Córdoba
sufre incendios desde los tiempos en que pudo llamarse Comechingonia.
Por razones climáticas y naturales, en los meses de menos lluvias y
que siguen a las heladas (de mayo a octubre), los focos de fuego son
habituales.
por Fernando Colautti
Pero
desde que la población fue creciendo y ocupando más espacios, se
han hecho más frecuentes.
Un
estudio de profesionales de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC)
y de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae)
determinó una asombrosa ocurrencia promedio de 6,5 focos de fuego
por día en Córdoba.
Esa
investigación de 2007 sobre mapas de calor detectó en 15 años el
inicio de 35.366 focos. Sólo una minoría terminó en incendios de
magnitud, pero el dato muestra el riesgo latente que representan para
Córdoba.
Los
que desde hace años trabajan para evitar los fuegos coinciden, casi
sin excepciones, en que los inicios son antrópicos (provocados por
humanos), en su inmensa mayoría.
Uno
de los bomberos más experimentados de Córdoba en este rubro y el
funcionario a cargo del Plan Provincial de Manejo del Fuego
coinciden, con matices, en el diagnóstico de las causas.
¿Cómo
se prenden?
“Según
varios estudios, más del 90 por ciento es provocado por imprudencia
o intencionalidad del hombre”, marca Claudio Vignetta, secretario
de Gestión del Riesgo de la Provincia.
“Menos
del 10 por ciento es por causas naturales, como un rayo que cae en
campos secos, o accidentales, como las chispas que provoca un cable
de energía que se corta”, acota.
De
hecho, el incendio que días atrás afectó a una amplia zona cerca
de La Granja se habría originado por un cable de electricidad de
media tensión en el paraje San Jorge. Desde el Plan Provincial de
Manejo del Fuego se citó que ese cable se halló cortado y que hubo
vecinos que observaron los chispazos. El viento, más quizá alguna
falta de mantenimiento, se dieron la mano frente a pastizales resecos
en temporada de alto riesgo.
Hace
dos años, un vasto incendio en campos de la reserva natural militar
La Calera también fue atribuido a un corte de cables.
Para
Vignetta, entre los vinculados a la mano del hombre aparecen los
ligados a esa tradición, sobre todo serrana, de quienes queman
pastizales secos por la creencia de que así apurarán los brotes
verdes para sus animales. “Se insiste en pedir que no lo hagan,
pero aún se hace. Cuesta erradicar esa práctica”, apunta. “Muchos
creen que pueden controlarlo, pero en ciertas condiciones el fuego se
les hace imparable”, agrega.
Otra
causa frecuente puede identificarse con imprudencias o descuidos.
Allí aparecen los que queman desechos (hojas y ramas secas) en sus
patios o campos, o prenden lo que creen que será una quema
“controlada” de pastos altos, y se les termina escapando sin
control. También, los que hacen fuegos para asados en sitios no
recomendables o sin tomar prevenciones.
Sólo
entre los recientes, hace dos semanas se debió combatir un incendio
cerca de Nono por una cabaña turística que tomó fuego por las
brasas de un asado, extendido luego a varias hectáreas alrededor.
Otro
punto que inquieta es el de los piromaníacos. Vignetta los divide
entre los casos provocados por niños a modo de “travesura” y los
iniciados por personas mayores con la intención aviesa de dañar.
Entre
los casos recientes que se recuerdan, el año pasado, desde un avión
hidrante que combatía un siniestro cerca de Salsacate, se vio (y
hasta se filmó) a dos hombres que desde una moto iban encendiendo
nuevos focos.
Otra
causa intencional que siempre entra en sospecha apunta a quienes,
siendo propietarios de un campo, buscarían sacar ventaja con su
quema para poder gestionar luego que, ya sin monte, pasen a uso
agrícola o permitan su loteo.
“Mucho
se dijo sobre eso y siempre se renuevan dudas. No descartamos que
ocurra aún, en algún caso. Quizá pasaba más antes, porque la ley
de bosques hace varios años que impide que un predio declarado como
zona roja de conservación deje de serlo por más que se haya
quemado”, señaló Vignetta.
En
el último mes, asombró a bomberos que en la periferia de La Calera,
cerca de la Capital, se sucedieran todos los días focos simultáneos.
“No tenemos dudas de que son intencionales. Son 20 días seguidos
con nuevos fuegos, en la misma zona. Hicimos la denuncia para que la
Policía investigara”, apunta Diego Concha, director de Defensa
Civil provincial.
Multicausales
Andrés
Bosch, con décadas como bombero voluntario en el cuartel de Villa de
las Rosas y actual coordinador de la Regional Centro (cuatro
provincias) del Servicio Nacional de Manejo del Fuego, coincide con
las causas de inicio planteadas y aporta detalles.
“Los
cortes de tendidos eléctricos son una causa, pero no tan habitual.
Los rayos pueden serlo algunas veces, pero muy difícilmente en la
zona serrana y con más posibilidad en el norte, el noroeste y la
zona de llanura. Fuera de esas dos causas, el 98 por ciento de los
inicios están vinculados a la mano del hombre”, señala.
Bosch
cita que, con pastos secos, con una sequía de más de 40 días, con
una humedad de menos del 13 por ciento (que no es usual, pero tampoco
tan extraña en Córdoba) y con un poco de viento, se dan las
condiciones para que cualquier mínima chispa se transforme en
incendio. Por caso, la colilla de un cigarrillo arrojada a la
banquina de una ruta o en un sendero.
A
ese ejemplo de negligencia les suma las imprudencias peligrosas y
también que no son tan esporádicos los inicios intencionales.
“Tenemos registros de incendios provocados por conflictos entre
vecinos, por ejemplo unos tres sucesivos recientes en San Javier. O
de personas que viajando ven a otros que mientras circulan van
prendiendo fuegos. O de niños que lo hacen como desafío o para ver
llegar a los bomberos”, enumera.
Bosch
recuerda un caso sorprendente: el de un hombre de 80 años que, en el
sur de Traslasierra, provocó 105 focos durante tres meses del año
2005. “Prendía y se sentaba a ver pasar a los bomberos, como una
cosa de demencia senil”, acota.
Respecto
de la quema intencional para cambiar el uso del suelo en un campo con
bosque nativo, Bosch plantea que “es de difícil comprobación,
pero es una hipótesis en más de un caso”.
Quien
también fue coordinador de la Regional 11 (Traslasierra) de Bomberos
Voluntarios dice que “cuando se prende todos los años un predio y
aparecen calles adentro, eso no puede ser accidental”. Para esos
casos, plantea la necesidad de mayor control para asegurar que, tal
como exige la ley vigente, un suelo con bosque nativo quemado no
puede tener otro uso.
Un
enorme impacto acumulativo
Que
la ocurrencia sea histórica no implica que Córdoba deba
acostumbrarse a los incendios.
La
suma de siniestros, año tras año, genera un impacto acumulativo que
compromete ya la sustentabilidad ambiental de la provincia.
Por
caso, Córdoba no puede seguir perdiendo hectáreas de bosque nativo
(sólo queda con buena conservación el tres por ciento de lo que
alguna vez hubo). Además, cada fuego en las Sierras agrava el daño
sobre los suelos en las ya deterioradas cuencas hídricas que son la
fuente del agua que requiere la provincia.
En
los últimos 15 años, se quemó casi un millón de hectáreas en
Córdoba. Para comparar, la superficie de Córdoba es de 16 millones
de hectáreas, aunque en la última década bajó la superficie
promedio anual quemada en comparación con las anteriores.
Todos
los especialistas, en el mundo, advierten que, por el cambio
climático, los incendios son cada vez más agresivos y de más
complejo control. Además, se van ampliando las épocas de riesgo. En
Córdoba, eso ya se ve: ya ocurren casos hasta en el verano.
Fuente:
Fernando Colautti, Por qué hay más de 6 incendios por día en Córdoba, 11 agosto 2019, La Voz del Interior. Consultado 14 agosto 2019.
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