Crecida en Jesús María el 3 de marzo de 2015 |
En 2015, días después del aluvión en Sierras Chicas, otro afectó a varias zonas del norte cordobés. Hubo destrucción y muerte. Qué se hizo desde entonces y qué falta hacer en relación con las obras y con las acciones anunciadas.
por Claudio
Minoldo
Hace cuatro años,
las crecidas del río Jesús María y de sus afluentes dejaron muerte
y destrucción, sin ninguna exageración en la descripción.
Sucedieron días después de otro fenómeno también trágico por las
crecidas descontroladas en la vecina zona de Sierras Chicas.
Desde entonces,
se sumaron obras de reconstrucción y protección que parecen haber
mejorado las chances de prevención de daños ante fenómenos
similares en varias áreas de esta cuenca del norte cordobés. Pero
restan avances y definiciones sobre otras. Por ejemplo, los diques de
contención anunciados para frenar otras crecidas similares.
Difieren los
números sobre la magnitud de aquel temporal, si fueron entre 200 y
300 milímetros, según la zona. Pero todos saben que fue mucho y en
poco tiempo, y sobre áreas que registraban una importante merma de
bosque nativo por incendios, talas y cambio de uso de suelo.
Ríos mansos como
el Carapé y el San Miguel, que alimentan el Ascochinga, arrasaron
con todo lo que tuvieron a su paso en la cuenca alta. Y cuando el
Ascochinga se unió al Santa Catalina y bajaron hacia la ciudad de
Jesús María -antes de pasar a la llanura- terminaron de
consumar el horror: voltearon casas, arrastraron autos, derribaron
puentes o cabeceras de puentes, taponaron vados y desdibujaron todos
los márgenes.
También se
cobraron vidas. Mariana Di Marco, de 21 años, fue arrastrada por el
río San Miguel y hallada sin vida cinco días más tarde, varios
kilómetros aguas abajo del lugar donde fue vista por última vez.
Sobre el Santa Catalina fallecieron otras tres personas (un
matrimonio mayor y un joven padre de familia) que estaban de visita
en el lugar cuando llegó la crecida.
Dos semanas
después del desastre, los vecinos Luis Pastawski, Mónica Ozubko y
Gerardo Guirado de Jesús María presentaron un
amparo ambiental colectivo ante la Cámara Contencioso Administrativa
de 2ª Nominación de Córdoba, que impuso poco después a la
Provincia una serie de obligaciones a cumplir.
A mediados de
2015, el Gobierno de Córdoba presentó un plan de obras ante el juez
Humberto Sánchez Gavier que incluía la construcción de
microembalses en la cuenca media, reconstrucción y protección de
las riberas en las zonas urbanas, el montaje de un sistema de alertas
tempranas, promesas de reforestación y mayor control sobre el manejo
del suelo, y un sistema de retención con cuatro pequeños diques que
luego mutaron a dos algo mayores.
Qué se cumplió
A cuatro años,
el amparista Pastawski se mostró satisfecho con los resultados.
“Algunas obras quedaron en el camino cuando ya estaban
planificadas. La apatía de muchos y la mirada de otros desde un
discurso seudoambientalista fue distinta a la nuestra. Desde mi punto
de vista no entendieron que siempre hay que priorizar el bien común
y que para evitar futuras tragedias el todo es superior a la suma de
las partes”, opinó.
En términos de
magnitud, quizás Jesús María fue la ciudad que más pudo avanzar
con la reconstrucción de riberas destruidas porque logró que la
Provincia le financie los materiales para construir gaviones en las
costas que el río se llevó. El municipio formó equipos que por
meses solamente se abocaron a trabajar en esas defensas.
De esa forma, se
logró proteger barrios enteros de otras eventuales crecientes, como
Las Vertientes, La Costanera, Los Naranjos, Norte y Agua Mansa.
Además, otras empresas que tuvieron que intervenir sobre el río
protegieron Alto Los Molinos, y la margen norte antes del puente
sobre ruta 9.
Sobre el sistema
de alerta temprana de crecidas, la cuenca regional sumó tres
estaciones a otras cuatro de una tecnología de menor precisión, que
se vienen supervisando. Ya aportan datos a un sistema integrado de
monitoreo provincial. Si los ríos agua arriba crecen, aguas abajo
deberían saberlo y en tiempo real.
Mientras, en la
cuenca media del río Jesús María, se concretaron 34 lagunas de
retardo o microembalses en áreas rurales y otras 12 en una cuenca
más al norte. La financiación mixta junto al Ministerio de
Agricultura permitió extender esas obras sobre zonas productivas. En
ese marco, la situación mejoró, aunque algunos insistan en que
podrían sumarse unidades para retardar aún más el avance de las
aguas en caso de muy intensas lluvias.
Cuenca baja, más
crítica
Rubén Foletto,
intendente de Obispo Trejo, tiene una visión menos optimista.
Ubicada ya en la llanura, la localidad la pasó muy mal durante marzo
de 2015 y le llevó varios años salir de aquella situación. El jefe
comunal planteó que las pocas obras financiadas por la Provincia
fueron trabajadas con el consorcio canalero y no con su
administración.
“Después de
mis reclamos por los medios, pasaron a ignorarme por completo. Todo
lo que pedí me fue negado”, destacó. Foletto recordó que con
recursos propios hicieron un canal de contención que los protege de
eventuales desbordes y que trabajan ahora en la manutención de los
desagües.
En la cuenca
baja, cuando el agua ya pasó por la zona urbana de Jesús María,
creen que es donde menos se hizo. “Desilusiona un poco que nos
hicieran pelear entre vecinos de localidades afectadas por la
construcción de un dique en el río Carapé, en la cuenca alta. La
gente gastó tiempo y dinero para que todo quedara en nada. A los
vecinos de la cuenca baja nos sirven más las obras de la cuenca
alta, para retener allá el agua”, planteó Foletto.
Los diques que
faltan para retener un mayor caudal, aguas arriba
Julio Ortega, de
la Mesa del Agua de La Granja, detalló que la última reunión con
funcionarios provinciales fue en 2017, cuando presentaron el proyecto
del dique para el río Ascochinga. Lo consideró “muy superador”
al originario, que dibujaba dos diques menores sobre los ríos San
Miguel y Carapé. Esos dos habían tenido una fuerte resistencia
entre vecinos de la zona de La Granja, al norte de Sierras Chicas,
quienes cuestionaban el impacto ambiental que representarían en una
zona de bosques nativos.
La Provincia
finalmente reformuló el proyecto, pero no se avanzó en obras. “Ha
quedado en stand by por falta de recursos. En la Municipalidad nos
dieron esa explicación. Me parece que hay un relajamiento ahora”,
dijo Ortega.
Rafael Di Marco,
papá de la fallecida Mariana y referente de Jesús María en la
movilización por estos temas, recordó que en 2017 la Provincia
presentó el proyecto para el dique de Santa Catalina. “Hicimos
algunas observaciones para que se justifiquen algunos cálculos. Pero
después de eso, no se supo más nada respecto de cómo y cuándo se
seguirá”.
Entre ambos
diques planificados se podrían embalsar unos cuatro hectómetros (el
dique La Quebrada, de Sierras Chicas, tiene tres) y serían un
paliativo importante para frenar el primer impacto en una crecida de
alta magnitud, similar a la de 2015.
Desde Recursos
Hídricos de la Provincia no se respondió sobre la consulta de este
diario sobre el avance de ese proyecto. Hasta ahora, se admitían
dificultades para asegurar el financiamiento de esas obras, cuyos
presupuestos ya quedarían desactualizados. En su momento, la Nación
se había comprometido a aportar parte de los recursos.
Además de los
diques, a la fecha resta la ejecución de la cabecera norte del
puente que une Jesús María con Sinsacate -postergada desde hace dos
años por Vialidad Nacional- y un nuevo puente provincial sobre el
río Ascochinga, que se concretará en paralelo a la ejecución de
una obra vial que está pendiente sobre la ruta E-66.
Fuente:
Claudio Minoldo, Qué cambió a cuatro años de la trágica crecida del río Jesús María, 12/03/19, La Voz del Interior.
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