El
juez de la Corte Suprema de la Nación aportó su mirada sobre la
problemática ambiental: "Comparto tanto el enojo como el
idealismo y por esta razón me parece importante reflexionar".
por Ricardo
Luis Lorenzetti
La
rutina cotidiana se ve alterada por adolescentes enojados que se
manifiestan en defensa de la naturaleza, con un idealismo renovado.
Comparto tanto el enojo como el idealismo y por esta razón me parece
importante reflexionar sobre el tema.
El
enojo
Hace
más de treinta años que estamos luchando para proteger el ambiente,
y se fueron logrando progresos pequeños, insuficientes, pero
importantes, tanto en la ciencia, como en las conciencias, en las
constituciones, en las leyes y en las decisiones judiciales.
Hace
menos de cinco años que toda esa tendencia progresiva se transformó
en una regresión. Importantes líderes del mundo están dispuestos a
tolerar que es bueno que se derritan los glaciares del Ártico para
favorecer la navegación comercial, o el incendio del Amazonas para
poder desarrollar el agro, o decir que el cambio climático es mera
retórica sin fundamento. Otros, menos arriesgados, declaran proteger
el ambiente, pero se desinteresan completamente de las
transformaciones necesarias.
Estas
actitudes se contraponen con la experiencia cotidiana, porque todos
“vivimos” el creciente colapso ambiental. Las inundaciones
asustan, las sequías se incrementan, los alimentos están
contaminados y enferman, los mares están llenos de plástico. La
biodiversidad se deteriora por la desaparición de las especies de
animales, de plantas, de idiomas, y es reemplazada por una
homogeneidad insostenible. La naturaleza, ha perdido capacidad de
resiliencia, es decir, de mantener su propia identidad y el
equilibrio del sistema se está quebrando. Por eso vemos tormentas y
huracanes que sorprenden, inviernos helados, veranos agobiantes; todo
va hacia los extremos. Hay sitios donde hay demasiada agua y se
provocan inundaciones y hay otros en los que ya no alcanza para
vivir. Por exceso o por defecto, vemos una alteración de la armonía
natural.
Todos
percibimos que la naturaleza ya no es “fuerte” sino “débil”
frente al potencial humano.
Shakespeare
escribió que es una calamidad de los tiempos cuando los locos guían
a los ciegos. Negar los hechos es ceguera, no hacer nada es una
locura, y eso explica el enojo de gran parte de los ciudadanos del
mundo.
El
conflicto intergeneracional
¿Por
qué se quejan los jóvenes?
Hace
muy poco tiempo confiábamos en los grandes relatos sobre el
desarrollo progresivo, que utilizaban palabras resonantes para
describir una utopía de la que gozarían las generaciones futuras.
Hoy, por el contrario, las prognosis sociales son bastante
diferentes, no dicen nada bueno sobre lo que tenemos por delante y lo
que le dejamos a las generaciones que nos sucederán se parece
bastante al sentido etimológico de la utopía: un no lugar.
El
conflicto entre generaciones es cada vez más evidente.
Las
personas que son adultas en la primera mitad el siglo XXI están
adoptando decisiones que impactarán seriamente en el modo de vida de
quienes vivan en la segunda mitad del siglo o en el siguiente. Es
altamente probable que no puedan disfrutar de numerosos recursos que
se agotarán, o no podrán ver paisajes de los que hoy disfrutamos.
Este
problema ya se ha dado con anterioridad. Por ejemplo, cuando muchos
países europeos llegaron en los siglos XVIII y XIX a distintas
regiones de África encontraron riquezas que explotaron y agotaron.
El continente africano se empobreció para la generación que vivió
en el siglo XX y hoy vemos como esas personas van emigrando hacia
Europa en una ola indetenible. En definitiva, están cobrando la
deuda de la generación anterior, ya que no tienen ningún futuro
posible en sus tierras empobrecidas.
Estos
ejemplos abundan en todo el planeta.
El
problema central es que las políticas públicas no tienen en cuenta
una perspectiva de mediano y largo plazo y no están las generaciones
futuras para defenderse de las conductas actuales que los van a
perjudicar en el futuro.
Por
ello es tan importante dar una legitimación a las generaciones
futuras en los procesos judiciales e incorporar la visión de largo
plazo en las decisiones.
Desarrollo
y ambiente
La
contraposición entre el desarrollo y la protección ambiental genera
un debate polarizado y fuerte. Pero hay un hecho incuestionable: si
todos queremos vivir como lo hacen los sectores más favorecidos de
los países desarrollados, necesitamos varios planetas Tierra.
Este
límite plantea problemas muy serios sobre la igualdad entre los
ciudadanos, entre generaciones, sobre el modelo de desarrollo, y, en
definitiva, sobre la necesidad de una verdadera revolución en los
paradigmas.
Es
urgente cambiar la dirección del sistema político, el económico y
el ambiental, porque su desarticulación es catastrófica.
La
idea de “desarrollo sustentable” y de “consumo sustentable”
está basada justamente en la necesaria ponderación entre la
necesidad de riqueza y los límites que deben respetarse.
Existe
un campo muy importante de áreas económicas consistentes con la
naturaleza que pueden generar “externalidades positivas”. Las
energías renovables, el turismo sustentable, los alimentos
orgánicos, la arquitectura ecológica, los instrumentos tributarios,
el uso eficiente del agua, y todo el caudal de nuevas tecnologías
posibilitan empezar a salir de una opción cerrada entre desarrollo y
ambiente.
Así
como la acción humana puede destruir el planeta, también puede
cambiar la dirección y cuidarlo; así como puede crear pobreza y
desigualdad, también puede generar un futuro mejor para todos.
La
polarización
Como
en muchos otros temas, no hay solución mediante la polarización que
se ve actualmente.
La
falta de interacción entre opiniones contrapuestas nos ubica ante el
riesgo de caer en los extremos, de ser militantes de verdades
parciales, de perder la visión de conjunto.
El
consenso no significa que todos, inicialmente, pensemos igual, sino
que es el resultado final del encuentro de opiniones divergentes que
interactúan: “consenso entrecruzado”. Para que ello sea posible
es necesario el diseño de instituciones donde cada uno expone los
conflictos, y todos aprendemos a escuchar al otro.
También
es preciso un cuerpo de criterios de procedimientos básicos que
cumplan la función de un lenguaje común. Un buen ejemplo es si uno
se imagina que los animales de la selva tuvieran que elegir a la
reina de la belleza: el león diría que debería elegirse a la que
tuviera mayor melena y mejor rugido; la jirafa a la que tuviera el
cuello más alto; la cebra a la que tuviera más rayas; el pájaro a
la que supiera volar más alto. Si no se puede acordar un criterio
único, no hay concurso.
El
roce entre visiones diferentes, cuando es en el marco de una
cooperación contínua, produce flexibilidad de las partes y un
incremento de las opciones de solución.
El
idealismo
La
lucha por la defensa del planeta, que implica también importantes
transformaciones sociales, económicas, políticas, mayor igualdad y
un desarrollo sustentable, es un nuevo idealismo.
Tiene
raíces antiguas, que pueden rastrearse en los pueblos originarios o
en Ibsen, cuando escribió “un enemigo del pueblo” en el siglo
XIX.
Antecedentes
no faltan, sólo se requiere una nueva conciencia.
Ricardo Luis Lorenzetti, Juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación
Fuente:
Ricardo Luis Lorenzetti, El enojo y el idealismo ambiental, por Ricardo Lorenzetti, 29 septiembre 2019, Perfil. Consultado 1 octubre 2019.
No hay comentarios:
Publicar un comentario