Situado
en Novosibirsk, la tercera ciudad más grande de Rusia, las
autoridades de la central térmica cercana ya han advertido a
visitantes y bañistas: el agua es nociva para la piel y el fondo
arenoso muy peligroso para los bañistas.
por
Óscar Tévez
Novosibirsk,
la tercera ciudad más grande de Rusia y situada en el centro de
Siberia, es el último lugar en el que nadie esperaría encontrarse
aguas cristalinas de color turquesa, como esas que aparecen en los
anuncios turísticos del Mediterráneo o en las fotos publicitarias
de resorts con todo incluido en el Caribe. Por eso, cuando alguien
encontró un lago con esas características y publicó una foto en
Instagram, el lugar se convirtió de inmediato en un sitio de
peregrinaje para los bañistas y curiosos de la ciudad que querían
comprobar si aquel paraíso era real.
A
partir de ahí, una pequeña sensación en Instagram: fotos de novios
recién casados abrazándose en su orilla, bañistas con coloridos
unicornios inflables atravesando sus aguas transparentes y besadas
por el sol y aspirantes a influencers posando en bikini o haciendo
yoga sobre sus bancos de arena. Ahora llega el giro: este lago no es
ni siquiera un lago. Es un estanque al que van a dar los restos
tóxicos de una central de energía térmica cercana que provee de
electricidad a toda la ciudad de Novosibirsk (1,6 millones de
habitantes). Entre esos restos, las cenizas del carbón quemado en la
central.
Este
paraíso presto para la fotografía y el hashtag es, en realidad, un
basurero de óxidos metálicos nocivos para la piel solo por el
contacto con ella. Sus aguas son turquesas, en realidad, por culpa de
una reacción química.
La
advertencia la ha dado la Siberian Generating Company, alarmada ante
la popularidad del lugar en las redes sociales, que ha llegado a
ganarse el apodo de las “Maldivas siberianas” y cuenta con su propio perfil en la red social. Su nombre va acompañado por un emoji
con gafas de sol, otro de una isla tropical, otro de una palmera y
otro de una sonrisa.
El
bloguero Stanislav Razhev ha declarado al Siberian Times que “miles
de ciudadanos de Novosibirsk y turistas vienen al lugar en coche, a
caballo o en bicicleta con cervezas y carne para barbacoa”. Algunos
de sus visitantes han declarado que el agua huele bien, como a
“detergente de lavandería”. Si bien la Siberian Generating
Company ha negado cualquier peligro de radiación, advierte de que
puede provocar reacciones alérgicas en los bañistas y supone además
un peligro más grave por su fondo de tipo pantanoso: puede ser
difícil para un nadador casual salir del agua si comienza a hundirse
en sus arenas.
Dado
que ni la cercanía de la central térmica (cuyas chimeneas se ven
tanto desde los edificios más altos de Novosibirsk como desde el
lago) ni su olor a detergente parece detener a los osados
instagramers a la hora de sacar una buena foto para ganar likes, la
administración de la central ha decidido cerrar las carreteras que
llevan hasta el lago. “Esto no es una playa”, han advertido en un
comunicado. ¿Lección aprendida? Cuando un paisaje parezca demasiado
bueno para ser cierto, tal vez sea mentira.
Fuente:
Óscar Tévez, El caso del basurero tóxico que los ‘instagramers’ confundieron con un lago de ensueño, 11 julio 2019, El País.
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