miércoles, 27 de marzo de 2019

La ciudad de la furia

Buenos Aires es la octava ciudad más ruidosa del mundo. La consultora ambiental CitiQuiet, de Nueva York, la ubicó entre las diez metrópolis con mayor nivel de ruido. Gran parte de la ciudad tiene casi 80 decibeles durante el día.

por Gisela Marziotta

Buenos Aires es la octava ciudad más ruidosa del mundo. El dato se desprende de un estudio reciente de la consultora ambiental CitiQuiet, con sede en Nueva York. Además, es la única ciudad de América Latina que integra el ranking de las diez ciudades más ruidosas y que completan Bombay, Calcuta, El Cairo, Nueva Delhi, Tokio, Madrid, Nueva York, Shanghai y Karachi.

El caos vehicular, las permanentes obras en construcción, los cortes de calles y el ruido de bares y boliches convierten a Buenos Aires en la verdadera ciudad de la furia. Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), los sonidos que superan los 70 decibeles son considerados molestos mientras que aquellos que están por encima de los 90 decibeles son dañinos, sobre todo si se trata de una exposición a largo plazo como ocurre, por ejemplo, entre aquellos que viven en las zonas cercanas a autopistas o los trabajadores del subte. Además, esa organización establece como “deseable” los 50 decibeles y recomienda no estar expuesto a más de 55 decibeles durante la noche ya que puede dañar la salud.

La contaminación sonora impacta en la capacidad auditiva, pero también tiene consecuencias sobre la salud en otros niveles como el aumento del estrés, aumento de la presión arterial, fatiga crónica, trastornos del sueño y alteraciones respiratorias, entre otros”, dijo Eduardo Hocsman, médico otólogo de la Fundación Favaloro y jefe del sector de otología del Hospital de Clínicas José de San Martín. Además, subrayó que “aunque los pacientes suelen decir que sí, el oído nunca se acostumbra al ruido”.

En la Ciudad de Buenos Aires, la presión sonora está regulada por la Ley 1540 de Control de la Contaminación Acústica, que clasifica a las distintas áreas de la ciudad según su sensibilidad acústica y establece rangos de entre 60 y 80 decibeles para el horario diurno y de entre 50 y 75, para el nocturno. Sin embargo, el Mapa del Ruido elaborado por el gobierno porteño muestra que gran parte de la ciudad se mantiene cerca de los 80 decibeles durante el día y que las diferencias entre los valores del día y la noche, mayoritariamente, no superan los 5 decibeles. Consultados por ­PáginaI12, desde la Agencia de Protección Ambiental de la Ciudad reconocieron “la superación de los límites máximos permisibles en un importante porcentaje de la ciudad” pero señalan que “en el momento en el que la ley fue reglamentada no existía un diagnóstico sobre la situación sonora de la ciudad, razón por la que los límites fueron establecidos de manera arbitraria”. Como es de esperar, las zonas con mayor caudal de tránsito son las más ruidosas y es por esto que desde dicho organismo aseguran que no se puede identificar barrios o comunas particularmente ruidosas sino “ejes viales con importantes emisiones sonoras”, como la avenida Corrientes o la General Paz.

Por su parte, según un estudio realizado por la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Palermo junto con el Consejo Económico y Social de la Ciudad de Buenos Aires, entre los puntos más ruidosos de la ciudad se destacan las intersecciones de la avenida 9 de Julio y Corrientes (76,18 db), Rivadavia y Callao (71,55 db), y Cabildo y Juramento (72,54 db). Estos resultados superan incluso las mediciones realizadas en las cercanías del Aeroparque Metropolitano, donde los resultados fueron de 69,45 db. El panorama es realmente ensordecedor.

Si a todo ese ruido cotidiano, le sumamos el ruido de los boliches -que suelen estar entre 90 y 100 decibeles- y el permanente uso de auriculares, estamos viendo cada vez más jóvenes con oídos de viejos. Hoy vemos pacientes de 25 años con la audición de uno de 70”, contó Hocsman.

Buenos Aires es una ciudad superruidosa. Toda la ciudad es una conjunción de situaciones de ruido permanente y esto tiene que ver con una combinación de factores: parques automotores que emiten mucho ruido y no están en condiciones, calles que no mejoran el tránsito, edificios que no están preparados para absorber el impacto sonoro, sistemas constructivos que no exigen eso ni prestan atención sobre lo que significa la insonorización, entre otros”, aseguró Andrés Napoli, director ejecutivo de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN).

Desde el gobierno porteño aseguraron que “se han implementado medidas globales”, como la peatonalización del microcentro y la implementación del metrobús sobre avenidas principales, así como también medidas de intervención acústica y repavimentación en distintos puntos de la ciudad, con el objetivo de reducir la contaminación sonora. Sin embargo, los especialistas no son tan optimistas. Napoli vinculó la problemática con la falta de espacios verdes, dato no menor si se tiene en cuenta que Buenos Aires cuenta con seis metros cuadrados de espacio verde por habitante, menos de lo que recomienda Naciones Unidas, y que se perdieron 300 hectáreas de espacio verde desde el desembarco del PRO en la jefatura de gobierno de la Ciudad. “Los espacios verdes absorben los impactos ambientales en general, tanto contaminación atmosférica como la sonora. Y el sonido es vibración, entonces, a medida que se le agrega cada vez más cemento y se venden espacios verdes, lo que se produce es que haya cada vez más reverberancia. Si seguimos en este camino, vamos a tener una ciudad cada vez más ruidosa”, manifestó el especialista en Derecho Ambiental.

En esa misma línea, señaló la falta de control estatal y las escasas políticas públicas para mejorar la situación. Además, subrayó que “cuando se realizan acciones judiciales por esta problemática, es muy difícil conseguir medidas de protección” y recordó la demanda iniciada por Pedro Barragán —”un quijote de la lucha contra la contaminación sonora”— por el ruido en la autopista 25 de Mayo. “Él logró una sentencia que obliga a AUSA y al gobierno porteño a llevar adelante las acciones necesarias para disminuir el ruido en la autopista 25 de Mayo. Ese fallo está incumplido y tenemos una justicia que entiende realmente muy poco del tema y tampoco se esfuerza mucho por entender. Entonces, no se avanza en estos procesos e incumplir la norma no parece tener ningún tipo de costo”, sostuvo.

En ese sentido, el abogado señaló la necesidad de encontrar una “normativa adecuada” y aumentar el control del Estado. “La norma vigente no es adecuada ni para el control ni para las sanciones. Es necesario encontrar mecanismos en los que sea más grave incumplir las normas y eso tiene que ver con la falta de control. En la medida en que no exista control, va a ser difícil que esto se resuelva”, aseguró.

Hay una idea generalizada de que como uno vive en una gran ciudad, hay que aguantarse el ruido. Es la misma explicación que uno puede recibir de alguien que vive en la vera del Riachuelo, que te dice siempre estuvo contaminado y lo naturaliza. Pero eso no es así y no tiene por qué ser así. La contaminación sonora es superinvisible, pero hay que tomar conciencia de que la situación existe y es grave”, concluyó Napoli.

Bajo tierra todo es peor

El ruido en el subte llega a superar los cien decibeles.

por Gisela Marziotta

Francisco Ledesma trabaja en el subte desde hace 25 años. Es secretario de Salud Laboral y Medio Ambiente de la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro (AGTSyP). La pérdida de audición es una característica común entre sus compañeros: el 85 por ciento tiene pérdida auditiva del lado izquierdo como consecuencia de la contaminación sonora. Y es que según un estudio realizado por el ingeniero Horacio Cristiani, las líneas del subte alcanzan picos de 102,85 decibeles y tiene un valor promedio de 86,15 decibeles. “Che, me estoy quedando sordo es una frase que se repite todo el tiempo entre nosotros”, contó Ledesma a Página/12.

La lucha de los trabajadores por el ruido en el subte tiene su propia historia. En 1946, un decreto de Juan Domingo Perón consideró insalubre el trabajo subterráneo y estableció una jornada especial de seis horas. En 1994, privatización mediante, se fijó nuevamente una jornada de ocho horas. En 2003 se realizaron por primera vez estudios de hipoacusia y fue justamente por el ruido que los trabajadores del subte lograron la jornada laboral de seis horas para conductores, guardias y talleristas. Un año más tarde, y luego de un paro de cuatro días, conquistaron la jornada de seis horas para todas las áreas de trabajo.

Nosotros hace años que venimos detectando estos problemas. El ruido de las ruedas de los trenes contra el riel y el rebote de ese sonido contra la pared del túnel ingresa a los andenes y al coche e impacta sobre la salud. Y para un pasajero son 20 minutos, pero para nosotros son seis horas todos los días”, expresó el referente sindical. “Un conductor y un guarda dan tres vueltas seguidas de cabecera a cabecera. Es como ir de acá a Rosario sin parar en ningún momento con ese sonido constante en el oído”, agregó.

Los primeros síntomas se empiezan a evidenciar en la vida cotidiana. “Empezás a notar que aunque vos creas que estás hablando en un tono normal, todos te dicen que estás gritando o que no escuchás cuando te hablan; tu familia te dice que llegás a casa alterado o te das cuenta que para poder escuchar la televisión tenés que ponerla al máximo”, relató. Pérdida de la capacidad auditiva, dolores de cabeza, alteración del humor y sensación de cansancio extremo son algunos de los síntomas que sufren los trabajadores del subte. La Organización Internacional del Trabajo sostiene que el ruido excesivo en el lugar de trabajo puede desembocar en otros problemas de salud como trastornos nerviosos, estomacales y cardíacos. Entre guardas y conductores, el daño se produce sobre todo en el oído izquierdo. “Es el que está más pegado a la pared del túnel, donde rebota el ruido”, explicó Ledesma.

Desde la AGTSyP denuncian la falta de medidas de protección. “Nos dan unos protectores que no sólo no son suficientes sino que además te pueden dañar el oído medio. Por eso le planteamos a Metrovías que nos dieran auriculares tipo campana -como los de los aeropuertos-, pero la empresa se negó por una cuestión de imagen. Algunos compañeros compraron esos auriculares de su propio bolsillo pero la empresa no quiere que los usen”, manifestó el secretario sindical. Además, denunció que “Metrovías asegura que las mediciones les dan bien”, pero no les permite ver esos estudios y que los hicieron de madrugada o en feriados. “No hacen mediciones en las horas pico. No es serio”, aseguró.

Nosotros apuntamos a que paulatinamente se modifique la estructura que produce el ruido. Por ejemplo, que pongan paneles fonoabsorbentes en las vías o en las paredes de los túneles y que se usen ruedas de caucho, como se está haciendo en varios países para reducir el ruido de la fricción. Mientras tanto, pedimos que se mejoren los elementos de protección y que la cabina del guardia y el conductor sea más hermética”, manifestó. Y señaló la falta de inversión en infraestructura y mantenimiento de la empresa del Grupo Roggio y la ausencia de control estatal. “En estos 25 años de privatización, hubo una mejora en la cuestión estética pero no en la infraestructura. Las acciones de la empresa no han parado de subir, la tarifa aumenta y el servicio está cada vez está más degradado y el Estado no controla nada. Y en el medio quedamos los pasajeros, los trabajadores y nuestra salud”, concluyó.

Nos afecta muchísimo”

No se cumplió el fallo por el ruido de la autopista.

por Gisela Marziotta

Pedro Barragán vive con su mujer y su hijo en el barrio de Constitución, sobre la calle Presidente Luis Sáenz Peña al 1200, a sólo 30 metros de la autopista 25 de Mayo. En 2001 presentó una denuncia ante la justicia porteña por la contaminación sonora que produce la autopista por la que circulan 100 mil autos todos los días. “Estamos afectados físicamente, psíquicamente y patrimonialmente”, contó a Página/12.

- ¿Cómo es vivir tan cerca de la autopista?

- Estamos sometidos a un impío acoso de la contaminación sonora proveniente de la autopista 25 de Mayo. La Organización Mundial de la Salud señala que a partir de los 60 o 65 decibeles ya se produce daño; nosotros estamos permanentemente expuestos a 90 decibeles.

- ¿Y cómo los afecta esto en su vida cotidiana?

- Nos afecta muchísimo. Tenemos permanentemente dolores de cabeza, problemas auditivos y de equilibrio, hipertensión e irritabilidad. De noche no podemos dormir, porque es cuando más camiones circulan. Tenemos el sueño totalmente alterado. Estamos afectados físicamente, psíquicamente y patrimonialmente. Físicamente por el daño que genera en nuestra salud; psíquicamente porque realmente a veces no podemos ni mantener una conversación entre la familia; y patrimonialmente porque esta situación le bajó el valor a nuestra propiedad.

- Usted llevó adelante una denuncia, ¿en qué situación está esa causa?

- La denuncia la inicié en 2001 y se sumaron 500 vecinos a ese reclamo, además de escuelas y salas primeros auxilios, aunque seguramente los afectados seamos muchos más. Nos basamos en la Constitución Nacional que establece que todos los habitantes gozamos del derecho a un ambiente sano, el artículo 26 de la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que también reconoce ese derecho y en la Ley 25.675 que no solo protege el medio ambiente sino que también obliga a su cuidado y a controlar el daño ambiental. En 2003 la justicia nos dio la razón y obligó a AUSA y al gobierno porteño a realizar obras para reducir el ruido, pero nunca hicieron nada. Hace años vienen presentando argumentos oportunistas y usando chicanas jurídicas para no respetar la sentencia judicial, a pesar de que el fallo está confirmado en varias instancias. En agosto de 2018, la Sala 1 de la Cámara de Apelaciones del Fuero Contencioso Administrativo y Tributario dictó una resolución confirmando el fallo de primera instancia pero siguen sin hacer nada.

- ¿Entonces no hicieron ninguna de las obras del plan de mitigación?

- Lo único que hicieron fue cambiar la capa asfáltica de la autopista, creyendo que con eso iban a reducir el ruido. También pusieron unas chapas que, según ellos, son pantallas acústicas pero no son del material adecuado así que no sirven para nada. También rechazaron el proyecto para que no pasen camiones y tránsito pesado por la autopista, que es lo que más ruido genera, y presentaron un proyecto para reducir la velocidad máxima. Algo totalmente ridículo. ¿Vos te imaginas que la gente que paga un peaje y toma la autopista para ir más rápido, va a ir a 60 kilómetros por hora para bajar el ruido?

- Además de la vía judicial, ¿pudo hablar en algún momento con las autoridades de AUSA o del gobierno porteño?

- No, no les importa nuestra calidad de vida. Se llenan la boca hablando de que están pensando una ciudad para que vivamos mejor pero no es cierto. Y esto no me afecta solo a mí ni a mi familia. En la vera de la autopista hay escuelas e instituciones sanitarias a las que el ruido las afecta muchísimo. He hablado con docentes de la escuela que está sobre la calle Cochabamba y me dicen que tienen que forzar la voz todo el tiempo para que los chicos los puedan escuchar. Nosotros somos ciudadanos, contribuyentes y vecinos afectados por esta situación y nos encontramos sin ningún tipo de respuesta. Somos el hazmerreír de ellos. No estamos pidiendo más que el cumplimiento de nuestros derechos y de la justicia. ¿Cómo puede ser que AUSA y el gobierno de la Ciudad incumplan un fallo judicial y que no pase nada?

Fuentes:
Gisela Marziotta giselamarziotta@pagina12.com.ar, La ciudad de la furia, 23/03/19, Página/12.
Gisela Marziotta giselamarziotta@pagina12.com.ar, Bajo tierra todo es peor, 23/03/19, Página/12.
Gisela Marziotta giselamarziotta@pagina12.com.ar, “Nos afecta muchísimo”, 23/03/19, Página/12.

No hay comentarios:

Publicar un comentario