Un 60 % de los
homicidios de defensores ambientales se registra en la región, donde
reina la impunidad.
por Georgina Zerega
Dos años después
del asesinato en Honduras de la defensora del medioambiente Berta Cáceres, al menos 14 países de Latinoamérica, entre ellos México,
Brasil y Guatemala, han ratificado este jueves tratado con medidas
para proteger a los activistas ecologistas. Este nuevo acuerdo,
sellado en el marco de la Asamblea General de la ONU y bautizado como
Acuerdo de Escazú (Costa Rica), fuerza a los países a "garantizar
un entorno seguro para las personas, grupos u organizaciones que
promuevan y defiendan los derechos humanos relacionados con temas
medioambientales".
La propuesta
llega en un momento crítico para el continente, marcado por la
impunidad. Más de 200 activistas fueron asesinados el año pasado en
el mundo (el presente año se contabilizaban hasta julio unos 60) y
el 60 % de estos homicidios, registrados por la ONG Global Witness,
ocurre en América Latina. La muerte de Berta Cáceres, ejecutada en
marzo de 2016, sigue sin resolverse. La gran mayoría de los
homicidios se producen en contextos de disputas por los recursos
naturales, particularmente el territorio. Ese el caso también del
líder indígena Isidro Baldenegro, defensor de las comunidades y los
bosques nativos de México, que fue tiroteado en enero de 2017 sin que se sepa nada del caso.
“Este acuerdo
es novedosísimo, es el único que incorpora la defensa de los que
están luchando por los derechos humanos en asuntos ambientales”,
asegura Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de la ONU,
organismo que avaló el tratado. La funcionaria asegura que el
acuerdo, que retoma el principio 10 de la Declaración de Río de
Janeiro sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, resulta “histórico”
y que con este proyecto el continente se pone “a la vanguardia”.
Sin embargo, las
críticas se centran en la poca especificidad del texto. “El
contenido no tiene mucho peso en términos prácticos. Por ahora hay
mucha retórica, pero poco sobre qué significa. No tiene mucha
información sobre los pasos concretos que tienen que aplicar los
Gobiernos”, manifiesta Billy Kyte, de Global Witness. El jefe de
campañas de defensa de la tierra y el medioambiente de esta ONG
asegura que se trata de “un hito”, pero mantiene una postura
cauta ante la firma del tratado porque, según él, que su eficacia
dependerá de la voluntad de los países para cumplir lo pactado.
Catorce países firman en la sede de la @ONU_es tratado de nueva generación sobre acceso a la información, la participación pública y la justicia en asuntos ambientales. Lee más sobre ceremonia de apertura a la firma del histórico #AcuerdoDeEscazú: https://t.co/x6Ei5TBwVH #UNGA pic.twitter.com/j604EYIo8Q— CEPAL (@cepal_onu) 27 de septiembre de 2018
El acuerdo, fruto
de unas negociaciones en Costa Rica el pasado marzo, se apoya en
cuestiones relativas al área medioambiental que incluyen el
compromiso de los Gobiernos de facilitar a sus poblaciones el acceso
a la información pública y a garantizar el acceso a la justicia a
través de la creación de órganos especializados en la materia.
Además, el tratado compromete a las naciones a establecer mecanismos
para la participación pública en la toma de decisiones y promover
entornos seguros para los defensores del medioambiente. En este
último punto se incluyen derechos básicos como el “derecho a la
vida, integridad personal, libertad de opinión y expresión, derecho
de reunión y asociación pacíficas y derecho a circular
libremente”.
Gustavo Alanís,
director del Centro Mexicano de Derecho Ambiental, señala que es
importante que la sociedad civil compruebe que la implementación se
haga efectiva para que no resulte “puro show o pura cortina de
humo”. “Sería importante que los Estados que suscriben tengan
claro que hay que tener institucionalidad, presupuestos y voluntad
política. Si lo hacen solamente por apariencia, podrían pagar un
alto costo porque quedarían mal parados ante la comunidad
internacional”, dice.
“Nos parece
importante que esta herramienta exista reconocida internacionalmente.
Sin embargo, no garantiza que la situación cambie de la noche a la
mañana. Si no hay presión a las autoridades, las cosas no cambiarán
a pesar de la firma de este acuerdo”, asegura Violeta Valdés,
secretaria técnica del Centro de Derechos Humanos Antonio Esteban,
organización que lleva el nombre del ambientalista indígena
mexicano asesinado en 2014.
Otro de los
cuestionamientos que se le hace al texto de Escazú es el artículo
que garantiza el acceso a la justicia. Punto controvertido para los
países firmantes, donde el nivel de impunidad es altísimo. “Hemos
suscrito a muchos tratados y muchos convenios. La mayoría de las
herramientas para el acceso a la justicia existen , pero están mal
aplicadas porque no hay voluntad política por parte de las
autoridades”, dice Sandino Rivero, abogado a cargo de la defensa de
las causas judiciales de los activistas Antonio Esteban y Manuel
Gaspar, activista asesinado el pasado mayo en Puebla (México).
Bárcena, de la
CEPAL, asegura que esta vez la situación es diferente porque se
trata de un acuerdo vinculante, lo que pondrá más presión sobre
los gobiernos para que formalicen lo acordado. “Una vez que los
países se han sumado a ello y lo ratifiquen, hay previsiones para
que haya sanciones y autoridades internacionales que puedan actuar
contra los Estados que no cumplan”, manifiesta.
Fuente:
Georgina Zerega, Los países latinoamericanos ratifican un acuerdo para proteger a los ecologistas, 28/09/18, El País.
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