jueves, 14 de marzo de 2019

Qué cambió a cuatro años de la trágica crecida del río Jesús María

Crecida en Jesús María el 3 de marzo de 2015

En 2015, días después del aluvión en Sierras Chicas, otro afectó a varias zonas del norte cordobés. Hubo destrucción y muerte. Qué se hizo desde entonces y qué falta hacer en relación con las obras y con las acciones anunciadas.

por Claudio Minoldo

Hace cuatro años, las crecidas del río Jesús María y de sus afluentes dejaron muerte y destrucción, sin ninguna exageración en la descripción. Sucedieron días después de otro fenómeno también trágico por las crecidas descontroladas en la vecina zona de Sierras Chicas.

Desde entonces, se sumaron obras de reconstrucción y protección que parecen haber mejorado las chances de prevención de daños ante fenómenos similares en varias áreas de esta cuenca del norte cordobés. Pero restan avances y definiciones sobre otras. Por ejemplo, los diques de contención anunciados para frenar otras crecidas similares.

Difieren los números sobre la magnitud de aquel temporal, si fueron entre 200 y 300 milímetros, según la zona. Pero todos saben que fue mucho y en poco tiempo, y sobre áreas que registraban una importante merma de bosque nativo por incendios, talas y cambio de uso de suelo.

Ríos mansos como el Carapé y el San Miguel, que alimentan el Ascochinga, arrasaron con todo lo que tuvieron a su paso en la cuenca alta. Y cuando el Ascochinga se unió al Santa Catalina y bajaron hacia la ciudad de Jesús María -antes de pasar a la llanura- terminaron de consumar el horror: voltearon casas, arrastraron autos, derribaron puentes o cabeceras de puentes, taponaron vados y desdibujaron todos los márgenes.

También se cobraron vidas. Mariana Di Marco, de 21 años, fue arrastrada por el río San Miguel y hallada sin vida cinco días más tarde, varios kilómetros aguas abajo del lugar donde fue vista por última vez. Sobre el Santa Catalina fallecieron otras tres personas (un matrimonio mayor y un joven padre de familia) que estaban de visita en el lugar cuando llegó la crecida.

Dos semanas después del desastre, los vecinos Luis Pastawski, Mónica Ozubko y Gerardo Guirado de Jesús María presentaron un amparo ambiental colectivo ante la Cámara Contencioso Administrativa de 2ª Nominación de Córdoba, que impuso poco después a la Provincia una serie de obligaciones a cumplir.

A mediados de 2015, el Gobierno de Córdoba presentó un plan de obras ante el juez Humberto Sánchez Gavier que incluía la construcción de microembalses en la cuenca media, reconstrucción y protección de las riberas en las zonas urbanas, el montaje de un sistema de alertas tempranas, promesas de reforestación y mayor control sobre el manejo del suelo, y un sistema de retención con cuatro pequeños diques que luego mutaron a dos algo mayores.

Qué se cumplió

A cuatro años, el amparista Pastawski se mostró satisfecho con los resultados. “Algunas obras quedaron en el camino cuando ya estaban planificadas. La apatía de muchos y la mirada de otros desde un discurso seudoambientalista fue distinta a la nuestra. Desde mi punto de vista no entendieron que siempre hay que priorizar el bien común y que para evitar futuras tragedias el todo es superior a la suma de las partes”, opinó.

En términos de magnitud, quizás Jesús María fue la ciudad que más pudo avanzar con la reconstrucción de riberas destruidas porque logró que la Provincia le financie los materiales para construir gaviones en las costas que el río se llevó. El municipio formó equipos que por meses solamente se abocaron a trabajar en esas defensas.

De esa forma, se logró proteger barrios enteros de otras eventuales crecientes, como Las Vertientes, La Costanera, Los Naranjos, Norte y Agua Mansa. Además, otras empresas que tuvieron que intervenir sobre el río protegieron Alto Los Molinos, y la margen norte antes del puente sobre ruta 9.

Sobre el sistema de alerta temprana de crecidas, la cuenca regional sumó tres estaciones a otras cuatro de una tecnología de menor precisión, que se vienen supervisando. Ya aportan datos a un sistema integrado de monitoreo provincial. Si los ríos agua arriba crecen, aguas abajo deberían saberlo y en tiempo real.

Mientras, en la cuenca media del río Jesús María, se concretaron 34 lagunas de retardo o microembalses en áreas rurales y otras 12 en una cuenca más al norte. La financiación mixta junto al Ministerio de Agricultura permitió extender esas obras sobre zonas productivas. En ese marco, la situación mejoró, aunque algunos insistan en que podrían sumarse unidades para retardar aún más el avance de las aguas en caso de muy intensas lluvias.

Cuenca baja, más crítica

Rubén Foletto, intendente de Obispo Trejo, tiene una visión menos optimista. Ubicada ya en la llanura, la localidad la pasó muy mal durante marzo de 2015 y le llevó varios años salir de aquella situación. El jefe comunal planteó que las pocas obras financiadas por la Provincia fueron trabajadas con el consorcio canalero y no con su administración.

Después de mis reclamos por los medios, pasaron a ignorarme por completo. Todo lo que pedí me fue negado”, destacó. Foletto recordó que con recursos propios hicieron un canal de contención que los protege de eventuales desbordes y que trabajan ahora en la manutención de los desagües.

En la cuenca baja, cuando el agua ya pasó por la zona urbana de Jesús María, creen que es donde menos se hizo. “Desilusiona un poco que nos hicieran pelear entre vecinos de localidades afectadas por la construcción de un dique en el río Carapé, en la cuenca alta. La gente gastó tiempo y dinero para que todo quedara en nada. A los vecinos de la cuenca baja nos sirven más las obras de la cuenca alta, para retener allá el agua”, planteó Foletto.

Los diques que faltan para retener un mayor caudal, aguas arriba

Julio Ortega, de la Mesa del Agua de La Granja, detalló que la última reunión con funcionarios provinciales fue en 2017, cuando presentaron el proyecto del dique para el río Ascochinga. Lo consideró “muy superador” al originario, que dibujaba dos diques menores sobre los ríos San Miguel y Carapé. Esos dos habían tenido una fuerte resistencia entre vecinos de la zona de La Granja, al norte de Sierras Chicas, quienes cuestionaban el impacto ambiental que representarían en una zona de bosques nativos.

La Provincia finalmente reformuló el proyecto, pero no se avanzó en obras. “Ha quedado en stand by por falta de recursos. En la Municipalidad nos dieron esa explicación. Me parece que hay un relajamiento ahora”, dijo Ortega.

Rafael Di Marco, papá de la fallecida Mariana y referente de Jesús María en la movilización por estos temas, recordó que en 2017 la Provincia presentó el proyecto para el dique de Santa Catalina. “Hicimos algunas observaciones para que se justifiquen algunos cálculos. Pero después de eso, no se supo más nada respecto de cómo y cuándo se seguirá”.

Entre ambos diques planificados se podrían embalsar unos cuatro hectómetros (el dique La Quebrada, de Sierras Chicas, tiene tres) y serían un paliativo importante para frenar el primer impacto en una crecida de alta magnitud, similar a la de 2015.

Desde Recursos Hídricos de la Provincia no se respondió sobre la consulta de este diario sobre el avance de ese proyecto. Hasta ahora, se admitían dificultades para asegurar el financiamiento de esas obras, cuyos presupuestos ya quedarían desactualizados. En su momento, la Nación se había comprometido a aportar parte de los recursos.

Además de los diques, a la fecha resta la ejecución de la cabecera norte del puente que une Jesús María con Sinsacate -postergada desde hace dos años por Vialidad Nacional- y un nuevo puente provincial sobre el río Ascochinga, que se concretará en paralelo a la ejecución de una obra vial que está pendiente sobre la ruta E-66.

Fuente:
Claudio Minoldo, Qué cambió a cuatro años de la trágica crecida del río Jesús María, 12/03/19, La Voz del Interior.

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