua, sobre todo porque, con lo que consumíamos nosotros, no
alcanzaba para los animales. Y en esas reuniones por las obras mucha
gente se quejó de que a las llamas y a las oveja las vicuñas se les
estaban comiendo el pasto”, cuenta a IPS el joven Luis Gerónimo,
que vive en la comunidad de Escobar Tres Cerritos.
Así
surgió la idea de capacitarse para realizar el “chaccu”, una
práctica ancestral que los kolla puneños han retomado, como antes
hicieron otras comunidades indígenas en Bolivia y Perú, y que
consiste en capturar vicuñas silvestres, esquilarlas y luego
liberarlas.
“Desde
hace cinco años que hacemos chaccus y la gente ya dejó de ver a las
vicuñas como problema. Hoy se las cuida. Incluso se tiene a las
llamas y a las ovejas pastando en las zonas bajas y se dejan los
cerros para las vicuñas”, cuenta Luis Gerónimo, de 30 años.
Tanto
la realización del chaccu como las obras de agua persiguen un mismo
objetivo último: que las comunidades de la Puna jujeña puedan
permanecer en su lugar y no migren a las ciudades.
“Yo
soy de los que me fui a trabajar en distintas partes de la Argentina
y volví. Y estoy convencido de que tenemos los recursos para que los
jóvenes se queden en la Puna”, dice Tolaba.
Recuerda
que “siempre la principal necesidad en la Puna fue el agua. Caminar
horas para buscar agua o para darles de tomar a los animales son
cosas a lo que desde chicos nos acostumbramos acá”.
“Con
esta obra las cosas empezaron a cambiar”, sentencia.
Edición:
Estrella Gutiérrez
Fuente:
Daniel Gutman, Agua de glaciares nutre ahora a comunidades de Puna argentina, 8 noviembre 2019, Inter Press Service. Consultado 9 noviembre 2019.
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