lunes, 17 de junio de 2019

El Chernobyl estadounidense del que no se hacen series: el accidente nuclear de Three Mile Island


El cine siempre se ha usado como una herramienta más de propaganda. Hollywood lo sabe, y por eso hace series sobre Chernobyl y no sobre Three Mile Island, el accidente nuclear más grave de la historia de Estados Unidos.

por Jose Carmona

Homer Simpson, inspector de seguridad del sector 7-G de la central de Springfield, es el fiel reflejo de lo que pasó en el accidente nuclear más grave de la historia de Estados Unidos: la precaria cualificación de los trabajadores de las plantas estadounidenses casi provoca un roto que hubiera contado por miles los cadáveres.

Hace cuarenta años, el 28 de marzo de 1979, Harrisburg se despertaba con la noticia de que algo pasaba en la central nuclear situada a apenas 16 kilómetros. Aún restaban siete años hasta Chernobyl, la catástrofe nuclear más grande que ha sufrido la humanidad. El accidente norteamericano cambió drásticamente la política atómica de Estados Unidos, que entendió las consecuencias irreparables que deja un error en una central nuclear, y puso en relieve la escasa formación de los técnicos que operaban en las plantas del país.

El desastre, el operativo y las ñapas fueron tan irregulares y azarosas que la transcripción de la Comisión Reguladora Nuclear (NRC) da a entender que la magnitud del desastre podría haber sido irreparable: "Esto se parece a un par de ciegos que se tambalean alrededor de una toma de decisiones”, dijo Joseph M. Hendrie, presidente de la NRC por aquel entonces.

"Las causas no suelen ser por problemas técnicos. En este caso, fue falta de organización. Se detectó que el problema era que los trabajadores apenas tenían una formación básica, no tenían conocimientos cualificados", cuenta Ignacio Fernández, físico e inspector de Centrales Nucleares en España, ya jubilado.

El accidente que cambió la dinámica

Durante la madrugada del 28 de marzo el núcleo de Three Mile Island (TMI) sufrió una fusión parcial y puso en riesgo a toda la flora y fauna que rodeaba el terreno. El accidente nuclear más grave de la historia de Estados Unidos generó todo un debate en torno a la radiación, ya que casi dos millones de personas quedaron práticamente expuestas, de las cuales unos 70.000 recibieron un aviso para estar preparados ante una posible evacuación.

El reactor 2 de TMI fue el que sufrió la fuga, y según los análisis se debió a un fallo humano al realizar ciertos protocolos de cierres de válvulas. "Ese accidente fue un toque de atención. A partir de aquello se exigió mayor formación a los técnicos. Una persona que no sabe ciertas cuestiones sobre física no puede trabajar en una central, porque no sabe cómo funciona un reactor. Se exigió mejorar los procesos de reciclaje, se promovió la formación continua..., y además, desde aquello, cada central tuvo su propio simulador para practicar ante hipotéticos problemas, mientras que antes había uno genérico para todos. Los métodos se volvieron más cuidadosos y se hacían muchas más operaciones preventivas", cuenta el físico Ignacio Fernández.

Incluso se hizo mayor campaña de concienciación con los técnicos e inspectores, para que no bajaran la guardia y evitar así nuevos accidentes: "Varios técnicos españoles se fueron a un curso al Georgia Institute of Technology -lugar de Estados Unidos donde se investiga sobre la energía nuclear- y les hacían repetirse todos los días frases como 'Soy consciente de que tengo a mi cargo un núcleo a mucha temperatura', para que no se les olvidase la gravedad de un error", asegura el trabajador.

El accidente hizo saltar alarmas y provocó la creación en 1980 de un Sistema de Notificación de Incidentes con la intención de que todos los países informasen de los acontecimientos e incidentes inusuales en las centrales nucleares para el conocimiento de otros países.

¿No hay radioactividad en los alrededores?

La fuga de TMI se catalogó como problema de nivel cinco -accidente con consecuencias amplias- y hasta Chernobyl y Fukushima era el percance nuclear más grave de la historia. ¿Cómo es posible que no se hayan revelado problemas y consecuencias en la salud y en el medio ambiente a largo plazo?

Según las estimaciones del NRC, del Departamento de Salud, Educación y Bienestar y de la Agencia de Protección Ambiental, se observó un incremento en la exposición de radiactividad, pero sin llegar a guarismos peligrosos.

Desde Ecologistas en Acción aseguran que no se puede llegar a conclusiones sobre las consecuencias del accidente por culpa de la opacidad de las investigaciones: "El problema es que el acceso a estudios fiables con la intensidad que debería no existen, entonces es difícil prever los problema de la radiación. No es solo la exposición directa, sino la que se produce a lo largo del tiempo", asegura Javier Andáluz, portavoz de la organización.

"Hay evidencia de contaminación radiactiva, es obvio que afectó al medio ambiente. Decir que no hubo consecuencias es no querer contar la verdad. Además, hay enfermedades relacionadas, no sólo cáncer: estrés postraumatico, problemas psicológicos derivados de este tipo de catástrofes, ansiedad, angustia que puede acabar en alcoholismo... Hay que entender la angustia vital si tú o los tuyos van a padecer algún tipo de enfermedad", asegura Raquel Montón, responsable de la campaña antinucleares de Greenpeace en España.

"La Organización Mundial de la Salud (OMS) debería liderar estos estudios, pero nunca ha analizado TMI y hay un porqué claro: la OMS depende de Naciones Unidas, que también tiene dentro de sus administraciones al Organismo de Energía Atómica, por lo que hay un claro conflicto de intereses. La American Nuclear Society también ha publicado informes, pero no tienen credibilidad", critica Montón.

Un informe del investigador Steven Wing al que Greenpace cita y da credibilidad asegura que el escape de radiación fue más de diez veces superior al reconocido oficialmente. A través de la cercanía geográfica respecto a la central, el investigador asegura que los índices de cáncer pulmonar son de cuatro a seis veces más elevados, al igual que hay entre dos y diez veces más casos de leucemia ahí donde el viento era favorable a las corrientes que arrastran el aire de TMI.

Steve Ala, profesor asociado de epidemiología de la Universidad de Carolina del Norte, daba alas a desoír las interpretaciones del Gobierno: "Es consistente la hipótesis de que la radiación del accidente llevó a un aumento en el cáncer en las zonas que se encontraban en el camino de la plumas radiactiva", concluía en su informe.

Y llegó Chernobyl

Varios años después, toda la gravedad que pudo tener el accidente en suelo estadounidense quedó en anécdota al lado de lo acontecido en Ucrania: "Lo de Chernobyl no tuvo nada que ver con lo que pasó en TMI, aquello fue una falta de control de todo tipo. Llegaron técnicos desde Moscú para hacer una prueba y aprovecharon el reactor que mejor funcionaba, pero quitaron a los operadores responsables y metieron la pata. Hicieron una prueba de comprobación de los generadores de emergencia, para saber cuántos minutos podían mantener la central de manera segura. El jefe de turno ya avisó de que aquello era muy peligroso, pero no le hicieron caso", cuenta Ignacio Fernández. 31 muertos por un ejercicio de cabezonería.

Ecologistas en Acción reflexiona sobre el peligro de la energía nuclear, incontrolable cuando hay accidentes: "TMI fue la primera advertencia del riesgo nuclear. La segunda fue Chernobyl y la tercera Fukushima. Tenemos tres accidentes con graves consecuencias, y aún a día de hoy no tenemos solución para residuos de alta intensidad. Si los romanos hubieran usado energía nuclear, todavía seguiríamos sufriendo sus residuos acumulados", concluye.

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