por
Henry Fountain
Una
sequía severa en Panamá ha provocado que haya niveles de agua más
bajos en el canal, lo que ha obligado a que se restrinja la cantidad
de carga de las embarcaciones más grandes para que puedan navegar
por la cuenca.
“Los
últimos cinco meses han sido la temporada más seca en toda la
historia del canal”, dijo Carlos Vargas, vicepresidente de
Ambiente, Agua y Energía de la Autoridad del Canal.
El
canal -una maravilla de la ingeniería que provee un cruce corto
entre el Atlántico y el Pacífico- maneja alrededor del cinco por
ciento de todo el comercio marítimo, por lo que la más mínima
interrupción ahí tiene un efecto en la economía global. Y los
problemas por los niveles de agua en ese sitio se podrían volver
cada vez más comunes.
El
órgano que rige el canal impuso límites a las embarcaciones para
que aligeren su carga a fin de que queden más sobre la superficie
del agua, porque de otro modo podrían encallar.
Aunque
ya terminó la temporada seca y se han reanudado las lluvias, Vargas
dijo que se mantendrán algunas de las restricciones en el canal
durante el verano. Estas limitaciones se podrían volver más comunes
si el cambio climático provoca tormentas más extremas o periodos
secos más largos, como los científicos prevén que suceda.
La
sequía está relacionada con el fenómeno de El Niño, que empezó
antes este año y que se prevé continuará hasta el otoño. Con El
Niño, las aguas superficiales que son más calurosas se presentan en
el Pacífico ecuatorial y tienen un efecto en los patrones climáticos
en muchas partes del mundo, incluyendo la cantidad de lluvia que cae
en Centroamérica.
Tan
solo en la última década han ocurrido cuatro de las tormentas más
intensas y varias de las sequías más graves desde que abrió el
canal, hace 105 años, según Robert Stallard, hidrólogo del
Servicio Geológico de Estados Unidos y del Instituto de
Investigaciones Tropicales del Smithsonian que lleva décadas
estudiando temas hídricos.
“Vamos
a tener que planear para casos con climas futuros más extremos”,
dijo Stallard.
La
Autoridad del Canal impuso las restricciones en febrero, cuando la
sequía azotó y los niveles de los dos lagos que alimentan el canal
empezaron a caer. Las limitaciones afectaron solo a las embarcaciones
grandes que usan las nuevas esclusas, inauguradas en 2016. En
promedio, siete embarcaciones usan esas esclusas por día.
La
Autoridad del Canal avisa de las restricciones con mucha antelación
para que los encargados del cargamento calculen qué tanto peso
pueden poner en sus embarcaciones para que transiten por el canal de
75 kilómetros. De otro modo, el peso que se exceda debe ser
descargado en Panamá.
Desde
que se hizo el anuncio en febrero, el máximo para el calado se ha
reducido en cinco ocasiones. Para el 28 de mayo será de 43 pies, 7
pies (casi dos metros) menos de lo acostumbrado.
Vargas
dijo que a partir de esa fecha también se verán afectados los
barcos pequeños que usen las esclusas anteriores: el calado máximo
permitido pasará de 39,5 pies a 38,5 pies. Unas veinticinco
embarcaciones usan las llamadas esclusas centenarias cada día.
Debido
a que las tarifas por uso del canal se basan parcialmente en las
cargas, imponer estos límites le ha costado a la Autoridad del Canal
unos 15 millones de dólares, una cantidad comparativamente baja
frente a los ingresos de más de 2000 millones de dólares anuales.
Vargas
dijo que las restricciones se levantarán gradualmente, quizá a
partir de junio. Agregó que para mediados de septiembre hasta las
embarcaciones con mayor calado podrían usar el canal sin tener que
reducir sus cargamentos.
Ya
se habían impuesto restricciones al calado en otros años, durante
temporadas pasadas de El Niño, y algunas han significado pérdidas
monetarias más grandes. Stallard, del servicio geológico
estadounidense, dijo que el impacto de la sequía en este año no fue
tanto en parte porque el otoño anterior hubo muchas lluvias.
La
gestión hídrica siempre ha sido una parte crítica de las
operaciones de un canal, pero se volvió aún más importante cuando
se construyeron las esclusas grandes en la expansión. Cada vez que
un barco transita por el canal se pierden unos 50 millones de galones
o 190 millones de litros de agua fresca hacia los océanos.
Esa
agua proviene de dos lagos artificiales, Gatún -por el cual pasan
las embarcaciones como parte del canal- y Alajuela. Los lagos también
proveen de agua a mucha de la población en Panamá.
Los
operadores del canal intentan almacenar suficiente agua de la
temporada de lluvias para poder operarlo en temporadas secas. Este
año demostró que eso no siempre es posible. El almacenamiento de
agua es una prioridad hasta en años normales; por ejemplo, las
nuevas esclusas tienen cámaras para conservar algo del agua que se
usa cada vez que un barco pasa por el canal.
Pero
la temporada de lluvias también tiene diversos desafíos. En
diciembre de 2010 las lluvias torrenciales causaron el desbordamiento
de los lagos; las inundaciones resultantes forzaron a que el canal
cerrara por un día. Si hay demasiada agua en el sistema también
pueden dañarse las esclusas y otra infraestructura.
Vargas
dijo que la Autoridad del Canal tiene un equipo de meteorólogos,
científicos e ingenieros que prevén y planean cómo lidiar con los
extremos hídricos y que sus habilidades serán usadas cada vez más
a medida que cambia el clima.
Acerca
de los desafíos a largo plazo para el canal, Vargas comentó que la
solución es tener más agua. “No nos quedan dudas de que
necesitamos construir más represas”, dijo. “Creemos que son la
manera más efectiva de mitigar el cambio climático”.
Pero
añadir nuevos embalses sería una acción costosa y tardada. No hay
más agua disponible de la cuenca del río Chagres, que alimenta los
lagos Gatún y Alajuela. Para tener agua nueva tendrían que usarse
cuencas más alejadas del canal, para lo que deberían construirse
tanto túneles como diques.
Fuente:
Henry Fountain, La peor sequía en Panamá amenaza el futuro del canal, 17 mayo 2019, The New York Times.
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