La
ganadora del premio Bunge y Born advierte que la biodiversidad se
está perdiendo. “El cambio global es difícil, pero no hay plan
B”, asegura.
por
Cecilia Farré
Sandra
Díaz asegura que le gusta la biología desde que tiene memoria. Tal
vez por eso se convirtió en una de las científicas más citadas a
nivel mundial en su especialidad -ambiente y ecología-, y la revista
Nature la eligió como uno de los cinco investigadores a mirar en
2019, al copresidir el Informe Global de la Plataforma
Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y
Servicios Ecosistémicos (Ipbes). En junio fue reconocida por la
Fundación Princesa de Asturias y el proximo miércoles recibirá el
premio Bunge y Born 2019.
“A
nivel individual estoy muy contenta y agradecida, y desde lo
colectivo es importante que se le dé visibilidad al trabajo en
ecología que no es una cuestión marginada ni superacadémica de una
minoría, sino que tiene importancia para toda la sociedad”,
destacó la investigadora del Conicet en el Instituto
Multidisciplinario de Biología Vegetal de la UNC.
El
mencionado informe, elaborado por 145 expertos y con el aporte de
otros 310 colaboradores, evaluó los cambios en los últimos
cincuenta años de la relación entre el desarrollo económico y su
impacto en la naturaleza. El resultado fue alarmante: la
biodiversidad está disminuyendo a un ritmo sin precedentes y la tasa
de extinción de especies se está acelerando, al igual que los
efectos en las personas.
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¿Cómo afecta el cambio climático y el resultado de otras
actividades humanas a la biodiversidad en Argentina?
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No se pueden separar, por eso hablamos de cambio global, todos
motivados por las actividades humanas, y ahí incluimos el clima, el
cambio en el uso de la tierra, la contaminación, la tala, la caza,
la pesca, y el traslado de especies de un lugar a otro que en muchos
casos terminan en invasiones biológicas. Todos esos cambios
interactúan entre sí y trabajan juntos de alguna manera. Por
ejemplo, el avance a escala muy grande sobre bosques para
transformarlos en tierras agrícolas no solo es un cambio de uso de
la tierra, sino que por la gran liberación del carbono en el suelo y
la vegetación que produce, interviene en el cambio climático y,
viceversa, a veces cambios climáticos motivan modificaciones en el
uso de la tierra. Así, en Argentina hasta hace unas décadas no se
podía hacer soja de secano en el norte de Córdoba, luego el aumento
de lluvias y las razones de mercado internacional llevaron a un gran
desmonte para hacer soja de secano por un tiempo.
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¿Hay alguna actividad que impacta más en Argentina?
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Todas interactúan juntas, sería muy raro decir que en Argentina nos
tenemos que preocupar por una y no tanto por la otra. En el país en
las últimas décadas, el problema principal ha sido el cambio del
uso de la tierra, fundamentalmente el avance de la agricultura
industrial sobre los sistemas naturales. Eso no quiere decir que las
demás no influyen y los efectos del cambio climático van a ser cada
vez más importantes en la década que viene.
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¿Cuál es el vínculo entre la pérdida de la biodiversidad y la
pobreza?
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La biodiversidad se está perdiendo masivamente. La naturaleza, toda
la trama de la vida se va perdiendo y junto con ella una serie de
contribuciones que hace por nosotros todos los días desde las
comidas, los ciclos del agua y la temperatura. Generalmente se
pierden por patrones de consumo y de producción que buscan el
beneficio privado, a corto plazo y de unos pocos. Cuando esas
contribuciones empiezan a perderse, los primeros que pagan la cuenta
son los pobres. Están en la vanguardia de los que sufren los
impactos pero cuando esto se agrava, toda la sociedad empieza a pagar
los costos. En estos informes internacionales además de analizar al
ambiente también empezamos a mirar qué pasa con la igualdad y la
distribución de los beneficios de la naturaleza, que no es un lujo,
sino algo que todos tenemos derecho a disfrutar.
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¿Cuáles serían las acciones que se deberían emprender a nivel
país o globalmente?
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Si bien los problemas son ambientales, la solución de raíz es
socioeconómica, cultural, política e institucional. Estos problemas
ocurren porque no se tiene en cuenta el costo social y ambiental de
muchas actividades, se hace un análisis económico muy parcial y a
corto plazo. Hay que considerar el costo real y trasladar el foco al
bien público tanto actual como el de las generaciones futuras. En
esto hay mucho que se puede hacer a nivel nacional, provincial y
municipal, pero algunas soluciones hay que hacerlas a nivel global
porque si no, es muy difícil plantársele a un sistema de comercio
internacional que tiene determinadas regulaciones que son muy dañinas
para la naturaleza y las personas. Hay que empezar hoy en todos los
niveles, es decir, reciclar bolsitas de plástico en tu casa, si bien
es muy importante, no será suficiente. Creo que la gente tiene que
reclamar el derecho a una naturaleza saludable.
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¿Ve posible el cambio global?
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No tenemos mucha opción. Es muy difícil pero son esas opciones en
las que o bien uno hace algo muy difícil, o todo termina mal. Los
datos científicos indican que la naturaleza está mal y si seguimos
así, todo estará peor. El cambio global es difícil pero no hay
plan B.
Desinversión
en ciencia
Este
miércoles la investigadora del Conicet Sandra Díaz recibirá el
Premio Científico 2019 de Bunge y Born en Ecología junto a Lucas
Garibaldi, director de la Sede Andina del Instituto de
Investigaciones en Recursos Naturales, Agroecología y Desarrollo
Rural, de la Universidad Nacional de Río Negro, quien será
galardonado con el Premio Estímulo.
“Los
dos trabajamos en universidades públicas y estamos en el sistema
público de investigación. Me parece que en un momento donde la
ciencia argentina ha sido tan castigada, desfinanciada y subestimada,
recibir este premio de alguna manera desmiente que la ciencia y la
educación públicas no son buenas o no merecen apoyo”, afirmó
Díaz.
Además,
la bióloga explicó: “Si hoy tenemos un sistema científico
activo, es porque la comunidad científica ha demostrado una vez más
una enorme resiliencia y testarudez de seguir trabajando como se
puede, pero los números del desfinanciamiento son muy elocuentes”.
Díaz consideró que la ciencia siempre es una inversión muy
eficiente para un país porque “con una proporción muy baja de
dinero se obtienen en general resultados muy importantes. No invertir
en ciencia pública es miope y cortoplacista”.
Fuente:
Cecilia Farré, “Los efectos del cambio climático serán cada vez más importantes”, 25 agosto 2019, Perfil. Consultado 29 agosto 2019.
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