Regresamos
a la situación nuclear en Turquía: sus oscuridades, acuerdos
internacionales y amenaza tanto para la población como para el
medioambiente de dicho país. Los proyectos siguen adelante pese al
aumento de los costes, las protestas de la sociedad civil, la presión
sobre especies en peligro y que se desconozca qué será de los
residuos radioactivos.
por Pinar
Demircan
Al
ser uno de los primeros países que firmaron un acuerdo basado en el
artículo 123 de "Cooperación con otras naciones" de la
Atomic Energ Act estadounidense de 1954, estableciendo el programa
Átomos por la Paz del presidente Dwight D. Eisenhower, distintos
gobiernos turcos han apostado por la energía nuclear al considerarlo
clave en el desarrollo del país.
Turquía
creó su propia Comisión de energía atómica pronto, en 1956, para
trabajar en energía y seguridad. En 1982 se reconvirtió en el
actual regulador nuclear y la autoridad nacional en lo relativo a
licencias, el TAEK (Comisión de la energía atómica turca, por sus
siglas en inglés). A día de hoy, hay dos reactores de investigación
en el Centro de Investigación y Entrenamiento Nuclear, en Estambul.
Para obtener un mayor desarrollo en el sector, se iniciaron varios
procesos de licitación en 1965, 1972, 1982 y 1993, pero nunca se
llevaron a cabo debido a las inseguridades políticas y económicas
dado el clima de golpes militares que se producían cada 10 años,
aproximadamente.
El
movimiento antinuclear también jugó un papel importante. Esto
comenzó en los 70 con las protestas de pescadores y ciudadanos en
Mersin, y repuntó tras el desastre de Chernóbil en 1986. Al final
de los 2000, se revisaron ciertos planes y en la actualidad se
apuesta por tres proyectos: Akkuyu en el sudeste, Sinop en el noreste
e Igneada en el oeste. La justificación oficial se deriva de la
necesidad de reducir la dependencia de recursos extranjeros. Turquía
dependía aproximadamente un 75 % de fuentes energéticas importadas.
De su generación de electricidad, el 34 % procede del gas natural,
del que un 70 % se importa desde Rusia; 31 % de carbón; 24 % de
energíá hidráulica; 6 % de eólica; 2 % de la geotérmica y 3 % de otras fuentes.
En
2010, Turquía firmó un acuerdo intergubernamental con Rusia para
intalar una central nuclear cerca de Mersin, en la costa
Mediterránea. Este acuerdo permite a la empresa rusa Rosatom
establecer la central Akkuyu, de cuatro reactores, siguiendo el
modelo BOO (Built-Own-Operate, la empresa propietaria construye y
opera) por primera vez en la historia. El anterior proyecto, el de
Calvert Cliff en Estados Unidos, no siguió adelante por cuestiones
de seguridad militar. Siguiendo este esquema, el coste estimado del
proyecto de Akkuyu era de 22 mil millones de dólares por los cuatro
reactores, de diseño VVER1200, y la electricidad producida por
Akkuyu será comprada a un precio garantizado de 12,35 céntimos cada
kWh durante 15 años. Un dólar era 1,9 liras turcas cuando el
proyecto comenzó en 2010, en 2019 un dólar equivale a 7 liras.
Tratándose de un acuerdo internacional, este pacto se forjó a
espaldas de la ciudadanía y no pudo evaluarse dentro del marco
constitucional.
Aunque
Turquía no firmara las Convenciones de Aarhus y Espoo, que obligan a
la participación pública y a evaluaciones de impacto medioambiental
(EIM), la ley turca refuerza la necesidad de dicha EIM. En el
contexto de las negociaciones de acceso a la UE, esta ley refleja
gran parte de la directiva europea sobre las EIM. La evaluación del
proyecto de Akkuyu fue rechazada dos veces por el Ministerio de Medio
Ambiente y Urbanización. Una tercera solicitud fue aprobada a
finales de 2014, una semana después de la visita del Presidente
Vladimir Putin a Turquía. Circundando todo el proceso, hubo un gran
debate público. Como reacción a la aprobación de la EIM, un
conjunto de 13 organizaciones de la sociedad civil y 80 individuos,
incluyendo organizaciones de físicos, abogados e ingernieros,
ecologistas y de ámbito local, presentaron un recurso. Pese al
notorio descontento local y nacional, los estudios de viabilidad para
la localización de la central nuclear comenzaron el 14 de abril de 2015.
Sinop
e Igneada, los otros proyectos nucleares turcos
La
central de Akkuyu es la primera que entró en fase de construcción.
Pero en 2013, Turquía firmó otro acuerdo intergubernamental, esta
vez con Japón, para una segunda central nuclear cerca de Sinop, una
ciudad en el Mar Negro. De nuevo, siguiendo el modelo BOO. Los
reactores Atmea se entregarán a Mitsubishi en cooperación con la
francesa Areva. Hasta ahora, el diseño Atmea solo existe sobre el
papel y Turquía es el único país interesado en el mismo. Los
reactores, de acuerdo con estos pactos, deberían de ser capaces de
usar óxido mezclado (MOX) como combustible, incluyendo plutonio como
combustible nuclear gastado y reprocesado.
Pese
a que el proyecto todavía se encuentra en una fase muy inicial, y
que aún no se hayan entregado permisos al respecto, se han talado
casi un millón de árboles en un terreno que se había transferido
del Ministerio de Medio Ambiente al de Energía. En enero de 2019
llegaron noticias de que la japonesa Mitsubishi había revisado el
precio del proyecto debido al esfuerzo y tiempo consumidos en
investigar la zona, de acuerdo con la normativa post-Fukushima.
Finalmente, Mitsubishi anunció que duplicarían el coste, alcanzando
los 40 mil millones de dólares. Desde entonces, el gobierno turco no
ha explicado nada a la ciudadanía. Ahora existen varias
posibilidades, incluyendo estas tres: que los costes los paguen los
ciudadanos cuando empiece la producción eléctrica, que se instalen
centrales de carbón por el coste anterior o que se cancele el
acuerdo con Japón para buscar otro socio.
En
2016, el gobierno anunció un tercer proyecto, potencialmente en
cooperación con la constructora china CNG. Igneada es famosa por su
masa forestal, cerca de la frontera con Bulgaria y a 220 kilómetros
de Estambul. El uso e implementación de tres tecnologías distintas,
en propiedad de tres países distintos, ha generado importantes
preocupaciones sobre si los diferentes procedimientos de seguridad y
regulaciones podrán implementarse en la, todavía, infantil
infraestructura legislativa nuclear en Turquía.
Problemas
con Akkuyu
En
2014, una misión de revisión de la infraestructura nuclear
integrada (INI) del Organismo Internacional de Energía Atómica
(OIEA) concluyó que las estructuras legales turcas necesitaban de
mejoras. El resultado de esta misión solo se supo una vez filtrada,
seis meses después de la fecha del informe. Una de las críticas
centrales del informe provenía de la falta de independencia del
regulador nuclear TAEK, de acuerdo con la Convención de Seguridad
Nuclear (CSN). Por si esto fuera poco, dado que Turquía no firmó
las Convenciones de Espoo y Aarhus, Chipre, situada a 100 kilómetros,
no pudo participar en el proceso de la EIM.
El
proyecto se sitúa en una zona remota de la costa mediterránea
turca. Las personas críticas alegan que se prestó muy poca atención
a la protección natural durante la preparación del proyecto. Esto
incluye amenazas a los humedales cerca del río Göksu, y a especies
en peligro como la tortuga boba (Caretta caretta) o las focas monje (Monachus monachus). Existen además dudas sobre los efectos del
aumento de 2 grados de la temperatura en las aguas cercanas a la
central debido a su uso para enfriamiento. Turquía se encuentra en
una zona de actividad sísmica y sus costas sufren de un riesgo
elevado de tsunami. La sociedad civil solicitó que la EIM subrayara
el riesgo de una falla activa a 30 kilómetros de distancia de
Akkuyu.
Residuos
radioactivos de alta actividad procedentes de la central de Akkuyu
El
informe de la EIM no contenía ninguna explicación sobre los
residuos radioactivos. Rosatom aclararía durante una revisión de
expertos en el proceso judicial de la EIM que, de acuerdo con el
artículo 12 de la Constitución rusa, Rusia nunca aceptaría
almacenar residuos nucleares procedentes del extranjero. Por tanto,
no está claro cómo será tratado el combustible gastado, o cómo
deshacerse del agua empleada. Hay dudas al respecto, especialmente
debido al alto riesgo sísmico en todo el territorio turco, que
vuelve encontrar un depósito profundo algo virtualmente imposible.
El acuerdo turco-ruso parece apuntar al reprocesamiento del
combustible gastado en Rusia junto con la repatriación de los
residuos vitrificados de alto nivel de radiación. Sin embargo, no
queda claro el transporte de estos, que probablemente tengan que
atravesar la altamente poblada zona de Estambul a través del
Estrecho del Bósforo.
Este
artículo continuará en su segunda parte.
Pinar
Demircan, Nukleersiz.org
Traducción
de Raúl Sánchez Saura.
Fuente:
Pinar Demircan, El programa nuclear turco amenaza nuestro Mar Mediterráneo I, 24 junio 2019, El Salto Diario. Consultado 28 junio 2019.
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