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En El
Saltodiario.com de España, se publicó hace poco un trabajo titulado
“La nuclear y el cambio climático, no solo una cuestión de CO2”.
Y dicen que “la
energía nuclear no es una alternativa para combatir el cambio
climático. Su dependencia de la minería de uranio, las emisiones
asociaciadas a la construcción de centrales y la condena milenaria a
gestionar unos residuos peligrosos son aspectos claves que la
industria del sector pretende esconder para mantener sus beneficios.
Es sorprendente
cómo los pronucleares intentan apropiarse del discurso contra el
cambio climático. Ante la inevitable aceptación del fin de los
combustibles fósiles y con ello el cierre de las grandes centrales
de carbón, gas y petróleo en las próximas décadas, la única
forma de seguir concentrando producción energética que mantenga la
estructura del oligopolio energético es a través de las grandes
centrales hidraúlicas y la energía nuclear. Así, en esta nueva
corriente de lavado verde que lleva a empresas como Gas Natural a
renegar de su nombre, parece que presentar la energía nuclear como
una solución a largo plazo contra el cambio climático es clave para
perpetuar su modelo de negocio.
Esta realidad
encuentra los guiños cómplices de una comunidad de políticos que
siempre han visto con buenos ojos las soluciones milagrosas. Ante el
problema que la humanidad está causando, parece que es mejor buscar
las soluciones en milagros tecnológicos que apelar a atajar las
malas conductas que nos han traído a la situación actual. Una
complicidad compartida con numerosos académicos que abrazan estas
posturas pronucleares, pero ante la enorme urgencia del cambio
climático no podemos asumir como soluciones tecnológicas aquellas
que nos traen enormes problemas durante miles de años cuando ya
existen tecnologías viables.
Sovacool,
Beerten, Warner and Gabin o van Leeuwen son personas que investigaron
cuál es el impacto climático que tiene el ciclo nuclear. Como ha
sucedido en numerosas ocasiones, las industrias nucleares han
intentado evitar este debate. Una actitud que se perpetúa ya que,
como reconocen todos esos estudios, independientemente de su signo
pro o anti nuclear, muchos de los datos acerca del ciclo nuclear no
son accesibles.
Al revisar los
estudios se hace más evidente cómo la afirmación de que las
nucleares no emiten gases de efecto invernadero es falsa, ya que
procesos como la minería del uranio, la fabricación del
combustible, la construcción de la central, su mantenimiento, el
desmantelamiento y el tratamiento de los residuos nucleares son
actividades emisoras de estos gases.
En el análisis
numérico pasan desapercibidas cuestiones metodológicas muy
relevantes. Una de esas cuestiones es el reduccionismo con el que se
plantea el análisis de ciclo de vida de la nuclear, especialmente en
la construcción donde se recurre en los estudios a una
cuantificación de emisiones general, a través de grandes parámetros
como los kilos de materiales utilizados, independientemente de la
forma en la que se producen, ensamblan y gestionan esos materiales.
Sin embargo, los análisis sobre las renovables son mucho más
detallados. A través de análisis de ciclo de vida se evalúan todos
los procesos relacionados con la fabricación de los mismos. Esta
diferencia metodológica beneficia enormemente la huella de carbono
de la nuclear ya que, como indican algunos estudios, faltan datos de
importantes emisiones como los compuestos fluorados asociados al
ciclo nuclear que son enormes generadores de cambio climático.
Otro hecho que se
obvia es que estos datos se basan en centrales construidas y
amortizadas, en las que precisamente la suposición del
prolongamiento de vida de muchas de ellas por encima de su diseño
consigue, además de incrementar el riesgo de un accidente, reducir
esa huella de carbono nuclear. Tampoco se puede obviar que, a
diferencia de las renovables, la tecnología con la que se instalaron
es insustituible y las mejoras tecnológicas tienen poca capacidad
para implementarse sobre los sistemas ya instalados. Al contrario, la
renovable cada día es más eficiente y barata, lo que ha originado
que hasta el propio sector nuclear haya admitido en el último
informe nuclear mundial que las renovables han ganado la batalla a la
energía nuclear. Que mientras estas crezcan, el mundo nuclear
empezará a descender hasta su plena desaparición en las próximas
décadas.
Esta continuidad
del parque nuclear es una pieza clave para que las grandes empresas
del oligopolio energético sigan marcando los precios de la
electricidad y tomando decisiones energéticas que afectan a toda la
ciudadanía.
En resumen, la
energía nuclear no es una solución contra el cambio climático, no
solo porque sus emisiones son al menos el doble que otras tecnologías
renovables, sino porque además pueden excluir la entrada de las
energías renovables en el mix eléctrico. Siguen fortaleciendo un
sistema energético y tarifario que va en la línea opuesta a la
transición renovable.
El cierre de las
centrales nucleares según vayan expirando sus permisos es una
oportunidad de oro, junto al cierre de carbón, para impulsar la
reducción neta del consumo energético y el despliegue de renovables
en sistemas de autoconsumo. Ha llegado la hora de jubilar a la
energía nuclear.
"Nuclear Marsh" de Wolfang Ertl |
Contenido
- Corredores
biológicos. Viviana Comparatore, Ariel Genovese, Tomás O`Connor
Que la frontera agrícola avanza sobre áreas naturales y hasta áreas protegidas no es una novedad. Lo viene haciendo desde hace décadas. Y desde entonces, surgen alarmas de parte de quienes estudian los ecosistemas nativos y los corredores biológicos, pues se vienen reduciendo drásticamente. ¿Los corredores biológicos serán acaso de ayuda? Hablamos con especialistas en la temática para interiorizarnos
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Ecología,
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Conductora
Silvana Buján es
Argentina, licenciada en Ciencias de la Comunicación Social y
periodista científico y ambiental, ejerciendo desde hace más de dos
décadas de manera ininterrumpida a través de radios y medios
gráficos del país y del exterior.
Es activista
ecologista y participa, dirige o coordina organizaciones no
gubernamentales y redes temáticas. Es conferencista y consultora en
temas de ambiente y desarrollo. Ha obtenido tres veces el 1º Premio
a la Divulgación Científica de la Universidad de Buenos Aires
(2009, 2012, 2014) y el 2º Premio en 2010; el 1º Premio
Latinoamericano y del Caribe del Agua CATHALAC-UNESCO 2009; Ocho
Premios Martin Fierro por sus trabajos en radio y 21 nominaciones. Ha
sido Premio Nacional de Periodismo en el año 2007, 1º Premio del
Congreso Tabaco o Salud 2010, 1º Premio de Periodismo en Salud de la
Asociación Médica Argentina 2010 Distinción honorífica Colegio de
Ingenieros DII por su labor en difusión ambiental, 2013.
Lleva adelante
desde 1998 ECOS ciclo de periodismo científico abocado al ambiente y
las culturas. Y CALIDAD EN VIDA, de periodismo médico, cultura y
salud. Dirige BIOS, ONG miembro de la Red Nacional de Acción
Ecologista y la Coalición Ciudadana Antiincineración. Es miembro
del Comité Consultivo de GAIA internacional. Es miembro de la Red
Argentina de Periodismo Científico y la Red Latinoamericana de
Periodismo Ambiental. Vive en Mar del Plata.
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