La sequía, los
vientos, el miedo y la mala suerte hicieron del incendio de Paradise
una trampa mortal.
por Pablo Ximénez de
Sandoval
Los bomberos que
lo han visto todo dicen que nunca habían visto esto. Sabían que
venía, estaban preparados para lo peor. Pero esto no era lo peor,
era otra cosa. El incendio que arrasó Paradise, California, sigue
produciendo cifras espeluznantes diez días después. No hay un por
qué concreto para explicar al menos 76 muertos, más de 1.200
desaparecidos y 12.000 edificios destruidos. Hay una casualidad
detrás de otra, un capricho espantoso. Pero esas casualidades se
dieron sobre una realidad que se ha hecho inquietantemente presente:
California es una hoguera lista para arder en cualquier momento.
El jueves 8 de
noviembre, sobre las 6:30 de la mañana, John Messina recibió la
llamada que le avisaba de que había empezado un fuego en uno de los
barrancos que rodean Paradise, cerca de una pedanía llamada Pulga.
Messina es uno de los jefes del Departamento de Bosques y Protección
contra el Fuego de California (Cal Fire) en el condado de Butte, al
norte de Sacramento. Fue el primer hombre al mando del incendio. “En
ese momento medía entre 6 y 8 hectáreas. Estaba en un lugar de
difícil acceso”, cuenta a El País. En lo que tardaron en pedir
recursos y entrar, justo antes de las 7 de la mañana, había crecido
a 80 hectáreas. “Yo llegué a las 7:30 y me hice cargo. Entonces
me dijeron que el fuego había viajado 14 kilómetros y estaba dentro
de Paradise”.
No era una
progresión normal de un fuego. Esto es lo que están viendo los
bomberos de California desde hace un par de años. “California
lleva cinco años en situación de sequía”, explica Steve
Kaufmann, portavoz de Cal Fire en el condado de Ventura, donde se
vivió en diciembre de 2017 el incendio más grande de la historia
del Estado, que sería superado solo ocho meses después. “Para dar
una explicación sencilla: en esta zona de California no ha llovido
desde hace 214 días”. La tierra en la zona de Paradise está
extraordinariamente seca.
“Hay
combustible [madera que prende] de 1 hora y de 10 horas. Es el tiempo
que la humedad contenida en la madera tarda en evaporarse. Ahora es
combustible de menos de 5 minutos. En condiciones normales en
California, cuando empezaba un fuego había combustible húmedo y el
fuego iba subiendo por una colina, por ejemplo, secando y quemando
las plantas progresivamente. Ahora, como el combustible tiene
literalmente cero humedad, el fuego consume esa colina toda a la vez,
instantáneamente. Se mueve muy, muy deprisa. Y con viento, más
deprisa. En estas condiciones, el fuego es como no hemos visto en
nuestra vida”. Kaufmann lleva 22 años como bombero, 31 años en
total en servicios de emergencia.
A la hora que
empezó el fuego de Paradise, además soplaba un fuerte viento cálido
del desierto con ráfagas de 80 kilómetros por hora. El fenómeno,
que se da todos los otoños y se conoce como viento de Santa Ana,
está secando madera que ya estaba seca de por sí y avivando
cualquier conato de fuego. El fuego de Paradise quemó 21.000
hectáreas en las primeras 24 horas. “Un incendio de 800 hectáreas
en 24 horas ya sería considerado grande. Estamos viendo incendios
que explotan”, dice Kaufmann.
La acumulación
de combustible en el monte no es casual. Se debe a cinco años de
sequía. Según un estudio de la Universidad de California en
Berkeley del pasado enero, la sequía dejó 100 millones de árboles
muertos en el Estado. Además, el pasado mes de julio fue el más
caluroso registrado nunca en California. Los seis veranos (de junio a
agosto) más calurosos de la historia han sido, por este orden: 2017,
2015, 2014, 2006, 2016 y 2013. Para los expertos no hay ninguna duda
de que estamos viendo los efectos del aumento de temperaturas debido
al cambio climático. En el Atlántico se traduce en huracanes
explosivos. En el clima mediterráneo de California, en incendios
explosivos.
“Esto es algo
que podía haber pasado hace 20 años, claro”, opina el jefe
Messina. “Pero entonces había unos pocos días al año en los que
se daban las condiciones para que pasara algo así. Ahora tenemos 30
o 40 días al año en los que se dan esas condiciones”. El cambio
climático no provoca los fuegos, pero aumenta las posibilidades de
que se produzcan y de que sean devastadores.
Y además del
clima, está el horror. “Paradise es una comunidad de jubilados,
una ciudad antigua, con construcciones de madera y en medio del
bosque y con carreteras estrechas. No puede ser peor”, dice a El País Scott McLean, portavoz estatal de Cal Fire que fue jefe de
bomberos en este condado y vive en Chico, la ciudad pegada a
Paradise. Cuando llegó al incendio, a las 8:30, “ya estaba todo
ardiendo y la gente atrapada en sus coches”.
Paradise había
sufrido un gran incendio en 2008 que destruyó 87 casas. Entonces se
prepararon protocolos de evacuación, que incluso se habían ensayado
recientemente. “Sabían que esto venía”, asegura McLean. “Se
habían limpiado zonas, los protocolos de evacuación estaban
activos. Pero nada sirvió porque todo estaba ardiendo a la vez.
Hicieron todo lo posible para prepararse para esto. No fue por su
culpa, ellos estaban listos”.
Los protocolos
establecían una evacuación progresiva de la ciudad de 26.000
habitantes, que solo tiene cuatro carreteras de acceso. Pero es que
toda la ciudad estaba ardiendo a la vez. Las familias se metieron en
sus coches estuvieron allí atascados durante horas. Además, “las
carreteras estaban atascadas por la cantidad de escombro que cayó
sobre ellas en muy poco tiempo”, explica McLean. “Se habían
caído cables de la luz, postes de teléfonos, la gente se quedaba
sin gasolina, había accidentes. Lo que te imagines, pasó.
Simplemente pasó. La gente se quedó atrapada, nosotros mismos
estuvimos atrapados horas y empezamos a caminar por la carretera. Un
coche de bomberos rescató a cuatro personas y se quedó atrapado
entre coches ardiendo hasta que llegó un bulldozer a apartar los
coches. Vi una caravana en medio de la carretera que alguien había
dejado ahí. Las ambulancias ardieron, los coches del sheriff…
nadie estaba a salvo”.
“Típicamente
lo ves venir, tienes horas para preparar la evacuación”, dice el
jefe Messina. “En este caso, en menos de una hora el fuego estaba
en el pueblo. Los que tenían que manejar la evacuación o se estaban
salvando ellos o estaban salvando vidas”. Hay un mapa estremecedorde Cal Fire en el que se ve la evolución del incendio. Todo
Paradise, y la pedanía vecina de Concow, están dentro del área que
ardió antes de las 12 del mediodía. “Se tardó cinco horas en
evacuar la ciudad”, dice el jefe Messina.
Al clima y a las
condiciones de la ciudad se sumó el factor humano que describe
Messina. “No te puedes entrenar para esto. El fuego iba más
deprisa que el tráfico. Cuando el fuego llegaba a la carretera los
civiles entraban en pánico, salían corriendo y dejaban los coches
allí”, con lo que dejaban bloqueadas las carreteras. “Utilizábamos
los camiones de bomberos para quitar los coches. No había lucha
contra el fuego. Era solo rescate y mantener abiertas las rutas de
evacuación. El miedo era terrible”.
“Llevo 20 años
haciendo esto y no hay palabras para describir Paradise”, dice
Messina. “El humo era tan negro con esas 10.000 casas ardiendo...
Era de locos. Apocalíptico. He visto muchas cosas, no hablo de
ellas, pero era… extraño. No sé cómo decirlo”.
Paradise fue una
anormalidad. Es la nueva expresión que utiliza el gobernador de
California, Jerry Brown. “Y en esta nueva anormalidad vamos a
continuar los próximos 10 o 20 años. Desgraciadamente, la ciencia
más fiable nos dice que la sequía, el calor y los vientos se van a
intensificar”. La hoguera de California está condenada a hacerse
más grande. A la espera de la próxima chispa.
Fuente:
Pablo Ximénez Sandoval, California, una hoguera lista para arder de nuevo, 19/11/18, El País. Consultado 19/11/18.
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