El
mito griego cuenta que Sísifo fue condenado por Zeus a subir una
montaña cargando una gran piedra, que, poco antes de llegar a la
cima, caía al pié de la cuesta, por lo que el ascenso debía
repetirse perpetuamente. Como en ese mito, la explotación de Vaca
Muerta se impone sobre los hombros populares, y cuando el objetivo
anhelado por el Gobierno (aumento de extracción, exportación, etc.)
parece empezar a concretarse, el proceso vuelve a cero, y hay que
soportar nuevamente la subida.
Así
sucedió en 2014 con la caída internacional del precio del crudo,
que frenó el arranque de la explotación de Vaca Muerta; situación
repetida en 2019, con el recorte de los subsidios que en 2018
apalancaron la expansión. Al cierre del Gobierno macrista, como en
el mito de Sísifo, parece que una vez más habrá que arremangarse y
cargar la Vaca Muerta cuesta arriba.
Todo
el poder a los CEO
La
política hidrocarburífera no escapó a la crisis de la gestión de
Cambiemos. La bomba de relojería que la alianza gobernante
confeccionó desde el inicio de su mandato explotó antes de que este
finalizara. Liberalización del sector financiero, aumento
exponencial de la deuda externa y millonarias transferencias desde el
conjunto de la población que tienen un mayor peso sobre los sectores
populares hacia a las grandes corporaciones fundamentaron la economía
desde 2015. Duró poco: las multitudinarias movilizaciones de
diciembre de 2017 contra la reforma previsional signaron el principio
del fin. El acuerdo con el FMI y la mano negligente del mercado se
encargaron del resto: al cierre del macrismo, con todos los
indicadores sociales estallados, las imágenes del 2001 no parecen
tan lejanas.
Al
conformar el equipo de la cartera energética, Cambiemos había
anticipado que su política beneficiaría a las principales compañías
del sector. Al ministro Juan José Aranguren, exgerente de Shell, lo
seguían otros funcionarios con carrera en Pan American Energy, Exxon
Mobil, Axion, Edesur, Total y TGS, entre otras. En paralelo,
designaron en YPF a directivos provenientes de otros sectores, como
el presidente Miguel Ángel Gutiérrez, ex Telefónica. Como
corolario, la política hidrocarburífera tuvo una lógica más
coordinada entre distintos actores empresarios y gubernamentales, en
desmedro del rol preponderante que había mantenido YPF desde su
expropiación parcial en 2012.
En
esta etapa, el Gobierno focalizó los subsidios en algunos nuevos
proyectos de extracción de hidrocarburos no convencionales a través
de la Resolución 46/2017, dolarizó las tarifas y liberalizó el
precio de los combustibles (mientras pudo), promovió la
flexibilización laboral en Vaca Muerta (ver nota de Marcelo García
en esta edición) y se alineó estrechamente con el Gobierno de
Trump. Lo que en definitiva implicó que las compañías privadas
multiplicaran sus ingresos en perjuicio de los/as consumidores/as y
de YPF.
Promediando
la gestión, las limitaciones de esta dinámica comenzaron a hacerse
tangibles. Después de recurrir al FMI, una ley retrotrajo los
aumentos de tarifas a noviembre de 2017. Macri la vetó
inmediatamente. En junio renunció Aranguren. En agosto, abrieron con
bombos y fanfarria la exportación de gas, y una inusitada
devaluación aceleró el proceso inflacionario que, dolarización
mediante, impactó en el precio de la energía. Por ello, el nuevo
ministro/secretario Javier Iguacel incumplió el aumento de la
energía en dólares, aunque en pesos la suba continuó. En diciembre
se anunció una nueva suba de tarifas; horas después, Iguacel
renunció y fue sucedido por un funcionario de la gestión económica,
Gustavo Lopetegui, quien reinterpretó la Resolución 46/2017 y pagó
menos de lo que esperaba Tecpetrol, la gran beneficiada por los
subsidios en 2018, que aún presiona con acciones legales. En abril
de 2019 volvieron a aumentar las tarifas y prometieron que
mantendrían los precios durante la segunda mitad del año; el peso
se devaluó un 30 % después de las elecciones primarias de agosto, y
el Gobierno definió el congelamiento de precios de los combustibles
liberalizados en 2017 por 90 días, pero ofreció financiar parte de
la “pérdida” a cambio de que no hubiera juicios. A los 30 días,
sacó del freezer los precios de los combustibles y los aumentó.
El
ideal (post-neo)liberal que el Gobierno quiso imponer en la gestión
energética encontró, por lo menos, cuatro obstáculos: las
resistencias políticas y populares, sobre todo a los tarifazos, la
falta de dólares, las exigencias de las corporaciones (que reclaman
subsidios u otros beneficios estatales) y el acuerdo con el FMI, que
impuso un ajuste a cambio del multimillonario préstamo en dólares.
Más allá del desconcierto, quienes menos tienen fueron los más
afectados por los tarifazos, que, vinculados con el empeoramiento de
todos los indicadores sociales, multiplicaron la pobreza también en
términos energéticos. El 2019 define un escenario abierto e
inestable con tensiones que se profundizan, medidas zigzagueantes e
incertidumbre generalizada.
Más
allá del entusiasmo
Una
serie de realidades imponen limitaciones estructurales al desarrollo
del megaproyecto Vaca Muerta o podrían hacerlo. Como señalan en
este número de Fractura Expuesta, Mariana Fernández Massi y Facundo
López Crespo, la dependencia de subsidios, la irrelevancia de las
compañías globales como motores del despegue no convencional, la
incertidumbre en torno a los posibles mercados internacionales como
destino de la producción y, finalmente, la falta de infraestructura
(en particular, de gasoductos y acondicionamiento y extensión de
vías férreas) son los pilares sobre los que se asientan las dudas
sobre la posibilidad de que este megaproyecto cumpla los muy
anunciados logros inmediatos.
Por
otra parte, son cada vez más recurrentes las sospechas en torno a la
rentabilidad del negocio del fracking, y en Estados Unidos se
multiplican las publicaciones que expresan tales dudas. Esta técnica
permitió que el país del norte se convirtiera en el mayor productor
de petróleo y gas del mundo, pero constata una situación
controvertida: aumenta la extracción pero no genera las ganancias
esperadas. “Con un exceso global [de producción de gas] que baja
los precios, muchos están perdiendo dinero y se mantienen a flote
vendiendo activos y endeudando”, sostiene Clifford Krauss, uno de
los especialistas en energía del New York Times (30/06/2019). En los
últimos cuatro años, en los Estados Unidos y Canadá,
aproximadamente 175 compañías hidrocarburíferas entraron en
proceso de quiebra con deudas por unos 100 mil millones de dólares.
Muchas tomaron grandes préstamos cuando los precios de los
hidrocarburos eran más altos, y al menos siete se han declarado en
quiebra en 2019 en Estados Unidos, entre ellas Weatherford
International, la cuarta empresa global de servicios petroleros, que
adeuda 7.700 millones de dólares. “No estamos generando los
rendimientos que esperan nuestros inversores”, explicó Mark
McCollum, su director ejecutivo, al periódico neoyorkino. Estas
noticias no aparecen en los medios de Argentina y tampoco son tomadas
en cuenta en las planificaciones gubernamentales.
Otros
ausentes en el debate argentino son los impactos socioambientales del
megaproyecto, aunque eventualmente pueden aparecer en la prensa como
hechos excepcionales. Excepcionalidad puesta en duda por Maristella
Svampa, quien en esta edición desglosa los resultados de Vaca
Muerta: multiplicación de derrames, proliferación de basureros con
residuos tóxicos, ocupación intensiva del territorio,
desplazamiento de poblaciones y otras economías, emisión de gases
de efecto invernadero, utilización de grandes cantidades de agua
dulce y aumento de la sismicidad, entre otros riesgos y daños. La
falta de consideración de estas dimensiones en la planificación
oficial fue advertida por el Comité de Derechos Económicos y
Sociales de la ONU, que en 2018 solicitó al Gobierno nacional que
reconsiderara la explotación de Vaca Muerta. Uno de los fundamentos
de ese pedido se relaciona con las responsabilidades
extraterritoriales concernientes a los impactos de la extracción en
términos de cambio climático. También están ausentes en los
debates, y en la prensa, la reconfiguración de las masculinadades
asociadas a este megaproyecto extractivo no convencional y las
violencias contra las mujeres, un vínculo que Graciela Alonso
desentraña en esta edición de Fractura Expuesta.
La
expansión de la explotación mediante fracking ha tenido una serie
de resistencias desde aquella emblemática movilización de agosto de
2013 en Neuquén, en repudio al aval de la legislatura provincial al
acuerdo Chevron-YPF. Las comunidades mapuche, sindicatos, crianceros
y vecinos/as de distintas localidades impactadas han llevado a cabo
diferentes estrategias de disputa. Expresión de ello son las
veintena de municipios de Neuquén, Río Negro y Mendoza que se
declararon libres de fracking; en tres casos las ordenanzas fueron
judicialmente cuestionadas por las provincias de Neuquén y Río
Negro y por YPF, y declaradas inconstitucionales por las máximas
instancias judiciales provinciales. En tanto, desde comienzos de 2018
se lleva adelante en Mendoza un fuerte cuestionamiento, con
movilizaciones, cortes de rutas y acciones semanales para exigir la
sanción de una ley que prohíba el fracking. El principal argumento
esgrimido es el uso del agua en una provincia que sufre la carencia
de ese bien, sin embargo los partidos mayoritarios no han avanzado en
el debate legislativo sobre el tema.
La
alternativa: desfocalizar
Alberto
Fernández, quien tiene mayores chances de ser elegido presidente de
la Nación, avizora el megaproyecto Vaca Muerta como un motor del
crecimiento. Junto a sus asesores no disimula sus expectativas
respecto de los beneficios que podría generar esa explotación,
conciben al megayacimiento como dinamizador de un polo industrial y,
al mismo tiempo, vía la exportación de hidrocarburos, esperan que
se convierta en una de las fuentes de divisas. Más allá de las
diferencias al interior del Frente de Todxs, no se escuchan en sus
filas voces críticas contra ese pilar, algunos hablan incluso de
“blindar” este proyecto.
Un
cambio de Gobierno no modifica las dificultades mencionadas. Además,
la gran apuesta gubernamental es un emprendimiento cuyo timón está
fuera del país, su suerte en parte está atada a la viabilidad y
rentabilidad de otros megaproyectos dispersos en el mundo (dado que
los inversores que se busca seducir miran el tablero completo) y al
precio internacional de los hidrocarburos. En un contexto de una
sobreoferta global de gas, Vaca Muerta no puede más que aparecer
como un gran riesgo financiero, al que se suman daños económicos,
sociales y ambientales que ya fueron enumerados.
En
el mito, Sísifo es condenado eternamente. Que no pase lo mismo con
la política energética y económica argentina. No focalizar en Vaca
Muerta, construir alternativas energéticas y económicas son algunas
de las posibilidades que esta nueva etapa tendría que permitirnos
construir. Que no se desaproveche.
Fernando Cabrera Christiansen es periodista, coordinador de Observatorio Petrolero Sur y Enlace por la Justicia Energética y Socioambiental
Referencias:
The New York Times (Clifford Krauss) (30/06/2019). “U.S. Oil Companies Find Energy Independence Isn’t So Profitable” (Las compañías petroleras de Estados Unidos consideran que la independencia energética no es tan rentable).
Fuentes:
Fernando Cabrera Christiansen, Eterna cuesta arriba del fracking, 23 octubre 2019, Observatorio Petrolero Sur. Consultado 27 octubre 2019.
Dibujo Chelo Candia.
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