Las inundaciones en Laspiur. Foto: Bomberos Voluntarios de Saturnino María Laspiur. |
Toda distopia, lo saben los lectores de ciencia ficción, comienza con la miopía de algunos.
Las notables
precipitaciones de los últimos días, que alcanzaron registros de
hasta 260 milímetros en pocas horas en algunos lugares volvieron a
encender luces de alarma sobre lo poco que se está haciendo en
materia preventiva. Alarmas que no se habían apagado en los años
precedentes, pero nadie parece atender: aluviones, anegamientos e
inundaciones, campos arrasados por el agua, cosechas imposibles y
rutas cortadas son las consecuencias de este cuadro, sin olvidar lo
que la imposibilidad de desplazarse y las enormes pérdidas
aparejadas significan.
Y no estamos
frente a algo nuevo: se nos había advertido que marzo tendría
lluvias copiosas, de la misma manera que antes se nos hizo saber del
nuevo fenómeno que representan las lluvias de gran intensidad en
lapsos breves, tanto como de lo que cabe esperar de un ordenamiento
territorial con demasiadas materias pendientes.
La ley de bosques
no es uno de esos ítems menores, mientras prosigue de manera
constante el desmonte que avanza sobre áreas con distinto grado de
protección y se suceden los avisos sobre las consecuencias del abuso
de la soja: no de otra manera se puede calificar al hecho de que esa
planta capaz de generar tanta riqueza en tiempo récord ha llevado a
no pocos a la sobreexplotación de suelos que se van
impermeabilizando y funcionan como una autopista para el desastre.
Claro que no
puede obviarse en esta compleja trama el papel que productores e
intendentes cumplen al construir canales que trasladan el problema a
sus vecinos, los primeros, y al no realizar los debidos controles,
los segundos. Controles que desde la Provincia deberían ser
reforzados por los organismos competentes.
Es cierto que se
han realizado obras de drenaje y de canalización, y que en algunos
sectores la situación ha mejorado gracias a eso.
Pero la sucesión
de anegamientos urbanos y rutas bajo el agua hablan de la necesidad
imperiosa de un proyecto superador que se ejecute en tiempo y forma.
Huelga recordar
que el cambio climático llegó hace tiempo para quedarse, y que tal
hecho viene siendo advertido desde hace años, aun cuando no pocos
responsables del calentamiento global se empecinen en negarlo. Pero
no habrá de desaparecer sólo porque decidamos hacerlo objeto de
nuestra indiferencia.
Toda distopia, lo
saben los lectores de ciencia ficción, comienza con la miopía de
algunos.
Las consecuencias
del accionar desenfrenado de la humanidad sobre el planeta van a
mayor velocidad que nuestra capacidad de comprensión del problema y
la subsiguiente reacción. Urge por ello ponerse a la par de lo que
estos tiempos y sus problemas exigen.
Fuente:
Las aguas bajan turbias, 05/04/19, La Voz del Interior. Consultado 08/04/19.
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