por Maristella
Svampa
En el mes de
octubre hubo dos noticias muy importantes respecto de Vaca Muerta,
cuyo contraste merece ser notado. Por un lado, el Comité de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales de la ONU emitió un informe muy
preocupante sobre la explotación de combustibles fósiles no
convencionales en dicha zona, mediante el fracking. Por otro lado, el
gobierno avanzó aún más en lo que llama, de modo sugestivo, el
“blindaje” a Vaca Muerta.
Empezando por lo
primero, el comité de la ONU en su informe dejó en claro que, de
avanzar en Vaca Muerta, “la explotación total con la fracturación
hidráulica de todas las reservas de gas de esquisto consumiría un
porcentaje significativo del presupuesto mundial de carbono, para
alcanzar el objetivo de un calentamiento (no mayor) de 1,5 grados
Celsius, estipulado en el Acuerdo de París”. En consecuencia,
recomienda al Estado argentino “reconsiderar la explotación a gran
escala de combustibles fósiles no convencionales mediante el
fracking” en la región de Vaca Muerta, para garantizar el
cumplimiento de sus obligaciones en virtud del Pacto, a la luz de los
compromisos del Acuerdo de Paris” [1]. Dichos compromisos asumidos
por nuestro país implican una reducción de emisiones de CO2, algo
difícil de lograr si se avanza con Vaca Muerta.
En realidad,
aunque el gobierno nacional publicite las inversiones en energías
renovables (eólica y solar) o en ciertos barrios de la ciudad de
Buenos Aires se jacte de la separación de la basura, este discurso
supuestamente verde o ecológico se derrumba cuando observamos que la
gran apuesta estratégica es la explotación a gran escala de los
combustibles fósiles no convencionales, no solo en Vaca Muerta, sino
también en Allen, Río Negro, donde el fracking avanza entre peras y
manzanas, o en Mendoza, donde hoy existen fuertes resistencias
sociales para impedirlo, cerca de Malargüe.
Sin discusión
alguna sobre los diferentes impactos de los modelos de desarrollo e
incluso de las dependencias que estos generan, se avanza ciegamente,
desestimando los informes técnicos y científicos que hoy existen
sobre los impactos del fracking en otros países, como en Estados
Unidos. Por ejemplo, el Compendio de hallazgos científicos, médicos
y de medios de comunicación, publicado en 2014 por el Concerned
Healt Proffessionals of New York [2], advierte con datos concretos
sobre la contaminación del agua, contaminación atmosférica, de
lubricación de fallas sísmicas, escapes radioactivos, filtración
del gas y de los fluidos, entre otros riesgos y daños.
A esto hay que
agregar que el comité de la ONU no sólo cuestiona la viabilidad
ambiental de Vaca Muerta, sino también sus implicancias
territoriales y culturales. En esa línea, subraya la necesidad de
realizar un “estudio de evaluación participativo junto a los
pueblos indígenas del riesgo del impacto sobre sus derechos
económicos, sociales y culturales, en particular la salud, previo a
autorizar la explotación de recursos naturales”, y recomienda que
la consulta previa, libre e informada, se haga según protocolos y
acuerdos elaborados con los pueblos indígenas.
Ya lejos de los
compromisos internacionales asumidos en relación con el ambiente y
de las recomendaciones de democratización de la ONU, en los últimos
tiempos el oficialismo y sus aliados provinciales redoblaron la
apuesta en Vaca Muerta, donde buscan asegurar el triple blindaje, a
la espera de la lluvia de inversiones: así a los subsidios
millonarios -iniciados bajo los últimos años del kirchnerismo-,
se sumó la flexibilización laboral y ahora promete incluso un
blindaje penal.
Para comenzar, el
gobierno continuó e incrementó los subsidios a las compañías
petroleras, que están haciendo un fabuloso negocio en nuestro país.
Basta decir que en Estados Unidos, el gas en boca de pozo por millón
de BTU cuesta 2,50 dólares, mientras que en el nuestro cuesta la
friolera de 7,50. La diferencia con el precio de mercado la paga el
ciudadano argentino de su bolsillo, con el objetivo de asegurar la
rentabilidad de las petroleras y lograr de este modo que no se vayan
de Vaca Muerta. Aunque suene increíble y en cualquier país ya
hubiese producido un escándalo de proporciones y la caída de varios
ministros, aquí nadie parece inmutarse ante tales prebendas.
Pero esto no es
todo. A principios de octubre, Guillermo Pereyra, el sempiterno jefe
del gremio de los petroleros (y actual senador nacional por la
provincia de Neuquén), firmó un nuevo convenio que limita el
derecho a huelga en Vaca Muerta. Ya en enero de 2017 había firmado
un convenio de flexibilización laboral que permitía recortar el
costo laboral entre un 30 % y un 40 %, al tiempo que se disminuía la
cantidad de trabajadores por pozo y se establecía la continuidad del
trabajo con viento en superficie, entre otras concesiones. A esto hoy
se suma el blindaje antihuelgas, una medida que atenta contra la
propia Constitución. Pereyra justificó el convenio antiderechos
diciendo que “los petroleros no somos agitadores y queremos
trabajar”.
Conviene añadir
que el informe sobre el fracking citado más arriba también habla
del incremento de los riesgos laborales, en relación con los
combustibles no convencionales. En Estados Unidos, sólo entre 2007 y
2012 murieron 664 trabajadores en campos de petróleo y gas no
convencional. Como señala el Observatorio Petrolero Sur, a los
derrames y explosiones en Allen o en Loma Campana, hay que sumar los
accidentes laborales, que también se han disparado por estas
latitudes [3]. No por casualidad se incluye a los no convencionales
dentro de las llamadas “energías extremas”, dada la
multiplicación de riesgos, no sólo ambientales y sociosanitarios,
sino también laborales. En suma, no existe un “fracking seguro y
responsable”, como dice la fórmula agitada por las grandes
compañías en Estados Unidos y difundida sumisamente a nivel local.
Los estudios técnicos demuestran que el fracking es un terreno
cargado de muy malas experiencias y de grandes incertidumbres, que
contribuye aún más a la exacerbación del neoliberalismo así como
de la crisis socioecológica que hoy vive el planeta [4].
Como frutilla del
postre, para terminar de blindar la explotación de hidrocarburos no
convencionales en Vaca Muerta, esta semana que pasó José Gerez, el
fiscal general de Neuquén, se reunió con la Cámara de Comercio de
Estados Unidos en la Argentina (Amchan) y el Instituto Argentino del
Petróleo y el Gas (entidad que, lejos de toda neutralidad y
pese a su nombre, representa a los grupos nacionales y a las grandes
corporaciones transnacionales del sector). El objetivo es garantizar
la “seguridad jurídica”. para lo cual se buscaría incorporar a
la legislación penal la figura del “conflicto ilegítimo”. No
hay que tener dos dedos de frente para darse cuenta de que, de
materializarse, la reforma apuntaría contra los reclamos de las
comunidades mapuches, uno de los sectores más demonizados por el
actual gobierno. En continuidad con esta mirada punitiva y
criminalizadora, a la demanda de plurinacionalidad de los pueblos
originarios el gobierno responde con el pluriblindaje.
Vale la pena
recordar que en 2017 asistimos a la desaparición y muerte por
ahogamiento de Santiago Maldonado en un contexto de represión, y al
posterior asesinato de Rafael Nahuel en el lago Mascardi, dentro del
Parque Nacional Nahuel Huapi, por parte de las fuerzas de seguridad
estatal. Luego de eso, a principios de 2018, el gobierno fue por más:
después de difundir un informe sobre la supuesta RAM (Resistencia
Ancestral Mapuche), realizado sin rigor investigativo y con
argumentos notoriamente endebles, creó un comando con fuerzas de
seguridad de carácter interprovincial y nacional, cuyo objetivo es
combatir al “enemigo interno”, de carácter “etnonacionalista”.
El objetivo es claro: se trata de disociar las demandas de los
mapuches de la defensa de los derechos humanos y colectivos,
asociándolos a la violencia, creando un nuevo adversario interno, el
“enemigo mapuche”, sentando así las bases para un consenso
anti-indígena que avale ante la sociedad la represión y habilite el
avance del capital sobre los territorios en disputa. Liberada de
presencia indígena molesta, Vaca Muerta, el nuevo Eldorado, acabaría
por ilustrar de modo emblemático la ecuación “A más
extractivismo, menos democracia”.
En suma, el
fracking es una figura perversa que va habilitando una serie de
interminables excepciones: no cierra sin beneficios impositivos, sin
subsidios millonarios que empobrecen aún más a los argentinos, sin
flexibilización laboral que atenta contra los derechos de los
trabajadores, sin represión de la protesta, que demoniza a las
poblaciones mapuches y las expulsa de los territorios en disputa. En
verdad, el sueño eldoradista de Vaca Muerta, en clave neoliberal,
tiene todos los elementos para convertirse en una pesadilla nacional
de repercusiones múltiples y a gran escala.
- Disponible en http://acnudh.org/comite-onu-sobre-derechos-economicos-sociales-y-culturales-emitio-informe-sobre-argentina/
- Concerned Health Professionals of New York: Compendio de hallazgos científicos, médicos y de medios de comunicación que demuestran los riesgos y daños del fracking (Extracción no convencional de gas y petróleo). Tercera edición Octubre 2015 , publicado en español por Opsur, de consulta libre en http://www.opsur.org.ar/blog/wp-content/uploads/2016/05/compendium_final_version_1.pdf
- Véase Opsur.com.ar, entre otros artículos, http://www.opsur.org.ar/blog/2018/07/27/una-nueva-muerte-obrera-por-explosion-de-yacimiento-petrolero-en-vaca-muerta/
- Véase M. Svampa, Chacra 51. Regreso a la Patagonia en los tiempos del fracking, Buenos Aires Sudamericana, 2018.
Fuentes:
Maristella Svampa, FRackinstein, El cohete a la luna.
La obra de arte que ilustra esta entrada fue realizada por el artista Chelo Candia.
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