El
periodista, autor de Envenenados y Agrotóxico, publicó una emotiva
reflexión al cumplirse un año del fallecimiento de Fabián Tomasi,
emblema de la lucha contra el agronegocio contaminante.
por
Patricio Eleisegui
Patricio
Eleisegui es periodista especializado y escritor, autor de los libros
Envenenados: una bomba química nos extermina en silencio (2014) y
Agrotóxicos: Argentina como laboratorio a cielo abierto para el
control de la alimentación mundial (2019). Con su autorización,
reproducimos esta carta escrita a su amigo Fabián Tomasi, símbolo de la lucha contra el agromodelo contaminante, a un año de su
partida.
Mirá
lo que lograste, Fabián
Quién
sabe qué dirías respecto de estas líneas póstumas.
¿Reirías
porque te saliste con la tuya en ese pedido, aquel que me hiciste
hace más de siete años, de no olvidarte? ¿Me preguntarías por qué
te saqué tan cabezón en la primera tapa de “Envenenados”? ¿O
hablaríamos de esos paisajes y lugares que te hubiese gustado
conocer?
Repaso
líneas, conversaciones, cosas que he anotado: tu historia en la mía.
Vuelvo
a un primer email: “Estimado Patricio, con gusto contribuiré con
su investigación”. Remitido desde la casilla de Fabián Carlos
María Tomasi. Contundente como cada una de las certezas que
encarnaste. Porque sí: lo tuyo fue narrar desde el cuerpo.
Doy
vueltas sobre la hoja. Escribo una frase, descarto veintitrés.
Hace
un año decidiste que ya había sido suficiente. Rememoro: cuando nos
conocimos, allá por el 2012, me contaste que tu pronóstico de vida
era de seis meses.
“Mirá
lo que lograste”, bromeé una vez en tu casa -siempre hogar- en
Basavilbaso, mucho tiempo después. “Mirá lo que lograste,
Fabián”. Moviste la cabeza en negativa. Relativizar la
trascendencia de los gestos que promoviste en defensa de los
fumigados siempre fue uno de tus hábitos cotidianos.
Te
había caído en compañía de unos italianos locos, llegamos
tapizados de barro, y privilegiaste la calidez del anfitrión antes
que el detalle de tu condición de afectado y emblema de la
resistencia. Sólo se te escurrió un poco la sonrisa cuando notaste
que nos habíamos despachado cierto licor de mandarinas.
Me
lo echaste en cara después. Como otra vez que caí en tu casa a
cualquier hora de la tarde y devoré quién sabe qué cantidad de
sandwichs de mortadela. “Te perdiste el asado”, me gozaste. Esa
casa colorida, la tuya, parecía y parece no tener puertas: abierta
para quien se acerque. Con obligación de volver, por supuesto.
Repaso
esas charlas de nuestro tiempo del conocernos. La preocupación por
el futuro de Nadia, tu hija. La situación de Roberto, tu hermano en
silla de ruedas tras un accidente de servicio militar en la
Patagonia. Siempre dijiste que el cáncer de hígado que terminó
apagándole la vida también resultó consecuencia de las
fumigaciones.
“Pirulo”,
tu papá. “Se lo llevó la tristeza”, me confiaste una vez. Bety,
tu mamá. Nélida Beatriz Obispo. Bety y sus manos limpiando ese
cuerpo, el tuyo, que de un día para otro pasó de la robustez de los
80 kilos a sólo 40. Bety y las heridas en los pies de ese hijo, vos
mismo, hecho testimonio vivo de la muerte cuando llega por goteo.
Por
decantación.
“¿A
vos te parece que ella me tenga que estar cuidando a mí? Es la única
que jamás me soltó la mano. Ella y mi hija”. Te escuché sin
saber qué decir, como siempre.
Hoy
me pregunto: ¿debería volver a contar tu historia, lo que ocurrió?
¿te parece? Después pienso en cómo hice en su momento. Tremendo
atrevimiento el mío: con el tiempo entendí que sos inabarcable.
Ensayaré
un punteo pensado para los recién llegados a esta, mi carta a Fabián
Tomasi a un año de iniciado su viaje:
"Empleado
de la compañía de fumigaciones Molina & Cia. SRL a partir de
2006, trabajó durante años cargando con agrotóxicos sendos aviones
pulverizadores. En campos en torno a Basavilbaso, su ciudad, natal,
Tomasi manipuló glifosato, 2,4-D, endosulfán, atrazina y
clorpirifos, entre otros plaguicidas.
También
ejerció labores de ’banderillero’, esto es, persona apostada en
un lote con una bandera o trapo de color cuya función es la de
marcarle al piloto el inicio y final de la zona a pulverizar con el
avión. En más de una ocasión, Fabián detalló cómo las aeronaves
lo bañaron completo con esos venenos.
En
2007, Tomasi comenzó a perder peso de forma vertiginosa y a sufrir
sangrado en los dedos de las manos y distintas lesiones en los
brazos. El doctor Roberto Lescano certificó que todo se debía a la
contaminación con agrotóxicos.
En
el transcurso de ese mismo año, distintos médicos le diagnosticaron
intoxicación por plaguicidas, agravamiento de una diabetes crónica
y un mal conocido como ’Enfermedad del zapatero’ producto de la
interacción con solventes. La dolencia en cuestión genera daños
irreparables en el sistema nervioso periférico.
En
2008, Fabián dejó de caminar. Desesperados, sus padres le dieron
cobijo en el hogar familiar mientras se sucedían los chequeos
médicos en Basavilbaso y Buenos Aires. En ese contexto, Tomasi puso
en marcha los trámites para jubilarse por PAMI. Más de veinte
médicos lo revisaron y coincidieron en pronosticarle seis meses de
vida.
En
ese lapso, Molina & Cia. SRL. -que actualmente continúa operando
en Entre Ríos- migró sus operaciones fuera del pueblo de Fabián.
Por
acumulación de líquido en una rodilla, se le practicó una biopsia
en el hospital público de Basavilbaso. Le extrajeron más de un
litro de una sustancia blanca. Nunca se supo el resultado de ese
estudio.
‘También
me sacaron paredes de calcio de las piernas, los codos. El organismo
reacciona frente al veneno generando más y más calcio. Además,
empiezo a tener problemas hormonales y me aparece un exceso de
vello’.
Meses
más tarde, un tratamiento a base de procaína implementado por el
doctor Jorge Kaczewer le permitió volver a caminar. Con el correr de
los años, el deterioro de Fabián fue acrecentándose. La regresión
muscular se volvió más pronunciada.
Hacia
2017 se intensificaron las complicaciones para caminar y se sumaron
problemas respiratorios constantes y cada vez más graves.
Nuevamente, los médicos coincidieron en que sus dolencias eran
consecuencia probada e indiscutible de la contaminación con
agrotóxicos”.
¿Cuánto
de todo estoy contando?, me pregunto. Cuando uno narra se toma el
atrevimiento de comprimir universos. Cree que capta lo significativo.
Pero la síntesis atrevida por lo general no perdura. Hoy lo noto, en
esta remembranza acotada del Fabián Tomasi que conocí y el mito que
nació al mundo en septiembre del año pasado.
Que
sigue contagiando compromiso y mantiene la costumbre de alumbrar
conocimiento. Que es testimonio de verdad y excede al oportunismo de
muchos que, nulos de moral, ahora repiten su nombre y con Tomasi
entre nosotros hicieron culto entusiasta al ninguneo.
Te
comento, Fabián: a veces, muchas, pienso que voy a soñarte. Y que
en ese estado vas a contarme cómo se ve todo desde la eternidad. O,
mejor dicho, cómo ves a quienes te conocimos y entendimos de
grandezas y dignidades a través de tu sacrificio.
Son
tiempos ingratos, otra vez. Pero qué puedo decirte yo ¿no? A vos,
que pagaste con vida el sueño dorado de los personajes y entidades
sórdidas que deciden nuestro tiempo.
A
vos, que entendiste a la perfección que una víctima puede devenir
en el mejor ejemplo. Y así fue que lo encarnaste. Siempre el cuerpo,
Fabián. Siempre tu cuerpo.
Hoy
recuerdo lo que aconteció hace un año, cuando decidiste que ya
había sido suficiente, que tu tarea entre nosotros se completaba con
un “para siempre”.
Un
año después, sigo mencionándote en presente.
Me
pediste que no te olvide.
Nos
pediste.
Ahora,
desde donde me toca estar, vuelvo a abrazarte despacio como aquella
última vez en tu casa siempre hogar. Y de forma increíble siento
que al apoyarme en tu hombro ya no siento eso que se quiebra adentro.
Eso que muchos llamamos “adiós”.
Desde
vos como verdad que trasciende; como bandera que reclama vida buena
para todos, el recuerdo contagia fortaleza. Sin romperme, amigo
querido, puedo decirte otra vez desde el abrazo, con un hilo de voz
al oído: “Mirá lo que lograste, Fabián”.
Mirá
lo que lograste.
Buenos
Aires, 7 de septiembre de 2019
Fuente:
Patricio Eleisegui, “Mirálo que lograste”: carta de Patricio Eleisegui a Fabián Tomasi a un año de su partida, 7 septiembre 2019, La Izquierda Diario. Consultado 9 septiembre 2019.
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