por
Mario Osava
RÍO
DE JANEIRO, 25 oct 2019 (IPS) - “Nunca he visto, ni oído a mi
padre o abuelo hablar de un desastre tan grande, cuyo impacto durará
décadas y en que los pescadores seremos los más afectados”,
lamentó Lailson Evangelista de Souza, de 55 años y “pescador
desde los 11”.
Misterio
y una tragedia de dimensiones aún poco comprensibles envuelven el
derrame de petróleo cuyos daños ya se extienden por más de 2 000
kilómetros de la costa noreste de Brasil.
El
hidrocarburo “penetró en los estuarios y en los manglares que son
cunas de la fauna marítima”, hecho que agrava el envenenamiento
del pescado y la reducción futura de la pesca, dijo a IPS el
pescador de langostas y peces en el litoral de Pernambuco, un estado
de la región del Nordeste.
De
Souza es también dirigente del nacional Movimiento de Pescadores y
Pescadoras, una articulación de colectivos de los 27 estados de este
país de 9 198 kilómetros de costa al océano Atlántico, el 15
litoral más largo del mundo, a los que se suman las riberas de sus
grandes y abundantes ríos.
“Ya
la población no quiere comprar nuestro pescado y mariscos” por
temor a su contaminación, se preocupó Marizelha Lopes, pescadora de
camarones y cangrejos en una isla cercana a Salvador, capital de
Bahia, otro estado nordestino.
Hay
autoridades sanitarias recomendando que se suspenda el consumo de
frutos del mar, pero sin aclarar los riesgos y los venenos
identificados en los exámenes, se quejó a IPS desde su localidad.
“Vivimos
una agonía, porque seguimos pescando, lo único que sabemos hacer, y
no tenemos estructuras para almacenar el pescado hasta que
reaparezcan compradores”, acotó.
“Además
no pasamos dos días sin comer pescado, así que comemos lo que no
logramos vender, es una cuestión de seguridad alimentaria”, realzó
Lopes.
Reconoció,
sin embargo, que ya “aparecen peces y tortugas muertas, que vienen
del mar, y la contaminación del petróleo ya llegó a los
manglares”.
“Las
mujeres somos las más expuestas a la contaminación, pasamos horas
en el agua a buscar mariscos”, ya que ellas son mayoría en
actividad en los manglares, señaló esta marisquera de 49 años.
“Pesco desde que me entiendo como gente”, dijo con orgullo.
En
la zona costera del Nordeste hay 144.000 pescadores, según datos
oficiales. Pero “para cada uno de ellos hay otros tres informales,
sin registro”, estimó Severino Santos, educador social del Consejo Pastoral de los Pescadores, órgano vinculado al católico Consejo
Episcopal.
“Solo
Pernambuco tiene 30 000 pescadores con y sin registro”, y no se
trata del estado con mayor litoral entre los nueve del Nordeste,
ejemplificó a IPS desde Recife, capital del estado.
El
derrame petrolero es ya el más grave registrado en Brasil, pero aún
se ignora dónde y porqué empezó, ni su volumen, pese a haber
transcurrido ocho semanas desde que sus primeros vestigios
aparecieron el 30 de agosto en las playas del Nordeste.
Los
chapapotes se hicieron visibles en más de 200 playas, donde miles de
voluntarios, funcionarios del sector ambiental y efectivos de la
Marina recogen esos trozos del petróleo, que por su pesadez y
viscosidad, suele mantenerse pastoso, en fragmentos no diluidos en el
agua.
Se
estima que ya recogieron por lo menos mil toneladas de esos residuos
de marea negra.
“Es
preocupante el riesgo para la salud de los voluntarios y pescadores
que limpian las playas y manglares sin equipos de seguridad”,
señaló Santos.
Pero
la contaminación menos aparente y “prácticamente imposible de
limpiar” penetró en manglares, estuarios de los ríos, corales y
arrecifes, donde la fauna marítima se aloja y se reproduce, destacó
Clemente Coelho Junior, oceanógrafo y profesor de la Universidad de Pernambuco.
“El
pasivo ambiental allí persistirá por décadas. Manchas de petróleo
quedan incrustadas en las rocas, arrecifes, árboles y raíces de los
manglares, donde no se logra limpiar cien por ciento, siempre sobra
algo”, explicó a IPS también desde Recife.
“La
descomposición de ese material es lenta y libera benceno, metales
pesados y otros tóxicos”, que amenazan la fauna y la salud humana,
acotó.
Pernambuco,
uno de los nueve estados del Nordeste brasileño, sufre el mayor
aflujo del petróleo derramado, cerca de mitad del total.
Análisis
de la Universidad Federal de Bahia, otro estado afectado, de la
fuerza de la Marina y de la empresa petrolera estatal, Petrobras,
indican que se trata de crudo venezolano, pero el gran misterio es
cómo llegó a la costa brasileña.
Un
estudio del Instituto de posgrado en ingeniería de la Universidad Federal de Río de Janeiro apuntó que el derrame pudo haber ocurrido
entre 600 y 700 kilómetros a este de la costa, fuera del mar
territorial brasileño.
“Son
aguas internacionales en la principal ruta de navíos clandestinos,
sin bandera y no rastreados”, observó Coelho. Y, sin confirmación
al respecto, se presupone que Venezuela, bajo sanciones económicas
de Estados Unidos, sea el mayor proveedor de hidrocarburos vendidos
irregularmente.
Corrientes
marítimas se habrían encargado de conducir el petróleo derramado
al Nordeste brasileño y de dispersarlo por los 2 000 kilómetros de
litoral hacia el norte y hacia el sur.
El
gobierno brasileño informó el 23 de octubre que había pedido, a
través de la Organización de los Estados Americanos (OEA),
explicaciones a Caracas sobre ese petróleo, aunque la empresa
estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) negó cualquier relación con
el hecho en un comunicado del 10 de octubre.
Brasilia
busca reaccionar a las críticas al atraso de sus medidas en relación
al desastre y a su política considerada antiambientalista.
“El
gobierno no es el autor del crimen, pero peca por omisión”,
resumió el pescador De Souza desde la capital pernambucana.
Una
de las primeras medidas del presidente de extrema derecha Jair
Bolsonaro, tras tomar posesión el 1 de enero, fue el extinguir dos
comités claves del Plan Nacional de Contingencia para enfrentar
accidentes con hidrocarburos en aguas nacionales, creado en 2013.
Una
división del Ministerio de Medio Ambiente encargada de casos de
emergencia estuvo sin responsable desde abril. Su nuevo director solo
fue nombrado el 4 de octubre, 35 días después de empezar el derrame
petrolero en el Nordeste.
Solo
el 21 de octubre el gobierno anunció la movilización de 5 000
soldados del Ejército para ayudar en la limpieza de las playas, que
se sumaron a efectivos que antes destacó la Marina.
Con
este ya son tres desastres ambientales que actúan como una condena
para Bolsonaro y su ministro del Medio Ambiente, Ricardo Salles, tras
sus acciones tendientes a desmovilizar los organismos de control y
leyes de protección a la naturaleza.
El
25 de enero se rompió la represa de residuos de la empresa minera
Vale en Brumadinho, municipio del estado suroriental de Minas Gerais,
en que murieron 252 personas y aún quedan 18 desaparecidos bajo el
fango.
En
agosto se produjo la peor ola de incendios forestales amazónicos en
los siete últimos años que provocó protestas en todo el mundo y
también la movilización de militares para contener las llamas y las
críticas.
A
los pescadores del Nordeste el gobierno prometió ahora ampliarles en
dos meses el Seguro Defeso, el pago de un salario mínimo
(equivalente a 250 dólares mensuales) para que no pesquen en el
período de reproducción de los peces.
La
medida suena a burla, ya que muchos pescadores no reciben ese seguro
desde 2016, según la marisquera Lopes. Además “casi 400 000
jóvenes no tienen acceso al registro de pescador desde 2012 y más
de 600 000 pescadores tuvieron suspendidos o anulados sus
registros”, acusó.
En
el Nordeste se limpian principalmente las playas, para defender el
turismo, pero el turista “puede ir a otro lado, nosotros no, la
pesca es nuestro modo de vida”, que depende de su territorio,
concluyó esta mariscadora que ve amenazada su actividad de toda la
vida.
Edición:
Estrella Gutiérrez
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Mario Osava, Misterioso derrame petrolero hunde la pesca costera en Brasil, 25 octubre 2019, Inter Press Service. Consultado 26 octubre 2019.
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