Clarín en
Diamante. En Entre Ríos,
la barranca se sigue deslizando y puede “tragarse” más de 40
viviendas. Pero la gente no quiere dejarlas porque teme por los
robos.
Parte de la
barranca ya se deslizó de la superficie de la localidad de Diamante.
Segundo a segundo, lo que hace tres meses era una rajadura en la
tierra, cae, en silencio. No es como un desprendimiento de un
glaciar. Aquí cede con lentitud hasta apoyarse sobre la costa. Una
copiosa lluvia precipitaría la caída. Todos estos datos no los
aportan ingenieros. Son los propios vecinos del barrio San Roque, que
no se resignan a dejar sus viviendas, y que conocen el devenir de la
naturaleza sobre sus vidas. Pese a lo feroz del paisaje la serenidad
de los habitantes de ese costado de la ciudad asombra.
"Sabemos en
el lugar que estamos, pero es el que encontramos para vivir. Tenemos
miedo porque nadie nos dice si nos puede llegar a nosotros que
estamos a 25 metros de la zona más afectada. Por el momento estamos
durmiendo de mi abuela, pero durante el día volvemos por miedo a que
nos roben lo poco que tenemos. No queremos irnos porque nos costó
mucho hacer esto", le dice a Clarín Micaela. Ella y sus hijos
viven a siete metros de la barranca, que domina una estatua del
Cristo Pescador, por lo que muchos llaman así a esta zona.
Para acercarse
hasta aquí no hay que sufrir de vértigo. La pendiente es de unos 40
metros. Por allí juegan los niños y acceden a una foto casi en el
borde, con absoluta tranquilidad. "Estamos acostumbrados. Hace
poco se desprendió una parte de la barranca, pero nos manejamos con
cuidado", advierte Paola, otra de las jóvenes que vive en la
zona.
Hoy, cuentan
quienes viven con este peligro de derrumbe, la barranca cedió un
poco más. Esa "grieta" de 130 metros de largo y 40 de
profundidad se hizo más ancha porque está descendiendo lentamente.
A lo lejos, pues está vallado el perímetro de riesgo, puede verse
como un escalón por debajo de las casas, ya inhabitables, que daban
a la barranca. Personal de la Prefectura Naval Argentina custodia el
lugar. No dejan pasar a nadie, salvo a aquellas personas que viven
allí. Ellos van y vienen.
Conviven en
Diamante dos realidades también. Por la ruta 11 y al tomar la
intersección con la 131 que ingresa a la ciudad todo parece
transcurrir con normalidad. La actividad comercial y el movimiento
empiezan a menguar cuando se acerca al río. Allí, puntualmente en
la zona del Cristo Pescador, la dinámica de los pobladores es otra.
Buscan una provista en el almacén y vuelven a sus viviendas
atrapadas por un peligro de derrumbe de la barranca que está
cediendo. Son alrededor de 100 personas las alcanzadas por el radio
de peligro, "no toda la ciudad como dicen ustedes",
advierten la mayoría de los vecinos algo enojados por el manejo de
la información ante la mera presentación informal.
Dentro de esta
zona cercada quedó el Centro San Roque, fundado por la Hermana María
Angela, un espacio que les da de comer a 170 niños del barrio, que
además funciona como escuela de oficios y que potenció con
educación y servicios al lugar. "Es un lugar de contención,
también funciona un centro de salud y el comedor. Tuvimos que
trasladar todo eso a otros puntos de la ciudad porque quedamos dentro
del radio de peligro", explicó Mariela, la monja encargada de
la institución.
"Los niños
están con miedos. Ven movimiento de patrulleros, de medios de
comunicación, de bomberos, de personal de Defensa Civil, notan a sus
padres nerviosos por la situación y están angustiados. Nosotros
tratamos de mantenerlos contenidos y tratando de poder seguir
aportándole la cena de todos los días", agrega la hermana
Mariela, que encontró un lugar en un depósito que le prestaron
porque por riesgo de derrumbe no se puede acceder a la institución.
Hay dos puntos en
los que coinciden todos los vecinos que están en ese llamado "radio
de peligro": "Es algo que siempre pasa" y "De acá
no nos queremos ir". Sobre esto último, la razón que esgrimen
es que no están conformes con un alojamiento en una escuela como lo
dispuso el municipio.
Por el momento,
hay 13 viviendas directas en peligro de derrumbe y otras 30 casas
cuyos dueños fueron advertidos sobre su peligrosidad. Sus ocupantes
no recibieron ninguna información oficial sobre qué les deparará
el futuro, si tendrán alguna ayuda económica: hay intención de
incorporarlos a un plan de viviendas que construirá Nación en la
zona, pero pocos están en condiciones de afrontar las cuotas.
"Es
doloroso, te angustia pero sabemos que es así. Siempre cede la
barranca, sobre todo cuando hay una bajante histórica como la que
tenemos hoy en día. Pero no nos vamos a ir. Lo poco que tenemos es
mucho esfuerzo para nosotros", dice Omar, uno de los tantos
pescadores del barrio que no se sorprende por el deslizamiento.
Diamante. Enviado
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