Corrimiento
de la frontera agropecuaria. Monocultivos. Explotación de recursos
naturales sin control. Negocios entre sectores empresarios y
públicos. Los grandes medios de comunicación en mute. El incendio
de la Amazonía lleva décadas. Y acá en Argentina, también.
por
Marcelo Musante
Qué
decir. Para qué. Para quiénes. Un filósofo alemán (Theodor
Adorno) se preguntaba si tenía sentido escribir poesía después de
la experiencia asesina de Auschwitz y el nazismo. Ahora la sensación
es la misma. ¿Para qué sirve escribir sobre un Amazonas que se
incendia? ¿Para qué kilómetros de tinta? ¿En qué modificará la
tragedia medio ambiental y de las comunidades que ahí viven? ¿Pero
qué nos queda si no?
La
práctica de incendiar bosques nativos para desarrollar negocios
multimillonarios con la agricultura transgénica y la ganadería
extensiva es una práctica que viene siendo denunciada desde hace
años por organizaciones ambientalistas, especialistas en el tema y
-sobre todo- por organizaciones indígenas y campesinas en los
territorios.
Ellos
son los desalojados, incendiados y envenenados diariamente. Ellos son
los “daños colaterales”. Lo sufren, lo saben, lo dicen, lo
gritan y los silencian. Pero de repente se incendia el Amazonas y
estallan los retweets, los instagrams, los facebooks y todas las
corporaciones mediáticas empresariales comienzan a titular, a
desgarrarse las ropas y a hacer informes con música de catástrofe.
¿Cuándo
llegará el humo a Argentina?, preguntan todos los medios masivos de
comunicación. Pero el humo está en el país hace décadas: en la
minería a cielo abierto, en el fracking, en el corrimiento de la
frontera agropecuaria para sembrar monocultivos, en la utilización
de agrotóxicos, en la explotación de salares, en los desmontes, en
los ríos poblados de arsénico.
El
humo ya estaba en Argentina en las escuelas fumigadas de la zonas
rurales, en la lucha de Sofía Gatica y las compañeras y compañeros
de Malvinas Argentinas para lograr evitar que se instale la fábrica
de Monsanto, en Sandra Eli Juárez que se murió de un paro cardíaco
frente a una topadora en Santiago del Estero, en los asambleístas de
Gualeguaychú, en el histórico no a las minería en Esquel, en Juana
Segundo y la comunidad Pilagá de Penqolé denunciando a Techint por
la basura que dejó con el gasoducto que cruza sus tierras, en Fabián
Tomasi envenenado con agrotóxicos que peleó hasta su muerte el año
pasado, la pelea que le llevó la vida a Andrés Carrasco contra los
negocios de corporaciones académicas y las empresas multinacionales.
En los textos de Maristella Svampa, en los de Darío Aranda, en la
REDAF, en el MOCASE, en Observatorio Petrolero Sur, en la
Confederación Mapuche sus denuncias contra los pozos petroleros.
Una
lista que está lejísimos de ser exhaustiva y que es injusta con
muchas personas y organizaciones nos vienen hablando hace muchos
años.
La
Amazonía está ardiendo en miles de partes y hay más de
cuatrocientas comunidades indígenas que viven ahí. Están
acorraladas por el fuego. Pero ya estaban acorraladas por los
sectores empresarios de los agronegocios, la producción de alimentos
y las madereras que necesitan reconvertir esos bosques.
Reconvertirlos en dinero, en ganancias privadas.
Los
Estados son los responsables. Y no sólo los gobiernos neoliberales
del último lustro. Las políticas de beneficios irrestrictos e
incontrolados para empresas nacionales como Los Grobo, IRSA y Don
Mario, grandes estancias como Don Panos y grupos transnacionales como
Bayer/Monsanto, Benetton, Barrik Gold, Cargill, Nidera, Dow/Dupont,
BASF, entre muchos otros, es asunto también de las gestiones
anteriores.
Las
comunidades indígenas son corridas de sus tierras hace muchos años
y los discursos hegemónicos sobre la necesidad unidireccional del
progreso penden sobre ellas como una amenaza constante. Las leyes
contra los desalojos flotan entonces como palabra muerta sino se
aplican las legislaciones sobre los territorios. Los pequeños
campesinos son forzados a endeudarse, a vender sus tierras y son
amenazados por grupos parapoliciales sostenidos por empresarios
locales y gobiernos municipales y provinciales. Pero resisten, se
organizan y siguen produciendo sin agrotóxicos.
Falta
poco para las elecciones presidenciales en Argentina. Es tiempo de
campaña electoral. Es tiempo que digan qué van a hacer con los
modelos de producción extractivistas y de primarización de la
economía. Y sobre todo qué digan qué van a hacer con las personas
que viven en esas tierras con bosques, cerros, salares y ríos en los
que los empresarios sólo ven soja, minas, litio y agua dulce.
Quizás
los grandes medios de comunicación avisen que ya llega el humo del
Amazonas. Pero acá, a los territorios los están incendiando hace
rato.
Marcelo Musante es sociólogo
Fuente:
Marcelo Musante, El humo del Amazonas ya estaba en Argentina, 26 agosto 2019, ANRed. Consultado 28 agosto 2019.
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