martes, 18 de diciembre de 2018

La central nuclear de Almaraz, símbolo del capitalismo voraz y destructivo


La apuesta de los sucesivos gobiernos extremeños por Almaraz ha puesto en jaque el desarrollo de la región, que ha perdido la oportunidad de subirse al carro de las energías renovables, más seguras, mayores creadores de empleos y más respetuosas con el medio ambiente. El empleo torticero de los medios de comunicación, la desinformación generalizada, las leyes hechas a medida, la entrega de recursos naturales y cuantiosas subvencionas a empresarios millonarios y el clima de represión a quien se opone a la central nuclear también reciben su denuncia.

por Obed Arnaldo Santos Pascua y Rosa Mogollón

Han surgido numerosos artículos en la prensa regional y digital sobre la central nuclear en los últimos quince días; desde trabajos de investigación hasta artículos cuya información nos pueden hacer pensar que es más seguro bañarse en la piscina de Almaraz que en las diversas gargantas de la geografía regional. Y si leemos lo que no se dice, sospechamos que quizá el poder gubernamental se plantee una prórroga a la producción de energía en la central nuclear de Almaraz, que a su vez sería una prórroga para la incompetencia del gobierno extremeño y estatal que durante décadas han ignorado la alternativa de obtención de energía a partir de fuentes renovables y no contaminantes.

Casi con toda seguridad, la mayoría de la ciudadanía ignora que existe un organismo europeo llamado el Pacto de las Alcaldías que persigue desde 2008 que cualquier municipio, no solo europeo sino a nivel mundial, se adhiera de forma voluntaria para establecer medidas que permitan luchar contra las emisiones de CO2 y adaptarse al cambio climático, lo que lleva implícito apostar por energías renovables, no contaminantes y cuya gestión sea pública ya que la energía es un derecho, no un bien para la estafa, la especulación y la pobreza energética de millones de personas.

¿Qué razones han permitido desaprovechar una década para poner alternativas no solo de producción energética sino de desarrollo social y económico en nuestros municipios? La respuesta nos hace mirar hacia quienes ocupan cargos directivos remunerados con cantidades astronómicas como expresidentes del gobierno estatal, por ejemplo. Sin olvidar los enormes beneficios que las empresas energéticas obtienen de los recursos públicos para bolsillos privados, bienes como el medio natural y también las cuantiosas subvenciones públicas recibidas, las cuales no abaratan el precio de la energía. Es decir, la ciudadanía paga a las empresas dos veces, una cuando la subvenciona y otra, cuando emiten sus recibos de consumo.

Y esto en Extremadura es aún más sangrante: soportamos el riesgo de un accidente nuclear, soportamos el chantaje del empleo y futuro de Campo Arañuelo, soportamos el saqueo de nuestros recursos por empresas que ni conocen ni les importa nuestra tierra ni sus gentes, soportamos las mentiras que una y otra vez se argumentan para sustentar una industria innecesaria para la región y dañina. Soportamos la desinformación más absoluta sobre cómo actuar ante un posible accidente nuclear, soportamos una legislación obsoleta sobre los planes de emergencia nuclear, soportamos y casi toda la ciudadanía calla, el miedo a represalias, el miedo a perder una forma de vida basada en “yo más y mejor”, el miedo a un futuro que intencionadamente se ha despojado de la sabiduría de nuestra gente acumulada durante generaciones.

Quizá la prensa siempre espera que algo nuevo suceda sobre un tema de interés para sacar un titular en primera plana. Esperemos que nada nuevo haya de ser titular sobre Almaraz, salvo su cierre definitivo pues de lo contrario estaríamos hablando de un potencial accidente nuclear de graves consecuencias.

Vivir Extremadura es sentir cómo late bajo nuestros pies, cómo se adhiere a nuestra piel, cómo disfrutar décadas de sabiduría cultural que nos regala miles de rincones maravillosos. Vivir en Extremadura nos permite degustar la sensación agria de haber desperdiciado lo que mejor sabemos hacer para adaptarnos a un mundo globalizado que destruye nuestra identidad, nuestra esencia y deja en manos de inversores sin escrúpulos nuestra organización y desarrollo territorial. Nuestra gente, nuestra tierra, está preparada para asumir los retos futuros, asunción desde una óptica respetuosa con nuestro hogar, el medio natural, pragmática, en torno a los sectores que mayor bienestar pueden procurarnos, y sobre todo, de legado futuro, para que las próximas generaciones pueden disfrutar de una Extremadura que preserva su biodiversidad, que respeta el bienestar medioambiental sin renunciar a mejorar el bienestar social e individual, que lega a generaciones futuras una tierra donde vivir y desde donde explorar más allá de cualquier límite impuesto.

Nuestros ríos y sus cuencas sufren el deterioro devastador de un sistema productivo a costa de la salud de las personas y del planeta; la cuenca del Tajo no solo es un vertedero de residuos humanos e industriales, además se adereza con residuos radioactivos que finalmente llegan a nuestro país vecino, Portugal y, finalmente, el mar. Partículas radioactivas se mezclan en el aire que respiramos, un aire cada vez más irrespirable; si bien es cierto que dichas partículas no producen un perjuicio inmediato, no es menos cierto que ninguna de esas partículas es inocua y nada impide su acumulación a lo largo del tiempo.

Quizá el poder, conjugado por quienes lo detentan, convenzan de que el modelo capitalista, incluido el capitalismo verde, es el único viable para el ser humano. Quizá sus mentiras mil veces repetidas sean axiomas mas conviene recordar que este mismo sistema está conduciendo a nuestro planeta al colapso climático, ambiental y humano. Hemos de decidir si vivimos aprovechando el progreso científico y respetando no solo nuestro entorno actual sino el que hemos de preservar para generaciones futuras, o bien preferimos someternos al consumismo innecesario de todo lo que nos rodea, destruyendo nuestro único hogar, si seguimos sometidas o si deseamos decidir por nosotras mismas.

Fuente:
Obed Arnaldo Santos Pascua, Rosa Mogollón, La central nuclear de Almaraz, símbolo del capitalismo voraz y destructivo, 17/12/18, El Salto Diario.

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