Desde
enero, 290 agroquímicos han sido aprobados para entrar en el mercado
brasileño y las autoridades están evaluando unos 530 productos más,
lo que convierte al país en un oasis para la industria mientras
muchos productos se prohíben en Europa y Estados Unidos.
por
Natalia Viana
Mucho
antes de que la imágenes de la Amazonía en llamas recorrieran el
mundo, y de que los medios internacionales empezaran a prestar
atención a las políticas ambientales del gobierno brasileño, la
noticia había generado una gran polémica en el país: desde que
Jair Bolsonaro asumió la presidencia en enero, Brasil ha aprobado un
número récord de nuevos agroquímicos para que ingresen al mercado.
En
los primeros siete meses del año, en el Diario Oficial de la
Federación se publicaron los registros de 290 productos nuevos, una
cantidad que supera (y hasta triplica) la cantidad de pesticidas
aprobados en el mismo período los años anteriores. Y el Ministerio
de Agricultura inició los procedimientos para evaluar unos 530
productos más, lo que convierte a Brasil en un paraíso para los
pesticidas.
La
aprobación del gobierno brasileño es una buena noticia para las
empresas internacionales de agroquímicos, ya que más del 65 por
ciento de los nuevos productos registrados son fabricados por
compañías extranjeras. Y además, la apertura del mercado brasileño
llega en un momento en que varios de estos químicos están siendo
prohibidos o ya han sido vetados en en otros países por su toxicidad
o sus consecuencias en el ambiente.
Según el profesor Victor Pelaez, de la Universidad Federal de Paraná
(UFPR), Brasil ya es el mayor importador de plaguicidas del mundo. Y
el país también figura desde hace años como uno de los principales
consumidores: en el último estudio global realizado por la FAO en
2013, aparece como el mayor consumidor mundial de pesticidas en
términos absolutos y el séptimo en comparación con la superficie
cultivada.
Las
empresas alemanas BASF y Bayer, la estadounidense DowDuPont -que en
junio se disolvió en tres compañías independientes- y Syngenta -de
origen suizo pero adquirida en años recientes por capitales chinos-,
lideran el mercado brasileño en la oferta de pesticidas. Poco a
poco, las compañías chinas también ganan espacio: Adama logró
aprobar 24 nuevos registros de productos este año y Rainbow
consiguió 17.
El
mercado brasileño no solo es muy prometedor por su potencial
-después de todo, Brasil es el tercer mayor exportador mundial de
productos agrícolas-, sino porque es barato obtener permiso para
vender pesticidas. Según Pelaez, en 2015 el costo de registro fue de
unos mil dólares por producto. En los Estados Unidos, la misma
compañía tendría que desembolsar unos 630.000 dólares para
colocar su plaguicida en las tiendas.
Entre
las nuevas aprobaciones, 87 productos son extremadamente tóxicos y
34 son altamente tóxicos según el propio gobierno.
El
sulfoxaflor, por ejemplo, un producto patentado por Dow Agrosciences
que se estrena en el mercado brasileño, fue suspendido en 2015 en
Estados Unidos tras una demanda de organizaciones de apicultores que
alegaron que no se conocía lo suficiente acerca de lo que les hacía
a las abejas, y ha sido señalado por su efecto negativo en la
reproducción de los insectos polinizadores. (El mes pasado, la
agencia ambiental del gobierno de Trump anunció que volvería a autorizar su uso a pesar de las demandas por daños al ambiente o a
las personas).
En
Brasil se lanzaron seis productos a base de sulfoxaflor para fumigar
cultivos de algodón, cítricos, frijoles, melón, sandía, soja,
tomate y trigo, con algunas restricciones.
Otros
productos aprobados para entrar al mercado brasileño tienen como
base el fipronil, un insecticida que actúa sobre las células
nerviosas de los insectos y, además de usarse contra las plagas en
los cultivos de manzana y girasol, se usa incluso en collares
antipulgas. El fipronil ha sido prohibido en países europeos como
Francia desde 2004, acusado de diezmar las poblaciones de abejas.
Según el registro publicado en el Boletín Oficial, está
clasificado como moderadamente tóxico y muy peligroso para el medio
ambiente. Fue legalizado y está indicado para cultivos de algodón,
arroz, cebada, frijoles, maíz, pastos, soja y trigo.
También
fueron aprobados nuevos productos que tienen como componente base el
diquat, un herbicida cuyo registro fue revocado en la Unión Europea
a finales de 2018 debido al alto riesgo para los trabajadores y los
residentes de áreas cercanas a la aplicación del producto. En
Europa tendrá que ser retirado del mercado para febrero próximo.
“Aparecieron
venenos muy fuertes. Los fumigan por la mañana y por la tarde
comienzan a aparecer abejas muertas”, dijo a finales del año
pasado Salvador Gonçalves, presidente de la asociación de
apicultores de la ciudad de Cruz Alta en Rio Grande do Sul, en una entrevista con Agencia Pública. Apenas tres meses después de la
victoria de Bolsonaro, apicultores de cuatro estados brasileños
registraron 500 millones de abejas muertas.
Otras
noticias denuncian un número alarmante de intoxicaciones que afectan
incluso a los niños que estudian en escuelas rurales ubicadas cerca
de las plantaciones. En noviembre se registraron en el interior de
Paraná más de 50 casos de niños con náuseas, vómitos e
irritación de la piel. Desde 2007, 26.000 personas en Brasil han
sido ingresadas en hospitales públicos con envenenamiento por
pesticidas, de las cuales 1400 eran niños de hasta 9 años.
Aunque
los expertos en salud pública y medioambiente advierten sobre las
consecuencias del uso intensivo de pesticidas, el Ministerio de
Agricultura y las empresas que los fabrican e importan han trabajado
intensamente para convencer a la población de que el aumento de la
competencia “reducirá el costo de los productos” y no tendrá
ningún impacto en la salud o el medioambiente.
En
sintonía con ese discurso, los sindicatos de agricultores de soja,
algodón y pesticidas lanzaron la iniciativa AgroSaber, un sitio web
cuyo lema es: “La mayor plaga es la desinformación”. El portal
se dedica a defender que el uso de pesticidas es 100 por ciento
seguro y que incluso “no hay evidencia científica que vincule los
casos de cáncer con el uso de pesticidas”. A las historias que
contradicen esta afirmación, las acusan de ser noticias falsas.
El
sitio ha calificado incluso como fake news y “campaña de
desinformación” a un programa humorístico de TV Globo, Zorra
total, que bromeaba con las consecuencias del uso de agrotóxicos, y
se empeña en comparar los pesticidas con “remedios genéricos”:
“La
verdad es que, de los 290 registros publicados por el gobierno
federal, apenas 7 moléculas son nuevas; o sea, 283 etiquetas son
solo genéricas, al igual que los remedios tan populares entre los
brasileños”, dice. “¡No creas en la musiquita, no creas en la
animación colorida y no caigas en las fake news!”.
La
propia ministra de Agricultura, Tereza Cristina, dijo en una reunión en mayo que los reportes sobre la contaminación por pesticidas son
“noticias falsas” y convocó a los empresarios de agronegocios a
“una fuerte reacción del sector contra las fake news”. En más
de una ocasión, la ministra ha dicho que quienes publican esas
informaciones son “enemigos” de la agricultura brasileña.
Al
enfocar su atención en criticar y descalificar a quienes publican
los hechos -la vieja estrategia de “atacar al mensajero” que
tanto le gusta a Bolsonaro-, el gobierno brasileño parece no darse
cuenta de que, lo quiera o no, será responsable ante muchas
personas. Entre ellas, sus mayores clientes.
Mientras
el Mercosur acaba de firmar un histórico acuerdo comercial con la
Unión Europea, la cadena sueca de supermercados Paradiset -la mayor
red de productos orgánicos del país-, decidió suspender la venta
de productos brasileños, lo cual no es un buen presagio en esta era
de integración comercial.
“Una
mañana leí en el periódico que el gobierno de Bolsonaro estaba
enloqueciendo con los pesticidas y que casi 200 habían sido
liberados en el mercado. Me quedé muy molesto y frustrado ”,
explicó el empresario sueco Johannes Cullberg, presidente de
Paradiset, en una entrevista reciente. “He decidido que no puedo
soportar ese tipo de comportamiento. Me di cuenta de que la única
forma de mostrar mi insatisfacción es boicotear todos los productos
brasileños en nuestras tiendas”, dijo.
Fuente:
Natalia Viana, El gobierno de Bolsonaro ha convertido a Brasil en un paraíso para los pesticidas, 28 agosto 2019, The New York Times.
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