El 19 de marzo de
1919, un grupo de indígenas Macá proveniente de Paraguay atacó a
un fortín de frontera y mató a sus ocupantes. El Ejército, en vez
de tomar represalias contra los autores, desató una masacre sobre
una toldería cercana que no tenía ninguna relación con lo ocurrido.
por Eduardo
Anguita y Daniel Cecchini
"¡Ah,
Fortín Yunká!", dice a un siglo de los hechos el cacique Ramón
Quiroga. "Hace mucho de eso. Yo soy persona nueva. Lo que sé me
contó mi abuela, mi abuelo. Antes no había criollos, eran soldados
y pilagá, muchos pilagá. Y los macá, otros indígenas, en
Paraguay, que venían. No había alambre acá, campo abierto nomás".
Ramón Quiroga no
sabe su propia edad. Los más jóvenes de la comunidad pilagá
"Osvaldo Quiroga" -bautizada en honor al anterior cacique,
padre de Ramón– estiman que Ramón tiene más de 90. Es un
indígena bajo, de paso algo vacilante, que hace largas pausas cuando
habla.
- Yo pienso en
pilagá y después pongo en castellano - explica.
Recibe a los
cronistas en su rancho y los invita a sentarse en unas sillas de
plástico que acomoda en un patio de tierra húmeda que usará más
de una vez para trazar con un palito el mapa del lugar donde
ocurrieron los hechos que va a relatar: el ataque indígena a Fortín
Yunká y la posterior masacre de indígenas pilagá cometida por el
Ejército de línea. La Nación era gobernada por el radical Hipólito
Yrigoyen. Formosa era territorio nacional y dependía de la Casa
Rosada.
La Comunidad está
en las afueras de la localidad de Sargento Primero Leyes, en el norte
de Formosa, donde en 1919 se levantaba el Fortín. Infobae llegó
hasta allí y logró hablar con Quiroga gracias a la mediación de
Félix Riquelme, del Equipo de Educación Popular de la localidad de
San Martín 2.
Los cronistas
debieron esperar a distancia hasta que Riquelme le explicara al
cacique de qué se trataba la visita. Recién entonces, éste accedió
a recibirlos y contar la historia. No es fácil para los "criollos"
hablar con un viejo cacique pilagá.
- ¡Ah, Fortín
Yunká! -dice-. Hace mucho de eso.
Es cierto, han
pasado casi cien años desde que ocurrió "eso".
El Fortín Yunká
y los pilagá
Comenzaba 1919
con un calor fuertísimo. La frontera formoseña entre la Argentina y
Paraguay estaba marcada por el cauce cambiante y caprichoso del río
Pilcomayo y algunos mojones de quebracho. De lado argentino, el
gobierno había dispuesto la presencia de una serie de fortines del
Ejército de línea, cuyas tropas tenían una doble misión: vigilar
la frontera y controlar los movimientos de los pueblos indígenas de
la zona.
Uno de ellos era
el Fortín Yunká, en las cercanías del Pozo de Navagán, un
territorio considerado sagrado por los indígenas pilagá que
habitaban la zona. El nombre del fortín deriva precisamente de la
existencia de ese pozo -yunká- que viene de yomaquá, que
significa "lugar de bebida" en lengua pilagá.
El "fortín"
era apenas un conjunto de ranchos de adobe y paja, reforzados con
troncos de los palmares de la zona. Alrededor de un patio central,
además de los ranchos destinados a los soldados que tenían familia,
se distribuían la comandancia, la cuadra, la cocina, un depósito y
la enfermería. Construido en 1912 para albergar más de cien
soldados, a principios de 1919 tenía una dotación exigua, al mando
del sargento primero Fernando Leyes, con otro suboficial y cinco
soldados, acompañados por tres mujeres y siete niños.
Las relaciones
entre los soldados y los pilagá eran cordiales, al punto que el
Cacique Quanasoqi' -bautizado en cristiano Alejandrino Garcete -,
líder de los pilagá, les oficiaba de guía en sus excursiones por
el monte. El sargento Leyes y el cacique Garcete se trataban como
amigos y en más de una ocasión los soldados y algunos de los
indígenas compartían la comida.
- Hacen en un
tacho grande y ponen al fuego. Hacele comida que viene mi amigo
Garcete, decía sargento Leyes a los soldados. Y comían, mucho
comían soldados y pilagá -dice ahora el cacique Ramón Quiroga a
Infobae-. Muchas veces comían.
El ataque
indígena
El 19 de marzo de
1919 un grupo de indígenas -algunas versiones dicen que había
también dos "blancos", otras no- atacó Fortín Yunká,
mató a golpes de macana y pasó a degüello a los soldados y sus
familias. Todas las versiones dicen que dos personas pudieron
escapar: unas hablan de dos soldados, otras de niños.
El informe
posterior del Ejército identificará a los siete militares caídos:
el sargento primero Fernando Leyes, el cabo Rafael Salazar y los
soldados "voluntarios" Marcos Vallejos, Eugenio Franco,
Ramón Maciel, Alejandro Fleitas y Remigio Morinigo. En cambio, no
dirá nada de la identidad de las mujeres y niños muertos.
La primera
autoridad civil en llegar al lugar, varios días más tarde, fue el
delegado de la localidad de Comandante Fontana, Narciso del Valle.
Sepultó a los caídos y plantó una cruz donde decía: "19 de
marzo de 1919. Muertos traidoramente por los indios". Sin tener
pruebas, acusó a los pilagá de Garcete por el ataque y fusiló a
uno de sus hermanos. Además, advirtió a los militares sobre una
posible insurrección de "más de diez mil indios".
Sin embargo, las
cosas no estaban tan claras como pretendía Del Valle: los pilagá
tenían buenas relaciones con el Fortín; en ese momento había en la
zona grupos de indígenas Macá, provenientes de Paraguay, que
estaban en conflicto con los pilagá; y alrededor del fortín se
encontraron huellas de carros, un vehículo con el que los pilagá ni
los soldados contaban, que iban hacia el norte, hacia la frontera con
Paraguay.
- Macá venían,
pasaban mojón y venían a tierras nuestras, a Navagán (el pozo). Y
entonces Macá dicen que Navagán pertenece a Macá no a pilagá.
Entonces hay conflicto. Entonces Macá atacan Fortín y llevan cosas,
armas, harina, cosas del fortín al norte. Y dicen vamos a echar
culpa a Garcete para que maten a los pilagá -dice cien años después
el cacique Quiroga.
La masacre de los
pilagá
El Ejército
encomendó la represión de los autores del ataque y el supuesto
"levantamiento de indios" al mayor Enrique Gil Boy, un
hombre al que sus propios subordinados definían como caprichoso y
autoritario, con un profundo desprecio hacia los indígenas. Llegó a
la zona el 28 de marzo con un fuerte contingente de soldados, a lomo
de mula.
A pesar de las
huellas de carro que van hacia el Paraguay, Gil Boy coincide con Del
Valle en que los responsables son los pilagá de Garcete.
- Viene comisión,
todos en mula montados, con comandante, llegan ahí. No importa a
ellos el camino, la huella. ¿Por qué soldados no siguen huella del
carro, derramando harina? Saben bien que carro viene de Paraguay,
pero no quieren ir, tienen miedo porque es Paraguay, y también
porque macá tienen fusiles, armas, no arco y flecha. También por
eso -dice Quiroga a Infobae.
La noche del 7 de
abril, el contingente militar comandado por Gil Boy atacó la
toldería del cacique Garcete, luego de descubrir un sendero de
acceso que sólo conocían los indígenas. Los pilagá sólo contaban
con arcos y flechas, cuchillos y machetes para responder al
sorpresivo ataque de los soldados. No hay informes exactos sobre la
cantidad de muertos, pero se cuentan por decenas de ancianos,
adultos, mujeres y niños. Protegido por la oscuridad de la noche y
un gran conocimiento del terreno, Garcete logró escapar con parte de
su gente. Entre los soldados no hubo siquiera un herido.
Lo que los
soldados encontraron en la toldería arrasada pareció confirmar que
el ataque al Fortín fue obra de los pilagá: había zapatos, ollas,
hachas, pavas y algunas bolsas de alimentos. Así lo detalló Gil Boy
en el informe a sus superiores, omitiendo que, en sus fluidas
relaciones, los pilagá y los soldados hacían constantes
intercambios.
En su relato a
los cronistas, el cacique Quiroga agrega otro elemento que pudo
contribuir a la confusión. Pasaron varios días antes de que los
primeros "blancos" llegaran al fortín después del ataque
y algunos pilagá pudieron haber recogido parte de esas cosas. Lo
cuenta como una historia moral:
- Mi abuelo contó
que unos pilagá fueron a fortín y vieron que había muchas cosas.
"Hay un tacho, vamo a llevar", dijo uno. Y Garcete le dijo:
"No, dejá, que milicos van a decir que nosotros matamos a
nuestro hermano Leyes". Pero pilagá tonto llevó igual. Otro
encuentra olla y dice: "Esto voy a llevar para cocinar pescao".
"No", dice Garcete. Pero llevó también. Entonces milicos
encontraron después esas cosas. Eso es lección, que no hay que
robar - cuenta.
El cacique
Alejandrino Garcete fue capturado vivo por el Ejército unos días
después de la masacre en la toldería y se lo sometió a juicio. El
resultado se verá después.
Un siglo de
versiones encontradas
El ataque a
Fortín Yunká y la represalia del Ejército contra la toldería
pilagá de Garcete sigue siendo un hecho oscuro, poblado de versiones
contradictorias. En las escuelas formoseñas se recuerda el ataque al
Fortín, pero se identifica a quienes lo cometieron simplemente como
"los indios" y nada se dice de la masacre cometida por el
Ejército de línea contra los pilagá.
Por estos días,
la Universidad Nacional de Formosa está organizando unas jornadas
sobre los hechos y sus diferentes relatos.
- Hay diferentes
versiones y supuestas "crónicas" sobre los hechos. Hay una
primera versión que dice que el ataque fue llevado a cabo por un
grupo de indígenas pilagá, comandados por el Cacique Garcete, en
quienes nace el deseo de venganza después del asesinato de un
indígena pilagá por parte de un oficial del Ejército -dice a
Infobae la lingüista Alejandra Vidal, integrante del comité
organizador de las Jornadas.
Vidal trabaja
desde hace años con las comunidades indígenas del territorio
formoseño -qom, pilagá, nivaclé y wichí- en el rescate de sus
relatos ancestrales y la conservación de sus lenguas. Ahora, sigue
repasando las versiones.
- Para una segunda
versión, el ataque se adjudica a la ruptura de una alianza de paz
que existía en ese momento entre una tribu Macá, que estaba en
territorio paraguayo, y los pilagá en la Argentina. Entonces, al
retirarse hacia el Chaco Paraguayo, los macá toman por sorpresa el
fortín, lo atacan y matan a la gente. Esta segunda versión excluye
la participación de los pilagá y deja, por lo tanto, fuera de
escena a Garcete -agrega.
Y añade un
tercer relato:
- Una tercera
variante nos dice que Garcete no tuvo nada que ver y adjudica el
ataque a dos criollos, quienes estaban acompañados por algunos
indígenas macá que pasan desde Paraguay al territorio argentino y
atacan al Fortín Yunká - explica.
Y termina
diciendo:
- Aunque hace
mucho se sabe lo que efectivamente ocurrió, hoy siguen circulando
las tres versiones. Nos interesa explorar esos relatos y las razones
que los motivaron.
El Ejército
reconoce la verdad
Cuando Vidal dice
que ya se sabe lo ocurrido se refiere fundamentalmente a dos hechos
que prueban que los pilagá masacrados no tuvieron nada que ver con
el ataque a Fortín Yunká y la matanza de los soldados y sus
familias.
El primero de
ellos es que, después de ser capturado, el cacique Alejandrino
Garcete fue sometido a juicio. Lo defendió un abogado formoseño,
Alcibíades Lotero, quien logró rápidamente su liberación por
"falta de pruebas".
El segundo está
escrito en bronce por el propio Ejército en un monumento en memoria
de los soldados caídos a quince años de la masacre. Se encuentra en
la localidad que lleva el nombre de una de las víctimas, el Sargento
Primero Leyes, y fue inaugurado el 19 de marzo de 1934, al cumplir 15
años del ataque. Allí dice: "Homenaje del Circulo de
Suboficiales del Ejército y Armada a la Guarnición de Yunká,
traidoramente ultimada por los indios macaes".
El texto de la
placa identifica de manera inequívoca a los responsables del ataque.
En cambio, de las falsas acusaciones contra los pilagá, de la
inocencia de Garcete y su gente, y del ataque nocturno del Ejército
a la toldería no dice nada.
Cien años
después, el Estado argentino no ha reconocido la masacre ni ha
ensayado ninguna reparación, ni siquiera simbólica.
- No fui a
escuela yo. No sé leer o escribir. Sí hago firma cuando piden.
Abuelos no querían que aprendiera cosas de los blancos. Yo ahora
quisiera saber para escribir estas cosas que pasaron hace mucho, pero
no puedo. Por eso cuento - dice a los cronistas el cacique Ramón
Quiroga en el patio de su casa.
Se acerca el
mediodía en la localidad de Sargento Primero Leyes y el calor del
sol empieza a evaporar la humedad del suelo de tierra.
Fuente:
Eduardo Anguita, Daniel Cecchini, Ataque a un fortín, represalia y tres relatos: la trama oculta de la masacre de los indios pilagá hace un siglo, 09/03/19, Infobae. Consultado 12/03/19.
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