Los
peligros de la energía nuclear, desde la minería hasta los residuos
pasando por las centrales, supone una inasumible herencia para las
generaciones futuras. En el caso de Portugal, la falta de gestión de
antiguas minas de uranio conduce a serios problemas para la salud y
seguridad de las zonas circundantes.
por
Nuno Sequeira
En
estos momentos en los que asistimos a numerosos desastres ambientales
que ocurren por todo el mundo es importante reflexionar sobre los
errores cometidos, y sobre todo tomar las decisiones acertadas hacia
un futuro más sostenible para el planeta. Por desgracia, cuatro
décadas después de que estas cuestiones y el respeto por la
naturaleza adquirieran una dimensión internacional, el camino
recorrido no se ha correspondido con nuestro conocimiento sobre los
límites de sostenibilidad de la Tierra y la necesariedad de
respetarlos.
En
un escenario de pos-crisis económica nacional e internacional, que
ha relegado estas cuestiones a un segundo plano, es importante alzar
la voz acerca de que nos encontramos en medio de una crisis
ecológica, que abarca el calentamiento global, la pérdida de
biodiversidad, el crecimiento exponencial de la población humana y
el consumo excesivo, o sobreexplotación, de los recursos naturales.
Ignorar estos problemas no solo tiene sus consecuencias
medioambientales, sino también sociales y económicas. Además,
impide una toma de decisiones necesaria y urgente, lo que agravará
estos problemas en el futuro, y conllevará consecuencias para todo
el planeta, incluyendo a nuestra especie humana.
Entre
estos problemas pendientes de ser resueltos a nivel global, se
encuentra la energía nuclear. Sobre esta, y a lo largo de nuestros
33 años en defensa del medioambiente en Portugal, Quercus, la
organización a la que pertenezco, siempre ha considerado necesario
frenar cualquier tramo del ciclo nuclear. Déjenme explicar el porqué
de nuestra oposición a esta forma de producción de energía. Los
problemas de esta comienzan desde su mismo inicio, en las minas de
uranio, normalmente a cielo abierto, que causan serios impactos
ambientales, incluyendo la contaminación de los suelos, del agua y
del aire, así como graves problemas de salud para las poblaciones
humanas.
Por
ejemplo, en Portugal, mayormente en zonas del centro del país,
durante varias décadas después del fin de la minería de uranio,
las consecuencias no han sido completamente diagnosticadas y por eso
queda lejos el que se resuelvan. Hay cerca de 20 minas abandonadas
que siguen contaminando las zonas colidantes, sin que exista solución
alguna a la vista, ya que las medidas de recuperación requeridas
para estos enormes espacios naturales resultan muy caras y el país
no dispone de los recursos financieros necesarios para hacerles
frente.
Una
vez entran las centrales nucleares en escena, a pesar de los
mecanismos de seguridad que supuestamente se llevan a la práctica,
continúan bien patentes los peligros de esta tecnología, como nos
indican los graves accidentes que han ocurrido hasta la fecha.
Accidentes como los de Chernóbil en Ucrania, Three Mile Island en
los Estados Unidos de América y Fukushima en Japón, dejan a las
claras que los problemas de seguridad no han sido sobrepasados. Entre
las consecuencias de estos accidentes, con miles de muertos y muchas
personas afectadas, hallamos la contaminación durante siglos de las
áreas cercanas a estas centrales. El hecho de que los mayores
accidentes nucleares hayan ocurrido en tres de los países más
avanzados en tecnología nuclear demuestra que el riesgo de invertir
en esta tecnología no vale la pena. No puede decirse que ningún
país del mundo esté preparado para lidiar con un desastre nuclear.
Pero
en el final del ciclo nuclear no nos encontramos con una situación
menos peligrosa para el planeta y la naturaleza. La realidad es que
se desconoce a día de hoy un destino estable y seguro para los
residuos nucleares resultantes de esta actividad, una vez que los
residuos producidos siguen siendo radioactivos durante cientos o
miles de años. Tampoco se conoce la factura que se habrá de pagar
desde el punto de vista ecológico o económico en el futuro. Los
residuos nucleares son, en consecuencia, una pesada carga dentro del
enorme problema que supone la energía nuclear, una irresponsable
herencia que dejamos a las generaciones futuras y que dinamita
cualquier motivo por el que nos respeten quienes nos sigan.
Este
artículo continúa en la segunda parte.
Traducción
de Raúl Sánchez Saura.
Fuente:
Nuno Sequeira, Deminas y posibles accidentes. Impactos ambientales del ciclo nuclear en Portugal I, 8 julio 2019, El Salto Diario.
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