por Mariela Jara
LIMA-CAJAZEIRAS,
Brasil , 26 oct 2018 (IPS) - Jóvenes peruanos proyectan aprovechar
los saberes adquiridos en el Semiárido brasileño para llevar agua a
poblaciones que carecen del recurso, tras intercambiar experiencias
en aquella ecorregión sobre los múltiples usos de las energías
renovables en comunidades afectadas por fenómenos climáticos.
Freyre Pedraza y
Yeffel Pedreros, ambos de 24 años e ingenieros ambientales, fueron
parte de los 10 peruanos que junto con activistas de Bolivia y Brasil
participaron en el Primer Curso Internacional de Energías
Renovables, realizado este mes de octubre en Cajazeiras, en el estado
de Paraíba, en la agreste región del Nordeste brasileño.
“Hemos conocido
experiencias concretas de cómo la energía solar puede mejorar la
vida de las familias en comunidades rurales”, dijo a IPS la joven
Pedreros, quien en Lima es activista ambiental del Movimiento
Ciudadano frente al Cambio Climático (Mocicc), una plataforma
nacional de instituciones, colectivos y activistas.
Ella opera en la
parte alta del distrito de San Juan de Lurigancho, el municipio más
poblado de los que conforman la capital peruana, con más de un
millón de habitantes provenientes en distintas olas migratorias de
las diferentes regiones del país. Ubicado al noreste de Lima, sus
familias más pobres carecen de agua y energía eléctrica.
“Colocando
paneles solares se podría generar energía para bombear agua hasta
las casas de las zonas más altas y reemplazar las bombas de petróleo
que se usan actualmente”, proyecta Pedreros, mientras asciende por
las laderas de los cerros, donde se asienta el Grupo Familiar 24 de
Junio, compuesto por 62 hogares.
En esta zona de
la periferia limeña, a unos 40 minutos en automóvil de la Plaza
Mayor de Lima, sede de los gobiernos nacional y provincial, no
existen sistemas de tuberías de agua, ni de desagües, y tampoco
redes de energía eléctrica, lo que endurece las condiciones de vida
de hombres, mujeres y niños.
En ese contexto,
las experiencias adquiridas en los municipios de Cajazeiras, el
vecino de Sousa y otros de Paraíba, significan para estos jóvenes
ingenieros y activistas ambientales, integrantes además del no
gubernamental Instituto de Desarrollo Urbano Cenca, les dan
posibilidad de enriquecer su trabajo.
“Nos llevaron a
conocer huertos familiares orgánicos que se riegan con sistemas
impulsados por energía solar y es algo que nos gustaría replicar
aquí donde también promovemos la agroecología” señaló a IPS
el joven Pedraza, mientras mostraba las áreas comunes donde las
familias del 24 de Junio cultivan hortalizas y hierbas aromáticas,
que incluyen en su alimentación diaria.
La idea sería,
explicó, la de instalar un colector de aguas servidas que tenga un
proceso de tratamiento, almacenarla en un reservorio que estaría en
una escuela pública en la parte baja, y luego a través de la
energía generada por paneles solares distribuirla para el riego en
la parte alta. Así esas aguas grises mantendrían los huertos
familiares.
Cada familia de
cuatro miembros en promedio se abastece quincenalmente de 1.100
metros cúbicos de agua mediante mangueras que conectan a unos
cuantos pilone, instalados por el Servicio de Agua Potable y
Alcantarillado de Lima, o mediante camiones cisternas, en el caso de
las viviendas de las zonas más altas de las laderas.
Durante el curso
internacional desarrollado entre el 10 y el 17 de octubre, en el
Instituto Federal de Paraíba, uno de los estados del Nordeste
brasileño, el grupo de participantes aprendió sobre cómo generar
energía solar fotovoltaica “desde los puntos más básicos”,
como recordó Pedreros.
Los participantes
también se trasladaron hasta la comunidad rural de Varzea Comprida
dos Oliveiras, en el municipio de Pombal.
Ese asentamiento
nordestino es un ejemplo de cómo el uso de energías renovables encadenó efectos positivos, como una renovada autoestima en la
población, el incremento de actividades productivas y la conciencia
colectiva de que la energía es un bien común y no una mercancía.
La Asociación
Comunitaria de Varzea Comprida dos Oliveiras integra a 84 familias
que se dedican principalmente a la agricultura familiar orgánica.
Su presidenta,
Solange de Oliveira, detalló los cambios en su comunidad, cuando
acogió en el salón parroquial a los participantes del curso
internacional, a sus organizadores y periodistas, entre estos de IPS.
“Soy
agricultora y trabajo como productora ecológica. Aquí somos mujeres
empoderadas y con la comunidad hacemos mucha discusión social acerca
de que necesitamos políticas públicas que le den dignidad a la
persona”, expresó con orgullo.
En esa pequeña
localidad del Semiárido, la parroquia, la panadería comunal, donde
laboran 19 de mujeres, y los huertos se abastecen de energía
generada con paneles solares. Además, cuentan con un proyecto piloto
de un biodigestor para la producción y envasado de biogás que
beneficiará a las familias.
“Aquí
funcionamos con energía solar, hacemos uso sostenible del agua,
reusamos para aprovecharla sin desperdiciar, buscamos hacer
desarrollo sostenible cuidando el medio ambiente. No podemos cambiar
la naturaleza, pero sí el barco que nos lleva al destino de nuestras
vidas”, exclamó Oliveira al repleto auditorio.
En un recorrido
posterior, los visitantes observaron el funcionamiento de la
panadería, del biodigestor, del sistema de reúso de agua y del
riego de los huertos orgánicos.
Como los demás
activistas brasileños, bolivianos y peruanos, Pedreros y Pedraza no
pararon de preguntar a sus anfitrionas y anfitriones, para analizar
como replicar los procesos Varzea en sus propias comunidades.
Los amplios
campos verdes de hortalizas llamaron su atención, así como el
sistema de riego. Una explanada de cemento con caída a un tanque
permite acopiar el agua de lluvia para luego bombearla hacia los
campos, en un método que convive con la reutilización del recurso.
Su trabajo en las
laderas de los cerros de las afueras de Lima está destinado a
proporcionar a las familias en condición de pobreza medios para
mejorar el entorno que habitan, para mejorar la seguridad
habitacional, hídrica y alimentaria. “Nos vinimos con muchas
ideas”, dijeron.
El ardiente sol
de Pombal se dejó sentir sobre cabezas y cuerpos, la temperatura
superior a los 35 grados centígrados es inusual para el clima de la
capital peruana. Pero como decía Solange de Oliveira, “el sol es
amigo”.
El Semiárido,
donde viven 27,2 millones de los 208 millones de brasileños,
amenazado permanentemente por la sequía, en un fenómeno
intensificado con el cambio climático, ha revertido la percepción
de “no lugar” por otra de territorio donde es bueno vivir, al
aprender a convivir con su agreste entorno.
Mariana Moreira,
docente de la Universidad Federal de Campo Grande, está involucrada
en el movimiento para promover esa convivencia con el Semiárido, en
vez de luchar contra su naturaleza.
“Esta
perspectiva surge en la década del 90 frente al imaginario del “no
lugar” y de combate a la sequía. Buscamos deconstruir ese discurso
y tomar el de convivencia, dando importancia a los saberes populares
y al rol de las mujeres”, explicó.
Esa mirada
requiere de un largo trabajo con las propias comunidades locales, y
en el caso de Varzea, ha llevado a que las personas asuman de manera
colectiva la demanda de la energía como un bien común y no como una
mercancía.
Este es un
desafío para las organizaciones de Perú y Bolivia, que junto con
otras de Brasil y la participación de una más de Alemania conforman
el Grupo 3+1, organizador del curso internacional de energías
renovables.
Como lo señala
la Carta de Cajazairas, divulgada por los participantes al finalizar
el curso, el acceso a formas de energías limpias y sostenibles es un
derecho humano fundamental de todos los pueblos.
Para Pedraza y
Pedreros toda propuesta requiere ser dialogada con las propias
familias para que sea eficaz, un reto que están dispuestos a asumir.
Edición:
Estrella Gutiérrez
Fuente:
Mariela Jara, Jóvenes latinoamericanos aprenden caminos hacia energías limpias, 26/10/18, Inter Press Service. Consultado 01/11/18.
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