La
tímida y elusiva nutria neotropical está ampliamente distribuida en
América Latina, pero es muy difícil de avistar. Manuel Chávez y su
equipo se emocionaron cuando descubrieron que un ejemplar fue captado
por una de sus cámaras trampa en un río en las profundidades de los
cañones de la Sierra Tarahumara, en el noroeste de México.
“Son
muy buenas noticias. Durante mucho tiempo no se había reportado la
presencia de esta especie en el área. Creíamos que aquí la nutria
se había extinguido”, dice Chávez, coordinador de Tarahumara Sustentable, un proyecto de conservación de cinco años financiado
por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, en inglés).
Las
poblaciones de la nutria neotropical, una especie indicadora de la
calidad del agua, están en declive. El estudio sobre este mamífero
fue parte de un esfuerzo por actualizar los datos sobre biodiversidad
de la Sierra en el marco del proyecto, que se encuentra en su etapa
final de implementación.
La
Sierra Tarahumara, ubicada en el estado mexicano de Chihuahua, está
formada por formidables barrancas y profundos cañones que albergan
otras especies emblemáticas como el jaguar, el oso negro americano,
la guacamaya militar, la cotorra serrana occidental o la salamandra
tarahumara.
“El
estudio de estas especies ayuda a evaluar la salud de los ecosistemas
y representa una herramienta clave para la toma de decisiones sobre
la gestión del uso del suelo”, explica Chávez.
La
Sierra Tarahumara es parte de la Sierra Madre Occidental, la
cordillera más larga de México y unas de las zonas más biodiversas
de América del Norte. Alrededor de dos tercios de la madera en pie
disponible en México se encuentra en la Sierra.
“Conocíamos
la importancia de la Sierra Tarahumara en la biodiversidad de México,
pero ahora tenemos más evidencia científica de ello gracias al
proyecto Tarahumara Sustentable”, dice María Elena Rodarte,
directora de la Región Norte y la Sierra Madre Occidental en la
Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas.
La
Comisión ejecutó el proyecto junto con el Fondo Mundial para la
Naturaleza (WWF), con el apoyo de ONU Medio Ambiente y el respaldo
financiero del GEF.
El
componente científico del proyecto tiene como objetivo producir una
evaluación ambiental confiable de los ecosistemas de la Sierra
Tarahumara, considerando información sobre especies, cobertura
vegetal, calidad del agua, cambios en el uso del suelo, degradación
de los ecosistemas e indicadores socioeconómicos.
Hasta
el momento se han registrado 3.271 especies de plantas, 470 de aves,
475 de invertebrados, 206 de mamíferos y 150 de reptiles.
Los
indicadores basados en la abundancia de ciertas especies son útiles
para evaluar la salud de los ecosistemas. Los búhos moteados, por
ejemplo, ayudan a monitorear la presencia de bosques antiguos,
mientras que el venado cola blanca puede proporcionar información
sobre los cambios en el uso del suelo.
Como
parte del proyecto Tarahumara Sustentable, se ha implementado una
plataforma de monitoreo e información con nuevos hallazgos y datos
actualizados provenientes de diversas fuentes.
También
se produjo una herramienta de cartografía con al menos 200 capas de
información. Ambos instrumentos de acceso abierto están diseñados
para orientar la toma de decisiones sobre una amplia gama de temas de
conservación.
Cada
árbol es importante
Al
menos cuatro grupos indígenas viven en la Sierra. Los más numerosos
e influyentes son los rarámuris, conocidos por sus antiguas
tradiciones, su vestimenta colorida y su inquebrantable relación con
la naturaleza.
María
Luisa Bustillos es una líder de la comunidad rarámuri, carismática,
de voz suave y con gran influencia en el ejido de Norogachi, uno de
las más relevantes de la Sierra. Los ejidatarios decidieron dedicar
alrededor de 100 hectáreas de su tierra a la reforestación, como
parte de un proyecto piloto bajo la iniciativa Tarahumara
Sustentable.
El
pino es una de las especies más sembradas en los proyectos de
reforestación, pero Bustillos decidió que también era conveniente
plantar semillas de encino blanco, una especie endémica de México.
“Usamos
este árbol para la medicina y la leña, para cocinar nuestras
tortillas y, sobre todo, para preparar nuestro tesgüino (una bebida
ceremonial). El encino blanco es un árbol que cuidamos mucho porque
queremos que siga existiendo”, dice. “Nosotros no podemos
entender por qué la gente sigue destruyendo los bosques a cualquier
precio”, añade la líder indígena.
En
las últimas décadas, los cambios más dramáticos en la Sierra
Tarahumara y en toda la Sierra Madre Occidental tienen que ver con
los bosques.
La
deforestación se ha acelerado, los hábitats se han fragmentado y la
densidad de los bosques se ha reducido. La tala ilegal y la
producción de drogas van en aumento.
La
Sierra Tarahumara está inserta en el llamado Triángulo Dorado (que
comprende los estados de Durango, Chihuahua y Sinaloa), donde se
cultiva la mayoría de las drogas traficadas por los carteles.
En
el municipio Guadalupe y Calvo, donde también trabaja el proyecto,
varios líderes indígenas han sido asesinados por defender los
bosques. El caso más notorio es el de Isidro Baldenegro, un líder
rarámuri asesinado en enero de 2017 y quien ganó el Premio Goldman
por su lucha contra la tala ilegal.
“Ellos
(los taladores ilegales) nos acosan continuamente, pero en nuestro
ejido lo hacemos todo legalmente: cortamos árboles y los manejamos
de manera sostenible, porque es la única manera de garantizar comida
para nuestros niños a largo plazo”, dice Estalisnado Rubi Aguirre,
presidente del ejido Caborachi, que maneja el único aserradero en la
región dirigido casi en su totalidad por rarámuris.
La
instalación fue certificada por el Consejo de Administración Forestal y ha sido apoyada por el proyecto.
Los
municipios de Balleza, Bocoyna, Guachochi, Ocampo, y Guadalupe y
Calvo fueron elegidos como sitios prioritarios para implementar
proyectos piloto de reforestación, restauración de turberas,
ecoturismo, gobernanza ambiental, entre otros temas.
En
pequeñas parcelas productoras de maíz en Balleza, por ejemplo, los
especialistas agrícolas ayudaron a los rarámuris a introducir el
cultivo en líneas para maximizar el uso del agua. El resultado es
menos degradación del suelo y más productividad.
“La
única manera de tener éxito en la conservación de la increíble
riqueza de la Sierra es garantizando la participación de las
comunidades indígenas y el respeto de sus propias ideas sobre la
gobernanza ambiental”, dice Manuel Chávez, coordinador del
proyecto.
Bustillos
está de acuerdo con Chávez. “Lo mejor de este proyecto es que,
por primera vez, sentimos que nuestras voces son escuchadas, las
voces de las comunidades indígenas. Porque nos corresponde a
nosotros decidir si despertamos y defendemos nuestros bosques,
nuestra agua, nuestra tierra y nuestro futuro. Nadie lo hará por
nosotros”, asegura.
Este
artículo fue originalmente publicado por ONU Medio Ambiente América Latina y el Caribe, con quien IPS-Inter Press Service tiene un
acuerdo especial para la difusión de sus contenidos.
RV:
EG
Fuente:
Sierra Trahumara, un tesoro mexicano que urge proteger, 17 julio 2019, Inter Press Service. Consultado 19 julio 2019.
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