Ayer, comenzaron
las 38 horas de vigilia en Tribunales Federales por la presentación
de las últimas pruebas testimoniales en la causa contra la
contaminación e ilegalidad de Porta Hnos. Pese al frío y la lluvia,
cientos de personas se acercaron en el transcurso del día para
acompañar un amparo ambiental colectivo cuya definición sentará
un precedente histórico. Hoy y durante los próximos días,
continuarán las declaraciones.
Un grupo de
mujeres se sientan con el mate frente a nosotras y empiezan a
hablar. Hacen girar un micrófono que prolonga sus voces hasta los
ventanales de Tribunales Federales empañados por el frío, hasta la
calle por donde circulan autos, hasta los oídos de quienes
tercamente se niegan a escuchar los testimonios del horror. Vinieron
a decirle a la Justicia Federal y a la empresa Porta Hnos. que la
vida de las personas está por sobre todas las cosas. Y lo
pronuncian con cada parte del cuerpo: “Acá estamos todas las
vecinas y vecinos de cada lugar (…) esto es un aprendizaje de las
personas comunes, Rosa, la Gringa, la Cele, la Mariel, la Mari, que,
un día, dijimos basta”, dice Silvia, una de las mujeres
denunciantes en el juicio contra la planta de etanol ubicada en
barrio San Antonio. Son muchas las luchas que acompañan el pedido
de justicia.
Sus cuerpos se
ven cansados, se nombran a sí mismos desgastados por la lucha, pero
en resistencia. Cuerpos feminizados que vieron enfermarse a sus
nietos, que dolieron sus frutales muertos en los patios de sus
casas, que padecen dolores de cabeza, abortos espontáneos, cánceres
y que, desde hace siete años, le exigen al Estado que repare el
daño y expulse de sus barrios a la empresa que cada día produce
miles de litros de etanol a base de maíz transgénico con
agrotóxicos.
Una larga valla
policial separa a quienes presentaron el amparo ambiental colectivo
por la ilegalidad y contaminación de Porta Hnos. del ingreso al
bloque de hormigón que se emplaza en Concepción de Arenal al 690,
sede de los históricos juicios de lesa humanidad contra la última
dictadura cívica-eclesiástica-militar y, hoy, lugar donde también
se pelea por el reconocimiento de este tipo de delitos. Allí, se
desarrolla el pedido de justicia por el caso de Porta Hnos. y una
vigilia de 38 horas para esperar que el juez Hugo Vaca Narvaja se
expida: “Que el juez nos escuche o se vaya a vivir al barrio, así
sabe lo que vivimos todos los días”, dice Celeste, una de las
afectadas.
Mientras tanto,
dentro de Tribunales, comienzan los últimos testimonios de la
causa, en el marco de momentos decisivos que se desarrollarán a lo
largo de esta semana. A estas declaraciones de técnicos y
especialistas, le seguirá una última instancia judicial en mayo,
después de lo cual se espera que el magistrado emita la sentencia
del juicio que involucra una demanda al Ministerio de Energía y
Minería de la Nación por su inacción frente a los incumplimientos
legales de la fábrica de etanol y a la empresa como co-demandada.
Esperar Justicia
Por la mañana del día lunes, fueron llegando personas desde barrio Inaudi, Tejas Dos, San Antonio, 2 de Abril, Inaudi Anexo, Posta de Vargas, La Paya, Parque San Antonio, La Huertilla, que tapizaron el frente de Tribunales Federales con carteles: “No vamos a parar hasta que te vayas”, “Basta de contaminar, Porta Hnos.”, “Genocidas de barrios de la zona sur”, son algunas de las frases que mantuvieron la alerta a lo largo del día, junto a las diferentes voces que circularon por la radio abierta, números de teatro y de música que se hicieron presentes para acompañar y denunciar la ilegalidad y contaminación de la planta ubicada al sur de la ciudad de Córdoba.
Las expresiones
de deseos son múltiples: justicia, dignidad, reparación del daño
en los barrios de zona sur que, desde hace siete años, se han visto
asediados por la muerte y la desidia estatal:
“El Estado nos
abandonó, decidió, en algún momento, poner allí ilegalmente una
empresa de bioetanol y no solamente no nos preguntó, sino que les
dejó seguir comprando territorio y producir cada vez más. Al
Estado no le importaron los niños, ni mis hijos ni los hijos de
Celeste, ni de la Mari, ni los nietos de la Mirta, ni los nietos de
la Rosita. De pronto, los vecinos se tuvieron que ir, algunos porque
ya no pudieron más con sus cuerpos”.
Recorrer el
barrio, nos dice Silvia, es una muestra del daño irreparable de
Porta Hnos.
Decir con el
cuerpo
“No nos
olvidemos de la explosión de Alta Córdoba, de Río Tercero, de Río
Cuarto, de Pilar, no nos olvidemos. Pareciera que los Estados no lo
tienen en cuenta y no lo aprenden. Pues nosotras sí hemos aprendido.
El territorio es nuestro y el barrio es nuestro, y no queremos que
Porta esté en nuestros barrios. Porque vamos a defender con uña y
dientes a nuestra familia, a la gente que nosotros amamos”,
expresan las vecinas.
El conocimiento
sencillo, nos dice una de las afectadas, ese que nace a partir del
cotidiano, de percibir, preguntar, investigar y sentir lo que sucede
en el territorio que se pisa todos los días, es el que le permitió
a ella y a otras mujeres pararse firmes frente a una empresa que
produce 300 mil litros de etanol diarios de manera ilegal. Sin
estudio de impacto ambiental y sin audiencia pública, comenzó a
producir enfermedades desde el año 2012. Si el juez falla a favor de
Porta, falla a favor de que plantas como estas puedan instalarse en
diferentes barrios de la ciudad, falla a favor de que, en Córdoba,
haya zonas de sacrificio.
“Si quieren
saber cómo es Porta, vivan al lado de Porta. Si quieren saber lo
que es padecer a Porta, vengan al barrio y vivan al lado de Porta.
Porta no vive en el barrio, Mestre no vive en el barrio. La
Secretaría de Ambiente no vive en el barrio”, sentencia Silvia.
La Gringa vive en
San Antonio, a media cuadra de la empresa. Y larga el llanto. Nos
cuenta que, la noche anterior, había tenido miedo: “Anoche, con
los truenos, estaba sentada en la cama. ¿Que si la empresa tiene
pararrayos?, sí. ¿Tienen antenas? Sí, a granel. Pero tenemos
terror con cada tormenta fuerte”, nos dice. Y continúa
relatándonos que el miedo es permanente, que eso es lo que sienten
al tener a la empresa cerca de su casa, “el escuchar una sirena en
determinados momentos y no saber qué está pasando ahí adentro”.
Nos cuenta,
además, que todo a su alrededor se ha transformado y que casi no
recibe más visitas en su casa por los olores, por los ruidos. Que
los problemas en sus ojos y en su piel han crecido: “De este ojo,
me estoy quedando ciega, debido a toda la consecuencia que estoy
recibiendo del ambiente. Así que calculen ustedes, lo mío no es
nada a comparación de las muertes de los niños y los nacimientos
con malformaciones. Las pérdidas de embarazos, eso es muy grave”.
Antes de pasarle
el micrófono a su compañera, le exige al juez Vaca Narvaja el
cierre definitivo de la empresa. “Eso sería una bendición”,
dice. Una batalla ganada por su digna y esperanzadora lucha,
agregamos.
Fuente:
Crónica Día 1 Vigilia: Ite yendo Porta, 24/04/19, Fuera Porta.
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