El cuento del
bajo impacto ambiental.
por Pablo Lada
La firma de un
memorándum de entendimiento entre el gobierno argentino y el ruso
para la exploración y explotación de uranio en Chubut causó
asombro por la manera en que la nación pisoteaba la autonomía que
tienen las provincias sobre los recursos naturales (bienes comunes).
Poco después, el gobierno de Mauricio Macri negó un pedido de
informes al respecto, argumentando que el acuerdo estaba “sujeto a
cláusulas de confidencialidad y no divulgación de su contenido”,
a la vez que rechazaba que dicho memorándum estuviese destinado a la
exploración y explotación de uranio “sino al desarrollo de nuevas
tecnologías de minería inteligente y sustentable”. Reconocerlo
sería una demostración lisa y llana de la ilegalidad del
entendimiento argentino-ruso. En Chubut, la explotación minera a
cielo abierto está prohibida, cualquier decisión del gobierno
nacional es inconstitucional.
Lo novedoso
también, fue la caracterización discursiva de una de las peores
formas de megaminería uranífera. La supuesta nueva tecnología,
denominada “recuperación in situ” por las empresas interesadas,
no es otra cosa que la vieja conocida “Lixiviación In Situ” del
uranio (In Situ Leaching ISL). Omar Adra, titular de la minera
UrAmérica y uno de los firmantes del memorándum, calificó al
sistema extractivo como “el más eficiente” por sus “bajos
costos” y porque representa un “mínimo impacto ambiental”
porque no requiere la “remoción del suelo”.
De qué se trata
La “Lixiviación in Situ” (ISL) es un riesgoso método extractivo desarrollado para explotar uranio de baja ley a menor costo de producción. No hay ninguna razón ambiental en su implementación, sino más bien el viejo imperativo económico del costo-beneficio. Con un mercado deprimido, la industria uranífera buscó una manera de recortar gastos para hacer económicamente viable la explotación de uranio. Esa es la razón del crecimiento y difusión de la “lixiviación in situ” en la década de los años noventa.
El sistema
consiste en la inyección y extracción subterránea continua de
químicos, generalmente una solución de ácido sulfúrico o una
alcalina a base carbonato de amonio, entre otras. Las soluciones
ácidas extraen uranio a mayor velocidad que las
alcalinas, pero a su vez movilizan metales pesados tóxicos como
cadmio, selenio, plomo, vanadio, etc. Mientras que las alcalinas
tienden a mover mayor cantidad de elementos radioactivos como el
radio y el radón.
El mineral no se
extrae a la manera tradicional por galerías o a cielo abierto para
un posterior tratamiento, sino que el proceso químico se realiza en
la profundidad, dentro del yacimiento. Se hace “In situ”, en el
lugar. El líquido de lixiviación se inyecta a través de una serie
de perforaciones. Para poder realizar este proceso el depósito de
uranio debe tener ciertas características, tiene que estar ubicado
en una roca porosa confinada en capas impermeables. Lo más riesgoso
del proceso es que el cóctel tóxico atraviesa los acuíferos
mediante cañerías que llegarán al depósito de uranio en las
profundidades de la roca.
A pesar de las
diferencias, podemos encontrar paralelismos con el fracking. Los
químicos y el agua entran en el suelo subterráneo para lixiviar en
las profundidades. Luego, la solución cargada de uranio es bombeada
a través de otra cañería hasta la planta de tratamiento en la
superficie que producirá la “torta amarilla” o concentrado de
uranio. Durante el proceso (similar a lo que sucede en la fractura
hidráulica petrolera) los tóxicos se escapan por fallas en las
tuberías, problemas en los pozos de inyección o rotura del
revestimiento del estanque de evaporación en superficie. La mayoría
de estas fugas ocurren porque existen viejas cañerías de
exploración que no fueron debidamente selladas, exceso de presión y
obstrucciones que producen la rotura de las tuberías o fallas en las
bombas de inyección y/o extracción.
Cualquier escape
de la solución química fuera del yacimiento conducirá a la
irreversible contaminación de los acuíferos circundantes. Está
demostrado empíricamente que no hay remediación posible. Se ha
intentado llevar adelante proyectos de restauración de aguas
subterráneas, pero todos fracasaron. Es que el proceso de ISL
conduce a la contaminación permanente del agua que utilizan las
personas y las industrias para la provisión de agua potable y
arruina también las tierras productivas para agricultura. Los pocos
intentos de remediación que se hicieron fueron en instalaciones
experimentales que usaban soluciones alcalinas. En Texas, Estados Unidos, hubo
algunos proyectos de recuperación en las minas de Lixiviación in
Situ Pawnee, Lamprecht y Zamzow. Un estudio posterior, publicado por
el Servicio Geológico de los Estados Unidos en 2009, asegura que
"hasta la fecha, ninguna remediación de una operación de
Recuperación in Situ en los Estados Unidos ha devuelto exitosamente
el acuífero a las condiciones iniciales" i. Ante este fracaso,
las compañías mineras hicieron lobby sobre los reguladores
estatales para relajar estándares de remediación, que así y todo,
no pudieron alcanzar.
Más ejemplos
En Alemania, en la mina de uranio Königstein en Dresde que realizó ISL, las actividades mineras dañaron un acuífero utilizado para la provisión de agua potable. El impacto es muy severo y no han encontrado la manera de eliminar la continua lixiviación del uranio y otros contaminantes del depósito.
Mucho peor es la
situación en la mina de uranio ISL Stráz pod Ralskem en República
Checa: las autoridades abandonaron las tareas para remediar la
calidad del agua subterránea por ser “poco realistas”. El
reporte de 154 páginas, “Una crítica ambiental de la lixiviación
in situ”, de Gavin Mudd ii de la Universidad Tecnológica de
Victoria es lapidario: “La mayoría de los proyectos ISL usaron
ácido sulfúrico y las soluciones residuales de lixiviación
migraron lejos de las zonas mineras. En algunos sitios, especialmente
en Bulgaria y República Checa, estas soluciones contaminaron la
calidad de las aguas subterráneas utilizadas para suministro de agua
en ciudades cercanas o por residentes locales como su principal
fuente de agua potable”.
“La
restauración del sitio Devladovo en Ucrania se limitó a la limpieza
del suelo en la superficie. Solo se reemplazó tierra muy
contaminada, mientras que el arado profundo fue el único remedio
posible en la mayor parte del sitio. Los trabajos de remediación
terminaron en 1975. Posteriormente, el sitio fue utilizado para la
agricultura. Estadísticas realizadas en 1991 demostraron que las
concentraciones de radionucleidos en el suelo no han disminuido en
absoluto y que la limpieza anticipada no tuvo lugar. Se calcularon
equivalentes de dosis radioactivas de hasta 0,2 mSv/año para los
miembros de la población local que consumen el trigo cultivado en
este suelo” iii.
La toxicidad química de estas soluciones, así como su radiación, son una grave preocupación para los reguladores modernos frente a los problemas de limpieza intratable que enfrentan los gobiernos de los países involucrados. Los esfuerzos de restauración están destinados simplemente a minimizar la contaminación de los alrededores. Se cree que tomará décadas, o incluso siglos, la limpieza de estos sitios
Conclusión
La Lixiviación in Situ es un perverso método extractivo que puede resultar aún más dañino que la megaminería uranífera tradicional. Por más que sus promotores se esfuercen en asegurar que es “más eficiente” y que representa “un mínimo impacto ambiental porque no requiere la remoción del suelo”, la bibliografía y las experiencias alrededor del mundo demuestran sus dramáticas consecuencias sociales y ambientales.
La “Lixiviación
In Situ” (ISL) no es amigable con el ambiente, mucho menos
controlable o segura. Sus costos son ocultados por el entorno
subterráneo, los acuíferos y más tarde las tierras productivas.
Las poblaciones de países como Alemania, Bulgaria, República Checa,
Estados Unidos, Ucrania, Kazajstán y Uzbekistán, entre muchas otras, sufren
hoy las consecuencias de esta perniciosa actividad.
La promoción
descarada de la ISL en Chubut como una actividad ambientalmente
amigable es un giro discursivo, parte del marketing de la
sustentabilidad por conseguir una licencia social que no tienen y,
otro intento por derribar la legislación prohibitiva que existe en 7
provincias argentinas.
Pablo Lada, Movimiento Antinuclear del Chubut
i Hall, Susan, 2009, restauración de aguas subterráneas en minas de recuperación in situ de uranio, llanura costera del sur de Texas: Informe del Servicio Geológico del Servicio Geológico de los Estados Unidos 2009-1143, 32 p.
ii An Environmental Critique of In Situ Leach Mining: The Case Against Uranium Solution Mining , by Gavin Mudd, A Research Report for Friends of the Earth (Fitzroy) with The Australian Conservation Foundation, Victoria University of Technology, July 1998, 154 p.
iii Molchanov, 1995
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