Lejanas
y a veces hasta invisibles en el imaginario colectivo, las aguas que
están más allá de las fronteras nacionales (también llamadas
aguas internacionales o alta mar) albergan vida marina, ecosistemas
que son verdaderos tesoros y merecen toda nuestra atención. Ocupan
una superficie equivalente a casi la mitad de la Tierra (43 %) sin
embargo todavía no existen normas internacionales efectivas para
preservarlas.
Esta
falta de regulación es la que hace posible que se conviertan en
lugares donde el saqueo y la depredación humana de esos tesoros se
realice sin control.
De
todas las amenazas que enfrentan los océanos la pesca es una de las
más graves para la vida de alta mar. Grandes flotas de potencias
pesqueras operan en aguas fuera de las jurisdicciones nacionales y en
su gran mayoría, son embarcaciones que pertenecen a corporaciones
industriales que reciben enormes subsidios de los gobiernos de sus
países.
En
el Atlántico Sur, más allá de las 200 millas (en el límite con el
Mar Argentino) vive la ballena franca austral en una zona llamada el
Agujero Azul, identificada como un área de alto valor de
conservación por su importancia especial para especies frágiles
exclusividad o rareza y diversidad biológica.
Lamentablemente,
también esta zona es muy atractiva para los buques pesqueros Cada
año, más de 400 embarcaciones pesqueras de hasta 95 metros de
eslora (una verdadera “ciudad industrial”) viajan miles de
kilómetros para instalarse en el Atlántico Sur.
La
mayor parte realiza una pesca intensiva de las especies comerciales
de la zona todo el año -sin respetar temporadas. La intensidad es
tan grande que en el Agujero Azul, cuya superficie es de 30.000km2,
se pueden concentrar la misma cantidad de embarcaciones que operan en
la zona económica exclusiva de Argentina cuya superficie es mucho
mayor (1.500.000 km2).
Y
no solo es intensiva, también es dañina: muchos de estos barcos
utilizan algunas de las técnicas de pesca más nocivas como la pesca
de arrastre y pesca con palangre.
¿Cuál
es el motivo?
El
principal botín de este imperio de barcos saqueadores era la merluza
negra (se le conoce también como “oro blanco”), una especie que
se vende en el mercado europeo, donde cotiza a más de 60 euros el
kilo en restaurantes y es el principal objetivo de los barcos
arrastreros de fondo. También tienen como objetivo la merluza común
y el calamar.
¿Cuáles
son las consecuencias?
-
Las técnicas destructivas usadas por estos barcos (arrastre de
profundidad y palangres) generan una pesca indiscriminada. La pesca
de arrastre de fondo marino arroja al agua grandes redes pesadas que,
al ser arrastradas, literalmente “barren” con todo lo que se
encuentran en el mar cual topadora y es por eso que en allí quedan
atrapados animales “no deseados” que no debían pescar. Y además,
al arrasar con los fondos marinos, afectan a ecosistemas enteros.
-
Los animales que son víctimas de la llamada “captura accidental”
son mamíferos marinos (como delfines, tiburones, focas) y aves,
especialmente el albatros (en peligro de extinción). También quedan
atrapados muchos juveniles, con lo cual se retrasa la posibilidad de
recuperación de varias especies. ¿Y qué hacen estos barcos con
estas especies? Las descartan (ya muertas) tirándolas al agua porque
no tienen valor comercial para ellos.
-
Por otro lado, la ballena franca austral (en su ruta desde la
Antártida hasta la Península Valdes para tener sus crías y
aparearse) corre el riesgo de chocar con estos buques industriales y
de lastimarse. Esto puede suceder porque son muy lentas al
alimentarse (2 nudos aproximadamente) y pueden ser dañadas por los
cambios de rumbo repentinos de los barcos que se mueven mucho más
rápido que ellas (hasta 12 nudos cuando se desplazan o
reposicionan).
-
También, por la magnitud del volumen de la captura del calamar,
algunas especies animales se ven forzadas a competir con la industria
pesquera para asegurar su alimento (que también es el calamar), como
sucede con el cachalote, delfines, orcas y elefantes marinos.
-
Estos barcos además capturan cantidades de peces que pueden ser
congelados y procesados directamente en alta mar. Un barco pesquero
puede descargar su captura en otro refrigerado auxiliar en medio del
mar (trasbordo) y ello le permite continuar pescando en lugar de
regresar a un puerto, y por lo tanto contribuye a la sobrepesca. El
transbordo facilitar la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada
(INDNR) al ocultar el origen de las capturas y enmascarar prácticas
ilícitas.
Esas
actividades (INDNR) son las que violan las leyes nacionales,
regionales e internacionales de pesca como, por ejemplo, la
prohibición de pescar fuera de temporada, capturar especies
protegidas, usar técnicas o dispositivos prohibidos, capturar más
de lo que se tiene establecido por cuota o pescar sin licencia.
¿Cómo
evitar esto?
El
próximo año tenemos la oportunidad de hacer historia. Por primera
vez, los líderes del mundo se están uniendo para discutir un
Tratado Global de los Océanos que permitiría crear una red de
santuarios: reservas marinas prohibidas para todos los usos
extractivos y destructivos. Darían a la vida oceánica la
oportunidad de recuperarse y prosperar. Se discutirá en Naciones
Unidas a principios del 2020 y necesitamos toda la presión pública
posible para que sepan que los estamos mirando.
Los
Santuarios marinos son áreas que están protegidas del impacto
humano directo, es decir, de actividades como la pesca, la extracción
de petróleo, la minería de aguas profundas y otras industrias
extractivas.
Pero
solo será posible si levantamos una sola voz para exigirle a los
líderes que cumplan con la obligación de proteger nuestros océanos.
Sería una señal de que el lobby corporativo y político no es más
poderoso que el pedido de protección de los océanos.
No
vale la pena sacrificar un ecosistema por ningún negocio. Ninguna
industria debería lastimar y dejar sin alimento a las ballenas,
pingüinos y otras especies. Y los líderes mundiales no deberían
permitir que un desierto oceánico se convierta en un páramo
industrial.
Fuente:
Mar Argentino: Grandes flotas pesqueras amenazan el hogar de la ballena franca austral, 30 octubre 2019, Greenpeace Argentina. Consultado 31 octubre 2019.
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