por Mario Osava
RÍO
DE JANEIRO, 23 jul 2019 (IPS) - El presidente Jair Bolsonaro anticipó
que nombrará, tan pronto como le sea posible, a un juez
“terriblemente evangélico” como miembro del Supremo Tribunal
Federal de Brasil, en uno de los gestos con que trata de asegurar el
apoyo religioso a su gobierno de extrema derecha.
Su
expresión recuerda a la ministra de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos, Damares Alves, quien declaró en su investidura el
2 de enero que “el Estado es laico, pero esta ministra es
terriblemente cristiana”. Ella es pastora de la iglesia evangélica
Batista da Lagoinha, de Belo Horizonte, capital del sureño estado de
Minas Gerais.
El
anuncio, hecho el 10 de julio, durante un acto religioso de esa
confesión en la Cámara de Diputados, provocó polémicas y críticas
al uso de la religión como un criterio para la elección de un
magistrado del máximo tribunal, del que Bolsonaro no dio nombre,
pero resaltó su conocimiento jurídico y su reputación.
La
llamada bancada evangélica cuenta con 104 de los 513 miembros de la
Cámara de Diputados, y 10 de los 81 puestos de la Cámara Alta,
según cálculos de marzo.
Esa
anticipada designación, en todo caso, requiere la aprobación del
Senado, que ya ha rechazado varias polémicas medidas del gobierno.
El
presidente podrá designar a dos magistrados del Supremo Tribunal
Federal (STF), para sustituir a los que se jubilarán en noviembre de
2020 y julio de 2021, al cumplir el límite de edad, 75 años.
Bolsonaro
es católico, pero políticamente más allegado a las iglesias
evangélicas, cuyo respaldo le granjeó 69 por ciento de los votos,
en las elecciones presidenciales de octubre de 2018, según las
encuestas.
Su
mujer actual, sus tres hijos parlamentarios y varios de sus ministros
siguen esa confesión religiosa.
“Brasil
por encima de todo y Dios por encima de todos”, fue su consigna
electoral y sigue siéndolo en los actos políticos. Como presidente,
Bolsonaro participa frecuentemente de celebraciones evangélicas,
como la multitudinaria Marcha a Jesús, el 20 de junio en São Paulo,
cuando admitió que buscará su reelección en 2022.
Los
religiosos conservadores, incluso católicos, fueron un factor
decisivo de su triunfo electoral y llevaron al gobierno sus banderas
moralistas, como defensa de la familia tradicional y rechazo a lo que
denominan “ideología de género”, al feminismo y al derecho al
aborto, incluso en supuestos actualmente legales, como el de
violación o anencefalia.
Las
acciones a favor de los grupos evangélicos contrastan con medidas y
hostilidades que el gobierno de Bolsonaro dedica a los institutos
científicos o de gestión ambiental, que son estatales pero de
gestión autónoma y cuyos responsables son designados por el
gobierno, pero a partir de ternas presentadas avaladas por sus
funcionarios.
En
el ataque más reciente, el 19 de julio, el presidente acusó el
director del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE),
el ingeniero Ricardo Galvão, de divulgar datos que “no reflejan la
realidad” sobre deforestación amazónica, al parecer “a servicio
de alguna ONG (organización no gubernamental)”.
Su
queja es que la divulgación del gran aumento del área afectada daña
la imagen externa de Brasil.
El
INPE monitorea la situación forestal de la Amazonia hace más de
tres décadas y sus servicios son internacionalmente reconocidos. Los
resultados inmediatos sirven de alerta y de orientación al combate a
la deforestación ilegal. Datos más precisos, revisados, consideran
la destrucción anual, de agosto a julio.
En
junio detectó la deforestación de 920 kilómetros cuadrados, con un
aumento de 88 por ciento sobre junio de 2018.
Son
datos “manipulados”, reaccionó pronto el ministro del Gabinete de Seguridad Institucional, Augusto Heleno Pereira, uno de los varios
generales retirados que integran el gobierno y muy cercano a
Bolsonaro.
Si
se suma la deforestación ya divulgada hasta hoy “la Amazonia ya
sería un desierto”, desdeñó el general, que como muchos
militares retirados, incluido Bolsonaro, el mismo un excapitán del
Ejército, consideran que la soberanía brasileña sobre las riquezas
amazónicas es amenazada por la codicia internacional, de la que las
ONG serian un instrumento.
El
ataque de Bolsonaro representa “una actitud pusilánime y cobarde”,
contrarrestó Galvão, al defender los estudios del INPE y recordar
casos anteriores en que el presidente descalificó a otras
autoridades, para presionarlos a dimitir. “No renunciaré”,
desafió.
Los
directores del Instituto, un centro de conocimiento científico y
tecnológico avanzado de Brasil, tienen mandato de cuatro años. El
del actual termina el próximo año.
Galvão
recibió la solidaridad de otras instituciones científicas y dijo
que las presiones contra el INPE ocurren desde que comenzó el
gobierno, el 1 de enero. Pero procedían del Ministerio de Medio Ambiente, cuyo titular, Ricardo Salles, aseguró que los datos del
instituto como “imprecisos” y descartó dar prioridad a la
Amazonia.
Ante
las masivas reacciones críticas, Bolsonaro moderó sus críticas.
Los datos de deforestación pueden afectar negociaciones
internacionales, por eso autoridades superiores, empezando por el
ministro de Ciencia y Tecnología, Marcos Pontes, deberían conocer
tales datos antes de su divulgación, matizó.
Pero
no es la primera respetada institución en producción de
conocimientos científicos que ha sufrido ataques similares del
presidente o sus ministros.
La
Fundación Oswaldo Cruz, un centro estatal de referencia en
investigaciones en salud, produjo un estudio sobre el uso de drogas
ilícitas en Brasil rechazado por el gobierno. El Ministerio de la
Ciudadanía consideró inadecuada su conclusión de que no hay una
epidemia de drogadicción en el país.
La
epidemia es evidente en las calles de grandes ciudades como Río de
Janeiro, el estudio tiende a favorecer la liberación de las drogas,
sentenció el ministro de la Ciudadanía, el médico Osmar Terra.
Un
recorte presupuestario de órganos que financian investigaciones
científicas puso en situación crítica a la academia brasileña y
obligó a la interrupción de muchos estudios y a la suspensión de
muchas becas de posgrado.
El
Instituto Brasileño de Geografía y Estadística se vio forzado a
reducir la amplitud del censo que ejecutará en 2020, en desmedro de
algunos datos que perderán su serie histórica.
Los
órganos ambientales también están perdiendo capacidad de gestión
y manejo de sus conocimientos, ante la acción aparentemente
deliberada del ministro Salles, que paralizó sus funciones, vaciando
prácticamente de jefes a las instituciones de protección ambiental
o administración de unidades de conservación en el país.
Además
pretendió alterar la gestión del Fondo Amazonia, que financia
proyectos ambientales y sociales en la norteña región con
donaciones de Noruega y Alemania. Habló de irregularidades no
comprobadas y generó un conflicto con los donadores que podrá echar
a perder esos recursos contra la deforestación.
Otro
blanco de destrucción es el Itamaraty, el Ministerio de Relaciones Exteriores, un centro de formación y ejercicio de una diplomacia de
carrera también reconocida internacionalmente. Al nombrar como
canciller a Ernesto Araújo, sin experiencia como embajador,
Bolsonaro ignoró la jerarquía y el conocimiento de diplomáticos
sénior.
Su
decisión de designar como embajador en Washington a su hijo Eduardo
Bolsonaro, diputado de 35 años y evangélico, cuya única
experiencia anterior fue en el área policial, humilla a los
diplomáticos brasileños.
Pero
la repercusión fue tan negativa, incluso dentro del Senado que
tendrá que aprobar el nombramiento, que podría abortar una
designación que muchos consideran puro nepotismo.
Edición:
Estrella Gutiérrez
Fuente:
Mario Osava, Brasil con un gobierno cada día más religioso y anticientífico, 23 julio 2019, Inter Press Service.
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