por Daniel Díaz
Romero
Sala de Prensa Ambiental
La Escuela
Especial Juana Manso está ubicada en Villa Allende, a unos 22
kilómetros de la ciudad de Córdoba. Allí, cursan sus estudios
alumnos que tienen diferentes trastornos en su desarrollo
intelectual. Chicos de diferentes edades, algunos de ellos
judicializados o con entornos familiares complicados. Adolescentes
-con algunas discapacidades y con capacidades infinitas- que desde
hace 9 años llevan adelante el Proyecto “Bosque Serrano”, que
tiene como objetivo principal producir árboles autóctonos para
remediar zonas degradadas por incendios, inundaciones o extracción
de áridos en la geografía local.
Allí, trabajan
en un Vivero Escolar que es referente en la región de Sierras
Chicas. Incluso, han comenzado a transitar un camino relacionado con
tareas educativas en el que los alumnos de la Juana Manso son
requeridos para capacitar a niños de un Jardín de Infantes de la
zona, donde los chicos transfieren sus conocimientos a los más
pequeños de la localidad.
Una escuela
inundada de árboles
¿Qué significa
para ustedes un árbol?, preguntamos a los estudiantes de la escuela
Juana Manso, reunidos para esta entrevista.
“Los árboles
son muy importantes, porque nos dan oxígeno, sombra y evitan las
inundaciones. También nos dan el material para hacer muebles, leña,
frenan el viento y la tierra y disminuyen los ruidos también”.
El 15 de febrero
de 2015, la Escuela que colinda con un arroyo, fue víctima de las
inundaciones que asolaron a la región. Perdieron maquinarias de
trabajo, muchas aulas quedaron inutilizables y el predio donde
funcionaba el vivero quedó bajo el agua.
Cuenta uno de los
chicos que sufrió la inundación que al ver el panorama desolador
que había dejado el paso enfurecido del agua en la Escuela “pensamos
que no íbamos a poder trabajar más. Tuvimos que rescatar lo que
pudimos entre el barro que quedó y reconstruir el vivero. Perdimos
casi todo. Dentro de la tragedia, nos dimos cuenta que con las hojas
que juntamos podíamos preparar humus, así que comenzamos a trabajar
con eso”.
“Yo empecé
produciendo árboles en 1993”, cuenta Eduardo Funes, Ingeniero
Agrónomo y profesor de Producción Vegetal, un docente de 34 años
de trayectoria en la Escuela. Funes, continúa diciendo: “En esa
época teníamos en funcionamiento el vivero y en el año 2009, Eli
me propuso hacer un proyecto con árboles autóctonos en el Nivel
Medio”. Eli, es Elizabeth Castaño, profesora de Educación
Especial que desde hace 12 años trabaja en la escuela.
“Desde esa
época, continúa diciendo el profe Funes, está funcionando este
proyecto que se llama “Bosque Serrano” y que tiene como objetivo
principal producir árboles para remediar las zonas degradadas por
incendios, inundaciones o la extracción de áridos en la geografía
local. Es decir, nos enfocamos en los problemas que nos afectan a
nosotros, con la idea de producir árboles autóctonos de Córdoba”.
Al ser
consultados, los chicos reunidos en ronda dicen: “Estudiamos la
provincia y, después de la inundación, llegamos a la conclusión
que una de las causas de ésta, habían sido los desmontes y la falta
de árboles. Por eso, empezamos a trabajar con la producción
forestal y, en los últimos tiempos, estamos produciendo ejemplares
para aportarlos a una nueva Reserva Natural en las sierras de Villa
Allende”, comentan con marcado entusiasmo los alumnos.
En el Vivero
Escolar, hace 5 años que están produciendo árboles autóctonos.
Pero su labor no se agota solo en la producción.
¿Por qué se
dedicaron a producir plantines de especies autóctonas,
específicamente?
“Nos costó
tomar esa decisión porque el árbol autóctono es más lento para
crecer, entonces era una medida difícil de implementar pero al final
dijimos que sí, porque decidimos que lo íbamos a hacer por la
importancia que esto tiene para recuperar el bosque nativo”,
reflexiona Eli mirando a sus alumnos. “…Y no ver sólo al árbol
por sí mismo, sino como parte de un sistema natural para proteger el
suelo y como fuente de reservorios de agua en la montaña”, dice el
profesor Eduardo y agrega que “también, como fuente de alimentos.
Los propios chicos han hecho actividades de cocina con harina de
algarroba, por ejemplo, para incorporarlas como recursos alimenticios
e ir descubriendo la potencialidad que tiene el bosque serrano como
proveedor de comestibles y darnos cuenta de cuantas cosas hemos
desaprendido con respecto a la alimentación o la medicina. Se trata,
también, de recuperar la identidad serrana; de comer un fruto de
piquillín o chañar para recuperar eso que se está perdiendo. No se
trata solo de hacer el árbol, sino revalorizar todo lo que implica
un bosque autóctono”. Eli agrega que “ayuda a reconocernos
dentro de un ecosistema: hace poco preguntamos a los niños de un
Jardín de Infantes si vivíamos en las sierras y los pequeños, para
nuestra sorpresa, respondieron que no y eso nos dejó pensando”,
señala la profesora de la Juana Manso.
Los restauradores
Eduardo cuenta
que “en esto de trabajar con árboles, conocimos una Reserva
Natural que está en nuestra localidad y aprendimos sobre la fauna
también, que está íntimamente ligada con nuestro trabajo por la
interacción de los animales con las plantas en la vida del bosque.
Este aspecto de la fauna que no lo habíamos considerado, lo
incorporamos en el trabajo áulico. Empezamos con los árboles y
fueron emergiendo diferentes inquietudes. Esta cuestión de trabajar
con el árbol es así de rica”, sostiene el profesor Funes.
Uno de los
alumnos toma la palabra y dice: “Yo antes veía distintos los
árboles, hay gente que los saca o los tala. Por eso, está bueno
esto de producir plantines y llevarlos para la Reserva. Por lo menos,
para hacer algo de a poco”, reflexiona en voz alta.
¿Qué se siente
ver crecer a los árboles?
“Está bueno
porque va a servir para el futuro”, responde uno de los
adolescentes y el profesor Eduardo agrega: “Nuestro producto, a
diferencia de otros talleres como Carpintería o Huerta, está
pensado a largo plazo, lo hacen ahora pero lo van a ver los hijos de
los hijos de ellos. No es una actividad que deje ver sus frutos en lo
inmediato pero va a beneficiar a gente que ni sabemos quiénes son,
trasciende en el tiempo”, dice Eduardo tras lo cual agrega: “Esa
es la importancia de lo que están haciendo estos chicos”.
¿Ustedes creen
que es importante lo que hacen?, preguntamos a los estudiantes.
“Sí, hace unas
semanas nos vinieron a buscar de un Jardín de Infantes porque ellos
querían hacer una “cancha de cría” y también, deseaban
aprender como se hacía, así que fuimos y les enseñamos a los más
chiquitos y a los padres, también”.
¿Y qué sienten
cuando hacen eso?
“Está bueno
porque aprendés vos y les enseñás a los más chicos que no saben,
nos sentimos muy bien después de eso”, responden los jóvenes,
tras lo cual siguen contando su experiencia como capacitadores:
“Cuando íbamos camino al Jardín en nuestra primera experiencia,
la verdad es que estábamos muy nerviosos y al volver le dijimos al
profe Eduardo: ¡Qué lindo es enseñarles a los más chicos y encima
nos invitaron a mostrarles más sobre cómo hacer canchas de cría!”.
“En ese
sentido, dice Eduardo, algunos de nuestros alumnos hicieron una
experiencia en diferentes viveros, por lo que la capacitación que
tuvieron en la Escuela, sirvió como formación laboral”.
¿Cuántos
plantines producen por año?
“Cuando
empezamos en 1993, producíamos cerca de 600 árboles por año, pero
teníamos el problema que llegaba el verano y nos enfrentábamos con
la complicación de cómo movilizar esa cantidad de ejemplares, una
vez producida. Mucha de esa producción se perdía y eso nos
desorientaba. Entonces, empezamos a planificar para no perder más
ejemplares, fundamentalmente, porque un árbol es un ser vivo.
Planificamos y tras ello, si bien producimos menos, cumplimos el
objetivo que no se pierdan.
Así también,
empezamos a trabajar con la Fundación Vertientes de Saldán y ellos
se ocuparon de llevarlos para remediar zonas de aquella localidad”.
¿Qué destino
les dan hoy a los árboles que produce el Vivero?
“Trabajamos con
ONGs para que ellos se encarguen de distribuirlos en zonas
apropiadas. Nuestro enfoque es que los árboles son para remediar
todas estas zonas”, dice la profe Eli y agrega:“Cuando uno se
maravilla genuinamente con este trabajo, los chicos también se
enganchan. No debe pasar desapercibida esa magia tan especial”,
concluye la docente ante la atenta mirada de los chicos que ya se
muestran inquietos por salir al patio, armados de regaderas y palas
que los dignifican e integran a una sociedad que tiene mucho que
aprender de ellos.
Fuente:
Daniel Díaz Romero, Proyecto bosque serrano: Un vivero muy especial, 16/10/18, Sala de Prensa Ambiental. Consultado 26/10/18.
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