Casas fracturadas
por las perforaciones del fracking. Barrios contaminados y enfermos.
Productores sin tierras. Sospechas, políticos, dólares, pobreza, y
vecinos que no se quedan quietos: cómo sostener la vida en medio de
un modelo de muerte.
por Sergio
Ciancaglini
Es una rajadura
en la pared, de abajo hacia arriba, consecuencia de los temblores que
emergen desde el fondo de la tierra hasta las casas del barrio Costa
Blanco, en Allen, Alto Valle de Río Negro.
Hay más grietas
que atraviesan los dormitorios, el baño, la cocina, cada ámbito de
la vida. Ocurre en esta y en todas las casas del barrio, y de varios
barrios de la ciudad de 35.000 almas. Allen es la Capìtal Nacional
de la Pera, pero descubrió que está emplazada sobre la punta
oriental de esa gigantesca formación subterránea de hidrocarburos
llamada Vaca Muerta.
Jeremías sonríe,
quiere ver cómo están saliendo las fotos. Le queda el 30 por ciento
del pelo. Alejandra, su mamá, lo observa: “No sabemos por qué se
le cae. Me dicen que puede ser un virus en el medio ambiente que se
le pegó, o a lo mejor otra cosa. Tardaron dos meses en darme turno.
Le recetaron pastillas re caras, pedí ayuda en Desarrollo social y
no me dieron, conseguí comprarlas, pero nadie te dice nada seguro.
No sé si los médicos no saben, o saben, pero no te quieren decir
para no meterse en problemas”.
El paisaje de
Allen va quedándose calvo de chacras, de álamos y de frutales que
son desplazados por instalaciones cercadas en las que se ven hombres
con cascos amarillos, camiones desmesurados, amasijos de cañerías
que penetran la tierra, sistemas de válvulas a las que el vecindario
llama “arbolitos de navidad”, y torres de hasta 50 metros de
altura.
No existen aquí
los clásicos guanacos petroleros: se acabó lo que se daba. El
petróleo y gas que quedan en el país están atrapados en la llamada
roca madre. Para capturarlos hay que romper esa roca.
Por eso de cada
torre baja un trépano, taladro gigante que perfora la tierra hasta
3.000 o 4.000 metros de profundidad: un agujero equivalente a un
edificio de 1000 pisos hacia abajo. La excavación genera parte de
los temblores que rompen las paredes de las casas cercanas.
Cuando el trépano
llega a más de 3.000 metros de profundidad, la perforación se
ramifica horizontalmente para fracturar la roca madre que contiene
los hidrocarburos fósiles. De la perforación original nacen 5 o 6
“pozos horizontales” con caños que se extienden bajo tierra en
distintas direcciones a lo largo de 3 o 4 kilómetros en cada caso.
Se inyectan
entonces un total de 30 millones de litros de agua a alta presión,
un cóctel que incluye arenas de sílice y alrededor de 600 químicos
para mantener abierta cada grieta, disolver los hidrocarburos, y
extraerlos luego a la superficie como flowback, un reflujo de barro
tóxico, gas y petróleo.
Esta destrucción
y licuación de la roca madre a alta presión genera más temblores -entre otras cosas- y sólo en Allen se multiplica por 130 pozos.
Jeremías, la pelota, su primo Santiago, la calle de tierra, las
casas, y todo lo que se ve alrededor, está instalado sobre una
gigantesca red subterránea de caños puestos allí para romper el
subsuelo.
Esa es apenas una
de las formas de entender cómo funciona el fracking o fractura
hidráulica, la grieta que atraviesa territorio, agua, aire y vidas
de la gente de Allen a la que demasiadas veces le cuesta entender
dónde está parada.
Toxi tour
La idea de Vaca
Muerta como la salvación nacional es una superstición nacida en
2010 durante la gestión kirchnerista, obviamente promocionada
también por el actual gobierno. La geografía del asunto parecía
centrarse en Neuquén, con un conflicto que sigue vigente: gran parte
de la explotación involucra a comunidades mapuche que resisten como
pueden amparados por la razón y por las leyes.
Pero en 2011 se
instaló un pozo de fracking en Allen, en una chacra frutícola
propiedad de un familiar de la socióloga Maristella Svampa, quien ha
escrito el libro Chacra 51 sobre el tema. Nació la Asamblea
Permanente del Comahue por el Agua Allen. La movilización vecinal
logró que el Concejo Deliberante sancionara por unanimidad en 2013
una ordenanza prohibiendo el fracking. La intendenta Sabina Costa
elevó el tema, el gobierno provincial reclamó, y el Superior
Tribunal de Justicia provincial fracturó la ordenanza declarándola
inconstitucional bajo el argumento de que el subsuelo lo maneja la
provincia.
Fue un golpe de
desaliento para la Asamblea, mientras las chacras de Allen iban
siendo perforadas por decenas de pozos hasta llegar a los actuales
130 que exhibe la EFO (Estación Fernández Oro).
Del lado
incansable de la historia de la Asamblea quedaron Luis Partearroyo y
el matrimonio de Lidia Campos y Juan Carlos Ponce, quienes recorren
barrios y juzgados decididos a no resignarse. Dice Juan Carlos,
gasista matriculado: “Hubo muchísimos problemas, explosiones,
incendios. Empezaron en 2014: se les trabó el trépano bajo tierra,
y para sacarlo tiraron unos 40.000 litros de gasoil, cosa prohibida.
Al destrabarse, algo hizo chispa y se armó el incendio. Acá nos
destruyen para un beneficio que no se ve por ningún lado. Y lo que
uno ve es problemas respiratorios, de piel, de tiroides, mucho
cáncer”.
Lidia suma
pistas: “Hay además muchos abortos espontáneos, y también muchas
chicas y mujeres con menstruaciones largas, que terminan anémicas.
El hospital no informa nada. Lo único que hizo Salud Pública la vez
pasada fue empezar a regalar broncodilatadores”.
La palabra
“muchas” indica una constante socioambiental argentina: la gente
sabe lo que ocurre pero no hay estadísticas, salvo que las propias
asambleas se pongan a contabilizar enfermedades y muertes.
Con el
broncodilatador cerca anda don Rubén Ibáñez, paisano de 66 años.
Vive a 40 metros de uno de esos explosivos pozos, apenas separado por
un canal de riego. Es parte del “toxi tour” que proponen Juan
Carlos y Lidia.
La grieta corre
alrededor del techo de la casa de Ibáñez: “Es como que hubiera
querido saltar por la explosión”. Otras grietas corren por dentro:
sufre EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica). Explica Pedro,
su hijo, agente penitenciario: “Además mi papá tiene laceraciones
en los pulmones de 4 milímetros, y es por esto de los
hidrocarburos”.
Ponce: “Pero
los médicos sólo certifican EPOC, y no los tajos por respirar los
polvos de sílice, que vuelan y te revientan al llegar a los
pulmones: la silicosis. Las empresas tienen las montañitas de
sílice, al aire libre”. El Observatorio Petrolero Sur ha calculado
que Vaca Muerta requerirá 40 millones de toneladas de estas arenas
tóxicas durante los próximos diez años. “Nos han dicho
ignorantes, indios, analfabetos. Pero yo puse mi cuerpo, y esa es la
verdad. De todo esto que hacen, ¿qué le queda a la gente? Pura
porquería”.
Don Ibáñez
tiene dificultades para respirar. “Mi hijo está sano porque se fue
a vivir a otro lado. Yo no me quiero ir aunque a veces tenemos que
salir corriendo cuando se les escapa una nube blanca de gas que nos
tapa la casa. No somos limosneros. La dignidad no se vende por una
garrafa. Ya se los dije a los de la empresa, para que sepan: voy a
seguir. No le tengo miedo a la muerte”.
Manden fruta
Allen sigue
siendo la ciudad más importante del país para la producción de
peras (3200 hectáreas) y manzanas (2900), pero sufre desde hace
décadas una crisis que el fracking está acelerando. En el Alto
Valle había 6.000 productores en los 90, 3100 en 2005 y 2200 en
2015. Sólo en Allen había 412 productores hace diez años, 320 en
2016 y 219 actualmente. Belén Alvaro, socióloga: “Han sido
décadas de concentración, se ha perdido el 60% del trabajo familiar
en las chacras y los productores chicos desaparecen. Hay que decir
que la fruticultura también fue contaminante y generadora de
desigualdades. Pero las economías regionales han sido abandonadas
pese a que son las que pueblan el campo. Cuando llega el fracking a
chacras en crisis, muchos productores alquilan o venden la tierra
productiva a la petrolera”.
Sebastián
Hernández es presidente de la Cámara de Fruticultores de Allen y de
la Federación de Productores de Fruta provincial. No vive en un
barrio pobre como Costa Blanco, pero su casa también tiembla: “Tengo
rajaduras y se me desmoronó cinco veces el pozo de agua bajo
tierra”. La situación: “Hoy el productor de manzana o peras no
recibe en promedio más de 4 pesos por kilo, pero le está costando
6,50 producir. Y la fruta se vende a dos cuadras en un supermercado a
60 pesos. Yo nunca le daría la tierra productiva al fracking, pero
los productores van abandonando. Cada uno mira su nido”.
Para producir
fruta, una chacra se alquila a 1.000 pesos mensuales por hectárea.
Las petroleras ofrecen 30.000 por la misma superficie. Otra oferta:
200.000 pesos por un año y luego 25.000 por mes. “El tema es que
la tierra queda arruinada” explica Hernández. Para afirmar las
torres, instalaciones y que puedan circular los camiones, las
petroleras instalan una capa de un metro o dos de suelo calcáreo
sobre el suelo fértil, imposible de recuperar por décadas. La
crisis y la desesperación de los pequeños productores agrandan a
las petroleras, bajan los precios de las chacras, y para colmo las
empresas han empezado a no pagar. Van a juicio, y queda armado el
círculo vicioso perfecto. Graciela Vega, historiadora y creadora del
sitio web Proyecto Allen: “Sé de varios casos, yo creo que hasta
especulan con que se mueran, porque muchos de los productores son
gente muy mayor”.
Hernández: “Las
regalías que deja el fracking pueden ser altas, pero en la ciudad no
se ven. Tampoco genera mucho trabajo, y menos para la gente de
Allen”. El diario Río Negro informó que durante los próximos
cuatro años Allen tendrá de manera constante tres equipos de
perforación y dos de terminación “lo que representa unos 180
puestos de trabajo permanentes”, cifra aportada por el Secretario
de energía Sebastián Caldiero quien reclamaba “que Allen ocupe
puestos en los equipos”. Aunque se agreguen los empleados de
empresas de operaciones y periféricas (unos 1.500 más), se entiende
el razonamiento de Hernández. “La actividad que realmente mueve a
la economía, que genera mucha mano de obra (de 10.000 a 15.000
personas) y movimiento comercial es la producción frutihortícola”.
Winners y
perdedores
Cálculo
fracking: YPF asegura que invertirá 598 millones de dólares en los
próximos 93 pozos que perforará en Allen, que ya es el primer
productor de gas de Rio Negro y asegura haber repartido 500 millones
de pesos en regalías para la provincia durante 2017. “El problema
es que no es posible la convivencia de los dos modelos, se pierde la
tierra fértil, y se pierde una matriz productiva diversificada”
dice Hernán Scandizzo, del Observatorio Petrolero Sur. Hernández:
“Otro efecto es que Chile está vendiendo manzanas con la etiqueta
‘free frack’ (libre de fracking) como si nosotros hiciéramos
algo contaminado. No es así. Todavía nuestras frutas son
exportables y comestibles y de alta calidad. Pero el Estado no hace
nada para defender la producción para tenernos débiles y caídos, y
facilitar la entrada del fracking. Por eso aquí no hay una
resistencia como sí hay en Mendoza”.
Edgardo Martin,
concejal del Ari:”Todo esto tiene que ver con la contaminación.
Aunque no puedo aseverar de forma directa qué efectos tiene el
fracking, sí sé que es muy extraño todo lo que está pasando, lo
asocio con las enfermedades,
y es posible que
se lo pueda saber dentro de unos años, cuando el mal esté hecho, y
ya se hayan ido. Porque el modelo del fracking es por muy poco
tiempo. Después queda el desierto. Mientras tanto funciona la
prepotencia del dinero, avanzan gracias a una oscuridad absoluta de
toda información, y los controles no existen, aunque digan lo
contrario”.
Un dato: la
secretaria de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la provincia es
Dina Migani, propietaria de la empresa Quinpe, dedicada a “servicios
de apoyo para la extracción de petróleo y gas natural, la
explotación de minas y canteras, ventas al por mayor en comisión o
consignación de minerales, metales y productos químicos
industriales”. Entre sus clientes están YPF, Petrobras y Skanska.
Claudio Correa,
presidente del Concejo Deliberante de Fernández Oro, ciudad ubicada
junto a Allen, era parte de Cambiemos pero se separó: “Yo hice una
ordenanza contra el fracking, se aprobó y, como en Allen, la
declararon inconstitucional. No soy de la política, trabajé siempre
en un mayorista, y llegué hablando de transparencia. Si dicen que
hay regalías y uno ve que todo está igual, ¿cuánto se llevaron
los funcionarios que aceptaron esas regalías que dependen de las
declaraciones que hacen las propias empresas? Yo lo que veo es que
hay gobernadores que no quieren el fracking porque enferma y mata, y
otros que son sobornados para aprobarlo. Pero de esa corrupción, la
actual, no veo que casi nadie esté hablando” dice Correa quien
agrega un dato curioso: se ha detectado otra roca madre bajo el
monumento a San Martín en Allen. “Pero sacar gas de ahí les
costaría más caro. Las petroleras están en las chacras porque el
costo es cero y están cerca del agua”. El modelo cierra con las
tarifas más altas de la historia, lo cual permite sospechar quiénes
son los que ganan con la fractura.
La ley del
benceno
No han entendido
las posibles bondades del fracking en Alemania, Francia, Gran
Bretaña, España, Italia y estados norteamericanos como Nueva York.
Los datos que no están en este curioso país se encuentran afuera.
La Sociedad Médica de Massachusetts estudió los químicos que se
utilizan extraer hidrocarburo de las grietas. El 75 % son tóxicos
para ojos, piel, sistema respiratorio y gastrointestinal. Más de la
mitad de esos químicos produce daños en el cerebro y en el sistema
nervioso central. El 25 % tienen la posibilidad de desarrollar en el
ser humano algún tipo de cáncer o mutaciones. Las investigaciones
científicas en los Estados Unidos detectaron elementos cancerígenos
como benceno y formaldehido (el benceno especialmente ligado a las
leucemias), neurotóxicos en dosis letales, hidrocarburos también
cancerígenos, disruptores y perturbadores hormonales (otra vez el
benceno y el tolueno) que provocan malformación del esperma,
reducción del crecimiento fetal, padecimientos cardiovasculares,
problemas respiratorios y asma. Detectaron además emisiones
radiactivas, 40 % de aumento de nacimientos prematuros,
malformaciones, contaminación de los suelos, del agua, del aire.
Otro detalle: ninguno de los médicos y agentes sanitarios con los
que intenté hablar aceptaron hacerlo.
En los barrios la
vida se ve más clara. “Es un olor a huevo podrido que no se puede
estar” cuenta Ingrid en Costa Blanco. Su hijo Santiago no ha
perdido pelo, como Jeremías. “Lo que él tiene es miedo, por los
ruidos a la noche”. El fracking funciona en cualquier horario, la
luz permanente excita a las plagas como la carpocapsa, y el ruido
puede ser insoportable: “Cuando están inyectando el agua a presión
es como que tuvieras las turbinas de un avión arriba de tu cabeza”.
Ingrid: ”Aquí
muchos están con cefaleas y a otro sobrino, Leonardo, que empezó a
ahogarse, ahora le van a hacer estudios de corazón y pulmones porque
no saben qué le pasó. Tiene 11 meses”. Federico, el hermano de
Gabriela, tiene diabetes. Además, se acaba de duchar y el agua le
provoca una erupción en los brazos, el cuello, el abdomen: “Tardamos
en darnos cuenta de esta desgracia. Empezó el fracking y empezamos a
ver cáncer y la enfermedad. La muerte va más rápida. Los
delincuentes son las empresas, pero si salimos a protestar, nos
procesan a nosotros. Nadie nos escucha ni nos representa. Nos
mintieron. Tendríamos que juntarnos, pero acá hasta muchos
sindicatos juegan en contra, porque los pocos que trabajan ganan
bien. Aunque les dura poco y después están igual que nosotros. Yo
creo que la única solución es que haya algún desastre grande, o
que nos den algún otro lugar donde vivir. ¿Cómo quiero vivir?
Tranquilo”.
Ingrid (2 hijxs)
y Gabriela (cuatro) decidieron no esperar recursos de amparo ni
principios precautorios sino sostener la vida. Instalaron un
merendero: “Ya vienen 35 chicos. Lo primero que hicimos fue arroz
con leche. Acá te ayudan los negocios chicos. Los políticos y las
empresas no solucionan nada, porque ellos son el problema. Lo que
quieren es la plata, y que el tonto vote”. Cuentan que la falta de
trabajo es absoluta. “Pero entonces, algo hay que hacer” dicen,
mientras un puñado de chiquilinas del barrio corretean y ríen.
Epilepsia y
laurel
Algo hay que
hacer. En Allen existe un pequeño movimiento, el 23 de julio, que en
2001 fue uno de los Movimientos de Trabajadores Desocupados (MTD).
¿Qué problemas de salud detectan? Ivana Mamonde no duda: “Hay un
alto índice de epilepsia”. En pocos minutos mencionan más de diez
casos en el barrio Progreso. “Y diabetes, autismo, celiaquía, los
temas respiratorios, dermatitis”. ¿Puede una enfermedad como la
epilepsia relacionarse con el fracking? Desde Chaco, Horacio Lucero
(jefe del Laboratorio de Biología Molecular de la Universidad
Nacional del Nordeste) plantea esta hipótesis ante la consulta: “Hay
un concepto llamado carga tóxica, sobre la sinergia entre diferentes
mediadores químicos del ambiente cuando se mezclan. Nuestro cuerpo
almacena químicos y se forman metabolitos que reaccionan en forma
inesperada. Cuando hay una carga tóxica importante que el organismo
no está pudiendo metabolizar aparecen enfermedades que ahora se
pueden definir de
acuerdo a la
medición de esos químicos. Está pasando con el autismo, que está
aumentando en forma exponencial y alarmante. Si agregamos a lo que
comemos la exposición a una actividad como el fracking, con
antecedentes tremendos, y aparece la epilepsia por encima de
cualquier estadística, hay que tomar registros porque todo lo
relativo a neurotransmisores es tan delicado como el equilibrio que
tiene que haber a nivel hormonal”.
En el 23 de julio
René Irurzun, el Vasco, razona: “El fracking genera la enfermedad
en el cuerpo que resiste cuando lo acorralan contra el sentido de la
vida. Pero es también el símbolo de una tecnología que divide,
mete toxicidad, miente, oculta, siembra desesperación, formatea la
subjetividad, hace que a nadie le importe nada. Creo que es un error
pensar en la salida individual, y también subordinarse y esperar que
lo estatal lo resuelva todo”. Ivana: “La gente está atomizada.
Por eso estamos reivindicando el encuentro, lo social y grupal”.
Vasco: “Un ejemplo es el movimiento de mujeres, que le exige al
Estado corporativo, pero no se queda en eso y sigue generando
espacios de libertad social”.
En el barrio
Progreso Ivana, su compañero Carlos, el Vasco y decenas de vecinas
lograron instalar una huerta agroecológica con dos invernaderos, que
ya alimenta a unas 300 personas y deja un excedente para venderle a
unas 100 más: personas de ese barrio obrero, y otras que hacen
kilómetros atraídas por la idea de comer una producción que además
de sana es más barata que en las verdulerías convencionales.
“Además de la autonomía que implica el autoabastecimiento, el
propio trabajo está teniendo un efecto enorme incluso en esos casos
de epilepsias y depresiones. Hay algo curativo en el trabajo en común
para algo tan concreto como esto, y encima se está replicando en
varias casas del barrio” explica Ivana.
Los invernaderos
los aportó un productor de plantines hortícolas, Ernesto
Wolfschmidt: “Vi lo que hacen, y creo que es fascinante. Yo soy un
productor convencional que trato de usar lo mínimo de agroquímicos,
pero aprendo de ellos que están haciendo algo natural, por fuera del
sistema de las grandes corporaciones que te hacen totalmente
dependiente. Es un sistema bastante perverso. Pero estas personas no
se quejan, y hacen. Siempre vemos todo mal. Pero acá vemos cosas muy
buenas que empiezan en una escala pequeña y se va a hacer grande,
porque no vamos a parar”. No sé cómo este viaje pasó del
fracking a las lechugas. Y al laurel, porque me cuentan que cuando
todo es un bajón, el laurel es revitalizante.
En Allen se
aprende que la grieta no es la de los balbuceos de los panelistas
televisivos, ni la que define qué mal menor electoral votar en 2019.
La verdadera grieta es la que produce miedo vital, indiferencia
social y formateo cerebral. La fractura de los territorios y las
personas. La atomización. La realidad que intoxica y vampiriza las
capacidades humanas.
Pese a todo, en
Allen hay personas, grupos y asambleas que no se resignan. Que
apuestan cada día a que la vida sea una aventura posible. Lo enseñan
en tres palabras: algo hay que hacer.
Fuente:
Fuente:
Sergio Ciancaglini, La verdadera grieta: viaje a Allen, tierra de fracking, 11/10/18, Lavaca.
La obra de arte que ilustra esta entrada fue realizada por el artista Chelo Candia.
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