Este 2 de marzo se cumplen tres años del asesinato de la activista medioambiental hondureña Berta Cáceres. Sin embargo, el proyecto hidroeléctrico contra el que protestaba sigue en marcha y las empresas impunes.
por Joana M.
Perelló y Alex Guillamón
Este 2 de marzo
se cumplen ya tres años de la siembra de Berta Cáceres. Son ya más
de mil días desde que en algún despacho alguien ordenara su
asesinato mientras dormía, es decir, mientras soñaba. Los sueños
de Berta Cáceres eran los de su gente, los mismos de tantas
comunidades campesinas e indígenas de todo el mundo: vivir en paz
con la tierra, los ríos y los bosques que les dan sentido y
subsistencia como pueblo y que, a la vez, protegen el clima y el
futuro de toda la humanidad.
Berta fue
asesinada por ser la portavoz del Consejo Cívico de Organizaciones
Populares e Indígenas de Honduras (COPINH) y de la resistencia de su
pueblo, porque hay empresas que incluyen la violencia y el homicidio
en su estrategia de inversión. Fue asesinada como las otras 1.238
defensoras y defensores ambientales que también lo han sido en los
últimos 10 años y como los centenares y miles de personas que, sin
llegar a ser asesinadas han sufrido extorsiones, amenazas,
desplazamientos forzosos, agresiones sexuales, judicialización,
campañas de desprestigio mediático, etc., por cruzarse en el camino
de empresas y gobiernos sin escrúpulos.
Empresas como la
nacional Desarrollos Energéticos S. A. (DESA), la costarricense
Concreto Preesforzado de Centroamérica SA (Copreca), la alemana
Voith Hydro Holding (participada por Siemens) y las entidades
financieras Banco Holandés de Desarrollo (FMO) y Fondo Finlandés
para la Cooperación Industrial (FINNFUND) participaban en el
proyecto cuando fue asesinada Berta Cáceres. No fue sino tras una
gran presión internacional, que las empresas europeas implicadas se
fueron retirando a regañadientes del proyecto.
Tras un juicio
plagado de irregularidades, el 19 de octubre de 2018 el Tribunal de
Sentencia de Tegucigalpa emitió un veredicto de condena contra los
acusados como autores materiales del asesinato, pero, tanto la
familia de Berta como el COPINH, denunciaron la impunidad en que
siguen quedando los autores intelectuales e inductores del asesinato.
Como se dijo en esos días, “Hubo sentencia, pero no hubo
justicia”.
Esa impunidad
forma parte del entramado de corrupción y violencia que sostiene el
modelo extractivista multinacional, que saquea comunidades de los
cinco continentes, destruyendo los medios de vida de millones de
personas y agotando los ciclos naturales de la vida. Al mismo tiempo
se persigue, hostiga y criminaliza a quienes los defienden.
Desde el crimen
de Berta el movimiento de solidaridad ha conseguido que gran cantidad
de entidades sociales, instituciones públicas, ayuntamientos,
parlamentos, gobiernos, incluido el español y la Comisión Europea,
se pronunciaran en diferentes momentos y de diferentes formas sobre
la necesidad de una verdadera justicia para Berta Cáceres, así como
para las decenas de defensores y defensoras de movimientos,
organizaciones sociales y comunitarias que han sido asesinados o
criminalizadas con total impunidad.
A pesar de todo
esto, y a pesar de lo que se ha dado a entender, hoy el proyecto
hidroeléctrico Agua Zarca sigue vigente. Este pasado mes de enero el
pueblo lenca, a través del Movimiento Amplio por la Dignidad y la
Justicia (MADJ) i el COPINH, todavía ha tenido que presentar una
acción legal ante la Corte Suprema de Justicia para exigir que se
cancele la concesión del proyecto.
Las personas y
comunidades afectadas por las violaciones de derechos humanos y
ambientales cometidos por las transnacionales en todo el mundo no
consiguen acceder a la justicia. En cambio, éstas, amparándose en
los tratados de comercio e inversión, pueden demandar a los
gobiernos por cualquier decisión que consideren que perjudica sus
“legítimas expectativas” de beneficios a través de los llamados
tribunales de arbitraje entre empresas y estados (ISDS, por sus
siglas en inglés).
Ya es hora de
acabar con esta impunidad. Necesitamos un sistema de justicia global
que ponga en el centro a las personas y al planeta, garantizando los
derechos humanos universales. Por eso, desde la Campaña contra los
Tratados de Comercio e Inversión (TCI), estamos impulsando la
campaña europea Derechos para las personas, obligaciones para las
multinacionales - Stop ISDS, que se articula en base a una recogida masiva de firmas para involucrar a millones de personas en toda
Europa en torno a dos objetivos:
Exigir la
eliminación de los "tribunales corporativos" ISDS en todas
sus formas, salir de los tratados de comercio e inversión que
contengan el ISDS u otro mecanismo similar y no firmar nuevos
tratados de este tipo en el futuro.
Promover el
establecimiento de un Tratado Vinculante de las Naciones Unidas capaz
de exigir responsabilidades a las multinacionales por la violación
de los DDHH, así como establecer leyes europeas y nacionales para
poner fin a la impunidad corporativa.
¡Justicia para
Berta y para todas las defensoras asesinadas y criminalizadas!
¡Derechos para
las personas, obligaciones para las multinacionales-Stop ISDS!
Joana M. Perelló,
Alex Guillamón, Entrepueblos y miembros de la campaña Stop ISDS
Fuente:
Joana M. Perelló, Alex Guillamón, La siembra de Berta Cáceres, 02/03/19, El Salto Diario.
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