Buenos Aires es
la octava ciudad más ruidosa del mundo. La consultora ambiental
CitiQuiet, de Nueva York, la ubicó entre las diez metrópolis con
mayor nivel de ruido. Gran parte de la ciudad tiene casi 80 decibeles
durante el día.
por Gisela
Marziotta
Buenos Aires es
la octava ciudad más ruidosa del mundo. El dato se desprende de un
estudio reciente de la consultora ambiental CitiQuiet, con sede en
Nueva York. Además, es la única ciudad de América Latina que
integra el ranking de las diez ciudades más ruidosas y que completan
Bombay, Calcuta, El Cairo, Nueva Delhi, Tokio, Madrid, Nueva York,
Shanghai y Karachi.
El caos
vehicular, las permanentes obras en construcción, los cortes de
calles y el ruido de bares y boliches convierten a Buenos Aires en la
verdadera ciudad de la furia. Para la Organización Mundial de la
Salud (OMS), los sonidos que superan los 70 decibeles son
considerados molestos mientras que aquellos que están por encima de
los 90 decibeles son dañinos, sobre todo si se trata de una
exposición a largo plazo como ocurre, por ejemplo, entre aquellos
que viven en las zonas cercanas a autopistas o los trabajadores del
subte. Además, esa organización establece como “deseable” los
50 decibeles y recomienda no estar expuesto a más de 55 decibeles
durante la noche ya que puede dañar la salud.
“La
contaminación sonora impacta en la capacidad auditiva, pero también
tiene consecuencias sobre la salud en otros niveles como el aumento
del estrés, aumento de la presión arterial, fatiga crónica,
trastornos del sueño y alteraciones respiratorias, entre otros”,
dijo Eduardo Hocsman, médico otólogo de la Fundación Favaloro y
jefe del sector de otología del Hospital de Clínicas José de San
Martín. Además, subrayó que “aunque los pacientes suelen decir
que sí, el oído nunca se acostumbra al ruido”.
En la Ciudad de
Buenos Aires, la presión sonora está regulada por la Ley 1540 de
Control de la Contaminación Acústica, que clasifica a las distintas
áreas de la ciudad según su sensibilidad acústica y establece
rangos de entre 60 y 80 decibeles para el horario diurno y de entre
50 y 75, para el nocturno. Sin embargo, el Mapa del Ruido elaborado
por el gobierno porteño muestra que gran parte de la ciudad se
mantiene cerca de los 80 decibeles durante el día y que las
diferencias entre los valores del día y la noche, mayoritariamente,
no superan los 5 decibeles. Consultados por PáginaI12, desde la
Agencia de Protección Ambiental de la Ciudad reconocieron “la
superación de los límites máximos permisibles en un importante
porcentaje de la ciudad” pero señalan que “en el momento en el
que la ley fue reglamentada no existía un diagnóstico sobre la
situación sonora de la ciudad, razón por la que los límites fueron
establecidos de manera arbitraria”. Como es de esperar, las zonas
con mayor caudal de tránsito son las más ruidosas y es por esto que
desde dicho organismo aseguran que no se puede identificar barrios o
comunas particularmente ruidosas sino “ejes viales con importantes
emisiones sonoras”, como la avenida Corrientes o la General Paz.
Por su parte,
según un estudio realizado por la Facultad de Ingeniería de la
Universidad de Palermo junto con el Consejo Económico y Social de la
Ciudad de Buenos Aires, entre los puntos más ruidosos de la ciudad
se destacan las intersecciones de la avenida 9 de Julio y Corrientes
(76,18 db), Rivadavia y Callao (71,55 db), y Cabildo y Juramento
(72,54 db). Estos resultados superan incluso las mediciones
realizadas en las cercanías del Aeroparque Metropolitano, donde los
resultados fueron de 69,45 db. El panorama es realmente ensordecedor.
“Si a todo ese
ruido cotidiano, le sumamos el ruido de los boliches -que suelen
estar entre 90 y 100 decibeles- y el permanente uso de auriculares,
estamos viendo cada vez más jóvenes con oídos de viejos. Hoy vemos
pacientes de 25 años con la audición de uno de 70”, contó
Hocsman.
“Buenos Aires
es una ciudad superruidosa. Toda la ciudad es una conjunción de
situaciones de ruido permanente y esto tiene que ver con una
combinación de factores: parques automotores que emiten mucho ruido
y no están en condiciones, calles que no mejoran el tránsito,
edificios que no están preparados para absorber el impacto sonoro,
sistemas constructivos que no exigen eso ni prestan atención sobre
lo que significa la insonorización, entre otros”, aseguró Andrés
Napoli, director ejecutivo de la Fundación Ambiente y Recursos
Naturales (FARN).
Desde el gobierno
porteño aseguraron que “se han implementado medidas globales”,
como la peatonalización del microcentro y la implementación del
metrobús sobre avenidas principales, así como también medidas de
intervención acústica y repavimentación en distintos puntos de la
ciudad, con el objetivo de reducir la contaminación sonora. Sin
embargo, los especialistas no son tan optimistas. Napoli vinculó la
problemática con la falta de espacios verdes, dato no menor si se
tiene en cuenta que Buenos Aires cuenta con seis metros cuadrados de
espacio verde por habitante, menos de lo que recomienda Naciones
Unidas, y que se perdieron 300 hectáreas de espacio verde desde el
desembarco del PRO en la jefatura de gobierno de la Ciudad. “Los
espacios verdes absorben los impactos ambientales en general, tanto
contaminación atmosférica como la sonora. Y el sonido es
vibración, entonces, a medida que se le agrega cada vez más cemento
y se venden espacios verdes, lo que se produce es que haya cada vez
más reverberancia. Si seguimos en este camino, vamos a tener una
ciudad cada vez más ruidosa”, manifestó el especialista en
Derecho Ambiental.
En esa misma
línea, señaló la falta de control estatal y las escasas políticas
públicas para mejorar la situación. Además, subrayó que “cuando
se realizan acciones judiciales por esta problemática, es muy
difícil conseguir medidas de protección” y recordó la demanda
iniciada por Pedro Barragán —”un quijote de la lucha contra la
contaminación sonora”— por el ruido en la autopista 25 de Mayo.
“Él logró una sentencia que obliga a AUSA y al gobierno porteño
a llevar adelante las acciones necesarias para disminuir el ruido en
la autopista 25 de Mayo. Ese fallo está incumplido y tenemos una
justicia que entiende realmente muy poco del tema y tampoco se
esfuerza mucho por entender. Entonces, no se avanza en estos procesos
e incumplir la norma no parece tener ningún tipo de costo”,
sostuvo.
En ese sentido,
el abogado señaló la necesidad de encontrar una “normativa
adecuada” y aumentar el control del Estado. “La norma vigente no
es adecuada ni para el control ni para las sanciones. Es necesario
encontrar mecanismos en los que sea más grave incumplir las normas y
eso tiene que ver con la falta de control. En la medida en que no
exista control, va a ser difícil que esto se resuelva”, aseguró.
“Hay una idea
generalizada de que como uno vive en una gran ciudad, hay que
aguantarse el ruido. Es la misma explicación que uno puede recibir
de alguien que vive en la vera del Riachuelo, que te dice siempre
estuvo contaminado y lo naturaliza. Pero eso no es así y no tiene
por qué ser así. La contaminación sonora es superinvisible, pero
hay que tomar conciencia de que la situación existe y es grave”,
concluyó Napoli.
Bajo tierra todo
es peor
El ruido en el
subte llega a superar los cien decibeles.
por Gisela
Marziotta
Francisco Ledesma
trabaja en el subte desde hace 25 años. Es secretario de Salud
Laboral y Medio Ambiente de la Asociación Gremial de Trabajadores
del Subte y Premetro (AGTSyP). La pérdida de audición es una
característica común entre sus compañeros: el 85 por ciento tiene
pérdida auditiva del lado izquierdo como consecuencia de la
contaminación sonora. Y es que según un estudio realizado por el
ingeniero Horacio Cristiani, las líneas del subte alcanzan picos de
102,85 decibeles y tiene un valor promedio de 86,15 decibeles. “Che,
me estoy quedando sordo es una frase que se repite todo el tiempo
entre nosotros”, contó Ledesma a Página/12.
La lucha de los
trabajadores por el ruido en el subte tiene su propia historia. En
1946, un decreto de Juan Domingo Perón consideró insalubre el
trabajo subterráneo y estableció una jornada especial de seis
horas. En 1994, privatización mediante, se fijó nuevamente una
jornada de ocho horas. En 2003 se realizaron por primera vez estudios
de hipoacusia y fue justamente por el ruido que los trabajadores del
subte lograron la jornada laboral de seis horas para conductores,
guardias y talleristas. Un año más tarde, y luego de un paro de
cuatro días, conquistaron la jornada de seis horas para todas las
áreas de trabajo.
“Nosotros hace
años que venimos detectando estos problemas. El ruido de las ruedas
de los trenes contra el riel y el rebote de ese sonido contra la
pared del túnel ingresa a los andenes y al coche e impacta sobre la
salud. Y para un pasajero son 20 minutos, pero para nosotros son seis
horas todos los días”, expresó el referente sindical. “Un
conductor y un guarda dan tres vueltas seguidas de cabecera a
cabecera. Es como ir de acá a Rosario sin parar en ningún momento
con ese sonido constante en el oído”, agregó.
Los primeros
síntomas se empiezan a evidenciar en la vida cotidiana. “Empezás
a notar que aunque vos creas que estás hablando en un tono normal,
todos te dicen que estás gritando o que no escuchás cuando te
hablan; tu familia te dice que llegás a casa alterado o te das
cuenta que para poder escuchar la televisión tenés que ponerla al
máximo”, relató. Pérdida de la capacidad auditiva, dolores de
cabeza, alteración del humor y sensación de cansancio extremo son
algunos de los síntomas que sufren los trabajadores del subte. La
Organización Internacional del Trabajo sostiene que el ruido
excesivo en el lugar de trabajo puede desembocar en otros problemas
de salud como trastornos nerviosos, estomacales y cardíacos. Entre
guardas y conductores, el daño se produce sobre todo en el oído
izquierdo. “Es el que está más pegado a la pared del túnel,
donde rebota el ruido”, explicó Ledesma.
Desde la AGTSyP
denuncian la falta de medidas de protección. “Nos dan unos
protectores que no sólo no son suficientes sino que además te
pueden dañar el oído medio. Por eso le planteamos a Metrovías que
nos dieran auriculares tipo campana -como los de los aeropuertos-,
pero la empresa se negó por una cuestión de imagen. Algunos
compañeros compraron esos auriculares de su propio bolsillo pero la
empresa no quiere que los usen”, manifestó el secretario sindical.
Además, denunció que “Metrovías asegura que las mediciones les
dan bien”, pero no les permite ver esos estudios y que los hicieron
de madrugada o en feriados. “No hacen mediciones en las horas pico.
No es serio”, aseguró.
“Nosotros
apuntamos a que paulatinamente se modifique la estructura que produce
el ruido. Por ejemplo, que pongan paneles fonoabsorbentes en las vías
o en las paredes de los túneles y que se usen ruedas de caucho, como
se está haciendo en varios países para reducir el ruido de la
fricción. Mientras tanto, pedimos que se mejoren los elementos de
protección y que la cabina del guardia y el conductor sea más
hermética”, manifestó. Y señaló la falta de inversión en
infraestructura y mantenimiento de la empresa del Grupo Roggio y la
ausencia de control estatal. “En estos 25 años de privatización,
hubo una mejora en la cuestión estética pero no en la
infraestructura. Las acciones de la empresa no han parado de subir,
la tarifa aumenta y el servicio está cada vez está más degradado y
el Estado no controla nada. Y en el medio quedamos los pasajeros, los
trabajadores y nuestra salud”, concluyó.
“Nos afecta
muchísimo”
No se cumplió el
fallo por el ruido de la autopista.
por Gisela
Marziotta
Pedro Barragán
vive con su mujer y su hijo en el barrio de Constitución, sobre la
calle Presidente Luis Sáenz Peña al 1200, a sólo 30 metros de la
autopista 25 de Mayo. En 2001 presentó una denuncia ante la justicia
porteña por la contaminación sonora que produce la autopista por la
que circulan 100 mil autos todos los días. “Estamos afectados
físicamente, psíquicamente y patrimonialmente”, contó a
Página/12.
- ¿Cómo es
vivir tan cerca de la autopista?
- Estamos
sometidos a un impío acoso de la contaminación sonora proveniente
de la autopista 25 de Mayo. La Organización Mundial de la Salud
señala que a partir de los 60 o 65 decibeles ya se produce daño;
nosotros estamos permanentemente expuestos a 90 decibeles.
- ¿Y cómo los
afecta esto en su vida cotidiana?
- Nos afecta
muchísimo. Tenemos permanentemente dolores de cabeza, problemas
auditivos y de equilibrio, hipertensión e irritabilidad. De noche no
podemos dormir, porque es cuando más camiones circulan. Tenemos el
sueño totalmente alterado. Estamos afectados físicamente,
psíquicamente y patrimonialmente. Físicamente por el daño que
genera en nuestra salud; psíquicamente porque realmente a veces no
podemos ni mantener una conversación entre la familia; y
patrimonialmente porque esta situación le bajó el valor a nuestra
propiedad.
- Usted llevó
adelante una denuncia, ¿en qué situación está esa causa?
- La denuncia la
inicié en 2001 y se sumaron 500 vecinos a ese reclamo, además de
escuelas y salas primeros auxilios, aunque seguramente los afectados
seamos muchos más. Nos basamos en la Constitución Nacional que
establece que todos los habitantes gozamos del derecho a un ambiente
sano, el artículo 26 de la Constitución de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires que también reconoce ese derecho y en la Ley 25.675 que
no solo protege el medio ambiente sino que también obliga a su
cuidado y a controlar el daño ambiental. En 2003 la justicia nos dio
la razón y obligó a AUSA y al gobierno porteño a realizar obras
para reducir el ruido, pero nunca hicieron nada. Hace años vienen
presentando argumentos oportunistas y usando chicanas jurídicas para
no respetar la sentencia judicial, a pesar de que el fallo está
confirmado en varias instancias. En agosto de 2018, la Sala 1 de la
Cámara de Apelaciones del Fuero Contencioso Administrativo y
Tributario dictó una resolución confirmando el fallo de primera
instancia pero siguen sin hacer nada.
- ¿Entonces no
hicieron ninguna de las obras del plan de mitigación?
- Lo único que
hicieron fue cambiar la capa asfáltica de la autopista, creyendo que
con eso iban a reducir el ruido. También pusieron unas chapas que,
según ellos, son pantallas acústicas pero no son del material
adecuado así que no sirven para nada. También rechazaron el
proyecto para que no pasen camiones y tránsito pesado por la
autopista, que es lo que más ruido genera, y presentaron un proyecto
para reducir la velocidad máxima. Algo totalmente ridículo. ¿Vos
te imaginas que la gente que paga un peaje y toma la autopista para
ir más rápido, va a ir a 60 kilómetros por hora para bajar el
ruido?
- Además de la
vía judicial, ¿pudo hablar en algún momento con las autoridades de
AUSA o del gobierno porteño?
- No, no les
importa nuestra calidad de vida. Se llenan la boca hablando de que
están pensando una ciudad para que vivamos mejor pero no es cierto.
Y esto no me afecta solo a mí ni a mi familia. En la vera de la
autopista hay escuelas e instituciones sanitarias a las que el ruido
las afecta muchísimo. He hablado con docentes de la escuela que está
sobre la calle Cochabamba y me dicen que tienen que forzar la voz
todo el tiempo para que los chicos los puedan escuchar. Nosotros
somos ciudadanos, contribuyentes y vecinos afectados por esta
situación y nos encontramos sin ningún tipo de respuesta. Somos el
hazmerreír de ellos. No estamos pidiendo más que el cumplimiento de
nuestros derechos y de la justicia. ¿Cómo puede ser que AUSA y el
gobierno de la Ciudad incumplan un fallo judicial y que no pase nada?
Fuentes:
Gisela Marziotta giselamarziotta@pagina12.com.ar, La ciudad de la furia, 23/03/19, Página/12.
Gisela Marziotta giselamarziotta@pagina12.com.ar, Bajo tierra todo es peor, 23/03/19, Página/12.
Gisela Marziotta giselamarziotta@pagina12.com.ar, “Nos afecta muchísimo”, 23/03/19, Página/12.
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