La relación Washington-Moscú. El accidente durante la prueba de un misil en Rusia dejó a la vista que el país sigue adelante con el desarrollo de estas armas. Estados Unidos no se queda atrás.
La
misteriosa explosión que hace una semana provocó al menos cinco
muertos en una base rusa del Ártico está alimentando una nueva
carrera armamentística entre Moscú y Washington. Caído el tratado
de misiles de alcance medio (INF), Rusia no esconde que esté
desarrollando una nueva generación de misiles para romper todo
escudo que idee Estados Unidos; y éste, por boca de su presidente
Donald Trump, proclama que también trabaja en armas “similares,
pero más avanzadas”.
El
portavoz del Kremlin aseguró el martes que, a pesar del fracaso de
la semana pasada, Rusia va muy por delante en la construcción de
misiles de propulsión nuclear. El presidente Vladimir Putin “ha
dicho varias veces que el avance en esta área supera el nivel
alcanzado por otros países”, subrayó Dimitri Peskov.
De
hecho, este tipo de misiles formó parte de una presentación que,
con ayuda de videos y simulaciones por computadora, hizo Putin el año
pasado. “Somos invencibles”, vino a decir Putin el 1 de marzo del
2018 ante la Asamblea Parlamentaria rusa. Allí presentó misiles de
crucero con capacidad nuclear, drones submarinos y misiles
hipersónicos.
Que
Peskov recordase ahora esa presentación venía a cuento porque horas
antes el presidente estadounidense, Donald Trump, sacaba pecho en un
mensaje en Twitter. “Estados Unidos están aprendiendo mucho de la
fallida explosión del misil en Rusia. Nosotros tenemos algo similar,
aunque más avanzado, tecnológicamente”, tecleó.
Acelerón
y verborrea armamentísticos coinciden con el fin del tratado INF,
que firmaron en 1987 Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov y del que
salió Estados Unidos el pasado 2 de agosto.
El
pasado 8 de agosto cinco científicos murieron en un misterioso
accidente en un polígono militar junto al pueblo de Niónoksa,
próximo a la ciudad de Severodvinsk, en la provincia de Arjánguelsk,
a orillas del mar Blanco.
En
Severodvinsk, a unos 40 kilómetros del lugar del accidente, se
registró un aumento de la radiación. En cuanto tuvo noticia, la
población intentó hacerse con yodo en las farmacias para paliar los
posibles efectos sobre la glándula tiroides. Pero esta vez no hubo
peligro. El día 8 las autoridades informaron que la radiación
superó brevemente 16 veces la norma, pero a lo largo del día se
estabilizó. Las vecinas Noruega y Finlandia no registraron aumentos
de radiación. El temor está justificado, sobre todo en un país muy
sensible desde el desastre de Chernobyl.
De
hecho, la alerta se repitió este martes cuando varios medios
anunciaron una evacuación de los más de 400 habitantes de Niónoksa.
El gobernador de la provincia de Arjánguelsk, Ígor Orlov, lo negó
de forma categórica. Lo que sí hubo fue una recomendación del
ejército, algo ya “planeado” según el funcionario, para que se
alejara la población debido a la actividad en el polígono. Según
Orlov, este tipo de recomendaciones ya se han hecho en el pasado.
La
preocupación no es sólo local. El incidente mereció ayer un
editorial en The New York Times, que criticó que el Kremlin esté
“mucho más preocupado por cubrir su trasero que por decirle a su
gente o al mundo lo que sucedió y cuán grande es el riesgo que
conlleva”.
Rosatom
situó el supuesto ensayo en una plataforma del mar Blanco. Además
de los cinco científicos muertos, otras tres personas sufrieron
heridas de diversa consideración. No se ha ocultado el nombre de las
víctimas. El lunes se celebró un funeral público en la ciudad de
Sárov, sede del Centro Federal Nuclear de Rusia. Su director,
Valentín Kostiukov, se refirió a ellos como “héroes nacionales”.
Pero
Rusia mantiene el secreto sobre el origen de la explosión. Expertos
militares rusos y extranjeros apuntan que se trataba de un ensayo con
un misil de crucero con capacidad nuclear 9M730 Burevestnik, (SSC-X-9
Skyfall, en la nomenclatura OTAN), uno de los que presentó Putin en
aquel discurso de marzo del 2018. Según sus palabras, es un misil de
crucero discreto y de bajo vuelo, con una ruta de vuelo impredecible.
Es invulnerable a todos los sistemas de escudos existentes y futuros,
aseguró.
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Cinco días después del accidente nuclear de Severodvinsk, Rusia admitió un aumento de la radiación y recomendó abandonar la zona
Fuente:
¿Una nueva Guerra Fría? La misteriosa explosión en el Ártico alimenta la carrera nuclear, 14 agosto 2019, Clarín. Consultado 14 agosto 2019.
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