En la imagen, vista aérea de una zona de selva virgen junto a otro quemado recientemente cerca de Porto Velho, el 23 de agosto de 2019. Foto: Víctor R. Caivano / AP. |
por
Mario Osava
RÍO
DE JANEIRO, 28 ago 2019 (IPS) - El gobierno de Brasil decidió, ante
las presiones internacionales, movilizar los militares para contener
la oleada de incendios forestales en la Amazonia, pero solo habrá un
cambio de rumbo si se modifican las convicciones que son la matriz de
esa tragedia ambiental y climática.
Tanto
el presidente Jair Bolsonaro como los generales que lo acompañan en
su gobierno de extrema derecha creen que hay una conspiración para
“internacionalizar” la Amazonia o quitarle partes de su
territorio a Brasil, sin considerar que en sus bosques está en juego
el clima mundial.
Por
eso Bolsonaro rechazó la ayuda de 20 millones de dólares ofrecida
por el Grupo de los Siete (G7) países más industrializados, al
concluir su cumbre el 26 de agosto, en apoyo al combate a los
incendios que proliferaron en la Amazonia brasileña este mes de
agosto.
“¿Qué
quieren ellos?”, se preguntó antes de subrayar su sospecha de que
hay pretensiones “coloniales” detrás de la oferta, ya que “nadie
ayuda alguien sin retribución”.
En
una reunión con los gobernadores de los nueve estados amazónicos de
Brasil, que argumentaron que cualquier ayuda es indispensable ante la
magnitud de la crisis de recursos presupuestarios que enfrentan, el
presidente justificó así su oposición a tales recursos externos.
El
problema es que se destinarían a demarcar tierras indígenas y áreas
de protección ambiental, “eso nos lleva a un destino que ya
conocemos, la insolvencia de Brasil” y amenazas a la soberanía
nacional, sostuvo Bolsonaro.
Esas
demarcaciones de territorios indígenas hechas por gobiernos
anteriores fueron “una irresponsabilidad”, opinó, obviando que
responden a un mandato explícito de la Constitución de 1988, que
rige la democracia brasileña tras la dictadura militar (1964-1985).
El
apoyo financiero del G7 sería para combatir los incendios y la
deforestación, nada se habló sobre indígenas o conservación en
Biarritz, la ciudad balnearia del sur de Francia que acogió su
cumbre anual de tres días.
En
el pasado esa misma paranoia justificó grandes desatinos y
atrocidades de los gobiernos militares, como masacres de varios
grupos indígenas para la construcción de carreteras en las selvas,
varias de las cuales quedaron inútiles por décadas.
Pero
sirvió como eje del asentamiento de miles de familias campesinas
provenientes principalmente de las regiones del Sur y del Nordeste
brasileño, que quedaron abandonadas a su suerte.
“Integrar
para no entregar”, era la consigna de la dictadura para promover la
ocupación amazónica y alejar la codicia extranjera. “Tierras sin
hombres para hombres sin tierra” decía la publicidad oficial para
atraer gente al paraíso tropical, en el ámbito del Plan de
Integración Nacional, formalizado en 1970.
En
consecuencia, la Amazonia muy conservada hacia 1960, con actividades
extractivas, como la del caucho natural, que poco alteraban su
estructura forestal, pasó a vivir un período de intensa
deforestación hasta 2004.
Medidas
de control lograron una reducción de 73 por ciento del área
afectada, en los últimos 14 años, según datos del estatal
Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe).
La
alarma de un rebrote en este año sonó ante los 42.719 puntos de
fuego observados por el Inpe en el bioma amazónico hasta 27 de
agosto, 128 por ciento más que en igual período de 2018.
“Hay
una evidente relación de esos incendios con la deforestación”,
aseguró a IPS la geógrafa Ane Alencar, directora de Ciencia del no
gubernamental Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonia
(Ipam).
Autoridades
del gobierno atribuyeron su aumento a la sequía, pero “no es
verdad que este año haya sido más seco, al revés, hubo más
lluvias que en años anteriores”, contrarrestó.
“Gran
parte de las llamas ocurren donde hubo deforestación meses antes. El
apogeo será en septiembre, si no se adoptan medidas”, porque es
cuando habrá más vegetación seca para quemar, advirtió.
También
hay quemas de pastizales y residuos de las siembras, pero eso no
explica el gran incremento del uso del fuego, ya que son actividades
sin expansión brusca del área aprovechada.
El
despliegue de los militares contra los incendios forestales, decidido
por el gobierno el 24 de agosto, “exige buena orientación para ser
eficaz y eso depende de los miembros del Instituto Brasileño de
Medio Ambiente (Ibama) que tienen experiencia en combatir los grandes
agentes deforestadores en las áreas estratégicas para inhibir el
fuego ilegal”, destacó Alencar desde Brasilia.
Sin
embargo, la proliferación de los incendios ilegales se debe en buena
parte a la desmovilización del Ibama. De sus oficinas en los 27
estados brasileños, la autoridad ambiental solo cuenta ahora con
siete superintendentes. Los demás fueron relevados de su función en
febrero, hasta ahora sin sustitución.
El
desmantelamiento del sistema de prevención y control ambiental es,
según los activistas, la misión del ministro de Medio Ambiente,
Ricardo Salles, conocidamente vinculado a los “ruralistas”, los
grandes terratenientes radicalmente opuestos a la conservación
ecológica y a las tierras indígenas, con bancada propia en el
parlamento.
Este
año las multas aplicadas por inspectores del Ibama cayeron 23 por
ciento en relación al año pasado, alentando delitos por la
impunidad.
El
ministro además ya casi echó a perder el Fondo Amazonia, creado con
donaciones de Noruega y Alemania, que ya aportaron el equivalente a
cerca de 900 millones de dólares para el financiamiento de proyectos
de control de la deforestación y desarrollo sostenible.
Hasta
ahora no logró explicar porque cuestionó la administración del
Fondo, en un momento en que su ministerio carece de recursos y sufrió
recortes presupuestarios.
La
prédica de Bolsonaro contra la “industria de las multas” y el
ambientalismo contribuye a estimular las ilegalidades en la
neurálgica ecorregión.
Líderes
de la gran agricultura destinada a la exportación se alarmaron por
la repercusión de los incendios amazónicos y presionaron el
gobierno por medidas de emergencia para la contención de las llamas.
Temen posibles embargos europeos a productos sospechosos de provenir
de tierras recientemente deforestadas.
Los
agricultores deberían ser campeones de la preservación forestal
también porque gran parte de las lluvias en el centro-sur brasileño,
la región de mayor producción agrícola, dependen de la
“evapotranspiración” de los árboles amazónicos, explican los
investigadores del cambio climático,
Además,
como la mayor área forestal tropical, la Amazonia es fundamental
para evitar un mayor calentamiento del planeta, al retener gran
cantidad de carbono.
No
es proveedor de oxígeno, como dijeron el presidente francés
Emmanuel Macron y el secretario general de las Naciones Unidas,
António Guterres, sino un determinante regulador del clima.
Militares
y soberanía
Se
trata de un “bien común” de la humanidad, reconoció Macron que,
al proponer un debate sobre un “estatuto internacional” de la
Amazonia para evitar la destrucción forestal, reavivó los viejos
temores militares brasileños.
Indígenas
que viven en reservas fronterizas con los otros siete países de la
cuenca amazónica podrían proclamar su independencia, quitándole
parte del territorio a Brasil, teoriza por ejemplo Augusto Heleno
Pereira, jefe del Gabinete de Seguridad Institucional, uno ministro
muy cercano a Bolsonaro, también él un capitán retirado del
Ejército.
Las
organizaciones no gubernamentales (ONG) constituyen otros enemigos
para los militares y el gobierno, que los perciben como sucesores de
los comunistas de la Guerra Fría. Para algunos militares de Brasilia
conspiran por intereses externos, especialmente europeos, y buscan
obstaculizar el desarrollo brasileño, recurriendo al ambientalismo.
Como
las ONG fueron esenciales a la construcción de la conciencia, las
leyes y el sistema ambiental brasileño, será difícil impulsar una
política de protección de la Amazonia sin su participación y con
un gobierno en que los militares ocupan un tercio de los ministerios.
Para
ubicarse en la crisis
-
En 2019, el bioma amazónico brasileño ha tenido 42.719 focos de
incendio, 128 por ciento más que en 2018. Solo en agosto (hasta el
27) hubo 27.497, cinco veces más que en julio. Agosto y septiembre
son los meses críticos para los incendios.
-
La llamada Amazonia Legal, que suma el territorio de nueve estados y
es un espacio político-administrativo, tuvo 59.413 focos desde el 1
de enero a 27 agosto 2019, 102 por ciento más que en igual período
de 2018.
-
Desde 1998, cuando empezaron los registros sistemáticos, el promedio
para esos 27 días de agosto fue de 25.853 focos, es decir 2019 está
solo algo por encima del promedio. El año con más incendios
forestales en agosto fue 2005 con 63.754 focos, 2,3 veces la cantidad
de este año.
-
Los nueve estados suman 5.016.136 kilómetros cuadrados, 59 por
ciento del territorio brasileño, mientras que el bioma amazónico
brasileño como tal totaliza 4.196.943 km2, 49,3 por ciento del
territorio.
-
Se estima que la deforestación acumulada del bioma equivale a
700.000 km2, 17 por ciento de su extensión en Brasil.
-
Brasil acoge 64,3 por ciento del bioma total amazónico, compartido
por los ocho países de la cuenca: Bolivia, Brasil, Colombia,
Ecuador, Guyana, Perú, Suriname y Venezuela, más el territorio
colonial de la Guyana Francesa.
Crédito:
INPE
Edición:
Estrella Gutiérrez
Fuente:
Mario Osava, Amazonia en llamas, obra de la paranoia militar en Brasil, 28 agosto 2019, Inter Press Service.
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